Solos en Cancún

18/12/2010
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Concluyó la cumbre climática de Cancún, sin sorpresas. Todo estaba preparado, según el anuncio que hizo el presidente mexicano Felipe Calderón al inaugurar la reunión: quienes quieren obtener una resolución que sea mayor o sólo igual al Protocolo de Kioto, están apostando al fracaso de esta reunión. Debemos alcanzar un acuerdo en el que estén conformes todos, aunque avancemos sólo un poco en la lucha contra el cambio climático; eso es preferible. Poco más o menos así dijo y así ocurrió. Hubo un consenso que no fue unánime sólo porque Bolivia se negó a firmar el acuerdo. Algún delegado, despectivamente, comentó que Bolivia no tenía voto de privilegio con derecho a veto y, por lo tanto, se había alcanzado la unanimidad.1
 
Que los medios internacionales destaquen el consenso casi absoluto, era de esperar. Pero que, en Bolivia, apenas se haya informado sobre la posición de nuestro país en un subtítulo de la noticia o en unas frases sueltas al comentarse el acuerdo de Cancún, debe preocuparnos. Porque eso quiere decir que no se hizo conocer los motivos por los cuales, nuestro embajador ante la ONU se abstuvo de firmar e incluso, dos días antes, se retiró de la mesa de trabajo de la que era parte. Para explicarlo convocó a una conferencia de prensa y allí anunció cuáles eran los motivos. Al menos eso se vio en la televisión y se registró en los medios impresos.
 
La cuestión es preocupante porque, dentro del país, debía haber una toma de posición. Habrá que suponer que un tercio y talvez menos se oponga, lo que significa que dos tercios y más estarán de acuerdo. Pero ocurre que ni unos apoyan ni otros se oponen; simplemente no hay reacción. A ciencia cierta, nadie sabe y hasta podría decirse que a nadie le interesa por qué, el gobierno de nuestro país, estuvo en contra del acuerdo que se firmó en el balneario mexicano y cómo es que nuestra posición no tuvo apoyo de otros países.
 
Veamos cuál es esta posición. Bolivia planteó, desde antes e insistentemente durante la reunión, dos propuestas que consideró imprescindible incluir en el documento: la confirmación del Protocolo de Kioto, incumplido por las potencias enriquecidas pero que ha sido emblemático en la lucha de los pueblos por revertir la depredación del medio ambiente y, en segundo lugar, la incorporación de los acuerdos de la Cumbre Social de Cochabamba reconociendo los derechos de la Madre Tierra.
 
No sólo que estos temas quedaron fuera del texto firmado sino que, las metas aprobadas en Kioto en diciembre de 1997, aunque el protocolo entró en vigor ocho años después, en febrero de 2005, ya no figuran entre los acuerdos. En Kioto se obtuvo el compromiso casi unánime, con la notoria excepción de Estados Unidos, de reducir sólo en un 5%, las emisiones de seis gases que causan el calentamiento global: dióxido de carbono, gas metano y óxido nitroso, además de tres gases industriales fluorados: Hidrofluorocarbonos, Perfluorocarbonos y Hexafluoruro de azufre. Esto debía hacerse dentro del periodo que va desde los años 2008 y 2012, en comparación a las emisiones al año 1990. No se cumplió este compromiso y ahora, con el acuerdo de Cancún, se ha renunciado al mismo.
 
La reunión de Cochabamba tuvo enorme importancia. Estuvieron presentes delegaciones de todo el mundo; incluso participaron algunos mandatarios. La Declaración de los Derechos de la Madre Tierra no fue una ilusión planteada por el gobierno del Estado Plurinacional de Bolivia. Fue un texto aprobado por todos los participantes de esa reunión. Por tanto, al presentar la propuesta ante Naciones Unidas y luego en Cancún, el gobierno de Bolivia actuó bajo el mandato de la Cumbre Social, no por su propia cuenta.
 
Esto es lo que debía conocer el pueblo boliviano. Esto es lo que, voceros del gobierno, de la Asamblea Legislativa y de las organizaciones sociales, debían difundir en todo el país. No se lo ha hecho y, la posición de nuestro gobierno tuvo apenas el efecto de una noticia de segundo orden y, tres días después nadie hablaba de ella. Hay que preguntarse cuáles son las causas para que, los personeros oficiales no hayan iniciado un debate nacional que permita, después, llevar esa discusión a nivel internacional. Además, ¿por qué la Asamblea Permanente de Derechos Humanos o la Asociación de Periodistas, por poner un par de ejemplos, no hayan convocado a conocer, analizar y hacer una crítica de este tema?
 
Es una tarea que está pendiente y que será cada vez más acuciante porque, el cambio climático, no sólo afecta a todo ser viviente y el entorno en que vive, sino que amenaza con la desaparición de la mayor parte de la vida en nuestro planeta, tal como la conocemos.
 
Por eso mismo, llama poderosamente la atención que, el representante boliviano, haya quedado sólo en su postura. ¿Cuál fue la razón para que actuaran así los gobiernos amigos con los que compartimos inquietudes y esperanzas?, ¿qué ocurre con aquellas naciones que están más expuestas a los desastres y que, de hecho, los están sufriendo en estos mismos días? La respuesta inmediata, y pragmática por supuesto, será que era preferible un acuerdo aunque fuese mínimo a no tener nada.
 
No es válida esa respuesta, porque significa que, en Cancún, casi todos los países miembros de Naciones Unidos, excepto uno, aprobaron lo que se anunció en la repudiada maniobra de Copenhague. Cambiar el compromiso de reducir las emisiones tóxicas por ayuda a los países empobrecidos, es comprarle la vida a nuestros pueblos a precio miserable. Proponer la sustitución de hidrocarburos por carbón coke, es hacer negocio con el calentamiento global. Ese es el resultado de la Cumbre de Cancún.
 
¿Por qué no fuimos capaces de compartir nuestros criterios con los países de UNASUR y, sobre todo, con las naciones de la ALBA? A los bolivianos, ¡nadie nos apoyó! Pero no sería una buena línea de argumentación, echar la culpa a éstos o aquéllos. Asumamos la responsabilidad de que no tuvimos la capacidad de trasmitir nuestra preocupación, nuestra percepción y nuestra angustia por el daño que se hace al planeta y por el desprecio a los derechos de la Madre Tierra.
 
Nunca es tarde. No lo hicimos, pero podemos hacerlo. En primer lugar, debemos socializar estos principios entre todos los bolivianos y las bolivianas, entre las hermanas y hermanos que, venidos de otros países, son bolivianos por cariño a esta tierra. Hagamos que la Declaración de Derechos de la Tierra sea una concepción tan arraigada en nosotros, como la reivindicación marítima. Luego, pero al mismo tiempo, trabajemos con los gobiernos amigos, con los gobiernos vecinos, con los gobiernos de los países empobrecidos, para llegar a la comprensión de que no es tan importante lograr un acuerdo formal como implementar una estrategia efectiva para defender a nuestro planeta.
 
Cancún nos ha mostrado que los países enriquecidos no aceptarán nunca una política conjunta. Hagamos nosotros nuestra tarea y cobrémosles después la factura a ellos.
https://www.alainet.org/es/articulo/146337?language=en

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