Los años que conmovieron al mundo
01/12/2010
- Opinión
El mundo, en la primera década del siglo XXI, ha sido testigo de acontecimientos dramáticos. La agenda de seguridad internacional, súbitamente se orientó a la lucha contra el terrorismo tras los dramáticos sucesos del 11 de septiembre de 2001. Pero también otros flagelos pusieron en evidencia las consecuencias del cambio climático con fenómenos naturales más recurrentes y severos, como el huracán Katrina. Con presupuestos militares en ascenso, pareciera que la tan deseada relación entre el desarme y el desarrollo, seguirá siendo un anhelo, toda vez que los recursos necesarios para cumplir con los objetivos de desarrollo del milenio (ODM) escasean. Ha sido una década con dos grandes conflictos armados, uno en Afganistán, como parte de la lucha contra el terrorismo, y el otro en Irak, sin razones que justificaran la invasión de ese país, pero que al final produjo un cambio de régimen, generando vacíos de poder, tanto en ese Estado como en la región. A continuación, un breve recorrido sobre cada uno de los diez años que conmovieron al mundo.
Los objetivos de desarrollo del milenio
El año 2000 marca la culminación de un largo debate desarrollado en la década precedente tras el fin de la Guerra Fría, en aras de identificar las principales prioridades internacionales. Una vez que se desvaneció la confrontación Este-Oeste dominada por el militarismo, la brecha entre el Norte y el Sur se tornó más evidente. Así, la década de los 90 se caracterizó por un énfasis en los temas del desarrollo, como quedó de manifiesto en las diversas cumbres internacionales efectuadas al amparo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) entre las que figuraron: la Cumbre Mundial de la Infancia (1990); la Cumbre de Río sobre Medio Ambiente y Desarrollo (1992); la Cumbre Internacional sobre Población y Desarrollo (1994); la Cumbre sobre Desarrollo Social (1995); la cuarta Cumbre Internacional sobre la Mujer (1995); y la Cumbre sobre Asentamientos Humanos (1996), por citar sólo algunas.
Por lo tanto la ONU, recogiendo las inquietudes externadas en esos foros, convocó a la Cumbre del Milenio, efectuada del 6 al 8 de septiembre del 2000, misma que reunió a representantes de 189 países, quienes acordaron suscribir la Declaración del milenio en la que quedaron asentados los objetivos de desarrollo del milenio, los cuales, se espera cumplir satisfactoriamente en el año 2015. Los ODM son ocho metas que plantean mitigar desafíos especialmente en países en desarrollo en materia de pobreza extrema y hambre; educación primaria; igualdad de género; moralidad infantil; VIH/SIDA, paludismo y otros enfermedades; sustentabilidad ambiental; y la concreción de una asociación mundial para el desarrollo con vistas a reunir los recursos materiales necesarios para hacer posible el cumplimiento de dichos objetivos.
El 2015 se acerca y los resultados esperados, salvo excepciones, están muy lejos de concretarse, en particular por la falta de voluntad política y el arribo, como se verá a continuación, de temas que se han tornado más importantes en la agenda global, amén de la recesión económica internacional, la que, invariablemente, desvía recursos originalmente pensados a favor del desarrollo, para sanar especialmente las finanzas de grandes corporaciones y bancos. Por supuesto que el optimismo debe prevalecer, pero si 10 de los 15 años pactados inicialmente, se han caracterizado por la pervivencia de la pobreza y la pésima distribución de la riqueza, se requerirá un enorme esfuerzo de la comunidad internacional a fin de lograr que el mundo sea un lugar menos conflictivo, a partir de una adecuada vinculación entre la seguridad y los principales problemas del (sub) desarrollo en el planeta.
2001, los atentados terroristas del WTC
Para muchos, la presente década comenzó realmente el 11 de septiembre de 2001, cuando Estados Unidos, el país “vencedor” en la Guerra Fría, fue atacado en Nueva York, Washington D. C. y Pensilvania en Estados Unidos, la “única nación indispensable” como la definiera William Clinton en la década de los 90, era victimado en su propio territorio con recursos poco convencionales –aviones comerciales–, poniendo en evidencia su indefensión e incapacidad no sólo para garantizar la seguridad del mundo, sino la propia. Este hecho colocó a los debates de la década anterior en torno a los problemas del desarrollo, en un segundo plano de importancia, convirtiendo al terrorismo en la principal amenaza a la seguridad internacional. Para enfrentar el flagelo de la amenaza terrorista, se sacrificó el nivel de prioridad que habían logrado los temas de los años 90, en particular la pobreza y la pésima distribución de la riqueza, enfatizando, en cambio, la opción militar y el reforzamiento del Estado ante el desafío planteado por Al-Qaeda.
Por cuanto hace al presidente estadounidense George W. Bush, quien obtuvo la victoria frente al prestigiado demócrata Albert Gore en los impugnados comisiones presidenciales de noviembre del año 2000, se especula que los dramáticos acontecimientos de septiembre del 2001 contribuyeron a legitimar al primero al frente de la primera magistratura del país más poderoso del mundo, dado que los ataques terroristas de manera predecible apelaron a la unidad nacional, soslayando el tema de la legitimidad del régimen de Bush Jr., quien además obtuvo del Congreso de su país, “poderes especiales” y discrecionales para hacer frente a la amenaza en cuestión.
El financiamiento al desarrollo y el comes y te vas 2002, puede considerarse como un año de transición entre la caracterización del terrorismo como la agenda primigenia de seguridad internacional y la nostalgia por los debates de la década de los 90, en particular en lo concerniente a los ODM y los compromisos que se suscribieron en la Cumbre del Milenio del año 2000. La Cumbre de Naciones Unidas sobre Financiamiento para el Desarrollo celebrada en Monterrey en marzo de 2002, congregó a la comunidad internacional para debatir la manera en que se distribuirían los recursos materiales requeridos de parte de los países más avanzados a los menos desarrollados, en aras de cumplir con los ODM. Mauricio Escanero, diplomático mexicano, fue el encargado de realizar las gestiones que derivaron en el documento resultante de la reunión que se denominó Consenso de Monterrey. Éste comprende tanto los temas nacionales como los internacionales, incluyendo los relativos al comercio y al financiamiento de largo plazo al igual que el manejo de las crisis financieras, amén de contar con una declaración de principios y la mención a los mecanismos de seguimiento pertinentes. Empero, se criticó al Consenso de Monterrey en particular por el tratamiento de los temas nacionales y los mecanismos de seguimiento: en el primer caso porque algunos lo consideraban demasiado cercano a las visiones ortodoxas del desarrollo y el segundo porque carece de fechas y compromisos concretos. En retrospectiva y considerando la recesión internacional más reciente, pareciera que el Consenso de Monterrey es letra muerta, toda vez que en aquella oportunidad se fijaron metas –no vinculantes, claro está– para garantizar el flujo de recursos a favor del desarrollo, aun en el caso de que se produjera una crisis económica, lo cual no fue el caso.
Pero la Cumbre de Monterrey será recordada por el tristemente célebre episodio que se suscitó cuando la presencia del líder cubano Fidel Castro, presumiblemente causaría incomodidad al mandatario estadounidense George W. Bush, dado que ambos asistirían al evento. El nulo oficio político del entonces presidente mexicano Vicente Fox, quien en una llamada telefónica pidió a Castro que acelerara su salida de la cumbre –comes y te vas– para evitar un encuentro de éste con Bush, fue lamentable y opacó los trabajos desarrollados en la reunión. Por si fuera poco, el titular del ejecutivo estadounidense, a la hora de dirigirse a los asistentes, puso de manifiesto que lo más importante era luchar contra el terrorismo, colocando en un bajísimo nivel de prioridad el financiamiento al desarrollo y el cumplimiento de los ODM.
2003 y la guerra en Irak
Cuando Estados Unidos decidió atacar Afganistán en octubre de 2001 a manera de represalia por los ataques terroristas del mes anterior –en el entendido de que se responsabilizó a Al-Qaeda, cuyas principales células recibían la protección de los talibanes en el país asiático– parecía sólo cuestión de tiempo antes de que la administración estadounidense iniciara una escalada bélica en Irak. Las razones esgrimidas no eran válidas: se acusó, en un primer momento al régimen de Saddam Hussein de haber conspirado junto con Al- Qaeda a fin de llevar a cabo los ataques terroristas del 11 de septiembre –falso, sobre todo porque ni Hussein confiaba en Osama Bin Laden, ni viceversa–. Más tarde se insistió en que Irak poseía armas de destrucción en masa que ponían en peligro la seguridad de la región –en particular la de Israel– y la del mundo cosa tampoco cierta, porque a lo largo de la década de los 90, con motivo de las sanciones decretadas por el Consejo de Seguridad contra Irak a propósito de la Primera Guerra del Golfo, Bagdad fue motivo de inspecciones continuas que derivaron en el desmantelamiento de sus capacidades ofensivas nucleares, químicas y biológicas, amén de que las citadas sanciones, hicieron muy difícil que el régimen de Hussein pudiera allegarse los recursos tecnológicos necesarios para desarrollar armas prohibidas. Al final se argumentó que era necesario llevar la democracia a Irak, con el argumento de que Hussein era un dictador que había violado sistemáticamente los derechos humanos de los kurdos y de sus adversarios políticos.
Fueron momentos de tensión en la escena internacional y México se encontraba en primera fila, al ser miembro no permanente del Consejo de Seguridad en ese momento, recibiendo todo tipo de presiones de parte de la administración de Bush Jr. para aprobar una eventual resolución en el órgano máximo de la ONU, que posibilitara el inicio de las hostilidades contra Irak. Cuando Estados Unidos se convenció de que no lograría el apoyo del Consejo de Seguridad, decidió dar un ultimátum al gobierno de Hussein, y el 20 de marzo de 2003 inició la invasión del país árabe que terminó por deponer al régimen en turno, sumiendo al país en una caótica situación de la que hasta ahora no se recupera.
- María Cristina Rosas es Profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
Publicado en la revista Etcétera, noviembre de 2010
https://www.alainet.org/es/articulo/145925
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