Movimientos sociales y sindicalismo

Los escenarios de las luchas sociales

01/12/2009
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Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 450: Lecturas desde los movimientos: Qué ha cambiado con los gobiernos de cambio? 06/02/2014
Los escenarios de las luchas sociales y sus actores, en los últimos tiempos han venido diversificándose, ampliando y profundizando, en correspondencia con el grado de intereses dictados por los círculos de poder al servicio del Imperio, toda vez que bajo la implantación de la fase neoliberal del desarrollo del capitalismo, llamada también Consenso de Washington, su estrategia quedó reforzada, en virtud de una doble ofensiva: contra el trabajo (disminución del salario real, desregulación, etc.), y contra el Estado (privatizaciones)[1]
 
Los movimientos sociales se enfrentan a esa ofensiva del sistema capitalista, caracterizada sobre todo, por la instauración de un estado de guerra global permanente y con la responsabilidad de ser generador de la actual etapa de crisis global, la cual tiene su complejidad en el hecho de ser una combinación de crisis que impactan en diversos sectores de la vida económica, medioambiental, energética y alimentaria, con su estela de consecuencias sociales.
 
Ubicados en este contexto, si bien años atrás, estos escenarios y sus actores estaban perfectamente identificados fundamentalmente en términos de las luchas sindicales, entre partidos políticos, estudiantiles y campesinas, principalmente en reclamo de sus derechos más elementales y demandas sectoriales y por las cuotas de poder político asociadas a procesos electorales; con el tiempo, tanto sindicatos como partidos político, se transformaron en burocracias, definiendo sus tareas en términos solamente defensivos, es decir en función de la agenda del adversario y no del proyecto de transformación radical del sistema.
 
En la actualidad se presenta un cuadro más amplio, donde se han sumado otros sectores y grupos sociales específicos, tales como: mujeres, académicos, artistas e intelectuales en general, ecologistas, religiosos, jóvenes, etc., los que han asumido diversos roles en cuanto a la defensa de sus identidades, intereses sociales, económicos y políticos, con una visión más integradora de las urgencias de estos tiempos y de manera más articulada y comprometida políticamente, no obstante, balances recientes indican que después de la manifestación mundial contra la invasión estadounidense a Irak en 2003, y en relación a una tendencia que venía desde Seattle en 1999, se puede decir que hubo un “punto de inflexión”, donde la dinámica de las movilizaciones pasaron a ser más (aunque no exclusivamente) nacional o regional. Todo lo cual presupone nuevas y variadas estrategias de luchas dirigidas a enfrentar las actuales coyunturas que pugna por imponer el sistema, donde los movimientos sociales están llamados a recomponer su capacidad de actuación.
 
Sindicalismo golpeado
 
El movimiento sindical, como parte de los movimientos sociales reales[2], no ha estado exento de participar de dichas contradicciones. Fruto de las propias políticas neoliberales, éste ha visto disminuida su existencia y retrasado su protagonismo y liderazgo en las luchas sociales, papel entonces asumido por otros sectores sociales e incluso con actores fabricados y ajustados a los propios intereses de los círculos de poder.
 
A la luz de los tiempos actuales y con la desaparición del campo socialista y en consecuencia, la crisis de las izquierdas políticas, especialmente en América Latina, la figura del clasismo, (y dentro del mismo, el sindicalismo posicionado en tal sentido) tal y como la veníamos entendiendo en su calidad de vanguardia política-social en la lucha por la justicia social, se desdibujó o sencillamente se transfiguró al mismo estilo y ritmo que lo hizo la izquierda política, asumiendo las consecuencias no siempre positivas que dicho proceso ha implicado y que a su vez, las prácticas y pretensiones hegemónicas del imperialismo se han encargado de alentar malévolamente.
 
Fruto del impacto de las políticas imperiales en estos últimos tiempos, el sindicalismo ha constituido la víctima por excelencia, donde en consecuencia y en no pocos casos prácticamente lo hicieron desaparecer junto a sus líderes más preclaros, siendo cambiado el otrora “sindicalismo confrontativo” por un “sindicalismo negociador”, construido y alentado según sus intereses y finalmente “claudicador” en no pocos casos. Es por ello que el movimiento sindical desapareció en buena medida del liderazgo en las luchas sociales que no se detuvieron, por el contrario, se reformularon y continuaron creciendo, lo que permitió, sin no pocos inconvenientes, esas victorias sobre el enemigo.
 
Para tiempos más recientes, en la misma medida que las izquierdas políticas (no siempre dadas de manera clásica) se han venido recomponiendo, y América Latina es un buen ejemplo de ello, el movimiento sindical se ha venido recuperando y retomando sus concepciones confrontativas frente al modelo neoliberal e imperialista. Es por ello que nos asiste un momento excepcional para el salto cualitativo del movimiento sindical en su participación en las luchas sociales y en defensa de sus más legítimos “derechos de clase”. Lamentablemente el balance cuantitativo aún nos resulta desfavorable en sentido general, si tomamos en cuenta los niveles de empleo real o formal y el grado de sindicalización existente en la región, consecuencias que aún son arrastradas de etapas anteriores y reforzadas por las actuales prácticas neoliberales.
 
Unidad y articulación
 
Este salto cualitativo resultará positivo si se da en dos dimensiones principales, de una parte en favor de la unidad y por otra en articulación con el resto de las luchas sociales.
 
Al respecto, debemos preguntarnos, ¿qué unidad queremos? Resulta defendible la tesis, muchas veces promulgada, de la posibilidad de lograr la unidad de acción, donde aún desde la diversidad, es posible construir y desarrollar alianzas a favor de acciones concretas en los más diversos escenarios de lucha. Alianzas que para hacerlas efectivas, no han de ser patrimonio de sector alguno, por el contrario, su éxito estará en la misma medida en que seamos capaces de juntarnos todos (sindicalistas, campesinos, jóvenes, mujeres, intelectuales, políticos, etc.) para dar la batalla frente a un mal común, con la obvia condicionante de estar animados por un mismo sentimiento de lucha, y donde no importe el protagonismo mezquino que tantas veces ha asaltado el espíritu de lucha del movimiento sindical, como a tantos otros.
 
A las luchas le hace falta la identidad y la capacidad movilizadora del movimiento sindical y los trabajadores, como al resto de los movimientos sociales, le hace falta la presencia de los trabajadores (organizados o no en sindicatos) en las mismas, e igualmente al movimiento sindical y de trabajadores le hace falta implicarse cada vez más en esos espacios de lucha, en aras de su fortalecimiento, nutriéndose de toda la experiencia de lucha acumulada por cada cual. Es por ese camino que el movimiento sindical recuperará y reforzará su prestigio y liderazgo, y todo ello ha de hacerse con suficiente inteligencia, modestia y decisión política. No se trata sólo de que los movimientos sociales de diversa naturaleza, deben ser aliados naturales de los trabajadores, se trata de formar parte de esas alianzas para la lucha, reconociendo y respetando la identidad de cada cual, sus posibilidades, dinámicas, etc.; sin importar quién va hacia quién.[3]
 
Por otra parte y siguiendo el tema de la unidad, lograr ésta en términos de una plataforma programática común, aún cuando se consiga éxitos en la unidad de acción, no significa que la misma se construya de manera automática, sobre todo si se toma en cuenta que esa construcción será desarrollada desde la diversidad. Esa unidad programática será fruto del acumulado de experiencias y actuaciones unidas en las luchas de y con todos. De ello hay experiencias positivas en América Latina, donde en algunos momentos parecería imposible juntar sindicalistas, cristianos, comunistas, académicos, gays, lesbianas, jóvenes, mujeres, empresarios, políticos, gobernantes, niños, ciudadanos, negros, blancos, indígenas, campesinos, etc., en torno a la acción en una misma lucha y todo ello bajo el respeto a las identidades de cada cual. Así fue como se consiguió una de las victorias más importantes sobre el imperialismo más feroz, cuando no le fue posible implantar el ALCA en su idea original.[4]
 
La articulación y aglutinación de los movimientos sociales en torno a sus luchas, aún en su carácter local sin llegar a convertirse en escenarios globales, resulta una dimensión de suma importancia en la actual coyuntura.
 
El Imperio ha entendido que la aplicación de sus políticas en el más estricto carácter global encuentra resistencias globales que de alguna manera entorpecen sus mezquinos propósitos, de ahí que en un relanzamiento de sus estrategias hegemónicas, ha venido implementando “recetas” puntuales y diversificadas según las condiciones, características y posibilidades de cada objetivo y escenario, provocando con ello confusión y dispersión, disminuyendo así la capacidad de resistencia de los movimientos sociales.
 
El reto de la integración
 
El fenómeno de la integración es otro aspecto digno de considerar en la actual coyuntura, especialmente si la consideramos como un contrapeso efectivo ante la actual etapa de crisis global.
 
Han venido surgiendo y desarrollándose nuevos escenarios de integración que rompen con los esquemas tradicionales basados en criterios puramente economicistas. Estas nuevas experiencias fomentan la participación social en la construcción de sus propios beneficios y son alentados fundamentalmente a partir de las voluntades políticas de nuevos gobiernos, que de una manera u otra han venido tomando distancia de las prácticas neoliberales, especialmente en América Latina, lo cual está significando una innovación económica, política y social en las actuales condiciones, tales son los casos de hechos y procesos como las experiencias del Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA)  y Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR).
 
Es la ALBA quizás la expresión política y conceptual más avanzada. La ALBA se fundamenta en criterios de complementación económica, en la solidaridad, la cooperación y la atención a las asimetrías de las economías, no sólo de los países miembros formales, sino que su alcance, de una manera u otras, es extensible hacia naciones cuyos gobiernos no participan directamente, e incluso hasta el desarrollo de experiencias que involucran localidades y nacionalidades originarias, sectores económicos puntuales, poblaciones específicas y hasta organizaciones sociales, teniendo como objetivo supremo favorecer el desarrollo, la justicia y el bienestar social, sin demeritar la incidencia de los factores económicos que hacen posible dicho desarrollo.
 
Su propia estructura concibe la existencia del Consejo de Movimientos Sociales de la ALBA, con identidad propia y con plenas facultades, espacio que actualmente está en construcción, constituyendo una muestra de la voluntad e interés por dotar a dicha instancia integracionista de un componente de participación social real y con verdadero protagonismo.
 
La existencia de espacios de convergencias orgánica y estructuralmente organizados, como el proceso Foro Social Mundial, la Alianza Social Continental, así como otras redes y campañas en curso, requieren prestar atención a estos elementos y rediseñar sus estrategias en tal sentido.
 
- José Miguel Hernández Mederos es miembro de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), Comité Cubano del Foro Social Mundial y Capítulo Cubano de la Alianza Social Continental


[1] Houtard, Francois. Movimientos sociales y construcción del nuevo sujeto histórico (2/Español). 2007.
[2] “Movimientos sociales reales”: entendido por aquellos que contienen bases sociales orgánicas y estructuradas, con demostrada capacidad movilizativa.
[3] Hernández, José Miguel. Algunas consideraciones sobre el texto de la convocatoria al Encuentro Sindical ¨Nuestra América¨. mayo. 2008.
[4] Hernández, José Miguel. Algunas consideraciones sobre el texto de la convocatoria al Encuentro Sindical ¨Nuestra América¨. mayo 2008.
https://www.alainet.org/es/articulo/141468
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