Retos de la revolución egipcia

13/02/2011
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Vox populi, vox dei. El pueblo egipcio habló y Mubarak cayó. Un día antes habría sido renuente a dejar el cargo como presidente de Egipto, tras los casi 30 años de ejercerlo. Pero el viernes 11, luego de 18 días de protestas, no aguantó más y su vocero y vicepresidente, Omar Suleiman, dio el anuncio: Mubarak se va y deja el cargo a un Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas. “Tomando en consideración las difíciles circunstancias que atraviesa el país, el presidente Mohamed Hosni Mubarak ha decidido dejar el cargo de presidente de la república y ha encargado al supremo consejo de las fuerzas armadas manejar los asuntos de Estado…”, dijo el vocero.
 
El primer paso de las exigencias populares estaba dado. Mubarak no aguantó más la presión de las movilizaciones multitudinarias en las principales plazas del país, como Tahrir en El Cairo. Pero abandonó el cargo sólo tras el retiro del soporte interno que le otorgaba el propio mando militar. Las ambivalencias de Estados Unidos —primero que no y luego que sí lo apoyaban— no fueron definitorias. Como siempre, y así lo muestra todo proceso dialéctico, fueron las circunstancias internas las determinantes.
 
Ahora la iglesia está en manos de Lutero, como se dice coloquialmente. Se trata de la difusa organización militar compuesta por una variopinta participación —con intereses diversos tanto de activos como jubilados—, la depositaria y encargada de garantizar el tránsito hacia una verdadera democracia. Pero es apenas el principio. El derrocamiento de Mubarak es el comienzo. Lo que sigue está en la indefinición, o no tan claro. Porque falta que lo militares demuestren, con hechos, su prometida alianza popular. Cierto que ellos no dispararon un tiro frente a los movilizados; fueron los cuerpos policiacos quienes se encargaron de la represión, los causantes de los al menos 300 muertos y de los miles de heridos.
 
Con todo y que el mismo viernes 11, el día del derrocamiento de Mubarak, hubo un comunicado militar difundido en la televisión del Estado, donde se prometía a “elecciones libres y justas” por unas fuerzas armadas “comprometidas con las demandas del pueblo”, al que convocaban a reanudar su modo “normal de vida”; con todo y eso, la milicia que ahora tiene en sus manos el poder del Estado se compone de activos y jubilados cabezas de grandes negocios como concesión del régimen mubarakiano.
 
Es el amasijo de altos oficiales que se vieron beneficiados por el presidente derribado sirviéndole, y con ello amasaron sus fortunas y privilegios. Los que componen ahora el Consejo Supremo para la transición son los militares de la vieja guardia. Tan sólo el vicepresidente último era general, el primer ministro, el viceprimer ministro y, desde luego, el ministro de Defensa y el del Interior también. Sin olvidar la presencia militar que en el pasado llevó a Nasser, a Sadat y el propio Mubarak al poder.
 
“Los militares son dueños de compañías, con frecuencia dirigidas por generales en retiro, particularmente activas en materia de aceite de oliva, agua, cemento, construcción, hoteles y gasolina… lo militares poseen vastas extensiones de tierra en el delta del Nilo y en la costa del Mar Rojo, una suerte de ‘beneficio adicional’, porque ellos aseguran la estabilidad del régimen”, reveló uno de los cables dados a conocer por Wikileaks, (del 9 de mayo de 2008).
 
Por ello, no falta quienes afirmen que Egipto “no se está moviendo hacia la democracia [porque hasta ahora, pese a la desobediencia del toque de queda, sigue vigente como durante las tres décadas de Mubarak], se movió hacia una ley marcial y hacia dónde se dirige es apenas tema de debate”. Por esa razón se trata apenas el fin del comienzo, como dijo Jon Alterman, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales en datos recogidos por agencias.
 
Así, además de poner a prueba en el futuro inmediato el comportamiento de los militares, un largo proceso está apenas en marcha. El jolgorio se acabó, pero las esperanzas abrieron los corazones de jóvenes y mujeres egipcios; se trata de la generación Facebook y Twitter. Ahora saben que pueden derrumbar a un presidente. Cierto. O que pueden tomar el destino de un país entre sus manos. Cierto también. Pero falta que no asomen las narices los traidores. Falta ver que el Consejo haga lo procedente para la preparación de elecciones libres. Que se abra a la participación de los representantes de la sociedad civil y no defina todo unilateralmente.
 
Estados Unidos y su aliado en Medio Oriente están también en la zozobra de lo que haya de ocurrir con Egipto. No saben si el nuevo gobierno se incline hacia los árabes o siga siendo pronorteamericano y projudío. Eso no está claro, al menos por ahora. Las naciones árabes están de fiesta porque auguran el distanciamiento egipcio de EU. Falta verlo, porque los intereses son fuertes, comenzando por el Canal que ya opera con toda normalidad.
 
Por eso la siembra de dudas: ¿Hacia dónde irá lo que se conoce ya como la revolución egipcia? ¿Cuajará verdaderamente una transición hacia un régimen democrático, luego de los 30 años del gobierno autócrata de Mubarak? ¿El ejército se convertirá en el vigía del cambio iniciado con la caída de Mubarak o será un actor con intenciones propias?
 
Más preguntas que respuestas. Más interrogantes que soluciones. Porque luego pasa que unos hacen los cambios —el pueblo que se moviliza en este caso— y otros quienes lo aprovechan —las elites que detentan el poder, o aquellos que sirven a poderes externos—. Claro que todos esperamos lo mejor. Un Egipto decidiendo su propio rumbo. Un ejemplo para la liberación de otros pueblos; una derrota a la diplomacia gringa. Pero nunca faltan los vendidos o los traidores.
 
Por eso, todo el proceso democrático que viene tiene que cuidarse. Si los militares, pese a su pasado reciente, cumplen será un proceso muy sui generis. Un tránsito a la democracia como esos que definen los especialistas de la transición “desde un gobierno autoritario”. Es mucho lo que está en juego. Aparte del rumbo egipcio, de todo el mundo árabe y del ejemplo para otros pueblos que viven oprimidos bajo regímenes autoritarios en África, Asia y Latinoamérica, la hegemonía proimperialista en esa parte del mundo.
 
Es tarea de los egipcios definir lo que venga en materia de su tránsito a la democracia. Es tarea de todos coadyuvar en la defensa de dicho proceso. Cualquier paso ganado a la geoestrategia del imperio de EU es el rompimiento de un eslabón a las cadenas con las que sostiene la opresión de pueblos enteros. Enhorabuena por los egipcios; lucha por la libertad.
 
https://www.alainet.org/es/articulo/147571
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