Presentan libro:

Las mujeres alimentan el mundo

19/02/2010
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La necesidad de frenar la sobre explotación del planeta y poner en práctica la iniciativa de los pueblos, denominada Soberanía Alimentaria, surgió aquí durante la presentación del libro Las mujeres alimentan el mundo.
 
La publicación es una iniciativa del grupo Entre Pueblos, que recoge información fundamental para comprender la urgencia de modificar el modo de producción agraria.
 
Entre Pueblos, una ONG de investigación-acción, plantea, en este volumen, la urgencia de reconocer el trabajo milenario de las mujeres, descubridoras de la agricultura; el valor de sus aportaciones en la medicina originaria, los secretos de la tierra y los métodos de conservación.
 
En un acuerdo o alianza con la organización Vía Campesina, el libro, con siete ensayos y 183 páginas, relata cómo, a pesar de que las mujeres son las productoras principales de los alimentos básicos —el 90 por ciento del arroz en el sudeste asiático—, apenas son propietarias del uno por ciento de la tierra; laboran como obreras del campo o temporales, con salarios inferiores a los de los hombres y carecen de seguridad social.
 
Compara esta situación en los territorios empobrecidos, y plantea que lo mismo amenaza a las mujeres del país Vasco y de Cataluña, al mostrar cómo el capitalismo/patriarcal las desprecia a ellas y a la tierra.
 
Durante la presentación y discusión del contenido de Las mujeres alimentan el mundo, en las instalaciones del Colegio de Periodistas y en colaboración con la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género, la socióloga María Jesús Pinto mostró en video algunos testimonios de pobladoras de Perú y Guatemala.
 
Las imágenes expresan, claramente, cómo se está experimentando en esta época un proceso de desterritorialización de amplias zonas de América Latina, por intereses de trasnacionales mineras; cómo se han puesto en peligro los cultivos tradicionales; el uso y abuso de las semillas transgénicas y hasta dónde se impide continuar con el derecho de las campesinas a decidir qué producir, qué consumir y con quién hacerlo.
 
El libro profundiza sobre la situación de la tenencia de la tierra y la lucha de las campesinas de Guatemala, Ecuador, Brasil y Chile.
 
Irene León y Lidia Senra, como voces de la Comisión de las mujeres de Vía Campesina, establecen que la alimentación es indisociable de la supervivencia humana, y que la visión que hombres y mujeres han ido construyendo de la agricultura no es la misma. La desigual distribución de poder y gestión de la propiedad de la tierra es históricamente favorable a los hombres.
 
La gestión y la producción se fundan en las desigualdades de género y las mujeres, a través del tiempo, han vivido su relación con la tierra, como una labor de "ayuda" y no como la fundamental, que es alimentar a las y los otros.
 
Eficazmente didáctica, esta obra es resultado de un proceso de trabajo en encuentros, foros y reuniones, para favorecer la discusión de las y los protagonistas en pueblos y comunidades.
 
El empobrecimiento mantiene a 1.200 millones de personas desnutridas —una de cada seis en todo el planeta.
 
En América Latina, 53 millones de personas sufren hambre y la pobreza se yergue como el signo de la desigualdad; crecen los procesos de abandono de la tierra como sustento de la producción de alimentos y aumenta, en esta región del mundo, la dependencia alimentaria en forma geométrica, establece un primer capítulo.
 
Ello, a pesar de que las mujeres son las principales productoras, las que aprendieron a conservar las semillas y los conocimientos sobre la transformación y desarrollo de la agricultura. Son ellas las que alimentan el mundo. Sus pueblos y comunidades hoy están en resistencia, ellas están organizadas y hacen propuestas para conseguir la soberanía alimentaria, según muestran cifras y ensayos.
 
Entre quienes presentaron la publicación se solicitó debatir sobre la aplicación del enfoque de género y difundir las experiencias de las mujeres críticamente, debatir la política que desarrollan las instituciones oficiales y privadas, civiles y políticas, sobre lo que denominan enfoque de género, ya que es frecuente pensar que nombrar a las mujeres es suficiente.
 
Incluirlas en un proyecto es políticamente correcto, pero, al no ir al problema principal, esconden, por debajo del género, la desigualdad milenaria y evaden la filosofía feminista, considerada aún como un peligro para el patriarcalismo capitalista.
 
Ello se dijo en la presentación, en la que participaron Martha Selva, directora del Instituto de las Mujeres de Cataluña; Rosa Binimelis, una de las autoras; María Jesús Pinto, una de las promotoras de la relación de entre Pueblos y Vía Campesina.
 
La publicación recoge informes y cifras sobre la violencia en el campo, los asesinatos de mujeres y los nuevos conflictos en el territorio agrario, surgido del negocio de las drogas.
 
A pesar de este enorme esfuerzo de las mujeres, que en general no reciben salarios formales ni tienen seguridad social, y son consideradas como una "ayuda", 816 millones de personas padecen hambre y en 40 países hay emergencia alimentaria.
 
Lo terrible es que el negocio está concentrado en unas cuantas manos neoliberales y trasnacionales, tanto que el sólo dato de que en España las empresas de comida rápida se cuentan entre las primeras 100 que facturan en el país hasta un millón de euros cada una, de las que hay 2.253, nos da un buen retrato de a quién beneficia el trabajo de estas 1.600 millones de mujeres.
 
La tierra se erige así como signo de poder económico donde, en el contexto en el cual las mujeres son avasalladas, se yergue una larga historia de engaños y atrocidades.
 
La narración histórica lo demuestra, como la que hace Diana García, sobre Guatemala, situada en la imposibilidad de que las mujeres tengan derecho a la tierra a pesar de acuerdos, leyes, reglamentos y cambios constitucionales. Y no sólo crecen de acceso a la tierra, sino que la protesta campesina contra los cambios neoliberales se resuelve con la represión.
 
El desplazamiento y la persecución en Guatemala se parece demasiado a Colombia y a México, donde la dependencia alimentaria es de hasta 40 por ciento de las importaciones de alimentos de los Estados Unidos, pero donde la avaricia —500 años después— está centrada en la riqueza de la minería.
 
- Especial de SEMlac (desde Barcelona, España). www.redsemlac.net/
https://www.alainet.org/es/articulo/139552
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