El derecho a la tierra y la lucha por territorios libres de transnacionales

14/08/2010
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  • Opinión
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    El modelo de producción agrícola-exportadora a gran escala, instalado en las últimas décadas en América Latina, ha llenado los campos del continente de monocultivos y plantaciones transgénicas, provocando la devastación de la biodiversidad y la destrucción de las tierras campesinas e indígenas. Los daños a la tierra y al territorio latinoamericano, fueron analizados en este IV Foro Social América, en la voz de campesinos y campesinas víctimas de éste modelo de producción agrícola.
    
    La resistencia frente a los monocultivos
    
    Los monocultivos – producción a gran escala de una sola especie foránea, plantada para la exportación- invaden las tierras de las y los campesinos y de comunidades indígenas con nefastas consecuencias como la reducción de la tierra destinada al cultivo familiar y la expulsión de sus habitantes hacia la ciudad.
    
    Costa Rica, país de Centroamérica, vive una catástrofe ambiental y rural por la producción masiva de la piña, la que es producida para el mercado internacional, principalmente europeo. Las tierras cultivadas con piñas al año 2009 en Costa Rica, eran cerca 42 mil hectáreas, constituyendo la cuarta exportación más importante en el país y con mayor expansión. Así lo indica Gustavo Oreamuno de la organización costarricense “Ditso” (Semilla), quien explica que la producción masiva de “piña es el monocultivo con mayor extensión ya que en los últimos 20 años los cultivos han aumentado en un 7600%, cultivos que tienen grandes costos para las comunidades y muchas ganancias para las empresas transnacionales”.
    
    Tal como lo explica el representante de Costa Rica, los efectos de las plantaciones de monocultivos de piña y su expansión, genera que el territorio campesino e indígena se vaya restringiendo, ya que las empresas exportadoras concentran la tierra para sus productos. Sin embargo, la experiencia de esas comunidades, muestra que la organización social se transforma en el modo de resistir frente a los monocultivos. “Ha nacido la necesidad de organizarse en los barrios y en las comunidades, para presionar y exigir el fin de despojos de tierras campesinas para cultivos de Piña, denunciando el accionar de las empresas transnacionales y reivindicando el derechos de la soberanía alimentaria de los pueblos”, comenta Gustavo.
    
    Lucha de las mujeres por la tierra
    
    Los procesos políticos progresistas que América Latina está teniendo, también ha tenido efectos en la concentración de los territorios. Tal es el caso de Bolivia, país que con la llegada de Evo Morales al poder, lucha por terminar con una de las principales inequidades: la distribución de la tierra. La situación de las tierras hasta antes de la llegada del presidente Morales, estaba concentrada en las manos de los terratenientes, quienes podían tener hasta 500 mil hectáreas. Así lo señala Leonilda Zunita, dirigenta de la organización boliviana “Bartolina Sisa”, movimiento de mujeres que ha dado una gran lucha en la recuperación de tierra para las mujeres.
    
    “Con la llegada de Evo en el 2006 generamos una revolución agraria, no una reforma. Las mujeres nunca habíamos tenido tierras ya que estaban en propiedad de los hombres, entonces nosotras nos organizamos y hoy los títulos son a nombre de mujeres y hombres, lo que es un gran triunfo para nuestra organización”, explica la dirigenta de las Bartolina Sisa.
    
    Si bien las tierras a las cuales pueden acceder las mujeres son entre 5 y 10 hectáreas, los asambleístas y el Estado Plurinacional redujeron el máximo de tierras que puede concentrar un privado, siendo el tope 5.000 hectáreas. “Antes habían latifundista que llegaban a ser dueños de hasta la mitad de un departamento, y ahora todas y todos, tenemos acceso a esas tierras”, señala Leonilda.
    
    Desconcentrar la tierra, fuera transnacionales
    
    Esta lucha que las mujeres han llevado para ejercer el derecho a la tierra, se ha replicado en otros países del continente como es el caso de El Salvador, país en que el 2% de la población concentra el 57% de la tierra cultivable, estando excluidos los pueblos originarios y las mujeres. 
    
    Tal como lo explica Wendy Cruz, de Vía Campesina Centroamérica, ésta situación de concentración y falta de tierras cultivables, ha generado una lucha de las mujeres campesinas, quienes organizadas reclaman el derecho a tener tierras para vivir y generar alimentos. “La tierra es un derecho humano y desde Vía Campesina trabajamos para concientizar cada vez más a las comunidades sobre ésto, sin embargo, en otros países las luchas de las mujeres campesinas ya hay triunfos como lo es el anteproyecto de ley en Nicaragua, para que doten de tierra a las mujeres”, señala Wendy.
    
    Sin embargo, las comunidades indígenas y campesinas reconocen que tierra y territorios son elementos conjuntos, ya que no se pueden disociar uno de otro, y ambos han sido defendidos históricamente por culturas indígenas como la Maya. “Nuestros antepasados defendieron el territorio de los españoles y ahora nosotros la defendemos de las más de 320 solicitudes de exploración de las empresas mineras y de otros proyectos de éste tipo” explica Daniel Pascual, del Comité de Unidad Campesina de Guatemala.
    
    Actualmente en Guatemala, la minería no es lo único que amenaza las tierras, ya que también existe los monocultivos de caña de azúcar y palma para producir agro combustibles, los que abarcan gran cantidad de superficie. “En Guatemala, llevamos una lucha frontal contra las transnacionales, donde las comunidades resisten a través de consultas participativas, donde se pregunta si quieren o no mineras en sus territorios. En la última consulta, participó cerca de un millón de personas, quienes les dijeron “no” a las transnacionales”, señala Daniel Pascual.
    
    Así, el trabajo de las organizaciones campesinas que luchan por mantener las tierras libres de los monocultivos y de los proyectos de las empresas transnacionales, insisten en que el principal factor para iniciar esa resistencia es la toma de conciencia, por parte de las comunidades, de que la madre tierra no tiene dueño ni precio, ya que los únicos poseedores de la tierra son quienes la respetan, cuidan y protegen de los intereses privados.
 
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Rocío Alorda Zelada/ Minga Informativa/ MMM
https://www.alainet.org/es/articulo/143616
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