Antes de que suceda

06/10/2010
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El optimismo es el recurso del desaliento, muchas personas tienen esa enorme capacidad de transformar las crisis en oportunidades, de ver siempre por la rendijita donde se asoma la luz en medio de la oscuridad, de brindar palabras de confianza y de fe, de sacar fuerzas de flaqueza y de contagiar la esperanza y la convicción de que las cosas las podemos cambiar.
 
Organizaciones de mujeres, que trabajan en el combate de la violencia en todas sus manifestaciones, impulsan propuestas que buscan la erradicación de esa violación aterradora de derechos humanos, que se ha visto con naturalidad por décadas. Un mensaje muy alentador abrió la reunión que recientemente convocó a entidades de la región Mesoamericana para compartir experiencias y propuestas. Siempre hay una luz de esperanza, dijo la representanta de Católicas por el Derecho a Decidir.
 
El femicidio es la forma más extrema de la violencia contra la mujer. Al terminar con su vida, se acaba también con la felicidad y tranquilidad de su hogar. La inquina y la saña que manifiestan sus cuerpos torturados, violados y desmembrados por sus verdugos es una muestra de lo irracional de una parte de la sociedad y comprueba la urgente necesidad de la intervención del Estado para frenar el desgarramiento del tejido social.
 
En la reunión, en la que participaron organizaciones de Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y México, apoyada por el Fondo de Población de Naciones Unidas en Guatemala, se constató que, pese a que los Estados han adoptado medidas de protección y prevención de esos delitos y promulgado leyes para garantizar la seguridad de la población femenina, los hechos violatorios continúan en aumento.
 
El 70% de las mujeres que son asesinadas a nivel mundial han sido víctimas de sus propias parejas. Pese a que los países han legislado sobre ese tipo de crímenes y desarrollado políticas de prevención, los números aún son elevados y la impunidad prevalece. En muchas ocasiones, las medidas de protección no son efectivas, lo que, combinado con el desinterés de los operadores de justicia y la debilidad del Estado en su conjunto, da como resultado la impunidad de esas muertes.
 
Uno de los principales problemas en la región es que las medidas se otorgan en función del agresor; los jueces se basan en las características que presentan los violentadores y usualmente se interesan solo en conocer las historias de ellos, no informan a la Policía sobre las medidas de protección posibles para las víctimas y son ellas quienes deben acudir a las comisarías, señaló Carmen López, una de las asistentes al evento.
 
Aunque hay que reconocer los avances, también deben mencionarse las limitantes. Un aspecto que se valora en nuestro medio es el adelanto en relación con la legislación, por lo que estas convocatorias urgentes para la efectividad de las medidas buscan llamar la atención a un problema que no es de las mujeres, sino de todo el conglomerado.
 
Matar a una mujer es asesinar a su descendencia, eliminar la confianza, diseminar el desasosiego, sembrar mal ejemplo y cimentar la vulnerabilidad de todas las mujeres. No importa si es en el ámbito privado o en el público; el resultado es el mismo: el fin de la existencia. Hay que hacer efectivas las órdenes de protección, emular las buenas prácticas, afinar los mecanismos, actuar con celeridad, lanzar alertas y garantizar la seguridad de las amenazadas, antes de que sea tarde.
 
-          Ileana Alamilla, periodista guatemalteca, es directora de la Agencia CERIGUA. http://cerigua.info/portal/
 
https://www.alainet.org/es/articulo/144647
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