Los españoles del éxodo y del llanto

17/10/2009
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“La gran soledad del mundo,
como ala que me domina,
llevo sobre mí, y me arrastra
de una espina en otra espina.”
 
Concha Méndez.
 
70 años de la tremenda e irreparable diáspora
 
Al término de la guerra civil, León Felipe escribe: “Al final... después de mil episodios y disputas...el viento se hizo vendaval y borrasca... y empujó a unos españoles elegidos hacia la gran puerta que mira al mar y a las estrellas... Por allí salimos. Por allí salí yo. Por allí salieron los españoles del éxodo y del llanto”. “Y la España que se llevó la canción se llevó el salmo también” y algo más que la canción y el salmo: una carga científica, cultural, artística e ideológica con una reserva en un devenir histórico en el que confían.
 
Esta alternativa, la del exilio, es una constante en el proceso histórico español, con la connotación psicológica de identificaciones de posturas en quienes lo han padecido por actitudes individuales y colectivas en la defensa de la libertad, de la libertad, aquí, como riesgo. Cuando Juan Goytisolo, en tiempos y circunstancias diferentes, escribe el prólogo a la Obra Inglesa de Blanco White se produce el fenómeno de identificación entre el prologuista y el autor de la obra rescatada. Dice Goytisolo en la introducción: “En España, la represión ha actuado siempre en primer término, sobre la representación: se ha ensañado en el espejo y no en la realidad que refleja”.
 
Constante la dictadura, durante decenas de año, los trabajadores del verbo y la palabra adoptan distintas posturas en un país donde se vivía, como alguien ha dicho, en un estado de libertad vigilada.
 
Quizá la más interesante sea la evasión de la realidad por conciencia de ella y su rechazo, en el proceso inconsciente de la legítima defensa del pensamiento, y ello a través de la enajenación mental sublimada a rango de primera lógica. Blas de Otero, en Pido la Paz y la Palabra nos dejó dicho: “Debo decir “he visto y me lo callo”. / Apretando los ojos juraría / que no, que no lo he visto, y mentiría / hablando, hablando, hablando.”
 
O cuando, testigo excepcional del mecanismo de la dictadura añadía: “Dios me libre de ver lo que está claro” porque esa realidad doliente era la suya y la nuestra: “España, patria despeinada en llanto”.
 
El escritor, el poeta, el hombre pensante, en un estado de libertad vigilada, es siempre peligroso. La superestructura dominante que tantas veces se manifestó por la frase “a los pueblos los mueven los poetas”, les niega la palabra. Pero hay que decir que, aún consciente de las sanciones que pudieran sufrir frente a una generación desesperada o perdida, fueron muchos los trabajadores de la palabra poética que se alzaron constantemente frente al poder absoluto. El enfrentamiento les condujo en ocasiones a la cárcel y en otras pasaron a engrosar las filas de los exiliados, porque es válido eludir la acción de la injusticia y se exiliaron como salida a la constante claustrofobia que les impedía la expresión y se expresaron desde el exilio a través de ediciones que entraron en nuestro país o robustecieron la esperanza de los primeros exiliados. Luis Cernuda escribiría: “De todo me arrancaron. / Me dejan el destierro”.
 
Blanco White, en su tiempo, y en la obra anteriormente citada, dice: “Todo español se ha visto obligado a pensar o por lo menos a hablar y escribir con arreglo a ciertas fórmulas y principios establecidos”. Hacemos esta cita, pues si antes hemos dicho de la prisión física, no podemos olvidar la prisión a que se someten las ideas y los conceptos cuando intentaban expresarse: la prisión del lenguaje. Los poetas del realismo social han de acudir a la referencia de circunstancias injustas en otros países, como medio de señalar las que se producían en el propio.
 
Goytisolo ha dicho: “La historia de la literatura española está por hacer; la actualmente al uso lleva la impronta inconfundible de nuestra sempiterna derecha”.
 
“Trasplantados son mejores”. Eso dice Gracián de los españoles en el Criticón. No sé. Creo que para la inmensa mayoría, el destierro es un golpe inesperado, absurdo; una herida dolorosa e inaceptable que el tiempo y la historia se encargan de sanar. Para muchos el fenómeno vital sigue siendo -durante muchos años, en bastantes casos hasta la muerte- el desarraigo. Una negativa obstinada, a veces consciente, otras no; y lo que se niegan a aceptar es, nada menos, que el presente tenga razón, peso, sentido. Los exiliados siguen viviendo en Madrid, en Barcelona, en Valencia, en Sevilla, en Bilbao, en Oviedo, en Murcia, en Valladolid, en Pontevedra, en Santander, en Cuenca, en Málaga, en Cádiz... “¿Cómo no pensar en ti, / siempre en ti, desde aquí, Cádiz?”, se preguntaba Alberti en su exilio.
 
La generación del exilio es especialmente rica en poetas. La España del futuro necesita de los poetas. Sobre todo de la poesía que -como decía Neruda- “es siempre un acto de paz”, porque “el poeta nace de la paz como el pan nace de la harina”. Poesía que destierre al éxodo y al llanto. Poesía que no haga brotar el agua del destierro, agua que hacía llorar al poeta malagueño Moreno Villa, muerto en el exilio: “De soledad tan vaga y tan concreta / sale un hilo de agua: / el agua del destierro, / muy parecida al llanto”.
 
- Donde mora la libertad, allí está mi patria.
XIII Festival Poético por la Paz y la Libertad en homenaje a Benedetti.
Nos gustaría contar con la participación de numerosos poetas.
Gracias.
https://www.alainet.org/es/articulo/137327

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