Programa para el sostenimiento económico del Sistema Financiero

12/11/2010
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La nueva casilla de la declaración de la renta
 
Los bancos, los mercados, el sistema financiero, que tanto da, son como esos malos empleados, a los que se les muere la misma abuela dos veces en un mes. Siempre están dando malas noticias, que no se encuentran bien de salud, que si las provisiones, que tal vez pronto suceda lo peor si no se les ayuda una vez más...
 
Cuando tienen pérdidas el altavoz mediático se queda ronco de repetirlas, cosa que no sucede con ningún otro sector de actividad privada. Y cuando tienen beneficios, la noticia es que son menores que los del año anterior, de modo que el enfoque siempre es negativo, y ese es precisamente el mensaje que se quiere vender al público, asocian “bancos” con “malos resultados” y una vez colocada esta imagen en el subconsciente colectivo, sacan el concepto “ayuda”, con su término preferido “rescate”, aunque Robin Hood lo llamaría de otra manera. Una vez colocado este tercer concepto, la receta está completa, la comida está servida, plato único: nuestro dinero público. De postre, el monstruo del sistema financiero regurgita la calderilla que nos presta a un inmódico precio, o ni siquiera lo presta, ¿para qué, si eso apenas es negocio?
 
Al parecer no era suficiente para el insaciable monstruo, que un trabajador medio dedicara gran parte de su jornada laboral a sudar para hacer frente a los intereses de los préstamos, además también era necesario quedarse con el dinero que un trabajador consigue el tiempo de su jornada laboral que pasa sudando para pagar sus impuestos, esto es, el tiempo de su jornada laboral que pasa haciendo el tonto. Poco falta ya para que nos encontremos en el buzón de casa con un certificado de esclavo junto con la factura de las cadenas.
 
Teniendo todo ello en cuenta, sería bueno que el trabajador tuviera, por lo menos, derecho a exigir explicaciones a Hacienda sobre la finalidad a la que destina nuestro dinero, más aún cuando se trata de acceder a un chantaje financiero como el de la banca. Cuando menos, deberían darnos la opción de marcar una casilla en la declaración de la renta, en la que decidamos si nuestro 0,7 se destina a obra social, a la iglesia o a los bancos.
 
Pero, la banca no parece ser la única beneficiaria de tan laxa legislación, que permite desviar cantidades ingentes de fondos públicos para fines e intereses privados. Además de estos “ladrones de guante banco”, hay más. La patronal de concesionarias de autopistas, Aseta, estima en unos 800 millones de euros la inyección de capital que necesita un grupo de estas sociedades para evitar el riesgo de quiebra. El chantaje está servido: “si no me das el dinero tengo un montón de parados potenciales y no dudaré en usarlos, así que tú verás. Y no me hagas esperar que estoy muy loco”.
 
Parece que el único negocio boyante en estos tiempos de crisis es el chantaje. Algo que tiene en común esta época con la de las vacas gordas. Me voy a plantear muy seriamente la idea de contratar a mil parados y, al cabo de un mes, amenazo con declararme en quiebra y Hacienda verá, o me inyecta capital o nadie saldrá con trabajo de aquí.
 
Me parece procedente y prudente, establecer una medida preventiva contra este tipo de abusos. En el momento de la creación de una empresa privada, cualquiera que sea su forma jurídica, se debe poner a la firma del solicitante un compromiso de rescate recíproco, que vendría a dar derecho al estado a nacionalizar los excesos de beneficios de la empresa, en caso de que esta haya optado por la posibilidad, en sentido contrario, de acogerse al tan solicitado y barato “rescate” administrativo. Y no hay que quedarse ahí, este compromiso de rescate recíproco deberían firmarlo todas las sociedades en activo, especialmente las susceptibles de caer tarde o temprano en la artimaña del “rescate”.
 
Rescatando personas físicas
 
En cambio, cuando el sujeto a rescatar no es una persona jurídica, sino una persona física, y quien dice una, dice 1.200.000, la cosa del rescate no parece urgente. “Hasta 1,2 millones de niños podrían morir por los efectos de la crisis.” Estoy seguro de que esta noticia no ha hecho saltar ninguna alarma en ningún despacho del entramado terrorista de Al-Qaeda de Wall Street, pero también estoy seguro de que si en lugar de “niños”, la noticia hablara de “bancos”, ahora estaríamos todos boca abajo, cogidos por los tobillos por nuestros respectivos y despectivos estados para sacarnos hasta la calderilla y juntar un montón que ofrecer a los insaciables dioses de los mercados. Pero parece claro que al sistema capitalista le sale más caro tener a un parado (o a un niño) vivo que a uno muerto, por lo que no creo que el sistema mueva ni un solo dedo para “rescatar” a estas víctimas suyas y de su crisis.
 
Incluso Madoff, cuando el delito y los medios le individualizaron sacándole del anonimato encubridor, fue fagocitado por el capitalismo y elevado a los altares por los medios de comunicación como el único estafador del siglo, muerto el mito, subastados sus efectos personales.
 
Escondido bajo esa gruesa capa de anonimato, que garantiza la disolución de la culpa, el capitalismo ha convertido en una cárcel todo lo que está fuera de las vallas que lo protegen. Desde el interior de esas vallas, el capitalista, ya desde una mansión, ya desde un despacho “anónimo” de Wall Street, se puede permitir cometer todo tipo de atentados contra los reclusos de este mundo, sin que el peso de la justicia recaiga más que sobre los propios reclusos.
 
Puede que solo sean impresiones mías, pero creo que el capitalismo ha sabido hacer del delito ley y de la corrupción virtud.
 
 
 
https://www.alainet.org/es/articulo/145464?language=en
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