Crimen organizado global

20/06/2010
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“En política, como en religión, hay devotos que manifiestan su veneración por un santo desaparecido, convirtiendo su tumba en un santuario del crimen”:
Thomas Macaulay (1800-1859).
 
El multimillonario negocio que representa el crimen organizado y el narcotráfico en el mundo, sobre todo tratándose de los cárteles de la droga que tienen bajo su “control” la producción, trasiego y venta al mayoreo y menudeo de la cocaína y la heroína, es —al mismo tiempo— el síndrome mayor del grado de descomposición que ha alcanzado el sistema del capitalismo imperialista en esta su fase perversa de la globalización neoliberal.
 
Es decir, que los negocios ilícitos que representan el tráfico de las drogas, la venta “ilegal” de armas de fuego, los productos falsificados, los recursos naturales robados, el tráfico de personas por sexo o para el trabajo forzado, la piratería y los delitos informáticos (según la clasificación de la ONU), cuyos dividendos se incorporan ilegalmente al mercado de capitales y acaban mezclándose con el dinero “legal” de las finanzas internacionales, constituyen un motor importantísimo del mismo proceso destructor globalizador actual.
 
Y por su misma naturaleza es un mal “necesario”, intolerado-permitido a la vez, para los principales países participantes y donde los Estados sólo ven pasar por sus venas los circuitos del negocio —los cárteles que sirven a los mismos fines y/o bien luchan entre sí o pactan en aras del mismo—, sin atreverse a irrumpir de fondo (Estados y gobiernos) y en serio tanto los orígenes como los propios fines de tamaña actividad corporativa y trasnacional tan velozmente lucrativa.
 
Esto es, que en el fondo, por mucho que se condene al funcionamiento de los cárteles de las drogas, está claro que a los “ganadores” no les conviene que el negocio desaparezca. Todo lo contrario. Y entre dichos vencedores están, precisamente, los grandes magnates de las finanzas internacionales quienes directa o indirectamente son los receptores/depositarios —un secreto a voces— finales de los recursos (el lavado en todas sus formas imaginables; como el dinero que se “bendice” y sale “purificado” en las iglesias) vía el sistema bancario mundial.
 
¿O acaso Estados Unidos ignora que Afganistán es el principal productor de heroína, cuando el Pentágono está presente y controla (desde la invasión en 2001 a la fecha) el territorio de aquél país centroasiático? ¿Será que a los países desarrollados no les convienen los ingresos en sus circuitos financieros globales, de esos montos millonarios procedentes de la ilícita actividad, cuando precisamente una de las características del capitalismo imperialista radica en la incorporación a su seno de todo tipo de diligencias altamente lucrativas? Eso no es de ahora. Recuérdese, por ejemplo, la Primera Guerra del Opio promovida por la reina Victoria I de Inglaterra contra China entre 1839-1842, que al imperio inglés le deparó grandes dividendos como parte de las acciones del proceso que Marx dio en llamar la acumulación originaria del capital (europeo).
 
Entre otras, estas son algunas reflexiones que se derivan del reporte que presentó el día 17 en Nueva York, Antonio María Costa, el director ejecutivo de la Oficina de la ONU contra las drogas y el delito (UNDOC), con sede en Viena, en el informe La globalización del delito: evaluación de la amenaza del crimen organizado trasnacional. Y fue recogido por la prensa un día después.
 
De entrada, el estudio tiene por lo menos dos novedades, digamos, que pueden resumirse en lo siguiente. 1) Que el crimen organizado se ha extendido y convertido en una amenaza global —¿apenas se percatan de ello?—. 2) La mayor parte de las ganancias de las drogas se quedan “en Estados Unidos, Canadá y Europa”; es decir, en los países desarrollados, en el ombligo de las finanzas internacionales. Lo que significa simple y llanamente que, así como se presenta actualmente el negocio del crimen organizado, además de ser global es a conveniencia de los países desarrollados, no obstante ellos representan la principal demanda en el mercado.
 
Es decir, que si el fenómeno de las drogas, con todo y el peligro creciente que implica para la vida —así sea por el impacto directo a la mente del adicto, o porque el trasiego mismo de las rutas entre los cárteles deriva cada vez en mayor violencia—, en tanto siga redituando no será atendido con seriedad. Al menos no lo suficiente, salvo para que no salga de control y ande por sus fueros. Es de forma lo que es de fondo; viceversa. Y ni gobiernos ni banqueros pueden hacerse los occisos, menos en los países desarrollados altamente involucrados.
 
Así, lo dijo María Costa, que la mayor parte de las ganancias por la venta de la droga en el mundo, que en el caso de la cocaína representa el 70 por ciento de los 72 mil millones de dólares traficados al año, se quedan en Estados Unidos, Canadá y Europa. Al igual que la heroína, donde sólo el 5 por ciento de los 55 mil millones de dólares de ganancia del tráfico en el mundo se queda en manos de los traficantes, insurgentes y agricultores afganos.
 
No obstante, considera el funcionario de la UNDOC, el crimen organizado representa una seria amenaza para la soberanía de las naciones y la estabilidad global, por los niveles macroeconómicos alcanzados, recomienda tanto un cambio en el enfoque como una lucha más efectiva contra las bandas criminales, para pasar de atacar a sus mercados a través de medidas más fuertes, combatir la corrupción y el lavado de dinero, así como emprender acciones coordinadas para atacar más eficientemente sus ganancias.
 
Aparte que, “arrestar a algunos traficantes puede desviar los flujos, pero no los cierra. A fin de combatir efectivamente el crimen organizado, debemos cambiar el foco de la interrupción de las mafias a la interrupción de sus mercados”, dijo Costa. Igualmente recomienda ir tras los cómplices del negocio, “como el ejército de criminales de cuello blanco (abogados, contadores, corredores de bienes raíces y banqueros) que brindan cobertura y limpian los procesos espurios”.
 
En la otra cara del crimen organizado está el ingreso por 6 mil 600 millones de dólares para los traficantes que introducen entre 2.5 y 3 millones de inmigrantes ilegales de México y Latinoamérica a Estados Unidos. Los 3 mil millones de dólares para los traficantes que explotan el sexo de unas 140 mil víctimas en Europa. El mercado ilícito de armas de fuego que representa, entre 170 y 320 millones de dólares al año, equivalente al 20-30 por ciento del mercado legal. Más el número de ataques de piratas que pasó de 111 en 2008 a 217 en 2009 en el Cuerno de África. La legalidad de lo ilegal de un negocio millonario, y trasnacional global.
 
https://www.alainet.org/es/articulo/142254
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