Tres siglos en un día

05/01/2010
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El inicio del 2010 nos muestra la disyuntiva a la que, una vez más, se enfrenta nuestra América: o elegimos la construcción de un nuevo humanismo y una nueva humanidad en estas tierras, o resignamos nuestra suerte al Destino Manifiesto que, como guantes de seda que cubren las garras del tigre, revive hoy en el Departamento de Estado.
 
El 1 de enero es una fecha de múltiples significados para los pueblos de América Latina, especialmente porque marca momentos determinantes de nuestra historia y cultura. “Dos siglos en un día” es la expresión acuñada por el poeta y filósofo cubano Roberto Fernández Retamar[1], para referirse a los pasajes en común del pasado y el presente nuestroamericano, que evoca este punto en particular del calendario.
 
Se trata de triunfos y derrotas, lecciones y contrastes de las inacabadas luchas emancipadoras latinoamericanas a lo largo de los siglos XIX y XX: el 1 de enero de 1804, la Revolución de los Jacobinos Negros, comandada por Jean-Jacques Dessalines, proclama la independencia de Haití (antes Saint Domingue, colonia francesa), el primer país libre de hombres libres del continente americano; y ese mismo día, pero en 1899, Estados Unidos, que emerge triunfante de la guerra contra España –guerra entre el viejo y el nuevo imperialismo-, toma posesión de Cuba, convierte a la isla en un protectorado neocolonial y aplaza el proyecto de liberación nacional martiano.
Pero esta derrota sería solo temporal: el primer día de enero de 1959, tras el triunfo de una Revolución en la que, de nuevo, José Martí combate y orienta con sus ideas en la Sierra Maestra, las fábricas, las calles de las ciudades y las aulas de las universidades, Cuba alcanzaría por fin su independencia y emprendería una ruta que, ya por más de medio siglo, ha iluminado en diversos sentidos a los pueblos latinoamericanos, y que duele, profundamente, a los imperialistas del Norte. Pablo González Casanova, el sociólogo mexicano, la definió como “la revolución de la esperanza”, y su valor ha sido tal que “inició una nueva jornada en la historia universal de las revoluciones”[2].
 
En 1994, cuando nuestra América sufría aún las heridas abiertas por las dictaduras militares, y la dictadura del mercado neoliberal se imponía por doquier, otro 1 de enero irrumpió en la historia de la región: el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en Chiapas, México, en el momento simbólico de entrada en vigencia del Tratado Libre Comercio entre este país, Canadá y Estados Unidos (TLCAN). Los zapatistas, con su mensaje y su praxis para la construcción de un mundo en el que quepan todos y todas, abrieron el camino de las actuales luchas de los pueblos indígenas, sacudieron la aparente estabilidad de la globalización neoliberal y el pensamiento único, y dejaron en claro que la historia no terminaba aún.
 
Para Centroamérica y República Dominicana, otro 1 de enero, pero del año 2009, marca igualmente la entrada en vigencia del TLC con los Estados Unidos que, sumado al TLCAN, y quizá también a la Iniciativa para la Cuenca del Caribe, con la que se aisló y bloqueó a Cuba y Nicaragua a mediados de la década de 1980, conforman un área económica, política, natural y geoestratégica de control absoluto de los Estados Unidos, y desde la cual esa potencia intenta salvar su crisis de hegemonía en América Latina.
 
No en vano, el primer golpe de Estado que tuvo lugar en Centroamérica en más de dos décadas desde la firma de los Acuerdos de Paz de 1987, ocurrió en junio de 2009 en Honduras, tradicional bastión militar norteamericano. Que este hecho aconteciera bajo la vigencia de las nuevas reglas jurídicas, comerciales y políticas que imponen los TLC, solo confirma que estos acuerdos no son otra cosa sino pactos neocoloniales que garantizan la sujeción al dominio estadounidense.
De manera ilustrativa, el 1 de enero de 2010 el diario La Nación publica las declaraciones de un candidato a la presidencia de Costa Rica, afiliado a las tesis de la extrema derecha latinoamericana y furibundo impulsor del TLC, en las que expresa con absoluta claridad el futuro que le aguarda a nuestros países bajo la lógica-de-maquila que impone este tratado: “debemos convertirnos en una gran zona franca para atraer inversión”[3]. Como en la explotación colonial, la rentabilidad del capital transnacional se coloca por encima de las prioridades del desarrollo nacional.
 
Dice Fernández Retamar: “Ciento noventa años median entre el 1 de enero de 1804 y el de 1994. Y es más el tiempo si se toman en cuenta los antecedentes y consecuentes. Durante ese lapso, en nuestra América se ha peleado contra varias metrópolis y contra formas diversas de colonialismo y neocolonialismo”[4]. Y son 206 años, si se suma el tiempo que va de la firma del TLCAN al TLC de Centroamérica y República Dominicana: tres siglos de lucha y resistencia en un día.
En definitiva, el inicio del 2010, vistos los antecedentes de más larga data que aquí hemos mencionado, y aquellos más recientes por todos conocidos, como la avanzada de las posiciones militares norteamericanas sobre el continente y la amenaza de nuevos golpes de Estado, nos muestra la disyuntiva a la que, una vez más, se enfrenta nuestra América: o elegimos la construcción de un nuevo humanismo y una nueva humanidad en estas tierras, tal cual lo señala la trayectoria intelectual, cultural, política y liberadora de estos tres siglos, que va desde Simón Bolívar y la gesta de los libertadores de 1810 a la Revolución Cubana, y de esta a los movimientos sociales y revoluciones bolivarianas, indígenas y ciudadanas de nuestros días, o resignamos nuestra suerte al Destino Manifiesto que, como guantes de seda que cubren las garras del tigre, revive hoy en el Departamento de Estado.
 
- Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
 
NOTAS
[1] Fernández Retamar, Roberto (2006). Pensamiento de nuestra América. Autorreflexiones y propuestas. Buenos Aires: CLACSO Pp. 15.
[2] González Casanova, Pablo (2009). De la sociología del poder a la sociología de la explotación: pensar América Latina en el siglo XXI / compilador: Marcos Roitman Rosenmann.– Bogotá: Siglo del Hombre Editores y Clacso, Pp. 247
[3] Otto Guevara, candidato del Movimiento Libertario. “Planes para más impuestos enfrentan a candidatos”, en La Nación, 1 de enero de 2010, p. 4A.
[4] Fernández Retamar, op. cit; p. 19.
https://www.alainet.org/es/articulo/138644
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