La costosa remodelación de la ONU

25/10/2009
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La sede principal de la Organización de las Naciones Unidas se encuentra en proceso de renovación, en tanto las sedes regionales requieren, igualmente, una manita de gato. Ya era hora, dicen algunos, aunque no se trata de una renovación política de sus objetivos, órganos principales, ni de la forma en que se hacen las cosas. Si de verdad se quisiera hacer una renovación, sería buen momento para, por ejemplo, buscar un Secretario General más apto para el cargo. Nada contra Ban Ki-moon, pero desespera su falta de visión y liderazgo en una institución que posee una enorme responsabilidad e importancia. Pero bueno, es evidente que ninguno de los países de la institución querrá enfrascarse en estos momentos en el desgastante proceso de buscar un nuevo Secretario General y entonces, todo parece indicar que las cosas seguirán como hasta hoy, o sea, mal.

Pero los problemas de la ONU no se circunscriben a la mediocridad de su Secretario General. Resulta que la institución enfrenta la difícil tarea de pagar las crecientes pensiones y servicios médicos de su personal retirado. El año pasado la cantidad que aun no liquidaba la ONU para este fin era por 2 mil 400 millones de dólares (cifra equivalente al presupuesto bianual de la institución). De hecho, hasta no hace mucho, Naciones Unidas tenía un sistema muy generoso de pensiones: si una persona tenía como mínimo cinco años de antigüedad como empleado (a) de la institución, calificaba para la codiciada pensión en dólares de por vida. Debido a los problemas económicos que encara ahora la ONU, el período mínimo laboral para aspirar a una pensión vitalicia es de 10 años. Pero esta medida sólo retardará el agudizamiento del desafío presupuestal en la materia.

Por si fuera poco, la sede de Naciones Unidas en Ginebra, que anteriormente albergó a la Sociedad de las Naciones, literalmente se está cayendo a pedazos y requiere una urgente renovación. Para ello, es necesario hacer un estudio detallado de los costos que tendrá la restauración del lugar pero ya se tiene un estimado de mil millones de dólares, cifra que, como era de esperarse, causó revuelo porque se dice que con ese monto se podrían financiar numerosos programas a favor de la infancia, los derechos humanos, la salud, la educación, etcétera en todo el mundo. Y es que el Palais des Nations es una construcción vieja que requiere adecuaciones de todo tipo: tuberías, aire acondicionado/calefacción, instalación eléctrica (con 70 años de antigüedad, lo que plantea riesgos de incendio), techos y paredes, etcétera.

La polémica para remodelar las instalaciones del Palais des Nations estriba en el hecho de que se considera que el costo es exorbitante y que sería más barato, en todo caso, construir un nuevo complejo, porque, según los cálculos, el costo de una nueva sede sería, cuando mucho, por la mitad del monto de la renovación. Sin embargo, el Palais de Nations es un símbolo de continuidad del multilateralismo, porque si bien la Sociedad de las Naciones no pudo evitar una nueva guerra mundial –la segunda-, lo cierto es que desde que nació la ONU no ha vuelto a ocurrir otra guerra global de esas magnitudes.

El otro problema que enfrenta el Palais des Nations para llevar adelante las propuestas de restauración es que la sede principal de Naciones Unidas en Nueva York enfrenta una remodelación estimada en mil 900 millones de dólares. Por eso es que quien visita la sede de la ONU en aquella ciudad, se encuentra con que desde agosto del año pasado hay recintos –como la sala en que sesiona el Consejo de Seguridad- a los que no se puede acceder, justamente por los trabajos de restauración. La remodelación tendrá una duración aproximada de cuatro años.

Por supuesto que los gastos para todas las adecuaciones requeridas corren a cargo de los miembros de la ONU quienes, como se comentaba en un artículo previo, están atrasados en sus cuotas y la crisis financiera actual no abona a favor ni de las tareas fundamentales de la institución, ni de los avances en los trabajos de remodelación.

Las autoridades de la ONU señalan que no se gastará un centavo adicional a lo que sea estrictamente necesario para desarrollar los trabajos de remodelación y que están al tanto del malestar de los miembros de Naciones Unidas por destinar cantidades tan grandes de recursos a algo que se considera no esencial y que podría privar al mundo, en particular en los países en desarrollo, de una serie de programas sociales y económicos básicos para su supervivencia.

Sin menospreciar el argumento anterior, lo que sí es cierto es que toda construcción requiere trabajos de mantenimiento. En el caso del complejo de Naciones Unidas en Nueva York, hay que recordar que su construcción se inició en 1949 y concluyó en 1952, es decir que tiene 57 años de edad –aunque el edificio de la Secretaría General fue terminado en 1950. Con un estilo modernista, consta de un rascacielos – que, por cierto, fue el modelo para crear el edificio de la Secretaría de Relaciones Exteriores de Tlaltelolco, hoy en proceso de demolición debido a los daños que sufrió desde el terremoto de 1985- y una sala principal de reuniones –la de la Asamblea General-, además de otras instalaciones accesorias. En total, son cuatro edificios. La construcción es de concreto reforzado con exteriores en aluminio. Entre los arquitectos involucrados en su edificación figuraron Le Corbusier, Oscar Niemeyer, Sir Howard Robertson y Wallace Harrison. Se pretendió involucrar en el diseño a arquitectos alemanes, pero a continuación se desistió debido a que en la segunda guerra mundial Alemania fue uno de los países agresores y “enemigos” de la comunidad internacional.

El lugar elegido para poner la sede de la ONU tiene una historia interesante. Como es sabido, las instituciones internacionales más importantes suelen tener sus sedes en los países dominantes y como EU fue la nación que emergió más “entera” por así decirlo, de la segunda guerra mundial, fue en ese país que se dispuso que residieran el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial -ambos en Washington, D. C.-, y la ONU -en Nueva York.

En 1946, la recién nacida ONU buscaba afanosamente los terrenos en Nueva York en que sería erigido el complejo de instalaciones de su sede. Originalmente se pensó en usar los terrenos de la Feria Mundial del Parque Flushing Meadow en Queens. Paralelamente, en el espacio que hoy ocupa la ONU, resulta que había otro proyecto arquitectónico que no se materializó y entonces el magnate John D. Rockefeller Jr. compró esos terrenos que tienen una extensión de 18 acres y los donó a Naciones Unidas. Como es sabido, todo ese espacio que ocupa la ONU es considerado territorio internacional que no pertenece a Estados Unidos, aunque esté en Nueva York. Por eso es que algunas personas, impedidas de viajar a Estados Unidos por diversas razones –como Fidel Castro, por ejemplo- han podido hacer acto de presencia en la sede de la institución y dirigirse a los representantes de los países miembros en la Asamblea General.

- María Cristina Rosas es Profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.

http://www.etcetera.com.mx/articulo.php?articulo=1921

https://www.alainet.org/es/articulo/137281
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