Zilda Arns, la madre del Brasil
15/01/2010
- Opinión
Se puede decir que no hay nadie insustituible, pero la doctora Zilda Arns, víctima del terremoto que asoló Haití, sí era una persona imprescindible. En ella se mostraba imperceptible la distancia entre la intención y la acción. Formada en medicina y movida por un profundo espíritu evangélico -era hermana del cardenal Paulo Evaristo Arns, arzobispo emérito de São Paulo-, fundó la Pastoral de la Niñez, alarmada con el alto índice de mortalidad infantil en el Brasil.
En las iniciativas de voluntariado se pueden encontrar dos tipos de personas: las que, primero, ponen una piedra en la calle y luego buscan los recursos; y las que se enredan en el fangal de las fuentes financiadoras y no pasan nunca de la utopía a la topía.
Zilda Arns se arremangó e, inspirada en la pedagogía de Paulo Freire, encontró primero los recursos humanos capaces de movilizar miles de personas en pro de una drástica reducción de la mortalidad infantil: madres y padres de los niños, de 0 a 6 años, atendidos por la Pastoral, transformados en agentes multiplicadores.
Ella sí hizo el milagro de la multiplicación de los panes, o sea de la vida. Allí donde llega la Pastoral de la Niñez, el índice de mortalidad infantil baja, en el primer año, al menos un 20%.
Su método de atención a las mujeres gestantes pobres y a los niños desnutridos se convirtió en un paradigma mundial, adoptado hoy en varios países de América Latina y África. Por esa razón se encontraba ella en Haití, donde pagó con la muerte su dedicación a salvar vidas.
Trabajamos juntos en el Programa Hambre Cero. Al presentar el programa, en el 2003, ella no estuvo de acuerdo con exigir a los beneficiarios comprobantes de los gastos en alimentos, a fin de garantizar que el dinero no se destinase a otras compras. Oded Grajew y yo la apoyamos, haciendo ver que la presentación de los comprobantes no era relevante, aunque valía como forma de verificar los resultados. Teníamos que confiar en la palabra de los beneficiarios.
En marzo del 2004, en el momento en que el gobierno cambiaba el Hambre Cero por el Bolsa Familiar, ella me citó a Curitiba, sede de la Pastoral de la Niñez. En una reunión con José Tubino, de la FAO, y dom Aloysio Penna, arzobispo de Botucatu (SP), que representaba a la Conferencia Episcopal, debatimos sobre los cambios en el área social del gobierno. Allí se expusieron las tensiones internas en el área social, sobre todo la decisión de acabar con los Comités Gestores, mediante los cuales la sociedad civil actuaba junto a la gestión pública.
Zilda Arns temía que el Bolsa Familiar priorizase la mera transferencia de dinero, sometiéndose a la orientación que propone tratar la pobreza con políticas compensatorias, sin tocar las estructuras que promueven y mantienen la desigualdad social.
Creía que las políticas sociales del gobierno sólo tendrían éxito permanente si combinaran políticas de transferencia de ingresos y cambios estructurales, acciones emergentes y educativas, tales como la calificación profesional.
Días después de la reunión ella publicó, en la “Folha”, el artículo “Apoyo al Hambre Cero”, en el que decía que la política social “no debe estar sujeta a la política económica. Es hora de cambiar ese paradigma. Es la política económica la que debe estar supeditada al combate al hambre y la miseria”.
Y alertaba: “Erradicar los Comités Gestores sería un grave error, por destruir una capilaridad popular que fortalece el empoderamiento de la sociedad civil; por reforzar el poder de alcaldes y concejales que no siempre dan prioridad a la ética y a la transparencia en el uso de los recursos públicos. El gobierno no debe temer el concurso de la sociedad civil, representada por los Comités Gestores”.
El llamado de la madre de la Pastoral de la Niñez no fue escuchado. Los Comités Gestores fueron eliminados y de ese modo también la participación de la sociedad civil en las políticas sociales del gobierno. A pesar de todo, el ministro Patrus Ananias logró mejorar la Bolsa Familiar y el índice de reducción de la miseria absoluta en el país, según datos recientes del Ipea. Falta por encontrar aún la puerta de salida a los beneficiarios, para lograr que generen sus propios ingresos.
Zilda Arns nos deja como herencia el ejemplo de que es posible cambiar el perfil de una sociedad con acciones comunitarias, voluntarias, de la sociedad civil, aunque el poder público y la iniciativa privada permanezcan indiferentes o adopten simulacros de responsabilidad social.
Si miles de jóvenes y adultos brasileños sobreviven hoy a las condiciones de pobreza en que nacieron, se lo deben en especial a la doctora Zilda Arns, que merece, sin exageración, el título perenne de Madre de la Patria. (Traducción de J.L.Burguet)
- Frei Betto es escritor y asesor de movimientos sociales, autor de “La mosca azul. Reflexión sobre el poder”, entre otros libros.
Copyright 2010 – Frei Betto - Se prohíbe la reproducción de este artículo por cualquier medio, electrónico o impreso, sin autorización. Contacto – MHPAL – Agência Literária (mhpal@terra.com.br)
En las iniciativas de voluntariado se pueden encontrar dos tipos de personas: las que, primero, ponen una piedra en la calle y luego buscan los recursos; y las que se enredan en el fangal de las fuentes financiadoras y no pasan nunca de la utopía a la topía.
Zilda Arns se arremangó e, inspirada en la pedagogía de Paulo Freire, encontró primero los recursos humanos capaces de movilizar miles de personas en pro de una drástica reducción de la mortalidad infantil: madres y padres de los niños, de 0 a 6 años, atendidos por la Pastoral, transformados en agentes multiplicadores.
Ella sí hizo el milagro de la multiplicación de los panes, o sea de la vida. Allí donde llega la Pastoral de la Niñez, el índice de mortalidad infantil baja, en el primer año, al menos un 20%.
Su método de atención a las mujeres gestantes pobres y a los niños desnutridos se convirtió en un paradigma mundial, adoptado hoy en varios países de América Latina y África. Por esa razón se encontraba ella en Haití, donde pagó con la muerte su dedicación a salvar vidas.
Trabajamos juntos en el Programa Hambre Cero. Al presentar el programa, en el 2003, ella no estuvo de acuerdo con exigir a los beneficiarios comprobantes de los gastos en alimentos, a fin de garantizar que el dinero no se destinase a otras compras. Oded Grajew y yo la apoyamos, haciendo ver que la presentación de los comprobantes no era relevante, aunque valía como forma de verificar los resultados. Teníamos que confiar en la palabra de los beneficiarios.
En marzo del 2004, en el momento en que el gobierno cambiaba el Hambre Cero por el Bolsa Familiar, ella me citó a Curitiba, sede de la Pastoral de la Niñez. En una reunión con José Tubino, de la FAO, y dom Aloysio Penna, arzobispo de Botucatu (SP), que representaba a la Conferencia Episcopal, debatimos sobre los cambios en el área social del gobierno. Allí se expusieron las tensiones internas en el área social, sobre todo la decisión de acabar con los Comités Gestores, mediante los cuales la sociedad civil actuaba junto a la gestión pública.
Zilda Arns temía que el Bolsa Familiar priorizase la mera transferencia de dinero, sometiéndose a la orientación que propone tratar la pobreza con políticas compensatorias, sin tocar las estructuras que promueven y mantienen la desigualdad social.
Creía que las políticas sociales del gobierno sólo tendrían éxito permanente si combinaran políticas de transferencia de ingresos y cambios estructurales, acciones emergentes y educativas, tales como la calificación profesional.
Días después de la reunión ella publicó, en la “Folha”, el artículo “Apoyo al Hambre Cero”, en el que decía que la política social “no debe estar sujeta a la política económica. Es hora de cambiar ese paradigma. Es la política económica la que debe estar supeditada al combate al hambre y la miseria”.
Y alertaba: “Erradicar los Comités Gestores sería un grave error, por destruir una capilaridad popular que fortalece el empoderamiento de la sociedad civil; por reforzar el poder de alcaldes y concejales que no siempre dan prioridad a la ética y a la transparencia en el uso de los recursos públicos. El gobierno no debe temer el concurso de la sociedad civil, representada por los Comités Gestores”.
El llamado de la madre de la Pastoral de la Niñez no fue escuchado. Los Comités Gestores fueron eliminados y de ese modo también la participación de la sociedad civil en las políticas sociales del gobierno. A pesar de todo, el ministro Patrus Ananias logró mejorar la Bolsa Familiar y el índice de reducción de la miseria absoluta en el país, según datos recientes del Ipea. Falta por encontrar aún la puerta de salida a los beneficiarios, para lograr que generen sus propios ingresos.
Zilda Arns nos deja como herencia el ejemplo de que es posible cambiar el perfil de una sociedad con acciones comunitarias, voluntarias, de la sociedad civil, aunque el poder público y la iniciativa privada permanezcan indiferentes o adopten simulacros de responsabilidad social.
Si miles de jóvenes y adultos brasileños sobreviven hoy a las condiciones de pobreza en que nacieron, se lo deben en especial a la doctora Zilda Arns, que merece, sin exageración, el título perenne de Madre de la Patria. (Traducción de J.L.Burguet)
- Frei Betto es escritor y asesor de movimientos sociales, autor de “La mosca azul. Reflexión sobre el poder”, entre otros libros.
Copyright 2010 – Frei Betto - Se prohíbe la reproducción de este artículo por cualquier medio, electrónico o impreso, sin autorización. Contacto – MHPAL – Agência Literária (mhpal@terra.com.br)
https://www.alainet.org/es/articulo/138875?language=es
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