Burbujeando: El trasfondo económico de la crisis alimentaria

23/06/2008
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Para quienes siguen de cerca las tendencias económicas, los últimos 18 meses se destacan por dos razones.  Primero, el mercado de la vivienda de EE.UU., considerado desde hace mucho tiempo como sobrevalorado, por los economistas alternativos e incluso por respetadas instituciones económicas, incluyendo el Fondo Monetario Internacional (FMI), finalmente pasó del boom al pinchazo.  En el espacio de pocos meses, en algunos mercados las viviendas se depreciaron en hasta un 30%, y ciertos economistas estiman que las pérdidas podrían continuar, llegando a reducir el valor en hasta un 50% en algunas ciudades.

En segundo lugar, el mercado de los commodities (productos básicos con precio fijado en el mercado internacional), especialmente alimentos y petróleo, ha estado creciendo a una velocidad alarmante.  Mientras que el precio unitario del crudo ha estado en aumento desde alrededor de 2005, el incremento de los  precios de los alimentos ha sido aún más rápido.  El valor del arroz, el mayor cultivo básico del mundo, se ha más que duplicado desde enero de este año, seguido de cerca por los precios del trigo.

Los economistas citan muchas razones del aumento en los precios de los granos, incluyendo la demanda creciente en los países en vías de desarrollo, especialmente India y China, así como la reducción de cosechas en algunos lugares, debido a condiciones climáticas adversas.

Si bien son causa de preocupación los patrones cambiantes del consumo y la producción, debido a factores como el calentamiento global y el modelo derrochador de consumo (particularmente en el mundo desarrollado), en la mayor parte del mundo, los depósitos de granos siguen siendo más que suficientes para manejar estas fluctuaciones.  Con la excepción de África del este, donde hay escasez genuina y un peligro real de hambruna, el alza de los precios mundiales de los alimentos no se puede explicar solamente en términos de la oferta y la demanda.

Los economistas también concuerdan en que la especulación contribuye a encarecer los alimentos globalmente.  Argumentan que muchos inversionistas se dedican a acaparar alimentos o a otros tipos de especulación, en la perspectiva de recibir un mayor rendimiento de sus inversiones a futuro de lo que podrían alcanzar ahora.  Según este argumento del establishment, la especulación sería una causante secundaria o menos importante del auge de precios, siendo los factores primarios la oferta y la demanda y el incremento de los costos de los combustibles.

Sin duda la historia del aumento de los costos de los alimentos es compleja; no obstante, es poco probable que sean simples coincidencias la subida repentina del mercado de commodities y la caída simultánea en los mercados financieros.

Los mercados en crisis

Muchos economistas sostienen que la especulación puede contribuir a aumentar la demanda, y así mantener la flexibilidad de los mercados.  Sin embargo, la economía global actual es dependiente de la especulación en un grado peligroso.  En las dos últimas décadas, hemos visto dos ejemplos de esa dependencia de la especulación que han estallado alrededor nuestro.  Primero "la burbuja de los punto com" de los años 90; y más recientemente, la actual burbuja de la vivienda.

En cada caso, la especulación generó más especulación, a medida que los inversionistas intentaron aprovecharse del crecimiento aparentemente sin fin.  Con la burbuja de la vivienda, la desregulación significó que se podía fragmentar las hipotecas, vender y revenderlas a empresas pequeñas o grandes, lo cual dificulta que los inversionistas puedan distinguir entre préstamos solventes e insolventes.

En este caso, algunos de los desastres más graves habrían podido ser evitados, o al menos detectados más temprano, si los analistas se hubiesen interesado en plantear las preguntas precisas.  No se hizo caso a los que sí plantearon esas preguntas, que incluyen a muchos economistas progresistas.  En las palabras ya famosas de Chuck Prince, jefe del Citi Group en ese entonces: "Cuando se detiene la música, en términos de la liquidez las cosas se pondrán complicadas.  Pero mientras la música siga tocando, no queda más que levantarse y bailar".(1)

Aquí hay una actitud profundamente preocupante.  La anuencia de inversionistas y de empresas a conformarse con las burbujas especulativas y de acomodarse a la preponderancia de una cantidad enorme de capital especulativo en la economía mundial en general, puede tener graves implicaciones.  Estas condiciones dejan entender que las burbujas puedan no ser en sí mismas la enfermedad, sino los síntomas de algo mucho más profundo.  Podría ser que el mercado sea tan anclado en la especulación, y que los inversionistas especulativos tengan tal tendencia a coligarse, que estemos en una economía crónica de burbujas.  La burbuja económica del momento puede cambiar -un día las acciones en tecnología, otro día las hipotecas de vivienda- pero la presencia de una burbuja podría ser ubicua.

Usando esta hipótesis, se hace un poco más fácil entender la crisis alimentaria.  Los commodities, incluyendo los alimentos, son vistos como inversiones relativamente seguras.  Uno puede imaginar situaciones en las que una mayoría de la población del mundo deje de comprar casas o computadoras.   Pero no es tan fácil que deje de comprar alimentos.  El Banco Mundial y el FMI han impulsado la desregulación del comercio en agricultura, y por lo tanto hoy es mucho más fácil para el sector privado invertir en un mercado global de alimentos.  Una vez que los grandes inversionistas y los analistas empiecen a actuar como si los commodities alimentarios fueran una apuesta segura, se impone la mentalidad de la manada: cada vez más inversionistas se suman a la contienda y tarde o temprano tendremos un mercado alimentario sobre-inflado, de la misma manera que tuvimos un mercado de hipotecas sobre-inflado.

La crisis alimentaria: distinguir lo real de lo imaginado

Entonces, ¿hasta qué punto podemos echar la culpa de la situación actual a una burbuja crónica y colectiva de los mercados financieros?  Si bien la importancia de la especulación ha sido ciertamente aminorada por los analistas del establishment, ésta no puede dar cuenta de todo el asunto.

Los llamados argumentos "del lado de la demanda" para explicar los aumentos de precios de los alimentos, -que pretenden que el consumo, especialmente el de carne y lácteos, ha aumentado en China e India- omiten considerar un aspecto crucial.  Si bien es verdad que se han producido cambios -a veces significativos- en la dieta de la clase media de ambos países, también lo es que esta clase media constituye una pequeña minoría de su población.  Otros segmentos de la población, especialmente en la India, están consumiendo menos de lo que era su dieta histórica y sufren de desnutrición crónica.  Según el economista indio Jayati Ghosh, (2) el consumo per cápita de granos, tanto de China como de India, ha sido más o menos constante durante los últimos veinte años.  En consecuencia, parece inverosímil que la subida dramática de precios tenga alguna relación con un incremento de la demanda.

Hay otros factores no relacionados directamente con la especulación que sin duda entraron en juego.  Para los países en vías de desarrollo, estos factores incluyen los "consejos" de políticas del FMI de reducir o eliminar sus reservas de granos, la eliminación de aranceles a los alimentos que provienen de Europa y de EE.UU. y la eliminación de los subsidios a los fertilizantes y otros insumos agrícolas, dispuesta por el FMI y el Banco Mundial.

Desde inicios de los '80, las Instituciones Financieras Internacionales (IFIs) han procurado eliminar los mecanismos que permitían a los gobiernos controlar los suministros de alimentos.  En su ausencia, incursionaron las empresas privadas nacionales e internacionales, quienes dictaron las políticas alimenticias, siguiendo los intereses de sus márgenes de ganancia.  En épocas de estrés, los mecanismos por los cuales los gobiernos pudieran proteger a sus ciudadanos contra los impactos de las fluctuaciones de precios, muchas veces ya dejaron de existir.

Siendo así, las IFIs tienen su parte de culpa por la crisis actual, en la medida en que han limitado la posibilidad de medidas paliativas; toda vez, este análisis no explica satisfactoriamente el aumento abrupto en los precios de alimentos en un plazo tan corto.  Las medidas de liberalización del FMI y del Banco Mundial se han aplicado desde alrededor del año 1980, y durante buena parte de este período, el único efecto visible ha sido una disminución de los precios mundiales de los commodities, incluyendo el precio de los alimentos.

Otros factores reales, especialmente el alza de precios del petróleo y los incrementos relacionados de los costos del transporte y de los fertilizantes, ciertamente han desempeñado también un papel en el despunte en los precios de alimentos.  Pero estos aumentos a los costos de algunos insumos tampoco pueden explicarlo todo.

Más allá de la burbuja - reformar la agricultura mundial

La especulación, entonces, puede ser el factor central detrás de la oleada actual de los precios, pero no es que todo estaba bien antes de la crisis actual.  Desde cerca de 1960, la producción global de alimentos fue transformada de un asunto sobre todo local -salvo por la importación y la exportación de alimentos de lujo-, en un asunto principalmente mundial.  Las reglas del comercio internacional recompensan a quienes producen bienes para la exportación por encima de quienes producen para el consumo local.  Aun cuando los granjeros, tanto en Columbia Británica-Canadá como en California, producen tomates en el verano, les resulta más provechoso transportar esos tomates al otro lado de la frontera, que venderlos en su país.  Más allá de lo obviamente absurdo de esta situación, el incremento de los costos para transportar mercancías en camiones transcontinentales aumenta aún más el costo.

En Asia, América Latina, Norteamérica y algunas partes de Europa, los granjeros pequeños son cada vez menos numerosos.  La industrialización de la agricultura (3) con los monocultivos y la sobre-dependencia de fertilizantes y pesticidas químicos en la práctica ha creado economías de escala, al punto que es casi imposible que los granjeros pequeños tengan éxito.  La modificación genética de semillas agrega otra capa más a esa industrialización, asegurando que las grandes empresas del agronegocio, que incluyen a Monsanto, Archer Daniels Midland y Cargill, continúen registrando ganancias record.

Una solución que algunos países ya han comenzado a implementar (4) es la des-liberalización de su sector agrícola.  Esto se ha efectuado, hasta ahora, principalmente en forma espontánea y sin planificación, lo cual es comprensible dadas las circunstancias.  India, por ejemplo, ha prohibido la exportación de ciertos cultivos, a la vez que ha eliminado algunos aranceles a las exportaciones; China ha introducido algunos controles de precios y ha aumentado sus aranceles a ciertos granos, para desalentar las exportaciones.  Más de 25 países han tomado medidas similares, como la Unión Europea, que ha suspendido temporalmente los aranceles a la importación.

Estas medidas son necesarias, pero no son soluciones.  Pueden disminuir el impacto de los altos precios de los alimentos, pero no harán nada para invertir la tendencia.

Las soluciones reales implicarán reconstruir y "desglobalizar" el mercado mundial de la agricultura.  Algunos pasos a tomar podrían incluir los siguientes:

1)  La soberanía alimentaria es seguridad alimentaria.  Los países que toman en serio la seguridad alimentaria deberían tomar medidas para aumentar su producción para fines domésticos.  En los casos donde no es factible o deseable ser 100% autosuficientes en cultivos básicos, los acuerdos comerciales deberían negociarse dentro de la región.  Si el comercio internacional se concentrara más a nivel regional, ello reduciría no solamente los costos del transporte, sino que ayudaría a promover el crecimiento y el desarrollo regionales.

2) Deshacer los acuerdos comerciales.  La soberanía alimentaria no será posible, a menos que se suspenda cualquier discusión de acuerdos agrícolas en la Organización Mundial del Comercio o a través de los acuerdos comerciales bilaterales.  Tales acuerdos son diseñados en el contexto de un mercado agrícola global, donde un país tiene que afinar su sector agrícola basado en las ventajas comparativas y las necesidades del mercado.  Tal estrategia no tiene ningún sentido cuando la gente en todos los países del mundo está exigiendo un acceso mejor y menos caro a los alimentos básicos.

3)  Aumentar los impuestos a la especulación.  Para promover la producción doméstica, los subsidios y otros programas auspiciados por los gobiernos son indispensables.  Pero muchos gobiernos están enfrentando desde antes dificultades para juntar los recursos financieros para la infraestructura básica y otros servicios esenciales.  No hay una respuesta fácil, pero una posibilidad puede ser encontrar maneras de grabar impuestos a la especulación.  Si esto se hiciera siguiendo el modelo de la "tasa Tobin" -con un pequeño impuesto sobre cada transacción hecha y administrada globalmente- se podría generar bastante dinero que podría ser administrado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Otra alternativa es que los países podrían gravar sus propios mercados de futuros y commodities, donde existan.

En fin de cuentas, la crisis alimentaria es de hecho una convergencia de dos crisis.  La primera es la crisis de la especulación, caracterizada por una "economía crónica de burbujas".  Mayor regulación y gravamen a todo tipo de especulación es la única solución a largo plazo a esta crisis.

La segunda es una crisis que se anuncia desde hace largo rato: la crisis de la agricultura global que en muchos sentidos ha sido una crisis planeada y calculada.  Cuando la política agrícola no está diseñada por la ciudadanía y sus representantes elegidos, sino más bien por las Instituciones Financieras Internacionales y sus políticas fundamentalistas de mercado y por el gran agronegocio cuya preocupación primordial es su propio balance financiero, tenemos una receta para el desastre.

- Sameer Dossani es director de 50 Years Is Enough: U.S. Network for Economic Justice. Escribe para varias publicaciones impresas en línea y mantiene el blog shirinandsameer.blogspot.com.

Notas:
(1) http://time-blog.com/curious_capitalist/2007/07/citigroups_chuck_prince_...
(2)  http://www.networkideas.org/focus/may2008/fo22_Food_Crisis.htm
(3)  http://www.commondreams.org/views02/0729-01.htm
(4)  http://www.ft.com/cms/s/0/d8184634-07cc-11dd-a922-0000779fd2ac.html?ncli...

https://www.alainet.org/es/articulo/134322
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