Miguel d’Escoto Brockmann
El mensajero del amor
16/06/2010
- Opinión
"El revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor".
Ernesto Che Guevara
Este año se conmemora cincuenta años de la aprobación por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas de su Resolución Especial 1514 (XV), mejor conocida como la Magna Carta de Descolonización, la cual sirvió de renovado marco jurídico-político para facilitar y legitimar la autodeterminación e independencia de decenas de pueblos y naciones. Dicha histórica Resolución contribuyó en su momento a un cambio significativo en la composición y consecuentemente la situación de fuerzas al interior de la organización mundial, dominada hasta entonces sobre todo por el gobierno de Estados Unidos.
Ya para la década de los años setentas los pueblos y países recién independizados pasaron a integrar una nueva mayoría en la Asamblea General. Organizados en el Movimiento de Países No Alineados, encabezado por Cuba, Argelia, Yugoeslavia y la India, entre otros, retaron la estructura internacional de poder impuesta por las potencias victoriosas de la Segunda Guerra Mundial.
Consecuentemente, la Asamblea General se embarcó en esos años a favor de la producción de un nuevo orden económico y político internacional, incluyendo un régimen de regulación estricta de las actividades de las corporaciones transnacionales, las cuales representan una de las mayores amenazas a la soberanía de los pueblos. Ante la pérdida relativa del control estadounidense sobre los procesos decisionales de la Asamblea General, su embajador en la ONU Daniel Patrick Moynihan tachó demagógicamente a la nueva mayoría de tirana.
La contrarrevolución neoliberal que se desató a partir de dicha década y que arropó al planeta, comienza precisamente por el golpe militar en Chile contra el gobierno democrático de Salvador Allende Gossens, uno de los más influyentes voceros del nuevo orden poscapitalista que se promulgaba desde el Sur. Esta contrarrevolución se consolidó posteriormente con el ascenso de Ronald Reagan a la presidencia de Estados Unidos y Margaret Thatcher como primer ministro de Gran Bretaña. El gobierno de Reagan se caracterizó, entre otras cosas, por su ilegal y criminal oposición activa a la Revolución Sandinista en Nicaragua y a la Revolución de la Nueva Joya en la isla caribeña de Granada.
El derrumbe del otrora campo socialista europeo, en particular la Unión Soviética, acabó no sólo por enterrar las aspiraciones a la institución de un nuevo orden internacional, sino que fortaleció el actual orden desigual y explotador. La contrarrevolución neoliberal reimpuso la dictadura de los pocos, encabezada ahora por el alegado poder omnímodo de la hiperpotencia estadounidense. La ONU terminó por someterse a la nueva situación de poder impuesta por el nuevo orden global de los contrarrevolucionarios neoliberales.
El amor es lo que más se necesita
Precisamente esa fue la ONU a la que llegó a mediados de septiembre de 2008 el Padre Miguel d’Escoto Brockmann para asumir la presidencia de su Asamblea General. Elegido sorpresivamente en junio de ese año para desempeñar dicho cargo, a pesar de la oposición activa de Estados Unidos y del Vaticano, el excanciller sandinista (1979-1990) llegó para devolverle la esperanza a la agenda de cambio al interior de dicho organismo internacional.
En ocasión de su designación señaló: “Han elegido a un cura. Y espero que nadie se ofenda si digo que el amor es lo que más se necesita en este mundo. Y que el egoísmo es lo que nos ha metido en el atolladero terrible en el que el mundo se hunde, casi irreversiblemente, a menos que algo grande ocurra. Esto puede sonar a sermón. Bueno, así es”. Fue así que inauguró lo que él mismo calificó como “la presidencia de la franqueza”.
Ante la profunda crisis global que azotó al capitalismo a partir del 2008, el Padre d’Escoto propuso la construcción, en su lugar, de un nuevo orden mundial solidario y justo. Además, nadie como él representó la posibilidad de una ruptura que permitiese reinventar a una organización que no pocos gobernantes contemporáneos dan por obsoleta. Le dio un aire protagónico nunca antes visto a la Presidencia de la Asamblea General. Contribuyó con ello a volver a poner sobre el tapete la agenda imperativa de la construcción de un nuevo orden político y económico internacional fundamentado no en la explotación de unos seres humanos por otros sino que en el amor comprensivo y justiciero de toda la humanidad.
A pesar de un serio padecimiento auditivo que le aqueja, el Padre d’Escoto supo escuchar las innumerables voces de los oprimidos que claman por la construcción de ese otro mundo posible. Desde esta perspectiva, su acción política ha constituido un permanente acto de amor.
Puerto Rico será libre
El pasado 29 de mayo estuvo de visita en San Juan de Puerto Rico como orador principal en un acto conmemorativo del cincuentenario de la Magna Carta de Descolonización. En su discurso se lamentó de cómo cincuenta años después, “esta Resolución aun no ha surtido efecto para Puerto Rico. Pero estamos convencidos de que si todos los de la comunidad latinoamericana asumimos con el empeño y determinación que la causa de la independencia de Puerto Rico amerita, ese noble objetivo se logrará –sobre eso no debemos tener ninguna duda”.
“Nada importante se logra sin lucha y, esta lucha libertaria en particular, le incumbe a toda la comunidad latinoamericana-caribeña que, según mi punto de vista, aun no ha asumido la parte que le corresponde con la beligerancia inclaudicable que la solidaridad con Puerto Rico nos exige hoy más que nunca a todos los latinoamericanos”, afirmó el hoy Ministro asesor en Asuntos Exteriores del presidente nicaragüense Daniel Ortega.
A unos días de dicho acto tuve la oportunidad de compartir con él sobre una diversidad de temas. Comenzó hablándome del “ardor patriótico” que presenció allí y como ello daba testimonio de como el trabajo de años del “queridísimo amigo”, el líder independentista Juan Mari Brás -a quien se le dedicó el evento- “ha rendido frutos”.
Al respecto abundó: “Ha llegado el momento de que tenga que suceder lo que ha tenido hace tiempo que suceder. Estados Unidos no lo podrá evitar. Se ha disminuido su capacidad para evitarlo. Si toda la América Latina se une, como parece estar haciendo, creo que se logrará independizar esta última parte de la América Latina que está aún bajo las garras de Estados Unidos”.
“Puerto Rico será libre e independiente”, sentenció con la convicción propia de quien habla desde el corazón. En el acto de la otra noche anunció como en su propuesta para la adopción de una Nueva Carta para las Naciones Unidas, en el Capítulo I, Artículo 3, inciso (b) hace una referencia explícita a Puerto Rico para que el gobierno de Estados Unidos acate las resoluciones del Comité Especial de Descolonización sobre la Isla antillana, en particular la aprobada el 15 de junio 2009, y exhorta al gobierno de los Estados Unidos a “acelerar el proceso que permita al Pueblo de Puerto Rico ejercer plenamente su derecho inalienable a la autodeterminación y a la independencia”.
Hay que reinventar la ONU
Sobre su experiencia como Presidente de la Asamblea General, d’Escoto me confesó con la mayor candidez como al principio “no soportaba el olor a formalina en los pasillos de las Naciones Unidas”. Pudo confirmar como el Derecho Internacional “no vale mucho en las Naciones Unidas desde que a su miembro más importante, Estados Unidos, le vale un bledo el Derecho y comete genocidio como en Iraq”.
“A Estados Unidos lo único que se le ocurre es la guerra. Es algo casi patológico”, añade. Lo peor, señala, es que “los demás países miembros se lo permiten”.
Pero su denuncia vertical no se queda allí: “Naciones Unidas es una dictadura, es la verdad. Le gusta hablar de democracia pero pone todos los impedimentos posibles para democratizarse. Pero durante mi presidencia se demostró que se puede”. Ejemplo de ello fue su convocatoria a un G-192 para rehacer, desde la comunidad internacional toda, la arquitectura financiera y comercial internacional luego de la crisis financiera global del 2008. Asegura que las principales potencias capitalistas le advirtieron al Secretario General de la ONU que se abstuviera de opinar o intervenir en torno a dicha crisis. Pero, ¿cómo se iba a quedar la ONU al margen de dicha situación?
Las decisiones en las Naciones Unidas las están tomando una minoría, el llamado G-8: “Yo respeto a las minorías, pero son minorías. Pero las decisiones tienen que ser de la mayoría. Los países miembros de las Naciones Unidas están sufriendo los efectos de las decisiones de unos pocos”.
“Yo creo que Naciones Unidas es una organización indispensable, para salvar a la humanidad, para salvar a la Tierra. Pero yo tampoco creo en las Naciones Unidas como está. Tiene que ser reinventada, rescatada. Nos pertenece a todos pero ha sido secuestrada por unos pocos. Este es el momento político para la reinvención”, puntualizó.
Estados Unidos no va a cambiar solo
Señala que hubo quienes pensaron que con la nueva administración del presidente estadounidense Barack Obama las cosas cambiarían al interior de la ONU. Bajo George W. Bush, “Estados Unidos se había convertido en el país más odiado del mundo”, nos dice. Con la llegada de Obama, “se le dio oxígeno a la imagen de Estados Unidos”. Hubo una deferencia hacia él. “Pero todo esa oxigenación se disipó muy rápidamente…Se está ante un Estados Unidos nuevamente desacreditado. Eso lo vimos en Copenhagen (la Cumbre de la ONU sobre el cambio climático celebrada en diciembre de 2009)”, insiste.
“Estoy seguro que Obama es un hombre sincero pero se tiene que haber dado cuenta de que quien manda en Estados Unidos es el complejo militar-industrial”, asegura. Para éste “la guerra se ha convertido en un negocio lucrativo”.
Según el Padre d’Escoto, un ejemplo elocuente de lo anterior es el caso del golpe de estado en Honduras: “Ese golpe de estado fue gestado en Estados Unidos. Era un golpe contra el ALBA (Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América), una advertencia contra los países que estaban considerando incorporarse al ALBA para que no lo hicieran”.
Abunda: “Es el descaro de la administración de Estados Unidos, es decir, el imperio es el imperio y nada lo va a cambiar...Es un gobierno con la máscara de Obama pero es realmente un gobierno de los Clinton. Hillary (Clinton, la secretaria de Estado) tiene demasiado poder. Lo que parecía una visión nueva en el presidente-electo, no fue tan influyente. Estados Unidos no va a cambiar por su cuenta”.
“Muchos le dieron el beneficio de la duda a Obama…pero fue un exceso de generosidad. Es un error darle el beneficio de la duda a cualquier presidente de Estados Unidos, por más sincero que parezca ser, pues ellos no son los que mandan”, enfatiza d’Escoto. Para él, “el pueblo norteamericano se encargará eventualmente de que su país sea verdaderamente una democracia”.
Gracias a Dios por un Daniel Ortega
También hablamos sobre el Sandinismo, del cual ha sido uno de sus más reputados líderes desde la Revolución Sandinista de 1979.
“Gracias a Dios que Nicaragua tiene un Daniel Ortega. Fiel y leal a los principios del Sandinismo, el más firme y más responsable de que se haya mantenido el Sandinismo”, declara sin titubear al preguntársele sobre el actual gobierno Sandinista y la división que advino en el seno del Frente en la década de los noventas.
La vanidad y el ego, las agendas personales permearon muchas de las diferencias. Pero en el fondo lo que se produjo fue, según él, “un proceso de depuración natural”.
Repite con Sandino: “Sólo los obreros y los campesinos llegarán hasta el final”. Con ello acentúa que “sólo los que tengan almas de obreros y campesinos, que se identifiquen con la situación de los obreros y campesinos, llegarán hasta el fin”.
“Pretenden caricaturizar a Daniel pero él es el que más escucha, ata cabos, armoniza”, asegura. Con Ortega, “el pueblo se siente que está en la presidencia”.
De ahí que “el Sandinismo está fuerte y está creciendo más”, asevera sin ambages. Y es que como expresó d’Escoto en una ocasión anterior, Daniel Ortega, al igual que él, no le mueve el odio sino que sólo “está lleno de amor hacia Nicaragua”.
Dijo en una ocasión el teólogo brasileño Leonardo Boff que en el Padre d’Escoto el amor posee una fuerza intrínseca. Efectivamente, para d’Escoto el amor es el corazón mismo del proyecto histórico de construcción de lo común. No puede haber un ser humano nuevo ni un mundo nuevo sin su potente fuerza constitutiva.
- Carlos Rivera Lugo es Catedrático de Filosofía y Teoría del Derecho y del Estado en la Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos, en Mayagüez, Puerto Rico. Es, además, miembro de la Junta de Directores y colaborador permanente del semanario puertorriqueño “Claridad”.
https://www.alainet.org/es/articulo/142214
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