Movimientos sociales del Sur. ALBA, UNASUR y MERCOSUR

23/03/2009
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Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 442: América Latina en Movimiento No 442 06/02/2014
Más que en ninguna otra región del continente Americano, y de América Latina en particular, los movimientos y organizaciones sociales que históricamente han enfrentado al libre comercio y la globalización neoliberal en el Cono Sur se encuentran ante el desafío que les impone el complejo escenario de la integración regional. A riesgo de ser esquemático, considero que son el ALBA, el Mercosur y la Unasur los tres procesos que interpelan de forma directa la acción de los actores sociales de esta parte del continente.
 
Esta geografía laberíntica que presenta la superposición –pero no la contradicción– de los procesos genera situaciones inéditas: ninguno de los países del Mercosur forma parte de la Alternativa Bolivariana para América Latina y el Caribe (ALBA), sin embargo el movimiento social que viene impulsando la mayor movilización social a favor de este proceso, el Movimiento de Trabajadores sin Tierra (MST), es justamente de Brasil.  A su vez Venezuela, el motor del ALBA, aún aguarda la decisión de los senadores paraguayos y brasileños para tornarse miembro pleno del Mercosur.  La Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), una idea que impulsara el presidente conservador Fernando Enrique Cardoso del Brasil, fue luego abrazada como propia por el presidente Lula y su asesor dilecto Marco Aurélio García, y finalmente por el gobierno de Evo Morales, la expresión más cabal del cambio político en la región.  Por fin, pese a no identificarse con el ALBA, países como Argentina, que recibiera un salvataje millonario de Venezuela, Brasil que comparte, por ejemplo iniciativas energéticas como el proyecto de la refinería Abreu e Lima en el estado de Pernambuco (1), o en Paraguay y Uruguay donde se producen iniciativas binacionales con Venezuela que perfectamente podrían caer bajo la denominación “ALBA-TCP”, y sin embargo ningún de los gobiernos del Mercosur habla del ALBA, o ha hecho muestras de querer sumarse al bloque siendo que tal acción no sería de ninguna forma incompatible con la normativa ni del Mercosur ni del ALBA.  Los conflictos se generan al interior de los bloques, y no como dinámica competitiva entre los mismos.
 
Este enmarañado cuadro, desde la visión de los movimientos sociales se completa con el fin de las negociaciones del ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas), en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata (noviembre de 2005), que significó el fin, como todos sabemos, de la lucha contra lo que era identificado como la encarnación de las ansias imperialistas de los Estados Unidos en América Latina y el Caribe.  Muerto el ALCA, los movimientos sociales de la región se volvieron, en lo que consideraron un viraje lógico, hacia los escenarios y las iniciativas de integración regional.  Mientras en otras regiones la resistencia continuó de forma muy activa contra los tratados de libre comercio (TLCs) con los EE.UU. y luego contra los Acuerdos de Asociación con la Unión Europea (AdAs), en el Mercosur la amenaza del libre comercio se restringió a una cada vez más lánguida negociación de la Ronda de Doha en la Organización Mundial del Comercio (OMC).
 
UNASUR y movimientos
 
La relación UNASUR - movimientos sociales fue estimulada por dos dinámicas.  Por un lado, la UNASUR se presentaba como la iniciativa de integración regional más amplia en términos de extensión geográfica y de número de países, así como en relación a la cantidad de “nuevos gobiernos”.  Esta extensión favorecía una dinámica también más abarcativa para la articulación de los movimientos sociales, y el hecho de que en el 2006, aunque fuera una “cáscara vacía”, se estimaba que junto con el grupo de presidentes próximos al ideario –u origen– de los movimientos existiría un gran chance para proponer y participar.  Por otro lado, la asunción de la Secretaría de UNASUR por parte de Bolivia y el impulso que el gobierno de Evo Morales le quiso dar a éste proceso en medio de la crisis de la CAN, llevaron a una aproximación fuerte con quienes otrora fueran sus compañeros de lucha a nivel continental, que se expresó en la Cumbre Social por la Integración de los Pueblos realizada en Cochabamba, en diciembre de 2006, como actividad simultánea a la cumbre de Presidentes de la UNASUR.
 
Esto generó una relación estrecha entre movimientos y organizaciones sociales y el proceso de la UNASUR.  En este contexto también se discutió originalmente la idea del Banco del Sur que también fuera transformada en objeto de lucha por parte de las organizaciones sociales de la región, así como, por la negativa, la necesidad de interactuar con una instancia que heredaba de la etapa anterior la iniciativa del IIRSA (Integración de la Infraestructura de la Región Sudamericana), para denunciar y presionar de forma más eficiente sobre este plan de infraestructura pergeñado de espaldas a los pueblos de América del Sur y con el fin último de proveer energía, caminos y comunicaciones para un modelo de desarrollo que, tal como asistimos en estos días de crisis global, se demuestra impropio para traer justicia social y ambiental a nuestros pueblos.
 
La UNASUR siguió siendo vista como un proceso con potencial de cambio al que los actores sociales acompañaban.  La Cumbre Energética en Isla Margarita (17 de abril de 2007) fue motivo para consolidar una posición de las organizaciones en esta materia.  La declaración oficial ya dejaba entrever el debate petróleo/etanol y fuentes renovables de energía, así como una velada puja de las estatales venezolana y brasileña, pero en su texto mantuvo un espíritu progresista ratificando el papel de las empresas nacionales en el contexto de la, por entonces, aún reciente nacionalización de los hidrocarburos en Bolivia.  Durante la Secretaría Boliviana de la UNASUR se mantuvo esa impronta, incluso se realizaron consultas con organizaciones sociales a fin de discutir los mecanismos de participación que podría adoptar la institucionalidad que sería creada con el tratado que en aquellos momentos estaba en construcción.
 
En mayo de 2008 se firma el tratado que constituye la UNASUR con status de bloque de países a nivel internacional y con un perfil cuyo foco se distancia de lo estrictamente económico, para “construir, de manera participativa y consensuada, un espacio de integración y unión en lo cultural, social, económico y político entre sus pueblos, otorgando prioridad al diálogo político, las políticas sociales, la educación, la energía, la infraestructura, el financiamiento y el medio ambiente, entre otros, con miras a eliminar la desigualdad socioeconómica, lograr la inclusión social y la participación ciudadana, fortalecer la democracia y reducir las asimetrías en el marco del fortalecimiento de la soberanía e independencia de los Estados.” (Tratado Constitutivo de la Unión de Naciones Sudamericana, 6 de mayo de 2008). 
 
El ímpetu de la firma del Tratado, sin embargo, fue opacado por la salida de la Secretaría de Bolivia hacia Chile en medio de una disputa áspera que incluyó vetos explícitos de unos países a otros para la designación del Secretario del bloque.  Esta sensación sólo sería interrumpida por el excelente papel que jugó la UNASUR en cortar la escalada de sabotajes e intentos golpistas al gobierno de Evo Morales, así como en el proceso posterior de investigación de la masacre perpetrada por grupos armados comandados por el prefecto de Pando.  Finalmente, en estos días, el Consejo de Defensa Sudamericano (“CDS”, como ya es llamado por los ministros de defensa de la región), que funciona como una instancia de coordinación de los ministros de defensa del bloque, aprobó un plan de acción que prevé la adopción de una doctrina política común, el inventario de la actual capacidad militar de todos y el monitoreo de los gastos del sector”y que podría transformarse en una “alianza militar defensiva regional”(2), lo que dificultaría, o por lo menos ejercería un contrapeso, a la actuación militar estadounidense en la región.
 
Mercosur y movimientos
 
Una parte significativa de los movimientos sociales del Cono Sur buscó, a la salida de la lucha contra el ALCA, construir un “sujeto social” regional que orientase su actuación a los problemas más acuciantes a nivel regional y a nivel de cada país en relación a la región o a alguno de sus países miembros.  En este sentido, se inicia en julio de 2006, en Córdoba, un proceso semestral de Cumbre de los Pueblos del Sur –que sólo se interrumpiría en diciembre de 2006 pues por entonces se realizaba la Cumbre de Cochabamba– que a la fecha cuenta con la realización de cumbres en Córdoba, Asunción, Montevideo, Posadas/Tucumán y Salvador de Bahía.
 
Más allá de la generación de esta dinámica de Cumbres, sin embargo, han existido dificultades para coordinar acciones/campañas conjuntas sobre temas específicos.  Estas dificultades devienen del hecho de que las dinámicas nacionales siguen aún siendo muy fuertes, pues el movimiento aún identifica la lucha prioritaria como siendo una que se define en el ámbito nacional, y en ese sentido problemas que tienen una eminente configuración regional (energía, agua, medio ambiente, modelo agropecuario, mecanismos financieros, e incluso comercio) aparecen aún como siendo tratados prioritariamente con estrategias nacionales.
 
El hecho de existir redes y actores sociales fuertes en relación a alguno de estos temas no ha sido suficiente como para desencadenar campañas de carácter regional, o bien las mismas no han superado la instancia de las declaraciones conjuntas y enfrentan dificultades en la implementación concreta.  Recién en los últimos tiempos, y después de varias tentativas, se comienza a articular un movimiento que a partir de las demandas paraguayas sobre Itaipú propone regionalizar la lucha iniciada por la Coordinación Nacional por la Soberanía y la Integración Energética (CNSIE) desde el Paraguay(3).  Esta experiencia, en caso de que resulte exitosa podrá abrir la puerta a nuevas acciones que tengan como blanco a los gobiernos de la región, y que se propongan realizar el debate en favor de un destino progresista para el Bloque.
 
Este último punto es clave para entender el debate enunciado al comienzo de estas notas, y con las cuales podemos entrar en la relación de los movimientos sociales de la región del Cono Sur y el ALBA.  El Mercosur por muchos años fue o bien ignorado estratégicamente por los movimientos y organizaciones sociales que de forma conjunta se opusieron al libre comercio en la región, o bien caracterizado como una expresión más del proyecto neoliberal a ser combatido.  Sólo el movimiento sindical participó del debate público y las instancias formales de interlocución desde los albores de la institucionalización del Mercosur.  Ahora, con el fin del ALCA, y en medio de lo que fuera caracterizado como una coyuntura política distinta, este espacio más amplio y heterogéneo de movimientos realiza un viraje hacia el debate de la integración regional.
 
Este viraje -que no fue fácil como expliqué más arriba, pues aún está en construcción en términos de marco político para la acción- ha encontrado en expresiones tales como “integración de los pueblos” o “integración popular” una formulación para expresar esta nueva voluntad política en la coyuntura de cambio y oportunidad que se abría con los nuevos gobiernos conectados por su origen o sus opciones a la lucha popular.  Sin embargo, en lo táctico implicó la opción de unos por impulsar el proceso del ALBA que funciona como faro de las ideas de cambio en materia de integración popular(4) y cuya promoción tiene por objetivo alterar la correlación de fuerzas tanto en el plano de la hegemonía, como en el de los hechos, para torcer el rumbo de los procesos de integración regional –los demás– hacia un horizonte albeano.  La segunda opción táctica, recoge la trayectoria del movimiento sindical en relación a su intervención en el debate público sobre Mercosur, así como la experiencia acumulada en el debate técnico y político de la negociación de los acuerdos de libre comercio y decide entablar también el debate con el proceso oficial de la negociación del Mercosur.  Desde una perspectiva política muy próxima que reconoce la importancia del ALBA como la experiencia de lo nuevo, y la necesidad táctica de discutir el sentido de la integración en procesos reales como el Mercosur.
 
ALBA y movimientos de los países extra ALBA
 
Fundamentalmente en Brasil opera la separación táctica descrita arriba; que permite la discusión programática acerca de la “integración popular” o “integración de los pueblos” en el plano de la construcción contra hegemónica, pero que impide la acción conjunta en el escenario Mercosur.  Y que, sin embargo, y a pesar de su carácter extra-regional, convergen en la interlocución hacia el proceso ALBA(5).  El impulso que ha tomado la iniciativa del MST en torno al ALBA sin duda es un elemento que dinamizará el debate sobre los contenidos concretos de la integración de los pueblos o popular y debe dialogar con el esfuerzo que muchas organizaciones han venido realizando a partir de la Cumbre de Cochabamba, en el marco de la Alianza Social Continental.
 
Por otro lado, es necesario afinar el proceso de diálogo oficial de los movimientos sociales con el proceso ALBA.  Aquí se ha logrado realizar encuentros y actos públicos en ocasiones esporádicos, que generalmente coinciden con Cumbres de Presidentes o Foros Sociales, y que han sido útiles para estrechar el vínculo pero poco eficientes para tratar los temas en profundidad.  Ésta es una cuestión que queda pendiente en la perspectiva de ampliación de iniciativas y proyectos del ALBA en una dimensión de la complementariedad no convencional en la que se pueden establecer acuerdos de cooperación entre movimientos sociales de un país con gobiernos de otros.
 
Notas finales
 
La proliferación de iniciativas comunes entre los gobiernos de la región –salvo aquellos que de forma activa y militante pregonan soluciones neoliberales y conservadoras evidentemente demodés– en un marco de compatibilidad y cierta armonía –bien se puede decir-, nos alienta a pensar que la profundización de la integración con un sentido progresista por parte de los gobiernos podría ser posible.  Sin embargo, las diferencias en estilo de liderazgos y la persistencia de ciertos nacionalismos soberanistas, van a seguir siendo obstáculos para una integración profunda incluso en este contexto de proliferación de gobiernos distintos de aquellos que hacían del alineamiento incondicional a las políticas de Washington.  En este contexto, la convergencia estratégica y la complementariedad táctica de los movimientos y organizaciones sociales en torno a la integración es urgente y está llamada a cumplir un papel central en este debate y en la lucha política hacia la integración de los pueblos del Sur.
 
- Gonzalo Berrón es investigador del Núcleo de Pesquisa de Relações Internacionais de la Universidad de São Paulo (USP), Brasil.
 
Notas:
 
1) Según noticia de Radio Nacional de Venezuela-RNV, del 17 de marzo de 2009, la República Federativa de Brasil espera la visita del presidente Hugo Chávez a la nación sureña el próximo 26 de mayo, para definir proyectos estratégicos en las áreas de petroquímica, salud, educación y turismo. Así lo afirmó el gobernador del estado de Bahía, Jaques Wagner, en el Palacio de Miraflores, tras culminar una reunión con el jefe de Estado venezolano.
 
2) Folha de São Paulo, 11 de março de 2009.
 
3) Para una referencia sobre éste debate puede accederse al sitio de Brasil de Fato, donde se está publicando una série de “Cartas paraguaias” escritas por Roberto Colman, miembro de la CNSIE www.brasildefato.com.br
 
4) “Este proceso de integración de movimientos y organizaciones sociales, impulsa los principios del ALBA, y a su vez quiere promover diversos mecanismos y potencialidades que ofrece el ALBA, para potenciar la integración latinoamericana desde los pueblos.” Carta de los Movimientos Sociales de las Américas, Belem, 30 de Enero de 2009 (http://www.movimientos.org/noalca/albasi/show_text.php3?key=13773).
 
5) El Movimiento de Trabajadores Sin Tierra que ha impulsado ésta perspectiva del ALBA co-convoca regularmente junto con la Marcha Mundial de las Mujeres a las reuniones de planificación en las que participan organizaciones como la Red Braileira Pela Integração dos Povos que tiene un papel activo en la dinámica del escenario de debate público con el Mercosur.
 
https://www.alainet.org/es/articulo/141209
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