Los transgénicos en tiempos del hambre

23/06/2008
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La crisis alimentaria mundial abreva de varias vertientes. Las principales son la competencia de los agrocombustibles industriales con los alimentos; el alza de los precios del petróleo (que repercute en agroquímicos, maquinaria y transportes, sistemas de riego); la brutal incursión de los fondos financieros especulativos en las reservas y comercio mundial de granos (desplazándose de sectores en crisis como el inmobiliario); la mayor demanda de carne y forrajes en países como China e India; el acaparamiento y aumento desproporcionado de precios de las cadenas de agronegocios (semilleras, distribuidores, procesadores, supermercados); y el contexto de los tratados de libre comercio que forzaron la agricultura de exportación y el desmantelamiento de las economías agrícolas nacionales.

Todo atravesado por el cambio climático y una profunda crisis ambiental e hídrica relacionada con ese modelo que agricultura, que incluye erosión y desertificación de suelos, contaminación y agotamiento de fuentes de agua, devastación de bosques y otros ecosistemas que sostienen la biodiversidad, junto con los que siempre la han cuidado.

Como una serpiente que se muerde la cola, el modelo de agricultura industrial, intensiva en químicos, petróleo, maquinaria y expulsión rural, parecería haber tocado fondo, pero sus promotores quieren vendernos que necesitamos más.

Seis décadas de la “Revolución Verde” que el capital inventó frente al fantasma del hambre y como método para prevenir el levantamiento social que ésta podría producir, significaron, sí, mayor cantidad de alimentos —de cada vez peor calidad.  Pero también, devastación de recursos naturales, mayor cantidad de pobres y excluidos, más campesinos expulsados de la tierra y más hambrientos, ya que el problema nunca fue la cantidad de alimentos, sino el acceso injusto a ellos y a los medios de producirlos. Incluso en el 2007, el sector agrícola global tuvo una producción récord de granos (4 % más que el año anterior). De hecho, la producción mundial de cereales desde 1961 a la fecha, se triplicó, mientras que la población mundial sólo se duplicó. (Grain, abril 2008)

Pese a ello, creció la hambruna para más de 100 millones de personas, además de los cientos de millones que ya existían. Al mismo tiempo, las trasnacionales de los agronegocios, los mismos que promovieron y lucran con la Revolución Verde y los transgénicos, obtuvieron inmensas ganancias. Monsanto, la mayor empresa global de transgénicos aumentó 108% sus ganancias en el primer trimestre del 2008, y los comerciantes globales de cereales como Cargill, 86% y Archer Daniel Midlands, 42%, similares a las otras empresas del sector. (G.Lean, The Independent, 4/5/2008)

Son las mismas empresas que insisten que para solucionar el hambre, hay que aumentar más la producción, lo cual, afirman, sólo se logrará con transgénicos. Pero los datos estadísticos oficiales de la última década, muestran que los cultivos transgénicos producen menos que los convencionales, y aumentan el uso de agrotóxicos (generan resistencia, la trasmiten a plantas invasoras, causan ataques más virulentos de hongos y otras patologías). Más de una década en el mercado muestra también que los transgénicos no son ni más baratos, ni más nutritivos ni más sanos.

Pero sobre todo, que facilitaron la consolidación del peor oligopolio empresarial de la historia de la agricultura: una sola empresa, Monsanto, controla más del 80 % del mercado global de transgénicos (además de ser la mayor del mercado mundial de todo tipo de semillas). Junto a cinco más (Syngenta, DuPont-Pioneer, Bayer, Basf y Dow), todas grandes productoras de agrotóxicos, controlan el mercado mundial de transgénicos. Tienen también acuerdos de colaboración explícita e implícita entre Monsanto y Cargill, Syngenta y ADM, Dupont y Bunge, entre otros.

Estos modernos señores feudales intentan ahora presentarse como nuestros salvadores. En una pinza mediática, con la colaboración de gobiernos e instituciones internacionales lacayas, empujan un abanico de “soluciones” para las crisis alimentaria y climática. Que ¡oh coincidencia!, aumentarán exponencialmente sus ganancias y control sobre la agricultura mundial. Veamos el cuadro:

- Agrocombustibles de 2ª, 3ª… y 4ª generación!

Siendo las empresas que más lucraron con los agrocombustibles de primera generación, en un súbito ataque de conciencia, dicen que para no competir con los alimentos, deben ser más eficientes, o usar pastos, arbustos no comestibles, etc. Pero para poder procesarlos con ganancia, tienen que ser transgénicos —de lo contrario el proceso de celulosa a etanol, gasta más energía de la que produce. Empresas más nuevas, como Amyris Biotechnology, plantean el uso de “biología sintética”: bacterias con genes construidos sintéticamente. Amyris ya firmó un acuerdo para este tipo de producción con Crystalsev, un gran consorcio de caña de azúcar y etanol en Brasil. Otros, como el inescrupuloso Craig Venter, plantean una cuarta generación de combustibles, basados en microbios totalmente artificiales. (Grupo ETC, enero 2008)

- Árboles transgénicos: la contaminación imposible

Junto al discurso de nuevas generaciones de combustibles, hay una fuerte presión por introducir árboles transgénicos. Viene en paquete con el aumento de extensos monocultivos o “desiertos verdes”. Por su larga vida (décadas, en lugar de una estación, como los cultivos agrícolas) y alcance del polen a cientos de kilómetros, serían la mayor amenaza de contaminación transgénica hasta ahora.

- Genes resistentes al clima

Para solucionar el hambre en el cambio climático, dicen las transnacionales, necesitamos cultivos transgénicos “resistentes al clima”, con genes que toleren la sequía, el exceso de lluvia, la salinidad del suelo, etc. Para ello están aprovechando la infraestructura, germoplasma e investigadores públicos, (por ej. de centros internacionales de investigación como CIMMYT en México e IRRI en Filipinas), extrayendo de esos centros el conocimiento y semillas tradicionales campesinas —que son quienes realmente saben desde hace siglos qué cultivos utilizar para las variaciones climáticas. Para garantizarse el monopolio de esos conocimientos y genes, las compañías solicitaron más de 530 patentes en todo el mundo, que roban a los campesinos y monopolizan los caracteres genéticos de resistencia a sequía, salinidad, inundaciones, etc. Dos tercios de esas patentes son de Monsanto y Basf junto a socios menores. (Grupo ETC, mayo 2008)

El holocausto de las semillas: Terminador

Con los nuevos transgénicos y biología sintética, las empresas afirman que la bioseguridad y las críticas de ambientalistas y campesinos, son minucias frente a problemas mayores como cambio climático y hambre. Con esta falacia, sostienen que necesariamente, para evitar la contaminación, tendrán que aplicar tecnologías de esterilidad como Terminator. Que no funcionarán totalmente, sumando el problema de la esterilidad al de la contaminación, pero les garantizan que haya que comprarles semillas nuevas cada estación.

Los que realmente pueden enfrentar las crisis de fondo son las y los campesinos y agricultores familiares: tienen más de 10,000 años de experiencia en dar de comer al mundo, crear y adaptar cultivos para sinnúmero de variaciones climáticas y diferentes fines. Por el bien de todas y todos, necesitamos defender este tipo de agricultura y seguir luchando contra los transgénicos y los agronegocios, que encima de las crisis, nos quieren imponer la bioesclavitud.

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Silvia Ribeiro es investigadora del Grupo ETC, www.etcgroup.org

https://www.alainet.org/es/articulo/134326
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