La transición hegemónica en Sudamérica

23/03/2009
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 442: América Latina en Movimiento No 442 06/02/2014
Las crisis hegemónicas son períodos de grandes cambios y expectativas diversas ya que abren la posibilidad de bifurcaciones que pueden contribuir a remodelar los mapas regional y global. Las anteriores transiciones de ese tipo en América Latina produjeron grandes conmociones que aún hoy sentimos que fueron momentos decisivos en la historia de nuestros países, en los que existió durante cierto tiempo la posibilidad de tomar rumbos diferentes. 
 
Siguiendo los análisis de la corriente de pensamiento de los sistemas-mundo, las crisis hegemónicas incluyen tres procesos diferentes e interrelacionados: “La intensificación de la competencia interestatal e interempresarial; la escalada de los conflictos sociales; y el surgimiento intersticial de nuevas configuraciones de poder” (1). Las tres características están presentes en América Latina aunque la tercera se manifiesta de modo más claro en Sudamérica. Parece evidente que desde la implementación del modelo neoliberal en la década de 1990 los tiempos de la transición hegemónica se han acelerado. No voy a abordar el segundo aspecto, ya que confío que sea el más familiar para los lectores.
 
Una década que conmovió a la región
 
La erosión de la posición de Estados Unidos, que era potencia regional hegemónica desde comienzos del siglo XX, ha evolucionado rápidamente en los 90, cuando la Unión Europea se convirtió en el principal inversionista en la región. En efecto, las grandes empresas europeas fueron las principales beneficiarias de la privatización de empresas estatales, sobre todo en el área de los servicios. Pero fue bajo la administración de George W. Bush cuando la crisis de la hegemonía estadounidense se agudizó.
 
Si Washington consiguió en 1994 en la Cumbre de las Américas que los 34 países de la región firmaran su adhesión al proyecto del ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas), una década después, en la Cumbre de Mar del Plata de 2005, los países del Mercosur y Venezuela echaron por tierra la pretensión de Bush de crear un área de libre comercio desde Alaska hasta la Patagonia. Esa década fue clave en la erosión del poder estadounidense en Sudamérica. La competencia entre los países que fueron virando hacia la izquierda (ocho de los diez países sudamericanos están gobernados por presidentes que se proclaman de izquierda o progresistas) fue en gran medida consecuencia de una potente escalada de la movilización social.
 
A su vez, las grandes empresas de la región, las llamadas “multilatinas” como Petrobras, Embraer, Vale do Rio Doce, Odebrecht y otras, compiten con éxito con las multinacionales europeas y estadounidenses en todos los sectores (2). De hecho, empresas y estados sudamericanos están desplazando por primera vez en la historia a los estados y empresas de otros continentes. En el terreno de la integración, la construcción de la UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas) representa un desafío a la hegemonía de potencias extra-regionales, ya que está llamada a viabilizar dos hechos que pueden ser irreversibles desde el punto de vista de la construcción de una nueva hegemonía intra-regional: la IIRSA y el Consejo de Defensa Sudamericano.
 
La Integración de la Infraestructura de la Región Sudamericana (IIRSA) colocará a las fuerzas dominantes de la región, muy en particular a la burguesía de Sao Paulo, en buenas condiciones para colocar sus productos en los mercados asiáticos, los más dinámicos desde la década de 1990. En paralelo, la IIRSA como gigantesco plan de inversiones en obras de infraestructura (algo más de 600 mil millones de dólares) puede contribuir a aliviar los efectos de la crisis mundial en la región, por lo menos en algunos países y en ciertas ramas de la producción. En segundo lugar, la creación del Consejo de Defensa Sudamericano (CDS) el 10 de marzo de 2009 en Santiago de Chile, un año después del ataque de Colombia a un campamento de las FARC en suelo ecuatoriano, revelan la magnitud del desplazamiento no sólo de Washington sino del Norte en la región. 
 
Después de un año de intensas negociaciones para limar las enormes diferencias entre los doce países que lo integran, el nacimiento del CDS parece una adecuada respuesta al despliegue de la IV Flota por parte de los Estados Unidos, luego de 58 años de inactividad. De este modo, los países sudamericanos crearon un espacio para prevenir conflictos, y se encaminan además a reforzar la cooperación militar, coordinar misiones humanitarias y de paz y en el futuro crear un instituto de defensa (3).
 
Las iniciativas de Washington tienen enormes dificultades para ganar espacios en los diversos países y ya ni siquiera es capaz de imponer sus candidatos en la Organización de Estados Americanos (OEA). Sus aliados más cercanos, como Álvaro Uribe, y sus iniciativas más ambiciosas, como el Plan Colombia, se baten en retirada ante el estrepitoso fracaso de la política antidrogas. Suceden ahora cosas impensables apenas unos años atrás: las estrechas relaciones de Venezuela con China e Irán, su alianza militar con Rusia que incluye maniobras navales conjuntas, la expulsión de los embajadores estadounidenses de Bolivia y Venezuela y la expansión del ALBA (Alternativa Bolivariana para América Latina y el Caribe), que ya incluye a seis países.
 
En el terreno económico el declive es impresionante. El comercio entre América Latina y China se incrementó diez veces entre 2000 y 2007, pasando de 10 a 100 mil millones de dólares. Aunque aún está lejos de los 560 mil millones que representa el comercio con Estados Unidos, el crecimiento resulta impresionante y sitúa al país asiático como jugador de primer nivel en una región a la que hasta hace pocos años no tenía acceso (4). Un dato muy elocuente, es que en 2006 Venezuela ha gastado cinco veces más en ayuda a los países latinoamericanos que Estados Unidos, lo que revela la magnitud del declive de la ex superpotencia (5).
 
A diferencia de las transiciones hegemónicas anteriores, el rasgo distintivo de la actual es que, por vez primera, es probable que ninguna potencia extracontinental ocupe un lugar dominante. Se abre entonces un abanico de posibilidades: una balcanización con países y regiones fuertemente dependientes de Washington, quizá en zonas andinas combinada con una eventual alianza con China; una integración regional en base al libre comercio liderada por la burguesía brasileña, que hasta el momento es el proyecto más avanzado; finalmente, existen condiciones para una integración regional en la que los pueblos tengan un papel protagónico, como pretenden los países fundadores del ALBA.
 
El nuevo papel de Brasil
 
The New York Times aseguró el 17 de diciembre que Washington se sintió “despreciado” en las cumbres de Bahía, realizadas ese mes, ya que los 33 países latinoamericanos y caribeños tomaron decisiones sin consultar a la ex superpotencia que ya no puede dictar órdenes en lo que algún día fue su patio trasero. El influyente diario remarcó que “los Estados Unidos se están convirtiendo en un jugador cada vez más distante en los asuntos de la región”, y que “ya no es más y no va a volver a ser el mayor interlocutor de los países de la región”. La incorporación de Cuba al Grupo de Rio puso en negro sobre blanco esas distancias.
 
Debe considerarse que la erosión de una potencia hegemónica, bajo el sistema capitalista con su actual modelo de acumulación por desposesión y el enorme poder de las empresas multinacionales y del sector financiero, provoca que emerja una nueva potencia que ocupe el lugar vacante. En Sudamérica el único candidato posible es Brasil. Es el único país que tiene una burguesía propia, con intereses parcialmente diferentes a los de las burguesías de los países centrales, cuenta con un poderoso Estado, con una banca estatal (BNDES-Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social) que tiene cuantiosos recursos para invertir en la región y cuenta, y este es un dato que lo diferencia del resto, con un proyecto de país líder de la región que se visualiza como parte del puñado de países con vocación de dirigir el mundo (6).
 
Para 2005, el total de la inversión directa brasileña en el exterior llegó a 71 mil millones de dólares, frente a sólo 28 mil millones de México, el segundo país inversor de la región (7). El PBI de Brasil es el 55% del PBI de América del Sur. La desigualdad con sus vecinos es enorme. En 2006 la filial boliviana de Petrobras respondía por el 24% de la recaudación fiscal de Bolivia, el 18% de su PBI y el 20% de las inversiones extranjeras directas en ese país. En Paraguay los agricultores brasileños controlan más del 80% de la cosecha de soja, el principal rubro de exportación. En Argentina, segunda potencia económica regional, los empresarios brasileños invirtieron 8.400 millones de dólares entre 2003 y 2007 representando una cuarta parte de todas las compras de extranjeros en ese país (8).
 
Uno de los problemas de la hegemonía brasileña es que resulta idéntica a las anteriores, como apunta el director de la edición brasileña de Le Monde Diplomatique: “Las ofertas de financiamiento del BNDES a países vecinos para obras públicas, van acompañadas de la condición de que sean empresas brasileñas las ejecutoras de los proyectos y que el material empleado en las obras sea comprado en Brasil” (9). O sea, libre comercio duro y puro. A ello hay que añadir: los ejercicios militares desarrollados en la frontera con Paraguay para proteger a “sus” hacendados de las ocupaciones de los sin tierra paraguayos; la intervención militar en Haití comandada por el ejército brasileño; los conflictos que enfrentan empresas brasileñas como Odebrecht en Ecuador, Petrobras en Bolivia y un ya largo etcétera, siempre defendidas por el gobierno de Brasilia.
 
Esta integración a la medida del “Brasil potencia” no es la que prefieren los movimientos sociales ni los gobiernos de izquierda más consecuentes de la región. Sin embargo, la suerte no está echada. La crisis de la hegemonía de España y Portugal, a comienzos del siglo XIX, que se saldó con el establecimiento de la hegemonía británica, fue un período de grandes convulsiones. Junto a las independencias que consolidaron la dominación de las elites criollas se registraron profundos movimientos del subsuelo social: desde las rebeliones indias de Tupac Amaru y Tupac Katari hasta la revolución haitiana, pasando por las grandes gestas independentistas de Bolívar, Artigas, Hidalgo y Morelos.
 
La crisis de la hegemonía británica, entre las dos grandes guerras mundiales, saldada con la imposición de la dominación estadounidense en su “patio trasero”, fue un período de agudos cambios, que vieron la emergencia de nuevos actores sociales como la clase obrera organizada en sindicatos y los partidos comunistas y socialistas. El potente protagonismo de los movimientos sociales -los pueblos indígenas, los sin tierra y los sectores populares urbanos, los tres principales actores de la “América Latina de abajo”- quizá tenga la fuerza y la claridad suficientes para impedir que una nueva potencia hegemónica vuelva a frustar las expectativas de una definitiva liberación. Muy en particular, los movimientos pueden ser decisivos cuando se produzca el colapso de la hegemonía estadounidense y un período breve pero intenso de “caos sistémico” (10), que será el punto de inflexión decisivo en la actual transición.
 
 
1 Giovanni Arrighi y Beverly Silver, Caos y orden en el sistema-mundo moderno, Akal, Madrid, 2001, p. 36.
 
2 Javier Santiso, “La emergencia de las multilatinas”, Revista de la CEPAL, No. 95, agosto de 2008.
 
3 “Los ejércitos de América del Sur se unen para colaborar por primera vez”, El País, 9 de marzo de 2009.
 
4 Cynthia McClintock, “Políticas de los Estados Unidos para América Latina en 2009 y a futuro”, en Programa de las Américas, 3 de marzo de 2009.
 
5 Comité de Asuntos Extranjeros de la Cámara Baja de los Estados Unidos, citado por Cynthia McClintock. 
 
6 El libro del número dos de la diplomacia brasileña, Samuel Pinheiro Guimaraes (Desafios brasileiros na era dos gigantes, Contraponto, 2006) es un buen ejemplo de la existencia de un sólido proyecto de nación entre las elites brasileñas. 
 
7 Javier Santiso, ob. cit.
 
8 Silvio Caccia Bava, “Gigante por naturaleza” en Le Monde Diplomatique edición Bolivia, marzo de 2009.
 
9 Idem.
 
10 Arrighi y Silver, ob. cit p. 40.
 
 
Raúl Zibechi, periodista uruguayo, es docente e investigador en la Multiversidad Franciscana de América Latina, miembro del Consejo de ALAI, y asesor de varios colectivos sociales. 
 
https://www.alainet.org/es/articulo/141206
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS