La escuela de la revolución

07/02/2011
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Desde hace una semana el mundo asiste en directo a la insurrección popular del pueblo egipcio, a las manifestaciones constantes en la Plaza Tahrir, al acelerado desenvolvimiento de un proceso cuyo desenlace dependerá tanto de la asesina resistencia del régimen dictatorial de Hosni Mubarak como de la capacidad de pueblo egipcio y de sus organizaciones para aprender rápidamente las lecciones de cada avance y cada retroceso, de reagrupar sus fuerzas, elevar su capacidad de organización, de unidad y combate con el objetivo central de convertirse en la única y real alternativa de poder para impedir que el poder, el control del Estado y de sus instituciones, caiga en las manos del Ejército –que desde hace décadas ha sido la columna vertebral y el proveedor de dirigentes de un sistema vital para que el imperialismo estadunidense e Israel puedan seguir manteniendo el control sobre el Oriente Medio.
 
Y que tampoco caiga en manos de políticos que solo efectuarán cambios cosméticos para mantener el actual sistema, como quisieran Estados Unidos (EE.UU.), Israel y la mayoría de países occidentales (Ver “Egipto, la apuesta al gatopardismo”, de Atilio Boron). http://www.atilioboron.com/2011/01/la-crisis-egipcia-y-las-alternativas-de.html#more
 
La correlación de fuerzas.
 
El probable que Oriente Medio nunca será lo que fue hasta hace unos 10 días, y lo que será queda por ser determinado. Egipto no es una pequeña nación. Es un gran país no solo en población sino por su historia en el Oriente Medio, dijo William Daley, jefe de Gabinete de la Casa Blanca durante un desayuno en Washington (Bloomberg News).
 
Washington y sus aliados, en particular Israel, tienen conciencia de hasta donde puede llegar esta insurrección popular y de cómo pueden ser perjudicados sus intereses estratégicos, y por ello están siguiendo con mucha atención e interviniendo rápidamente por todos los canales disponibles.
 
Daley dijo que el “compromiso” entre los militares egipcios y estadunidenses “nos está siendo muy útil en estos momentos”. Un “compromiso” abonado por una ayuda de mil 300 millones de dólares anuales que EE.UU. otorga a los militares egipcios –y que beneficia en primer lugar a los fabricantes de armas de Estados Unidos-, y por el fortalecimiento de las relaciones entre los militares y la población mediante el entrenamiento de los militares egipcios por el Pentágono.
 
Luego Daley sacó el “cuco” del islamismo radical (1) al decir que “sigue por verse quien reemplazará a Mubarak”, y que existen “algunas expectativas y aprehensiones populares de que serán los Hermanos Musulmanes”, para agregar que la Administración Obama esperaba que Egipto “saldrá más fuerte y democrático de este proceso, y que continuará siendo una nación secular”. Más claro imposible para señalar que EE.UU. desea y está maniobrando para que no haya cambio de régimen sino un cambio de figuras, de que un militar bien conocido por el Pentágono, moderado política y socialmente, que juró fidelidad a respetar el Acuerdo de Paz con Israel y comparte los objetivos de Washington, se convierta en el sucesor de Mubarak.
 
Del lado popular predomina, por lo que se ha podido escuchar, leer y ver en los últimos días, un evidente apetito por un cambio de régimen, por la toma del poder mediante masivas protestas pacíficas para cambiar las instituciones, y en primer lugar la Constitución, y no solo para desalojar a Mubarak. Esta fuerza es la expresión mayoritaria, según la casi totalidad de los observadores en el terreno de los hechos.
 
Por el momento este movimiento popular desarmado tiene el apoyo a veces mitigado de políticos y clases que quieren la salida de Mubarak y un cambio de gobierno, pero que en algunos casos están más o menos dispuestos a conformarse a la exigencia del régimen de esperar hasta las elecciones de septiembre para elegir a un nuevo sucesor de Mubarak, y que ante las presiones populares de cambios inmediatos podrían muy bien acoger con simpatía un gobierno de transición formado por las Fuerzas Armadas porque en el fondo no adhieren a la idea de un cambio de régimen.
 
Robert Dreyfuss escribe en The Guardian (“Who is behind the Egyptian protest?”) que no hay certitud acerca de si el liderazgo de la sublevación popular “puede mantener la unidad”, especialmente cuando se plantee la cuestión de cuándo y cómo repartir el poder. Y nota que las diferencias de clases, las disputas acerca de las relaciones con EE.UU. e Israel, y la posibilidad de desacuerdos sobre el papel del islamismo en la política pueden crear fracturas en la hasta ahora unida oposición a Mubarak.
 
Despertar árabe.
 
Mientras el pueblo egipcio va disciplinadamente al cotidiano curso acelerado de revolución (desde el pasado 16 de enero, cuando miles de personas manifestaron en las calles de Cairo coreando “Ben Ali, dile a Mubarak que su avión también lo está esperando”, según Associated Press), algunos observadores en la región ven este proceso, y el sucedido hace unas semanas en Túnez, como de “significación histórica” para el mundo árabe.
 
Rami G. Khouri, editor del diario libanés Beirut’s Daily Star, escribe que lo que estamos presenciando es el desenmarañamiento del orden pos-colonial que entre los años 20 y 30 del siglo pasado Gran Bretaña y Francia crearon en el mundo árabe, mantenido por más de medio siglo –durante la Guerra Fría- con asistencia estadunidense y soviética, y –cabe agregar- reforzado en las últimas décadas por la alianza entre Washington, Israel, Gran Bretaña y otros países occidentales.
 
Lo sucedido en Túnez y el desenvolvimiento de la rebelión popular en Egipto es para el mundo árabe, según Khouri, el evento más importante del último siglo, y añade que ignorar esto es ”perpetuar la tradición y el racismo del romanticismo de los orientalistas occidentales, que durante todos estos años ha sido en gran parte la causa de nuestros mayores dolores. Y apunta que este es el más importante suceso histórico porque “es el primero que marca un proceso de genuina autodeterminación por los ciudadanos árabes que por primera vez en su historia moderna pueden hablar y actuar por sí mismos”.
 
Este levantamiento masivo de las poblaciones árabes, que denuncian a sus gobernantes y quieren cambiar el sistema de gobierno, definir los valores que conducen las políticas interior y exterior, escribe Khouri, muestra como nunca antes la existencia de una ciudadanía árabe que se libera y autodetermina: “Nunca antes tuvimos movimientos populares políticos, sociales y religiosos que forzaron a los lideres gobernantes a efectuar cambios en sus gabinetes y reordenar el papel de las fuerzas armadas y la policía”.
 
Esta es sin duda una referencia al cambio de primer ministro en Jordania, a la profesión de fe del presidente de Yemen de no buscar una reelección ni tampoco de convertir a su hijo en sucesor, a las rápidas decisiones en Argelia y Siria para aumentar la oferta de alimentos de base y hacer bajar los precios. 
 
Khouri agrega que estamos ahora frente a rebeliones contra específicos lideres árabes y elites gobernantes que implementaron políticas que han deshumanizado, pauperizado, victimado y marginado a las mayorías árabes, y de que es también una rebelión contra las principales potencias Occidentales que crearon los modernos Estados árabes y que hace cuatro décadas los convirtieron en “Estados de seguridad”.
 
El columnista canadiense Thomas Walkom (Toronto Star) recuerda que la crisis por la invasión franco-británica del canal de Suez en 1956 confirmó que una Gran Bretaña en bancarrota “no podía seguir dominando el mundo”, y añade que la sublevación en Egipto es “un signo de que la era (estadunidense) está llegando a su fin”, que Washington, como Londres en 1956 no tiene recursos para bancar su imperio.
 
La escuela de la revolución.
 
La “escuela de la revolución” está en marcha. Esta insurrección popular que desde hace semanas no duerme ni descansa ha creado “comités de vigilancia” para protegerse de los agentes provocadores gubernamentales y los bandidos que siembran el terror y la violencia en los barrios y edificios. Y asume tareas institucionales, como las policiales al dirigir el tráfico cuando hay manifestaciones o en los barrios desertados por la policía de Mubarak, para buscar cuidados médicos para las personas heridas en los incidentes, o cuando asume lo que Fisk llama “seguridad popular” al controlar la identidad de los ciudadanos que entran a los lugares de manifestación, para entregar los agentes provocadores o los bandidos a los militares y garantizar la paz y seguridad de los ciudadanos que protestan pacíficamente.
 
Como dicen algunos cairotas, el interés en el bien común, en protegerse de los bandidos y de los policías de Mubarak, de tener un mínimo de seguridad en los barrios o de poder alimentarse, ha engavetado parte del reinante aislamiento individualista –en el cual los vecinos de piso o de casas no se conocían ni se hablaban- y desempolvado la solidaridad, la acción común como los comités de vigilancia para mantener la seguridad, y de paso la discusión de lo que está sucediendo en el país, algo subversivo en sí mismo para el régimen de Mubarak.
 
En las próximas horas y días la lucha irá alcanzando más altos niveles de intensidad y polarización, y los riesgos para esta sublevación popular desarmada irán aumentando a medida que las provocaciones y la represión se intensifique, que escaseen los alimentos, los recursos monetarios, que se dificulte aun más el acceso a los servicios médicos, o que el represivo Estado paralice a su antojo el transporte en común y otros servicios de base a la población para impedir que se movilice, como hizo parcialmente la semana anterior.
 
Lo que dijo el jefe de gabinete de Obama, William Daley, señala el camino que Washington busca fijar para Egipto: Desde hace décadas “los líderes en Egipto han salido de los militares y fueron respetados. En sí mismo (el cuerpo) militar ha sido una organización respetada, y sus lideres muy bien entrenados, muy disciplinados, y pienso que lo están demostrando ante este desafío”.
 
Esto implica que las Fuerzas Armadas jugarán en las próximas horas o días el papel que determinará el desenlace de la etapa actual de esta sublevación popular.
 
- Alberto Rabilotta, La Vèrdiere, Francia
 
1.- Ver la crónica de Robert Fisk, Secular and devot. Rich and poor. They marched together with one goal, The Independent 2 de febrero 2011: “Y además tenemos la ausencia de ese ‘Islamismo’ que habita y angustia los más oscuros rincones del Occidente, promovido –como es usual- por (EE.UU.) e Israel”
 
https://www.alainet.org/es/articulo/147325
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