Agriculturas capitalistas o agriculturas en el capitalismo. Convergencias y diferencias

Agricultura campesina, agricultura familiar moderna

22/09/2008
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1. La agricultura familiar moderna, dominante en Europa Occidental y en los Estados Unidos, demostró ampliamente su superioridad con relación a otras formas de  producción agrícola.  La producción por trabajador/año que la caracteriza (el equivalente de 1.000 a 2.000 toneladas de cereales) no tiene parangón, y permitió a un segmento minúsculo de la población activa (aproximadamente el 5 %) alimentar plenamente al país en su totalidad e incluso lograr excedentes exportables.  La agricultura familiar moderna, por otra parte, demostró una capacidad excepcional de absorción de las innovaciones (no hay aquí "comportamientos conservadores tradicionales") y mucha flexibilidad de adaptación a la evolución de la demanda.

Esta agricultura no comparte con el capitalismo lo que constituye la especificidad por excelencia de su método de organización principal del trabajo.  En "la fábrica, la importancia del colectivo de trabajadores permite una división del trabajo extrema, misma que está en el  origen del salto adelante de la productividad".  En la empresa agrícola familiar este colectivo se reduce esencialmente a uno o dos individuos (el agricultor o la pareja de agricultores), a veces asistido por uno, dos o tres asociados o trabajadores permanentes (en particular, en las explotaciones lecheras), y también en algunos casos incorpora a un mayor número de temporeros (en particular, para la cosecha de las frutas y hortalizas).  Ninguna división del trabajo fijada definitivamente se practica y las tareas son polivalentes y variables.  En este sentido, M. Mazoyeer tiene razón de decir que esta agricultura familiar no es capitalista.

2. Evidentemente esta forma de agricultura no es exclusiva en el mundo capitalista moderno.  Existen a menudo grandes empresas del agrobusiness (como por ejemplo, “plantas industriales” para la producción de pollos), a veces las "grandes propiedades" emplean un elevado número de asalariados (cuando éstas no se conceden en arrendamiento a agricultores familiares).  Este fue el caso de las tierras de la colonización en general, incluso en Sudáfrica (esta forma de latifundio se suprimió con la reforma agraria de Zimbabwe).  En América Latina, se encuentran diversas formas: poco "modernizadas" en unos lugares, muy "modernizadas" (es decir, mecanizadas) en otros, como en el Cono Sur.  Sin embargo, la agricultura familiar es dominante en Europa y Estados Unidos.

Las formas de la agricultura "familiar" dominantes en Asia, en África y en algunas regiones de América Latina son diferentes ("tradicionales" no es el calificativo que generalmente conviene darles) y no tienen en absoluto la misma eficacia (la producción por trabajador/año varía de uno a 200 toneladas de cereales).  Se trata de agriculturas campesinas que será necesario diferenciar cuidadosamente de la agricultura familiar moderna.


Las experiencias del "socialismo realmente existente" habían establecido formas "industriales" de la producción agrícola.  El "marxismo" que originó esta opción era el de Karl Kautsky que, al final del siglo XIX, llegó a “predecir” no la modernización de la empresa agrícola familiar (su equipamiento y su especialización) sino su desaparición en favor de grandes unidades de producción a la imagen de la fábrica, supuesta beneficiaria de las ventajas de la acentuada división interna del trabajo.  Esta predicción no se materializó en Europa y Estados Unidos.  En cambio, se creyó en el mito que difundía en la Unión Soviética, en Europa del Este (con algunos matices), en China y Vietnam (en las modalidades propias de estos países), y en un momento en Cuba.  Independientemente de las razones que contribuyeron al fracaso de estas experiencias (la gestión burocrática, la articulación sobre una mala planificación macroeconómica, la dilución de las responsabilidades, la falta de democracia, etc.), lo primero que se debe considerar es el error de juicio relativo a las ventajas de la división del trabajo y la especialización, extrapolando sin justificación alguna formas de la industria a otros campos de la producción y la actividad social.

Se debe anotar que este fracaso ya es reconocido, sin embargo,  lo mismo no ocurre con las formas de la agricultura capitalista de regiones de América Latina o la África Austral mencionadas anteriormente.  Con todo, el fracaso en éstas es tan patente a pesar de la rentabilidad y la competitividad de las formas latifundistas modernizadas, porque esta rentabilidad es obtenida mediante un espantoso derroche ecológico (destrucciones irreversibles de potenciales productivos y tierras cultivables) y social (salarios de miseria).

3. Aunque se puede considerar "no capitalista" en el sentido precisado aquí, la agricultura familiar moderna constituye un segmento indisociable de la economía capitalista en la cual se integra completamente.

Esta integración se manifiesta sobre todo en los niveles de la realidad social:

(i) En la empresa agrícola familiar el autoconsumo no cuenta ya; la empresa obtiene la totalidad de su legitimidad en su producción para el mercado.  La lógica que dirige las opciones de producción ya no es la que caracterizaba a las agriculturas campesinas de ayer (analizadas por Chayanov) o a las actuales (en los países del tercer mundo contemporáneo).

(ii) La eficacia de la empresa familiar se debe a su equipamiento moderno (y adaptado por supuesto).  Esta agricultura concentra un 90% de los tractores y otros equipamientos.  Este equipamiento, que es "comprado" (aunque sea a crédito) por estos agricultores, es entonces de su "propiedad".  En la lógica del capitalismo, como la economía convencional lo presenta, el agricultor es, a la vez, un trabajador y un capitalista y su renta debería corresponder a la suma del salario de su trabajo y el provecho sacado de su propiedad del capital invertido.

Como se sabe, este no es el caso.  Las rentas netas de los agricultores en cuestión son comparables a los salarios medios ganados en la industria de sus países.  Las políticas nacionales de intervención y de regulación aplicadas precisamente en Europa y los Estados Unidos donde domina esta forma de la agricultura, tienen por objetivo declarado garantizar (a través de sistemas de subvenciones) la igualdad de ingresos de los "campesinos"/convertidos en "obreros".  Entonces las ganancias del capital invertidas por los agricultores son captadas por los segmentos del capitalismo industrial y financiero superiores.  Esto sucede simplemente porque el capitalista realmente existente nunca ha sido el descrito por la economía convencional, sino que siempre ha funcionado como Marx (y luego Braudel) lo analizó, es decir, en beneficio de los segmentos dominantes cuando propiedad y poder se vuelven indisociables.

(iii)  En la agricultura familiar de Europa y Estados Unidos, el componente que la renta de bienes raíces representa, a pesar de que en la economía convencional ella supuestamente constituye la remuneración de la productividad de la tierra, no se encuentra en la remuneración del agricultor-propietario, o del propietario (cuando éste no es el agricultor).  El modelo francés de "anestesia del propietario" es aquí muy ilustrativo, los derechos de la explotación adquieren en la legislación la prioridad sobre los del propietario.  En los Estados Unidos, donde el "respeto de la propiedad" siempre tiene la prioridad absoluta, el mismo resultado se obtiene obligando de facto a la casi totalidad de empresas familiares a ser propietarias de las tierras que explotan.  El principio de la renta de la propiedad desaparece entonces de la remuneración de los agricultores.


La eficacia de la agricultura familiar se debe también a que cultiva (en propiedad o no) las superficies adecuadas de buenas tierras: ni demasiado pequeñas, ni inútilmente grandes.  La superficie cultivada que corresponde, en cada etapa del desarrollo de los medios mecanizados, a lo que puede trabajar un solo agricultor (o un pequeño colectivo familiar), se amplió poco a poco como Mazoyer lo mostró perfectamente (en los hechos) y lo demostró (como exigencia de eficacia).  Para lograrlo era necesario que confluyeran algunas circunstancias excepcionales: sociales, como los cercamientos que reforzaron la solidez de la propiedad privada, la competencia que permitió su concentración, la industrialización y la emigración hacia las Américas que permitieron la absorción del excedente de población rural; pero también naturales (buenas tierras, pluviometría adecuada).

Los costos del mantenimiento del valor productivo de las tierras en cuestión son a menudo tomados en cuenta en este modelo de economía familiar que escapa a la visión cortoplacista del tiempo propia del capitalismo, y que a veces incluye  su mejora a largo plazo (aunque se conocen también situaciones de degradación ecológica).  Estos costos se encuentran en los precios (una vez salida de la granja), pero nunca en las rentas del agricultor.  Aquí también Marx y Braudel tienen razón, mas no la economía convencional que ignora la realidad y la sustituye por el análisis de un capitalismo imaginario, denominado "mercados generalizados".

(iv)  El control de la producción agrícola opera igualmente por debajo del comercio moderno (principalmente de las grandes superficies).

(v) En definitiva, la explotación agrícola familiar, por más eficaz que sea (y de hecho lo es), no es más que un “subcontratista” atrapado en las pinzas que forman por arriba el agronegocio (que le impone semillas seleccionadas, y después organismos genéticamente modificados, OGM), la industria (que fabrica los equipamientos y los productos químicos), las finanzas (que le dan los créditos necesarios), y por abajo la comercialización por parte de las grandes propiedades.  Su estatus es más cercano al del artesano (productor individual) explotado en tiempos anteriores en el marco del putting out (el tejedor dominado por el que le proveía el hilo y luego vendía sus tejidos).

4. La agricultura campesina de los países del Sur está, asimismo, completamente integrada al capitalismo local y mundial.  En este sentido ya no es "tradicional" a pesar de algunas apariencias de aquí y allá.  Pero no se integra al capitalismo de la misma manera que la agricultura familiar moderna de Europa y los Estados Unidos. ¿Es cuestión de nivel solamente?

Un estudio de los contextos hace aparecer inmediatamente las convergencias y las diferencias entre las dos especies de economía "familiar".

Veamos algunas diferencias gigantescas, visibles e incuestionables: (i) la importancia del autoconsumo en las economías campesinas del Sur, el único medio de supervivencia para las poblaciones rurales; (ii) la baja productividad de esta agricultura, no equipada con tractores y otros materiales, a menudo poseedora de pequeñas parcelas cultivables; (iii) esta debilidad se traduce en la pobreza del mundo rural (tres cuartas partes de las víctimas de la subalimentación son rurales); (iv) la incapacidad creciente de estos sistemas para garantizar el suministro alimenticio de las ciudades; (v) el tamaño de los problemas: esta economía campesina representa cerca de la mitad de la humanidad.

A pesar de tales diferencias, esta agricultura campesina está ya integrada al sistema capitalista global dominante.  En la medida de sus contribuciones al mercado, ella depende de los insumos comprados (al menos de los productos químicos y semillas seleccionadas) y es víctima de los oligopolios que controlan la comercialización de sus productos.  Para las regiones "que se beneficiaron" de la "revolución verde" (la mitad del campesinado del Sur) las sangrías operadas sobre el valor de los productos por el capital que domina arriba y abajo son extremadamente pesadas.  Pero ellas también afectan, en términos relativos, a la otra mitad de los agricultores del Sur, habida cuenta de la debilidad de su producción.

¿Se trata solamente, entonces, de una cuestión de "nivel", siendo que la integración de los actuales campesinos del Sur recuerda a aquellos de Europa del siglo XIX?  Si fuera el caso, esto llevaría a pensar, como quiere hacer creer el discurso convencional dominante, que la transición, por más larga y dolorosa que fuere (pero "inevitable"), conduciría finalmente a una situación similar a la de los países desarrollados.

El análisis que desarrollamos a partir de la observación de los hechos y tendencias de este proceso obliga a rechazar categóricamente esta conclusión "feliz" y "fácil" (¡pero falsa!).  El desarrollo desigual inmanente al sistema global de acumulación mundializado vuelve ilusoria la posibilidad de absorber la mitad campesina de la humanidad en formas de desarrollo industrial al mismo tiempo “competitivas" y respetuosas de las exigencias del equilibrio ecológico del Planeta.

5. Existen empresas capitalistas en la agricultura, orientadas, como otras, por el beneficio máximo del capital invertido.  Las empresas familiares modernas y las economías campesinas no responden a este criterio.  En ellas, el agricultor busca solamente la mejor remuneración posible (o la menos mala en realidad) para su trabajo.  El agricultor se comporta como un trabajador, ciertamente calificado; pero no es un empresario (¡incluso cuando se piensa como tal!).  Porque  en el capitalismo realmente existente, este trabajador en realidad es explotado por el capital que invierte y del cual es jurídicamente propietario, puesto que los beneficios que debe recibir de este capital van a otras manos.  Esta agricultura familiar moderna encuentra su lugar en el capitalismo central dominante; la agricultura campesina, en el capitalismo periférico dominado.  Por lo tanto, en este ámbito como en otros, las vías del desarrollo que han funcionado en los centros modernos no pueden reproducirse en las periferias.

La expresión "agricultura capitalista" para designar en su conjunto a la agricultura de los centros capitalistas contemporáneos (a fortiori la agricultura a escala del conjunto del mundo moderno) no es científicamente rigurosa.  Su empleo ambiguo, corre el riesgo entonces de inspirar deducciones políticas peligrosas.  Toda vez, la realidad económica, social y política del mundo de los agricultores que produce en el capitalismo central contemporáneo es muy diferente al de las sociedades campesinas del Sur.

El prejuicio "eurocéntrico" no permite comprender el alcance de esta diferencia.  Los campesinos del Sur estarían llamados a desaparecer para dejar el lugar a agricultores semejantes a los del Norte; ya que no habría otra "vía de desarrollo" que la iniciada por "Occidente" (en realidad el capitalismo histórico, que nació efectivamente en Europa Occidental).  Los "expertos" del Banco Mundial son "visceralmente" incapaces de pensar en forma diferente.  El tránsito por la apropiación privada del suelo defendida por todas las grandes agencias de desarrollo estadounidenses y europeas, se presenta entonces como el momento necesario e inevitable del "progreso".  Que esta vía haya sido la excepción y no la norma en la historia no perturba ninguna de sus certezas.  Que, por otra parte, la "desaparición de los campesinos del Sur" solo sería posible si se procede a su franco exterminio (el genocidio) o disfrazado (llenando el Planeta de tugurios) perturba aún menos a los partidarios de la vía capitalista.  La mitad de la humanidad que representan los campesinos del Sur constituye una gigantesca reserva para el despliegue de un capitalismo terriblemente salvaje.  Más allá de los discursos hipócritas sobre la pobreza, las políticas preconizadas por las fuerzas dominantes tienen por objeto sostener este modelo inhumano de "cercamientos a escala mundial".  Sin duda la defensa de las sociedades campesinas a veces se encuentra promovida por uno de esos discursos que he calificado de "culturalistas" (que ponen el acento y elogian las "especificidades culturales") y que no es el mío.  Es decir, que la implementación de nuevas vías del desarrollo en beneficio de todos los pueblos del planeta y, en lo que aquí nos concierne, de todos sus campesinos, es un asunto que está por inventar.

El objeto de esta nota no es dar una respuesta inmediata a este desafío, sino al del proyecto en su conjunto, en particular, en su tercera fase que abordamos ahora, y que no es otro que el de contribuir al debate relativo a la construcción de las alianzas políticas necesarias y posibles que permitan avanzar en dirección de esta respuesta.

Estas alianzas deben construirse por todas partes, en el Norte y en el Sur, en los niveles nacionales en primer lugar, regionales si es del caso y obviamente a escala mundial.  Deben permitir avanzar en la búsqueda de soluciones (en beneficio de los campesinos trabajadores por supuesto) para todos los problemas planteados: acceso a la tierra y a los medios de valorizarla convenientemente, remuneración correcta del trabajo campesino, mejora de esta remuneración en paralelo a la productividad de este trabajo, regulación adecuada de los mercados.

No caigo en la ingenuidad de pensar que todos los intereses que estas alianzas podrían reunir son naturalmente convergentes.  En todos los campesinados hay ricos y pobres (a veces sin tierra).  Las condiciones de acceso a la tierra son el producto de trayectorias históricas diferentes: en unos casos, han conllevado a fijar la aspiración a la propiedad en las mentalidades, y en otros, a proteger los derechos del acceso a la tierra para el mayor número.  Las relaciones de los campesinos con el poder de Estado son también el producto de trayectorias políticas diferentes, en particular, en lo que se refiere a los movimientos de liberación nacional de Asia y África: populismos, democracias campesinas, autocracias de Estado anti campesinas, traducen la diversidad de estas herencias.  Las modalidades de gestión de los mercados internacionales favorecen a unos, penalizan a otros.  Estas divergencias de intereses encuentran su eco a veces en la multiplicidad de las organizaciones campesinas, a menudo en las divergencias de estrategias políticas adoptadas.  Los debates que deseamos animar con estas organizaciones campesinas, con sus coordinaciones regionales cuando existen y con Vía Campesina a escala mundial deberían permitirnos avanzar en las respuestas a las cuestiones aquí planteadas.

https://www.alainet.org/es/articulo/134334
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