La misoginia y sus expresiones a través de dos mil años de historia
26/10/2010
- Opinión
Las relaciones entre hombres y mujeres nunca han sido perfectas. En una obra tan pertinente como entretenida, el escritor y editor Miguel-Ángel de Rus recorre más de dos mil años de ideas preconcebidas sobre la mujer y trata de dar un significado a las expresiones de misoginia. “Perlas del pensamiento misógino” (Ediciones Irreverentes) analiza la influencia de ciertas instituciones, la imposición de algunos valores y las declaraciones de muchos intelectuales prestigiosos para entender el motivo de un sentimiento tan extremo. Cabe destacar que la obra indaga en las nuevas expresiones de misoginia y anticipa el surgimiento de otras quizás más sutiles pero similares en su contenido.
Miguel-Ángel de Rus
¿Un odio tenaz, una frustración puntual o un amor desproporcionado?
En términos de la Real Academia de la Lengua Española, la misoginia es un sentimiento de “aversión u odio a las mujeres” y, sin embargo, se ha visto en muchas ocasiones relacionado con otros términos que también ocupan mucho espacio en la actualidad como el machismo o el sexismo. En un sentido general, Miguel-Ángel de Rus sostiene que la misoginia puede considerarse como un rechazo hacia todo los símbolos feministas y subraya que las expresiones de ese rechazo han ido variando a lo largo de la historia, con la transformación de las civilizaciones y de sus valores. Los factores culturales y sociales son, según el autor, elementos inevitables para entender por qué ciertos actos son misóginos en algunas épocas y no en otras.
Libros como “Las mujeres, que leen, son peligrosas” de Stefan Bollman o frases como “la mujer es un animal inepto y loco, pero resulta agradable y gracioso” de Erasmo Rotterdam (siglo XV) apuntan a un notable recelo hacia la mujer o expresiones de superioridad que hoy ya no son políticamente correctas. También declaraciones procaces de autores como Bukowski, Camilo José cela o Francisco Umbral, que retratan a la mujer como un objeto sexual, pueden tacharse de misóginas aunque, quizás, por motivos distintos. Mientras algunos de los intelectuales mencionados en el libro profesan un odio abierto a la mujer (son una minoría), De Rus explica que gran parte de las declaraciones misóginas se deben a un humor malentendido, a una frustración descontrolada o, simplemente, a un contexto histórico distinto.
Por otro lado, llama la atención que muchas de las expresiones misóginas que aparecen en el libro provengan nada más ni nada menos que de mujeres. Según la escritora española Anna Caballé, muchas mujeres han confiado y siguen confiando más en la masculinidad que en los símbolos feministas.
El resultado de manipulaciones religiosas y de luchas de clases
Explorando los motivos de la misoginia, Miguel-Ángel de Rus señala inevitablemente a la religión como un factor importante de odio y de sumisión. “Me temo que es un hecho clave para explicar la fuerza de la misoginia en un país como España, donde el catolicismo ha tenido un peso enorme en todas las órdenes de la vida”, explica el autor. Así pues, la misoginia en la edad media se traducía con la imposibilidad para las mujeres de acceder a puestos de enseñanza y muchas otras profesiones. El autor destaca también una demonización de la mujer para distanciarla de los puestos de responsabilidad de la iglesia y mantener así el principio de castidad de los sacerdotes. Para ilustrar este argumento, el autor cita a Anna Caballé: “Digámoslo sin rodeos, por más que duela: la mujer ha sido a lo largo de la historia la principal enemiga de la Iglesia Católica, pues ambas se han disputado el varón como realización de su destino”.
A partir del siglo XVIII, el reconocimiento de ciertas libertades relacionadas con la iluminación de algunas sociedades europeas permite una emancipación femenina que también provocará cambios en las relaciones entre hombre-mujer. Como puede apreciarse en la obra “Las amistades peligrosas” de Choderlos de Laclos, la mujer pasa a ser un objeto de deseo “en una sociedad en la que se imponen los grandes escotes y la relajación de costumbres”. De la misma forma, las infidelidades de mujeres como Mandame Bovary, Anna Karenina o la Regenta se multiplican en la literatura. Estos nuevos valores introducen nuevas expresiones de misoginia. Muchas de ellas tienen que ver con la infidelidad, la castidad o los celos. Aunque su obra se haya centrado en luchar contra el fanatismo y la intolerancia, Voltaire llegó a decir en su obra Crítica de la escuela de las mujeres: “Las mujeres son más castas de sus orejas que del resto del cuerpo”.
Otras expresiones de misoginia y nuevas tendencias
Con el cambio de valores y la noción de igualdad, las expresiones de misoginia han ido matizándose hasta adoptar unas formas muy indirectas. Miguel-Ángel de Rus considera que el hecho de crear a la mujer perfecta en una obra artística también puede leerse como un acto de rechazo ya que subraya la imperfección de las mujeres de hoy. Un ejemplo es la película “Casanova” de Fellini en la que un hombre, obsesionado por un mundo de seres incorrectos, vulgares, violentos, se adueña de una muñeca y la transforma en su mujer: la única mujer capaz de recibir sus confidencias y su amor. También en la obra “El señor de Cheshire” de Antonio Gómez Rufo se retrata a un personaje deseoso de aliviar sus impulsos con una muñeca de cabellos largos y caderas anchas construida a su medida.
Más allá de las referencias literarias, el escritor español señala también algunas conductas que podrían tildarse de misoginia o machismo. “Algunos nuevos hombres crean sus propios contubernios allá donde las mujeres no quieren ir, generalmente alrededor de una televisión en la que se proyecte fútbol, o de una mesa de póquer, con copas o cerveza. ¡Es una forma de huir de la mujer!”, sostiene el autor. También la lucha agresiva contra el aborto puede interpretarse como una expresión misógina ya que niega el derecho a la mujer de tener el control sobre su propia vida y su propio cuerpo.
Como bien lo demuestran estas líneas, el ensayo de Miguel-Ángel De Rus representa una lectura actual y llena de elementos para la reflexión. Una obra que también ofrece una perspectiva interesante sobre la evolución de las sociedades y sus modos de pensamiento porque, como bien lo explica el autor: “Los humanos no somos ni mejores ni peores que nuestros antepasados”.
https://www.alainet.org/es/articulo/145096
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