Unidad de las izquierdas
16/05/2010
- Opinión
Intervención de Helio Gallardo en el Panel Central Foro Social Mundial, Zócalo de la Ciudad de México (1), 2 de mayo del 2010.
1.- Agradecido por la invitación a este foro y por la presencia de ustedes aquí. El tema propuesto para este panel es el de la unidad de las izquierdas. Existe un primer punto que sería necesario considerar para determinar mejor lo que se discute en esta mesa. El deseo o la práctica de una ‘unidad de izquierdas’ puede remitir, para utilizar una terminología tradicional, a la conquista del poder, al ejercicio o del Gobierno o del Poder, o a la transformación del carácterdel podersocial o de sus poderes. Por supuesto ninguna de estas tres referencias, que contienen distintas demandas para la unidad de las izquierdas, se caracteriza en sí misma como una naturaleza metafísica. Cuando se trabaja por la conquista del poder, por ejemplo, se dan momentos de reflujo, contención, avance, inmersión, ofensiva, acciones parlamentarias o no parlamentarias, o varias de estas prácticas combinadas. Al mismo tiempo que sistémico, el ejercicio político es coyuntural y esto afecta a la cuestión de la ‘unidad de izquierdas’. Las izquierdas tienen la obligación de preguntarse (y contestarse) en qué estamos y dónde estamos en relación con ese en qué procesual.
2.- Ahora, la solicitud de una unidad de la izquierda y su práctica posee una carga de sentido (semántica) en el pasado reciente, para los más jóvenes no tan reciente, de América Latina. ‘Unidad’ se tradujo siempre como ¿Quién dirige? ¿Quién domina? ¿Quién o qué porta la hegemonía?, para decirlo en términos más académicos. La cuestión se relaciona, aunque no se agota en ella, con la conducción de la lucha de clases por un único partido de vanguardia y esto en el siglo XX fue factor de dogmatismo y sectarismo, de hegemonismo y de desagregación y distanciamiento (cuando no enfrentamiento) entre diversas izquierdas. Y no contemplaría aquí el personalismo, que suele emponzoñar el enfrentamiento. Recuerdo una oposición, que a primera vista parece conceptual, y que escindió a las izquierdas que se querían marxista-leninistas en la segunda parte del siglo recién pasado. ¿Era América Latina feudal o capitalista? Según fuese la respuesta, se exigían diversos comportamientos para ser considerado de izquierda efectiva. En el peor de los casos, ‘la’ única izquierda posible. Las otras, falsas izquierdas, eran ‘diversionistas’ o agentes objetivas del imperialismo.
3.- En el título, “Unidad de las izquierdas en América Latina”, el “las” tiene un tono de desafío hacia el pasado reciente, o no tan reciente, que mencioné hace un minuto, un pasado marcado por el sectarismo y el dogmatismo. ¿Se refiere este ‘las’ solo a las izquierdas parlamentarias? ¿Contiene organizaciones clasistas, socialdemócratas, nacionalistas, comunitarias…? ¿Incluye basistas, como tal vez sería el actual posicionamiento zapatista? Quienes se declaran marxistas-leninistas suelen militar en grupos diversos, trotskistas, por ejemplo. ¿Forman parte de esta unidad?
Pero el ‘las’ que podría admitir a tan diversas agrupaciones parlamentarias ¿incorpora a las izquierdas político-militares? Éstas existen en América Latina. Dan sus luchas. No resulta para nada sencillo ‘unificar’ a izquierdas parlamentarias e izquierdas político-militares.
Todavía más: el artículo “las” ¿comprende tanto a las izquierdas políticas como a las izquierdas sociales? Un ‘analista’ mexicano, un mucho kukluxklanesco es cierto, Jorge Castañeda, ha indicado que estas ‘izquierdas’ son incompatibles. Por supuesto no tiene idea de lo que habla. O, mejor, cree que el imaginario burgués sobre la política es el único que existe y, por tanto, propio. Por ‘izquierda social’ entiendo movilizaciones y movimientos sociales como el campesino de los Sin Tierra, brasileño. O el de los ecologistas radicales que están presentes, con fuerza diversa, en toda América Latina. O el de pobladores y precaristas, pobres de la ciudad y del campo. O el de feministas de la otredad. O los de los pueblos originarios y profundos de América Latina. O el de homosexuales o por una legítima diversidad humana de opciones sexuales. Y uno que a mí me gustaría mucho que existiera: el de los creyentes religiosos antiidolátricos. No creo necesario extender más las menciones. Todas estas gentes, y muchas otras, luchan. ¿Incluiremos estas luchas dentro de las izquierdas? ¿Se trata de una unidad de luchas? ¿O de sectores? Ustedes son quienes deben resolver estas cuestiones, después de pensarlas.
4.- Los aspectos señalados apuntan hacia otro foco de interés. Se puede ser breve al enunciarlo: ¿qué quiere decir “ser de izquierda” o comportarse como de izquierda en América Latina? ¿Cómo se reconocerán entre sí quienes buscan unirse? Es posible dar un referente de lo que ‘ser de izquierda’ no significa. Para contrastarlo. ‘Ser de izquierda’ no consiste en ocupar un lugar determinado y relacional del espectro político. Aquí en esta mesa del panel y para ustedes que están de frente yo me posiciono a la derecha y el compañero en el otro extremo, ‘a la izquierda’. Ahora, la izquierda en las sociedades modernas no es un “topos” o lugar en un espectro político continuo. Consiste básicamente en una actitud que obligatoriamente se liga con prácticas y que proviene de ellas. Las izquierdas son además rupturistas en relación con todo espectro político continuo. Esto quiere decir, utilizando un lenguaje en desuso, que las izquierdas, como actitud y proceso, se desean, en América Latina, revolucionarias.
Para ser de izquierda o comportarse como tal, que es una mejor manera de enunciarlo, se requiere sentir, discernir, imaginar, de cierta manera. Ser de izquierda contiene un posicionamiento básico.
Para sentir como de izquierda es necesario manifestarse irritado, sublevado, indignado, negativo respecto de lo que se vive, de lo que viven/mueren otros. Sin sincera indignación, sin rabia, no hay izquierda social ni política, al menos en América Latina. Pero para sentirse de izquierda resulta necesario tensionar la rabia con una profunda autoestima, con una oferta de ofrecerse a otros desde la rabia para crecer y transformar cosas. El sentimiento de izquierda grita: ‘¡Tal vez otro mundo no sea posible, pero igual vamos a hacerlo!’. Rabia y confianza (fe antropológica) y voluntad para darse los medios para que esa confianza tenga sustento material. Así pueden describirse los sentimientos de izquierda.
Discernir es obligatorio para las izquierdas. Si el sentir da fuerzas, el discernir otorga precisión, claridad conceptual, dice donde estoy y con qué fuerzas. Cuando debo golpear y dónde. Cuando debo pactar y para qué. Cuando y donde debo refugiarme para proteger lo decisivo. Los sentimientos me mueven, sostienen. Los discernimientos me abren a la interpretación de quién es éste que se mueve y dónde. El discernimiento se pone de manifiesto como concepto, como teoría social, como oferta y capacidad de diálogo, como comprensión situacional y estructural (sistémica). Sentimiento y discernimiento tienen la capacidad de convocar a otros (¿y de unir?) porque forman parte de sólidos y lúcidos testimonios de vida.
Imaginar es también vinculante para las izquierdas. Básicamente imaginar se relaciona con horizontes de esperanza. Con orientaciones hacia algo que hoy no existe pero que debemos y podemos producir entre muchos o todos. “Nos han dado la tierra”, escribe Juan Rulfo. Y no nos la han dado. El título de ese cuento quiere decir: “Debemos apropiárnosla”. Y cuando sea nuestra, será otra y nosotros seremos también otros. Ya no caminaremos como por un desierto. Ya no estaremos callados. Ya no ocultaremos una gallina bajo nuestra manta. Imaginar remite a la utopía, a aquello que alimenta el sentimiento, que aviva y afina el discernimiento, que torna arte, en su doble alcance de hacer y conmover, las prácticas de izquierda. Imaginar como de izquierda es tornar vida y testimonio de vida las esperanzas y emprendimientos colectivos.
5.- La izquierda no es un lugar sino una actitud. Y por supuesto hay que ver cómo se organiza esta trama de actitudes, la irritación, la ira, la indignación, el afinamiento conceptual, la teoría, la comprensión situacional y estructural, la voluntad utópica… la luz que no está más allá de la colina sino en el corazón, en las vísceras de cada quien, de cada militante. Y cómo desde la organización se convoca y se agita, se crean espacios políticos, escenarios, se informa y se hace uno proceso, fuerza, testimonio, se produce una nueva cultura como enfatizaba hace un momento uno de los compañeros del panel.
6.- Como se advierte, no se trata únicamente de vincular grupos o sectores, sino de articular sensibilidades y ligarlas productivamente en un emprendimiento común. Este emprendimiento puede ser la conquista del gobierno, su ejercicio, o la transformación del carácter del poder. Aunque parezca exótico, si se consiguiera esto último, las izquierdas no estarían obligadas a ganar gobiernos. Su actitud se traduciría en cultura o sensibilidad dominante, en ‘sentido común’, en instituciones propias de una existencia cotidiana sin duda todavía con conflictos pero que se darían en el marco de una compartida (aunque plural) fe antropológica que alimentaría un emprendimiento común. Algo semejante pero para nada idéntico a la producción de la Tierra Prometida.
Ahora, esto no suele ser lo que está en la mesa de proyectos y discusiones en América Latina cuando se habla de la unidad de las izquierdas. Por eso quizás deberíamos hablar de articulación de las izquierdas, y no de su unidad. O admitir que se trata de ‘otra’ unidad, no la que se buscó durante la mayor parte del siglo XX y que tuvo un sobrepeso ideológico, doctrinal. Y que cuando se la deseó parlamentariamente, entre diversos, fracasó en tanto proceso, como en los casos chileno (Unidad Popular, década de los setenta) o colombiano (Unión Patriótica, década de los ochenta), Y fracasó, entre otros factores, porque contenía una antipopular desviación politicista. Así que cuando se discute lo de la unidad de las izquierdas habría al menos que criticar radicalmente lo que se hizo, lo que hicimos, durante el siglo XX. Y a veces cambiar de vocablos o términos ayuda a la crítica radical. De modo que tal vez sea mejor procurar una articulación de las izquierdas más que su unidad. La factible ‘unidad’ (que inevitablemente resulta una articulación) de las luchas populares más que la unidad de las izquierdas. Y si se busca esta última, que se la acompañe con una crítica radical uno de cuyos momentos básicos es la autocrítica. Muchas gracias.
- Helio Gallardo es filósofo chileno y catedrático de la Universidad de Costa Rica.
2.- Ahora, la solicitud de una unidad de la izquierda y su práctica posee una carga de sentido (semántica) en el pasado reciente, para los más jóvenes no tan reciente, de América Latina. ‘Unidad’ se tradujo siempre como ¿Quién dirige? ¿Quién domina? ¿Quién o qué porta la hegemonía?, para decirlo en términos más académicos. La cuestión se relaciona, aunque no se agota en ella, con la conducción de la lucha de clases por un único partido de vanguardia y esto en el siglo XX fue factor de dogmatismo y sectarismo, de hegemonismo y de desagregación y distanciamiento (cuando no enfrentamiento) entre diversas izquierdas. Y no contemplaría aquí el personalismo, que suele emponzoñar el enfrentamiento. Recuerdo una oposición, que a primera vista parece conceptual, y que escindió a las izquierdas que se querían marxista-leninistas en la segunda parte del siglo recién pasado. ¿Era América Latina feudal o capitalista? Según fuese la respuesta, se exigían diversos comportamientos para ser considerado de izquierda efectiva. En el peor de los casos, ‘la’ única izquierda posible. Las otras, falsas izquierdas, eran ‘diversionistas’ o agentes objetivas del imperialismo.
3.- En el título, “Unidad de las izquierdas en América Latina”, el “las” tiene un tono de desafío hacia el pasado reciente, o no tan reciente, que mencioné hace un minuto, un pasado marcado por el sectarismo y el dogmatismo. ¿Se refiere este ‘las’ solo a las izquierdas parlamentarias? ¿Contiene organizaciones clasistas, socialdemócratas, nacionalistas, comunitarias…? ¿Incluye basistas, como tal vez sería el actual posicionamiento zapatista? Quienes se declaran marxistas-leninistas suelen militar en grupos diversos, trotskistas, por ejemplo. ¿Forman parte de esta unidad?
Pero el ‘las’ que podría admitir a tan diversas agrupaciones parlamentarias ¿incorpora a las izquierdas político-militares? Éstas existen en América Latina. Dan sus luchas. No resulta para nada sencillo ‘unificar’ a izquierdas parlamentarias e izquierdas político-militares.
Todavía más: el artículo “las” ¿comprende tanto a las izquierdas políticas como a las izquierdas sociales? Un ‘analista’ mexicano, un mucho kukluxklanesco es cierto, Jorge Castañeda, ha indicado que estas ‘izquierdas’ son incompatibles. Por supuesto no tiene idea de lo que habla. O, mejor, cree que el imaginario burgués sobre la política es el único que existe y, por tanto, propio. Por ‘izquierda social’ entiendo movilizaciones y movimientos sociales como el campesino de los Sin Tierra, brasileño. O el de los ecologistas radicales que están presentes, con fuerza diversa, en toda América Latina. O el de pobladores y precaristas, pobres de la ciudad y del campo. O el de feministas de la otredad. O los de los pueblos originarios y profundos de América Latina. O el de homosexuales o por una legítima diversidad humana de opciones sexuales. Y uno que a mí me gustaría mucho que existiera: el de los creyentes religiosos antiidolátricos. No creo necesario extender más las menciones. Todas estas gentes, y muchas otras, luchan. ¿Incluiremos estas luchas dentro de las izquierdas? ¿Se trata de una unidad de luchas? ¿O de sectores? Ustedes son quienes deben resolver estas cuestiones, después de pensarlas.
4.- Los aspectos señalados apuntan hacia otro foco de interés. Se puede ser breve al enunciarlo: ¿qué quiere decir “ser de izquierda” o comportarse como de izquierda en América Latina? ¿Cómo se reconocerán entre sí quienes buscan unirse? Es posible dar un referente de lo que ‘ser de izquierda’ no significa. Para contrastarlo. ‘Ser de izquierda’ no consiste en ocupar un lugar determinado y relacional del espectro político. Aquí en esta mesa del panel y para ustedes que están de frente yo me posiciono a la derecha y el compañero en el otro extremo, ‘a la izquierda’. Ahora, la izquierda en las sociedades modernas no es un “topos” o lugar en un espectro político continuo. Consiste básicamente en una actitud que obligatoriamente se liga con prácticas y que proviene de ellas. Las izquierdas son además rupturistas en relación con todo espectro político continuo. Esto quiere decir, utilizando un lenguaje en desuso, que las izquierdas, como actitud y proceso, se desean, en América Latina, revolucionarias.
Para ser de izquierda o comportarse como tal, que es una mejor manera de enunciarlo, se requiere sentir, discernir, imaginar, de cierta manera. Ser de izquierda contiene un posicionamiento básico.
Para sentir como de izquierda es necesario manifestarse irritado, sublevado, indignado, negativo respecto de lo que se vive, de lo que viven/mueren otros. Sin sincera indignación, sin rabia, no hay izquierda social ni política, al menos en América Latina. Pero para sentirse de izquierda resulta necesario tensionar la rabia con una profunda autoestima, con una oferta de ofrecerse a otros desde la rabia para crecer y transformar cosas. El sentimiento de izquierda grita: ‘¡Tal vez otro mundo no sea posible, pero igual vamos a hacerlo!’. Rabia y confianza (fe antropológica) y voluntad para darse los medios para que esa confianza tenga sustento material. Así pueden describirse los sentimientos de izquierda.
Discernir es obligatorio para las izquierdas. Si el sentir da fuerzas, el discernir otorga precisión, claridad conceptual, dice donde estoy y con qué fuerzas. Cuando debo golpear y dónde. Cuando debo pactar y para qué. Cuando y donde debo refugiarme para proteger lo decisivo. Los sentimientos me mueven, sostienen. Los discernimientos me abren a la interpretación de quién es éste que se mueve y dónde. El discernimiento se pone de manifiesto como concepto, como teoría social, como oferta y capacidad de diálogo, como comprensión situacional y estructural (sistémica). Sentimiento y discernimiento tienen la capacidad de convocar a otros (¿y de unir?) porque forman parte de sólidos y lúcidos testimonios de vida.
Imaginar es también vinculante para las izquierdas. Básicamente imaginar se relaciona con horizontes de esperanza. Con orientaciones hacia algo que hoy no existe pero que debemos y podemos producir entre muchos o todos. “Nos han dado la tierra”, escribe Juan Rulfo. Y no nos la han dado. El título de ese cuento quiere decir: “Debemos apropiárnosla”. Y cuando sea nuestra, será otra y nosotros seremos también otros. Ya no caminaremos como por un desierto. Ya no estaremos callados. Ya no ocultaremos una gallina bajo nuestra manta. Imaginar remite a la utopía, a aquello que alimenta el sentimiento, que aviva y afina el discernimiento, que torna arte, en su doble alcance de hacer y conmover, las prácticas de izquierda. Imaginar como de izquierda es tornar vida y testimonio de vida las esperanzas y emprendimientos colectivos.
5.- La izquierda no es un lugar sino una actitud. Y por supuesto hay que ver cómo se organiza esta trama de actitudes, la irritación, la ira, la indignación, el afinamiento conceptual, la teoría, la comprensión situacional y estructural, la voluntad utópica… la luz que no está más allá de la colina sino en el corazón, en las vísceras de cada quien, de cada militante. Y cómo desde la organización se convoca y se agita, se crean espacios políticos, escenarios, se informa y se hace uno proceso, fuerza, testimonio, se produce una nueva cultura como enfatizaba hace un momento uno de los compañeros del panel.
6.- Como se advierte, no se trata únicamente de vincular grupos o sectores, sino de articular sensibilidades y ligarlas productivamente en un emprendimiento común. Este emprendimiento puede ser la conquista del gobierno, su ejercicio, o la transformación del carácter del poder. Aunque parezca exótico, si se consiguiera esto último, las izquierdas no estarían obligadas a ganar gobiernos. Su actitud se traduciría en cultura o sensibilidad dominante, en ‘sentido común’, en instituciones propias de una existencia cotidiana sin duda todavía con conflictos pero que se darían en el marco de una compartida (aunque plural) fe antropológica que alimentaría un emprendimiento común. Algo semejante pero para nada idéntico a la producción de la Tierra Prometida.
Ahora, esto no suele ser lo que está en la mesa de proyectos y discusiones en América Latina cuando se habla de la unidad de las izquierdas. Por eso quizás deberíamos hablar de articulación de las izquierdas, y no de su unidad. O admitir que se trata de ‘otra’ unidad, no la que se buscó durante la mayor parte del siglo XX y que tuvo un sobrepeso ideológico, doctrinal. Y que cuando se la deseó parlamentariamente, entre diversos, fracasó en tanto proceso, como en los casos chileno (Unidad Popular, década de los setenta) o colombiano (Unión Patriótica, década de los ochenta), Y fracasó, entre otros factores, porque contenía una antipopular desviación politicista. Así que cuando se discute lo de la unidad de las izquierdas habría al menos que criticar radicalmente lo que se hizo, lo que hicimos, durante el siglo XX. Y a veces cambiar de vocablos o términos ayuda a la crítica radical. De modo que tal vez sea mejor procurar una articulación de las izquierdas más que su unidad. La factible ‘unidad’ (que inevitablemente resulta una articulación) de las luchas populares más que la unidad de las izquierdas. Y si se busca esta última, que se la acompañe con una crítica radical uno de cuyos momentos básicos es la autocrítica. Muchas gracias.
- Helio Gallardo es filósofo chileno y catedrático de la Universidad de Costa Rica.
Nota
(1) Participan también Betty Matamoros (Honduras, Bloque Popular-Frente Nacional de Resistencia), Ismael Cano Moreno (México, Movimiento Nacional para la Unidad Democrática y de izquierda)), Marcos Tello (México, Movimiento de Liberación Nacional), Pablo Zisman (Argentina, Organización Pasado y Presente). Modera María Dolores Villagómez (México, Convergencia de Organismos Civiles-Alianza Democrática de Organizaciones Civiles).
https://www.alainet.org/es/articulo/141506?language=en
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