1 de diciembre: Día Mundial del SIDA

01/12/2009
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Mientras la influenza A H1N1 acapara la atención mundial, existen una serie de enfermedades que causan estragos en las sociedades. Es el caso del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida o VIH/SIDA, enfermedad que, como su nombre lo indica, ataca al sistema inmunológico. Si bien emergió en los años 70 como problema de salud pública –la investigación médica refiere que el virus posiblemente se desarrolló desde finales del siglo XIX y principios del XX en la región de África central y occidental-, su presencia pasó inadvertida en diversos países en desarrollo, debido a la escasa infraestructura de servicios de salud que poseen, por lo que sólo atrajo la atención de la comunidad internacional cuando se detectaron los primeros casos en Estados Unidos en los años 80.
 
Uno de los primeros problemas para enfrentar esta enfermedad en sus inicios fue la carencia de mecanismos de vigilancia e informativos sobre el comportamiento sexual en las sociedades de los países africanos, Estados Unidos y otras naciones desarrolladas. Incluso ahora, el entendimiento del VIH/SIDA en el contexto de la sexualidad, las relaciones de género y la migración en los países en desarrollo, no es el mejor.
 
El poco conocimiento existente en el seno de las sociedades -no exclusivamente en los países pobres-, en torno a la enfermedad, ha hecho difícil su combate. En sus orígenes se le vinculó a la homosexualidad y a la poligamia, animando a sectores conservadores de diversos países a satanizar las relaciones sexuales prácticamente de todo tipo. Asimismo, se le ha empleado para justificar el racismo y otras prácticas discriminatorias contra las personas. Hoy se sabe que si bien es una enfermedad que sobre todo se transmite por el contacto con fluidos corporales como el semen, la sangre, el fluido vaginal, etcétera, el contagio involucra al sexo oral, anal y/o vaginal; a la leche materna administrada por la mujer a los bebés; a las transfusiones de sangre; al uso de agujas (jeringas) contaminadas; también durante el embarazo, cuando la mujer infectada puede transmitir la enfermedad al bebé en el seno materno o bien al dar a luz, etcétera.
 
El VIH/SIDA es considerado una pandemia. En 2008, según datos dados a conocer por la Organización Mundial de la Salud (OMS), había 33.4 millones de personas afectadas por el virus. Se estima que en ese mismo año resultaron infectadas por el virus 2.7 millones de individuos, y que 2 millones más murieron por esa causa. El África subsahariana continúa siendo la región más afectada por este virus. En 2008, dicha región tenía el 67% de las infecciones por VIH a nivel mundial, 68% de los nuevos casos en los adultos y el 9% de las nuevas infecciones en los niños. Claramente existe una relación entre el dicha enfermedad y la pobreza.
 
Gracias a los adelantos recientes en el acceso al tratamiento con anti-retrovirales, la infección por el VIH/SIDA ha dejado de ser una sentencia de muerte para muchos enfermos en los países en desarrollo. Aun así, en las naciones de ingresos bajos y medianos, más de 5.5 millones de pacientes carecen de acceso a este tratamiento, debido a que no hay sistema de salud pública que pueda lidiar, en medio de tantas restricciones presupuestales, con el problema. Alrededor de la mitad de las personas que contraen la enfermedad, tienen menos de 25 años y mueren antes de cumplir los 35, lo que tiene severas implicaciones para la productividad y el progreso de las naciones.
 
Parte del problema también estriba en las empresas farmacéuticas, quienes se han empeñado en condenar el empleo de medicamentos genéricos en sustitución de los anti-retrovirales de marca, por considerar que aquellos les provocan pérdidas millonarias. La dificultad estriba en que el costo del famoso “coctel” de Pfizer o Glaxo SmithKline que se le suministra a los cero-positivos, es tan alto, que se vuelve prácticamente inaccesible para las sociedades más pauperizadas. Por eso es que Brasil y Sudáfrica desde hace años cerraron filas con India, uno de los grandes productores de medicamentos genéricos a nivel mundial, capaz de producir el “coctel” a un precio mucho más accesible sin sacrificar su eficacia.
 
Asimismo, como lo ha documentado muy bien la organización no gubernamental Médicos sin fronteras, las grandes empresas farmacéutica gastan más en publicidad e imagen, que en investigación médica para lidiar con enfermedades como el sida y otras tantas como la tuberculosis, porque prefieren destinar sus esfuerzos a los consumidores de países del altos ingresos, a los que se les venden fórmulas contra la impotencia, la calvicie y la obesidad. Aun cuando cualesquiera de estos padecimientos puede dañar la autoestima de las personas, y sin negar el hecho de que la obesidad está asociada a terribles padecimientos, las personas en el mundo no mueren por ser impotentes o calvas, y tampoco por tener sobre-peso –si fuera el caso, no habría “gordos” en el mundo, ya estarían todos bajo tierra. Las personas sí se mueren, en cambio, por el sida, el cólera, la tuberculosis, la disentería, etcétera, males que afectan sobre todo a los países de bajos ingresos y que, por lo mismo, no constituyen un “mercado atractivo.”
 
Como es sabido, el VIH/SIDA es tan severo en algunas partes del mundo, que constituye una genuina amenaza para la seguridad nacional de países como Sudáfrica, Zimbabwe, Zambia y Swazilandia, entre otros. El VIH/SIDA plantea la posibilidad de provocar la muerte de los cero-positivos en Zimbabwe, que representan la tercera parte de la población. Cuando se revisa la esperanza de vida de estas naciones, es evidente que esta enfermedad ha causado verdaderos estragos en su demografía, comprometiendo el desarrollo y la viabilidad de esos países (Sudáfrica tiene una esperanza de vida promedio de 49.3 años, Zimbabwe de 43.5, Zambia de 42.4 y Swazilandia de 39.6).
 
Sirva pues la ocasión para reflexionar en torno a una enfermedad cuya letalidad se incrementa entre quienes menos tienen. Desde el 1 de diciembre de 1988, cada año se conmemora el Día Mundial del SIDA, en el ánimo de contribuir a las campañas educativas y de información pública a escala planetaria sobre este flagelo. Hoy, el tema a tratar es el acceso universal –a los antirretrovirales- y los derechos humanos de los cero-positivos. Se trata de tópicos fundamentales, porque si se garantizara el acceso a los medicamentos, prácticamente todos los cero-positivos estarían en condiciones de seguir una vida prácticamente normal. Otro tanto se puede decir del racismo y la discriminación que las sociedades prodigan a los cero-positivos. En México, algunas campañas de información y educación han contribuido a revertir la discriminación sobre la base de que antes que la enfermedad, es la ignorancia la que mata en más de un sentido.
 
- María Cristina Rosas es profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México
 
etcétera, 1 de diciembre, 2009
https://www.alainet.org/es/articulo/138130?language=en
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