El autoengaño y la economía

17/08/2010
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Algunos de los libros de autoayuda disponibles en las librerías brasileras, son: “Quien piensa enriquece”; “10 respuestas que cambiarán su vida”; “Mentes brillantes, mentes entrenadas”; “Como hacer que tus dioses trabajen para ti”.
 
Todos esos títulos, y otros más, clasificados de autoayuda, tienen el objetivo de dar coraje a las personas y llevarlas a creer que pueden cumplir sus objetivos, que éstas son capaces y que, tarde o temprano, vencerán en un mundo cada vez más marcado por la dinámica de la competencia y del “sálvese quien pueda”.
 
Datos de la Cámara Brasileña de Libros, confirmados por las listas de libros más vendidos en periódicos y revistas de gran circulación nacional, muestran, en los últimos años, un crecimiento exponencial de este tipo de literatura en el Brasil, lo que indica, ciertamente, que cada vez más, las personas persiguen sus objetivos ayudados por elementos motivacionales. La lista de esos libros, reiteramos, es extensa y sus autores tienen estatus de popstar. De esta forma, nos permite realizar algunas consideraciones pertinentes, una vez que la palabra clave, en este tipo de literatura es la motivación.
 
El termino motivación deriva del latín movere, que significa mover, perseguir objetivos. Es más o menos eso que los libros citados anteriormente pretenden provocar: tocar los ánimos internos de tal manera que puedan viabilizar o, por lo menos, estimular la intención de conducir a cada uno al objetivo final: conseguir los resultados esperados.
 
Al valerse de este tipo específico de literatura, buscando ayuda externa para animar, nos preguntamos: ¿eso sería autoayuda o autoengaño?
 
El biólogo Robert Trivers, considerado el principal exponente de la Psicología Evolutiva, defiende que los humanos evolucionamos para creer en mentiras que nos hagan sentir mejores y que justifiquen, por eso, nuestras actitudes.
 
Dentro de este raciocinio, el economista brasileño Eduardo Giannetti da Fonseca escribió una obra con el título provocante de “Autoengaño”.
 
En su libro, Giannetti discute la hipótesis de que los humanos estamos seriamente engañados sobre nosotros mismos y sobre credos, pasiones y valores que nos gobiernan. Estaríamos, en su opinión, en una especie de completo autoengaño – muchas veces, sin darnos cuenta de eso. Ese autoengaño seria, por eso, más completo y perfecto, cuanto menos sea un acto planificado o voluntario, ahí reside la necesidad de tener elementos internos y externos para poder contribuir para la obtención de resultados.
 
De esta forma, la autoayuda seria el proceso por el cual los seres humanos se predisponen (en realidad, se auto engañan) a recibir estímulos internos y externos para conseguir cumplir sus objetivos predeterminados. Aparentemente, habría un complot establecido por nosotros mismos que muchas veces seria ayudado por elementos externos (es en este punto que la literatura de autoayuda se encaja y consigue  éxito, explotando una parte de nuestro comportamiento, ya que se percibe una cierta debilidad en nuestras actitudes comportamentales) buscando resultados esperados.
 
Aunque sean temporarios (y en la mayoría de veces lo son), estos resultados causarían sensaciones de bienestar compartido. Por eso, la motivación (el moverse, aunque sea de forma individual) seria una actitud oportunista del ser humano cuyo resultado es absorbido como una sensación de vida mejor – una especie de realización hedonista preconizada por los clásicos griegos de la filosofía.
 
Sobre eso, es oportuno recordar que en siglo XIX, el economista y filósofo moral escocés Adam Smith (1723-1790) escribió: “Teoría de los Sentimientos Morales”, por cierto, su primero libro publicado en 1759, en el decía que “los seres humanos son entes racionales que siempre persiguen su autointerés. Pero, así mismo, siguiendo ese interés propio, la racionalidad humana, si poseer libertad para ser expresada y practicada, llevaría el progreso a la sociedad”.
 
Según Smith, el mercader o comerciante, por ejemplo, motivado apenas por su interés egoísta (self-interest), es llevado por una mano invisible a promover algo que nunca hizo parte de su interés: el bienestar de la sociedad.
 
Interpretando el punto de vista de Smith es perfectamente posible obtener equilibrio económico siendo egoísta y autoengañandose. En esa circunstancia no reside ningún conflicto, en nuestro entendimiento. Dentro de esa misma óptica, el economista canadiense, John Kenneth Galbraith (1908-2006) afirma que “los seres humanos, en contraste con las máquinas, evalúan sus propias posiciones en relación al valor de otras y pasan a aceptar los objetivos de los otros como si fueran suyos,  o sea, un autoengaño colectivo con beneficio común”.
 
Es importante reiterar, por otro lado, que la teoría económica también muestra (y no esconde) las limitaciones del ser humano. William Stanley Jevons (1835-1882), economista que se especializó en estudiar filosofía moral, menciona esta temática cuando trata de dos tipos de sentimientos específicos: placer y sufrimiento. Estas se comportarían como variables opuestas que deben ser sumadas para obtener una especie de saldo del bienestar. Una vez más, tenemos aquí la connotación de que la teoría económica hace uso de sus conceptos filosóficos para consolidar sus argumentos. Dolor y placer serian dos sensaciones que el hombre, del pasado y de los tiempos modernos está y estará siempre expuesto. Para alcanzar la felicidad se necesita, grosso modo, evitar la primera y realizarse plenamente en la segunda. No es por acaso, los escritos de los economistas utilitaristas, dentro de ellos destacamos Jeremy Benthan (1748-1832) y John Stuart Mill (1806-1873), los cuales refuerzan esos principios.
 
Retomando el pensamiento de Jevons, tenemos que, el hombre nunca está feliz, pero siempre está para ser feliz, y es por ese desafío que es llevado a, frecuentemente, adoptar una serie de decisiones o caminos dentro de un contexto de pura racionalidad limitada (pocas informaciones, políticas tendenciosas, etc.).
 
En ese panorama, el proceso de decisiones, al que Jevons se refiere, sería el objetivo de análisis más considerable del universo de la ciencia económica, aunque exista mucha discordancia sobre eso.
 
Pero, todo depende, en términos económicos, de las buenas decisiones, es lo que afirma el economista liberal francés Guy Sorman. Esas decisiones, realizadas por nosotros, llevan consigo el postulado defendido por la escuela austriaca de economía, también de cuño liberal, que dice: es la acción humana que apunta para la capacidad de hacer prosperar la economía.
 
De esta forma, entendemos que la acción humana es movida por las ideas que nos llevan, a las finales, a las decisiones. Reiteramos, todavía, el cuidado para no confundir ideas con capital humano. Las ideas existen en función del capital humano. Aunque, ellas solamente, aisladas y no llevadas a cabo, no sirven para nada. Lo que nos hace avanzar son nuestras acciones. Leonardo Boff, teólogo brasilero, al respecto dice: “ideas buenas podemos tenerlas, pero lo que de hecho mueve el mundo son nuestras acciones”. Reside ahí el hecho de defender la inclusión de las personas en el conjunto de operaciones de la economía. Si de hecho, actuamos para maximizar nuestras ventajas materiales, nada más justo que incluir y combinar acciones con la participación de cada uno. Edmund Phelps, otro nombre consagrado de la teoría económica contemporánea reitera que “la buena economía es la que satisface la aspiración de una buena vida”. Eso es, en esencia, lo que todos buscan al frecuentar el tipo de literatura mencionada al inicio de este artículo; aunque sea el más completo autoengaño.
 
Finalmente, hay algo que requiere ser dicho: esa situación deja al ser humano en situación vulnerable y, muchas veces, viciado de estímulos internos y externos. Ese contexto es aprovechado comercialmente por la práctica de la autoayuda que cumple un papel similar que el de la religión. En este caso, lo hace ofreciendo una especie de salvación necesaria para minimizar impactos negativos de decisiones (acciones) erradas o para contribuir con la obtención de resultados (objetivos) propuestas. En este caso, estamos convencidos que la autoayuda seria, en realidad, un completo autoengaño.
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Hugo Eduardo Meza Pinto
Economista peruano/brasilero, Doctor por la Universidad de São Paulo (USP). Es Director General de las Facultades Integradas Santa Cruz de Curitiba (Brasil). Meza@santacruz.br
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Marcus Eduardo de Oliveira
Economista brasilero, especialista en Política Internacional e magister por la Universidad de São Paulo (USP). Es profesor de Economía de las instituciones de enseño superior FAC-FITO e de UNIFIEO, ambas de São Paulo (Brasil).
https://www.alainet.org/es/articulo/143433
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