Resplandores nucleares en en Atlántico Sur (II)

17/01/2011
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En 1974 Shimon Peres asumió el ministerio de Defensa de Israel; poco tiempo después se reunió secretamente en Ginebra con el primer ministro John Vorster de Sudáfrica y acordaron una cooperación estratégica para la defensa mutua (1). Pretoria aprobó la venta de 50 toneladas de mineral de óxido de uranio (“yellowcake”) a Tel-Aviv. Ese año Sudáfrica comenzó la construcción en Pelindaba de una planta para el enriquecimiento de uranio. Más tarde, Vorster aprobó los fondos para la fabricación de una bomba de uranio “tipo cañón” así como para las excavaciones y la infraestructura de un sitio de pruebas en el desierto de Kalahari. Israel había decidido fabricar una bomba táctica de neutrones y para lograr este objetivo necesitaba disponer de los vastos espacios de Sudáfrica para realizar sus pruebas nucleares.
 
En Naciones Unidas, la Resolución 3379 del 10 de noviembre de 1975 determinó que “el sionismo es una forma de racismo y discriminación racial” y recordó la Resolución 3151 G (XXVIII) del 14 de diciembre de 1973 que condenó “la alianza impía entre el racismo sudafricano y el sionismo”. Mientras tanto, la construcción de la planta de Pelindaba llegaba a su fin y comenzaba la instalación de los equipos.
 
En marzo de 1976 Shimon Peres visitó Sudáfrica y, al mes siguiente, Vorster le devolvió la visita. Como resultado de las conversaciones, Sudáfrica recibiría vehículos blindados, helicópteros, radares y otros equipos bélicos y transferencia de tecnología militar a cambio de óxido de uranio y, además, Israel podría utilizar el desierto de Kalahari o áreas del océano al sur de Ciudad del Cabo para pruebas nucleares (2).
 
Por esa fecha, Sudáfrica contrató con Francia la construcción en Koeberg de un reactor nuclear y comenzó la excavación de pozos profundos para la realización de ensayos nucleares en el campo de prácticas de bombardeo de Vastrap, al nordeste de Upington, en el desierto de Kalahari.
 
En Angola, en ese año de 1976, derrotados en el frente norte los invasores del Zaire de Mobutu, el FNLA -engendro de la CIA-, y sus mercenarios; y en el frente sur la invasión sudafricana con sus títeres de UNITA, la guerra había terminado y tocaba el turno a la diplomacia. Una actitud enérgica de la URSS hubiera podido lograr fácilmente al menos los dos objetivos fundamentales exigidos por Cuba: prohibición a los sudafricanos de intervenir nuevamente en Angola y la independencia de Namibia. (3)
 
Nada de esto tuvo lugar y la guerra se prolongó durante más de una década con frecuentes incursiones de fuerzas sudafricanas al territorio angolano desde sus bases en Namibia, mientras el régimen de Pretoria ganaba tiempo para desarrollar el arma nuclear en complicidad con Tel Aviv.
 
Este contubernio se vio favorecido por el ascenso al poder en Israel, en 1977, del derechista partido Likud, deseoso de establecer estrechos lazos con Pretoria. En Sudáfrica, en 1978, John Vorster se retiró como primer ministro, P.W. Botha, ministro de Defensa, tomó su lugar y continuó impulsando con más fuerza el programa para la obtención del arma nuclear. Numerosos científicos israelitas pasaron a trabajar a Sudáfrica.
 
A comienzos de 1977 Israel negoció con Sudáfrica el intercambio de 30 gramos de tritio por otras 50 toneladas de mineral de óxido de uranio. El tritio es pieza clave en la fabricación de bombas de hidrógeno por lo que esta transacción se toma como prueba de que el régimen del apartheid tenía entre sus planes construir bombas termonucleares.
 
 En Julio de ese año, el satélite soviético Cosmos 922 detectó los preparativos para un ensayo nuclear en el desierto de Kalahari. La inteligencia soviética envió entonces un segundo satélite con el fin de obtener una imagen más cercana del sitio de Vastrap. El 2 de agosto, el satélite obtuvo imágenes que comprobaban los preparativos para una prueba nuclear subterránea. Cuatro días después, el jefe de la misión diplomática soviética en Washington se presentó en la Casa Blanca con un mensaje urgente de Brezhnev para Carter: una prueba nuclear en Vastrap “tendría las más serias e incalculables consecuencias para la paz y la seguridad internacionales”. El 7 de agosto, un avión sin señales de identificación, perteneciente al attaché militar estadounidense en Pretoria, fotografió, volando a baja altitud, el sitio de Vastrap. Unos días más tarde, un satélite norteamericano fue desviado de su ruta con el objetivo de obtener más detalles. Estados Unidos trataba en realidad de cubrir las apariencias pues Sudafrica le había informado previamente de su intención de realizar pruebas nucleares (4).
 
La Unión Soviética pidió cooperación a Estados Unidos para detener el programa sudafricano de armas nucleares, cooperación que podría llegar incluso a un ataque a la planta nuclear de enriquecimiento de uranio de Pelindaba, pero Estados Unidos se opuso. Mientras la Unión Soviética se abstenía de actuar unilateralmente, la CIA y algunos servicios de inteligencia occidentales aprovecharon la situación para obtener de Sudáfrica el acceso a la estación de vigilancia de señales de comunicación de Silvermine, cerca de Ciudad del Cabo, lo cual les permitió monitorear el tráfico en el Atlántico Sur y el Océano Indico (5).
 
El 4 de noviembre de 1977, el Consejo de Seguridad de la ONU impuso un embargo total de armas a Sudáfrica que en la práctica resultó papel mojado. A partir de entonces, la investigación científica continuó en Pelindaba pero la producción clandestina de la primera bomba atómica sería tarea de la empresa South African Armaments Corporation (ARMSCOR) con instalaciones a 12 millas al oeste de Pretoria.
 
En enero de 1978, la planta de Pelindaba produjo su primer uranio enriquecido y para el mes de diciembre habían fabricado cantidad suficiente para una primera bomba, pero los ingenieros   tardarían más de un año en construir el prototipo. Por esta razón y otras evidencias, la mayor parte de los expertos consideran que fue una pequeña bomba de neutrones israelí la que causó los resplandores nucleares del 22 de septiembre de 1979 en el Atlántico Sur.
 
Durante la siguiente década los sudafricanos continuaron intercambiando con los israelíes uranio por armas y tecnología nuclear. En abril de 1980 lograron completar la producción del primer prototipo de Bomba A U-235, con el nombre de Melba, una réplica sin alta tecnología, pero segura y confiable, de la “Little Boy” lanzada por los norteamericanos sobre Hiroshima, con una potencia de 12.5 kilotones. El primer prototipo tenía muchos defectos por lo que la producción de nuevas bombas se pospuso durante varios meses y luego, resueltos los problemas técnicos, continuó a razón de aproximadamente una bomba por año. Las bombas A sudafricanas medían seis pies de largo, 2 pies de ancho y pesaban 2,200 libras. Podían ser lanzadas desde un bombardero “Buccaneer” o mediante misiles balísticos desarrollados con ayuda israelí, de un alcance de 1,000 a 1,500 millas, imitaciones del Jericó-2 IRBM (6).
 
El 22 de diciembre de 1982 el ANC realizó un ataque que causó daños de consideración al reactor nuclear sudafricano Koeberg-1 en respuesta a la masacre perpetrada por el ejército racista en Maseru, Lesotho. Las reparaciones duraron dos años y estuvieron a cargo de las empresas Framatome de Francia y Westinghouse Corporation de Estados Unidos (7).
 
En mayo de 1985, un traficante de California, de nombre Richard Smyth, fue obligado a comparecer ante un gran jurado en Los Angeles acusado de enviar ilegalmente a Israel, en 15 oportunidades entre 1980 y 1982, embarques de mecanismos que actúan como una especie de gatillo o disparador para iniciar explosiones nucleares. Estos mecanismos, llamados “krytrons” fueron comprados en EG & G Inc., una compañía con sede en Wellesley, Massachusets, especializada en equipos nucleares. Israel prometió devolver “una parte” de los 800 “krytrons” recibidos, con lo cual el Departamento de Estado quedó benévolamente satisfecho (8).
 
Mientras tanto, en Angola, el ejército sudafricano incursionaba desde Namibia con el pretexto de atacar los campamentos de la SWAPO pero su principal objetivo inmediato era ayudar a UNITA en el establecimiento de una zona “liberada” en el sur del país. La guerra, sin embargo, era demasiado costosa para Pretoria y, a partir de 1985, con la crisis política y económica agudizándose, iban adquiriendo mayor relevancia los sectores más derechistas y aventureros, que consideraban el uso del arma nuclear como la única opción de supervivencia para el régimen de minoría blanca.
 
Pronto, tendrían lugar acontecimientos que cambiarían para siempre la historia de Africa.
 
(Continuará)
 
Notas
 
(1)     Thomas C. Reed and Danny B. Stillman: “The nuclear express”, Zanith Press, 2009, p. 173.
(2)     Thomas C. Reed and Danny B. Stillman: Idem, p.174.
(3)     Fidel Castro: “Kangamba”, Cubadebate, 30 de sept. de 2008.
(4)     Murrey Marder and Don Oberdorfer: “How West, Soviets acted to defuse S. African A-test, keeping S. Africa out of the nuclear armaments club”, Washington Post, Aug. 28, 1977.
(5)     Sacha Polakow-Suransky: “The unspoken alliance”, Pantheon Books, N.Y., 2010, p. 114.
(6)     Thomas C. Reed and Danny B. Stillman: Idem, p. 181.
(7)     Zonde Masiza: “A chronology of South Africa’s nuclear program”, The Nonproliferation Review, Fall 1993.
(8)     Robert S. Greenberger and Eduard Lachica: “California man indicted in sale of gear to Israel”, The Wall Street Journal, May 17, 1985. 
https://www.alainet.org/es/articulo/146845?language=es
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