Economía: el Premio Nobel que no fue
12/12/2009
- Opinión
Cada año, el 10 de diciembre, en el aniversario de la muerte de Alfredo Nobel, se entregan los premios que llevan su nombre en los ámbitos de la paz, la literatura, la química, la física, la fisiología y/o medicina y la economía. Con la excepción del último, todos los demás galardones fueron creados de conformidad con la voluntad del inventor sueco y se otorgaron, por primera vez, en 1901. En el caso del llamado Premio Nobel de Economía, se trata de un premio adicional, no reconocido por los descendientes de Alfredo Nobel, como su bis-bis-bis nieto Peter Nobel, abogado sueco activista en derechos humanos. Esta distinción es otorgada por el Banco Central de Suecia (Sveriges Riksbank), el cual creó un fondo en 1968, con motivo de sus 300 años. La Real Academia Sueca de Ciencias es la que designa a los ganadores y la primera vez que se entregó el galardón fue en 1969.
El Premio Nobel de Economía es, posiblemente, de los más polémicos, aunque el galardón, en sí, no tiene el impacto mediático del Nobel de la Paz o el Nobel de Literatura. Las críticas contra el Premio Nobel de Economía, tienen razón de ser: en 45 ocasiones ha sido otorgado a ciudadanos estadounidenses -lo cual llevaría a pensar que prácticamente no hay economistas en otros lugares del mundo. De esos 45 laureados, nueve proceden del Departamento de Economía de la Universidad de Chicago, lo que ha generado especulaciones en torno a que lo que se premia es una escuela de pensamiento, en detrimento de visiones alternativas. Sólo en una oportunidad, un economista procedente de un país en desarrollo mereció el premio: Amartya Sen, de India, en 1998. Desde su creación y hasta 2008 fue un galardón otorgado sólo a hombres, hasta que en 2009 se le otorgó a Elinor Ostrom, académica estadounidense –para variar- de las universidades de Indiana y Arizona.
Si bien los laureados son, por lo general, economistas, el comité que determina los premios ha dejado abierta la posibilidad de incluir a especialistas en ciencias sociales y humanidades. Por eso es que Herbert Simon, con estudios en ciencia política, fue distinguido con este premio en 1978.
Uno de los casos más escandalosos entre los laureados fue ciertamente el de Milton Friedman, quien recibió el premio en 1976 a propósito de sus aportaciones en torno a la teoría monetaria y la inflación. Como se recordará, la Escuela de Chicago fue particularmente influyente en el modelo económico adoptado por Chile durante la dictadura de Augusto Pinochet. En consecuencia, Friedman realizó una visita en 1975 al país sudamericano, donde dictó conferencias y se entrevistó con altas autoridades de la nación, incluyendo, por supuesto, al mismísimo Pinochet.
Otro caso que tuvo resonancia, sobre todo porque dio pie a una película (A Beautiful Mind), muy exitosa por cierto, ganadora de varios premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood, es el de John Nash, galardonado en 1994. Nash padece esquizofrenia y aparentemente es anti-semita.
El año pasado, la distinción fue a parar a las manos de Paul Krugman, quien fue un notable crítico de George W. Bush, y no faltaron quienes acusaron al comité sueco de otorgar el premio a partir de criterios políticos, algo que sus miembros negaron en un comunicado.
Además de estas controversias, es evidente que América Latina, África y Asia –salvo el caso ya citado de Amartya Sen- no existen para la Real Academia Sueca de Ciencias. De hecho, la lista de galardonados ratifica el etnocentrismo imperante en torno a las ciencias económicas, donde sólo cuenta lo que dicen los nacionales de países desarrollados –sobre todo si son estadounidenses- y la reflexión que se hace en los países en desarrollo, simple y llanamente es obviada y no necesariamente por un problema de idioma –casi todas los trabajos de los galardonados, han sido publicados en inglés y la Real Academia Sueca de Ciencias no ha tenido la sensibilidad para abrirse a trabajos en español, portugués u otras lenguas, algo que podría hacer sin mayores problemas. La teoría de la dependencia, por ejemplo, en su momento fue una gran aportación al debate, aunque claro, para el momento en que sus planteamientos se dieron a conocer, el Premio Nobel de Economía no existía.
Lo anterior no demerita, en modo alguno –salvo en el caso de ciertas personalidades- a los premiados. Ahí está Joseph E. Stiglitz, distinguido en 2001 con el galardón, quien ha documentado los males de la globalización y sus efectos perniciosos en las sociedades, particularmente en las más desvalidas. Sin embargo, ¿no sería mejor premiar a los economistas y otros científicos sociales oriundos de esas sociedades desvalidas?
El comité encargado de adjudicar los premios ha sufrido algunas transformaciones. A raíz de la controversia en torno al galardón otorgado a John Nash se dispuso que sus miembros tuvieran una permanencia por tres años en el cargo –anteriormente no había un tiempo establecido para que prestaran sus servicios en el comité. Los miembros, además, en su mayoría son economistas y son suecos, por lo que quizá valdría la pena incluir a economistas prestigiados procedentes de países en desarrollo, además de difundir más ampliamente los criterios en estas naciones, para postular candidatos a tan singular distinción. Porque hoy por hoy, tal y como está integrado el comité, pareciera que está diseñado para premiar, desde el Norte –esto es, países desarrollados- a nacionales del Norte y ello le resta legitimidad y autoridad moral al Premio Nobel de Economía. Su sexismo, por otra parte, no queda subsanado con el otorgamiento del premio en 2009 por primera vez a una mujer. Y para una sociedad progresista e igualitaria como la sueca, este tipo de situaciones pueden y deben ser subsanadas.
- María Cristina Rosas es Profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Política y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México
https://www.alainet.org/es/articulo/138340?language=en
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