El G20 en París: la crisis y los alimentos

21/02/2011
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Entre el 18 y 19 de febrero en París, bajo la presidencia francesa para el 2011, se realizó la reunión de ministros de Finanzas y titulares de los bancos centrales del G20, con eje en la reforma del sistema financiero internacional y la volatilidad de los precios internacionales de las comodities[1].
Allí discutieron los administradores gubernamentales del 85% de la riqueza mundial y el 66% de la población total.
 
El G20 discute la crisis de la economía mundial, que en la coyuntura se manifiesta con “la subida de los precios de las materias primas, el potencial sobrecalentamiento de las economías emergentes y los problemas de deuda soberana en los países avanzados”[2], para decirlo en el lenguaje del poder mundial.
 
Al poder le preocupa el efecto “rebeldía” producido en África con la suba de los alimentos y la emergencia de un bloque de países que pueda disputar la hegemonía capitalista, o limitarla, desde un ciclo de dos velocidades.
 
Por un lado, en el 2008, última alza importante en los precios internacionales de los alimentos se registraron movilizaciones y protestas en Egipto[3], las que fueron contenidas con la baja transitoria sucedida en el siguiente año, tiempo de la recesión mundial (claro que también con represión). Con el alza actual de los precios internacionales, especialmente del trigo, y el ajuste que pretendió el gobierno de Egipto, el resultado fue una gigantesca movilización que cambió el escenario político del país y la región. Ya no alcanzó la represión y muerte, habilitando un debate sobre el presente y el futuro más allá del país y la región.
 
Por otro lado, la recuperación económica desde el piso recesivo del 2009 se verifica durante el 2010, con claros problemas para expresarse del mismo modo en todas las regiones y países. Desde comienzo del 2010 se hizo evidente la continuidad y profundización de la crisis en Europa, evidenciando tiempos y ritmos disímiles de reactivación. Es un proceso diferente en el Norte y en el Sur. El consenso es que la mayoría de las economías avanzadas está experimentando un crecimiento modesto, con alto desempleo, mientras que las “economías emergentes” están experimentando un crecimiento más robusto y algunas de ellas “signos de recalentamiento". El director general del FMI, Dominique Strauss-Khan, presente en la reunión, ha subrayado que “una reactivación mundial a dos velocidades está ya en curso”[4], refiriéndose así al desequilibrio entre países ricos y países emergentes que se pretende corregir en esta cumbre.
El G20 alude a riesgos por "las tensiones en los mercados de deuda soberana de las economías avanzadas". En efecto, la deuda externa pública de EEUU alcanza a 3,5 billones de dólares[5], que se extiende a más de 13 billones sumando la pública y la privada, constituyéndose en el 100% del PBI estadounidense[6]. Si se añade la deuda de los países europeos y Japón nos encontramos con un cuadro de compromiso importante con riesgo de profundizar la crisis en curso.
 
En el cónclave de ministros hubo preocupaciones por las presiones inflacionarias asociadas al crecimiento de algunos países, por los fuertes flujos de capital en dirección de algunos “emergentes” que pueden generar "burbujas". Sin duda remite a China, a quien se presiona para que aprecie su moneda, exporte menos y se comprometa con compras al capitalismo desarrollado para ayudarlos a superar el lento crecimiento luego de la recesión del 2009. La preocupación por la inflación está asociada al crecimiento de los precios de los alimentos y el impacto entre los más pobres y su conflictividad.
Otra de las motivaciones de los organizadores apuntó a fijar una regulación financiera que proteja al sistema económico en su conjunto, para lo cual propusieron un fortalecimiento del papel del FMI como entidad rectora del sistema mundial. No alcanza con la verificación de corresponsabilidad del organismo en la crisis actual, sino que se reincide en afirmar su papel, poniendo de manifiesto el interés del poder mundial en la continuidad del proceso de liberalización de la economía.
 
Las propuestas tipo Tasa Tobin son tardías y apenas “parche” en la realidad de generalización especulativa vigente. Una cosa era su fundamentación al comienzo de los 70´ por su mentor (James Tobin) para “poner un grano de arena a los engranajes financieros” que anticipaban la especulación que llevará a las burbujas posteriores, sus explosiones, y la crisis actual. Otra también es el momento de re significación de la propuesta por la red ATTAC en todo el mundo a fines de los 90´, que actuó como propuesta educativa sobre lo que se podía y debía hacer. Ahora, no alcanza con un impuesto, y la necesidad apunta a desarmar la institucionalidad de la especulación asociada a paraísos fiscales y ganancias sustentadas en la superexplotación de la fuerza de trabajo y la destrucción de la naturaleza.
 
La continuidad de la crisis
 
La presidencia de la reunión, para afrontar la crisis que sufren directamente los países más desarrollados del capitalismo, pretendía definir indicadores para el crecimiento, e incidir en la reforma del sistema monetario internacional y en la regulación financiera a favor de la liberalización que demanda el capital más concentrado. Ese fue el marco para analizar la volatilidad de los precios y la propuesta para regular los derivados sobre materias primas.
El objetivo del G20 sigue siendo la crisis de la economía mundial, en una semana donde el Banco Central de Portugal anunció la recaída en recesión de ese país, y cuando el Banco Mundial ratifica el menor crecimiento de la economía mundial[7]. No hay recesión, pero si desaceleración[8]. Por ello las preocupaciones siguen concentradas en “nivelar los desequilibrios comerciales globales”, llamar la atención sobre “las elevadas deudas de los países capitalistas desarrollados”, y el “auge de los precios de los productos agrícolas”.
Lo que los países capitalistas desarrollados pretenden es salir de la crisis de desaceleración de sus economías vendiendo más y comprando menos, superar el déficit comercial y disminuir el superávit comercial de países como China, Brasil u otros emergentes. Buscan definir “indicadores económicos para medir los desequilibrios mundiales”. Pretenden que los países no acumulen reservas y que gasten la que tienen acumulada, unos 52.000 millones de dólares para el caso argentino, y más de 500.000 millones de dólares para la región latinoamericana. Ni que hablar de los 3 billones de dólares que mantiene China como reservas internacionales.
 
El objetivo de la reunión era nivelar los desequilibrios comerciales globales y el auge de los precios de los productos agrícolas. Desde las autoridades francesas se buscó definir “indicadores económicos para medir los desequilibrios mundiales”, impedido por reticencias de los países “emergentes”, con China a la cabeza. Se proponían cuatro criterios: dos para medir los desequilibrios internos de un país (déficit y deuda públicos de un lado, ahorro privado del otro) y dos para los desequilibrios externos (saldo de la balanza de cuenta corriente o de la balanza comercial, y reservas cambiarias y tipos de cambio reales). China rechaza subordinarse a esa estrategia, sustentado en el poder de sus exportaciones y capacidad productiva, habiéndose colocado como el segundo PBI mundial, superando a Japón y a Alemania, relegados al tercer y cuarto lugar entre los países de mayor creación de riquezas. La solución de compromiso de avanzar con indicadores de referencia sin capacidad disciplinadora da cuenta de la vulnerabilidad del sistema mundial y la incapacidad de la hegemonía mundial en el G20 para “ordenar” el capitalismo en crisis.
 
Argentina y Brasil, entre los mayores productores y exportadores mundiales de alimentos, se oponen a cualquier propuesta de regular los precios de las materias primas. "Lo que nosotros vamos a defender es la posición de Argentina -que también es la que lleva Brasil- respecto a que no es una buena propuesta intentar que nuestros países no cobren los precios que los mercados dan por los bienes que producimos"[9], anticipó Amado Boudou, Ministro de Economía de la Argentina. En la misma nota se lee que si Francia piensa "que hay que aumentar la oferta de alimentos, no va a ser por este camino por el cual se va a lograr". Según la misma fuente, señaló que Argentina "viene haciendo un fuerte aporte, sobre todo en África, en lo que es transferencia tecnológica y para que lleguen las técnicas de producción de alimentos a otros países".
 
Agreguemos, que además de los temas de agenda del G20, uno de las motivaciones de Amado Boudou en París, pasa por avanzar en las negociaciones con el Club de París, una deuda externa de la Argentina que se mantiene impaga y que puede terminar acrecentando obligaciones a cubrir en el corto plazo con el presupuesto público por 7.500 a 9.000 millones de dólares. Vale mencionar que existe un espacio nacional conformado por legisladores, personalidades y movimientos sociales que demandan considerar a esa deuda como odiosa, por haber sido contraída mayoritariamente en tiempos de la dictadura.
 
Está claro que la presencia argentina en el debate del G20, del mismo que la de Brasil y otros países “emergentes” están asociados a la disputa por un lugar en la división social “capitalista” del trabajo. Hay que interrogarse si ello supone solución a las demandas sociales más extendida, por trabajo y salario, y más aún por un modelo productivo y de desarrollo de carácter alternativo al hegemónico actual.
 
Los franceses en la presidencia del G20 son los principales impulsores de regulaciones restrictivas al precio de las materias primas y al establecimiento de estrictos indicadores económicos, al tiempo que asignan primacía al fortalecimiento del FMI como ordenador del sistema financiero mundial. China, Brasil o Argentina defienden su posición de países superavitarios del comercio mundial, con importantes reservas. Es más, contrario a esa orientación, Argentina desarrolla en la actualidad una política económica de restricción a las importaciones, exceptuando a las provenientes de Brasil y Uruguay, privilegiando las relaciones con los vecinos del Mercosur, pero intentando mantener mayores exportaciones que importaciones, más allá del necesario debate escamoteado sobre qué tipo de productos son los que determinan el comercio internacional de la Argentina, tanto importaciones como exportaciones. China se resiste a la revaluación de su moneda, el yuan, y es conocida la política brasileña de fuerte asistencia estatal en defensa de sus empresas industriales.
 
Pero no solo alimentos o cuestiones monetarias explican las contradicciones de estos países con los poderosos del mundo. China que ocupa un lugar estratégico en el manejo de los “minerales raros” no atiende las demandas contra su política económica. En un mensaje reciente de Fidel Castro a los intelectuales, dado en la Feria internacional del Libro de La Habana difundido el 15 de febrero del 2011 por la TV cubana y que puede verse en youtube, el Jefe de la revolución cubana destaca el vínculo estrecho entre el cambio climático y el precio de las materias primas[10].
 
Por su parte, Leonardo Boff nos desafía a pensar que “El futuro se juega entre quienes están comprometidos con la era tecnozoica con los riesgos que encierra y quienes, asumiendo la ecozoica, luchan para mantener los ritmos de la Tierra, producen y consumen dentro de sus límites y ponen su interés principal en perpetuarse y en el bienestar humano y de la comunidad terrestre”[11].
 
En una carta a la presidenta argentina se reflexiona sobre el país “devastado” y de la responsabilidad de “nuestros gobernantes desde hace décadas, desde los milicos y antes de los milicos y después de los milicos, que es lo grave.” Tanto como el hecho de “congelar nuevamente la Ley de Glaciares, para muchos de nosotros es inexplicable ese entusiasmo por la minería a cielo abierto, que es la próxima catástrofe de la Argentina.” Concluye destacando que “El territorio argentino está siendo arrasado, Señora. Lo recorro año a año; veo el deterioro. Cambia nuestra geografía, peligran las aguas, los bosques, ahora las montañas. La minería a cielo abierto es un crimen y en muchos países está prohibida. Igual que la soja transgénica.”[12]
 
Las transnacionales van detrás de los recursos naturales y los bienes comunes, la tierra, el agua, y cuentan con la solidaridad de sus Estados de origen para sus demandas, y por eso buscan restricciones al precio de las materias primas. La sola mención de tratamiento del tema indujo una baja en las cotizaciones de la soja, del trigo y el maíz, entre otros productos agrícolas. Ni Argentina ni Brasil están dispuestos a resignar el precio de mercado de los bienes que producen. Es un debate que coloca en el centro de la discusión lacrisis alimentaria, que de un lado tiene el aumento de la producción de alimentos y del otro el mantenimiento y agravamiento del hambre de millones de personas.
La crisis alimentaria
 
La explicación debe encontrarse en el modo de producción actual, donde las transnacionales de la alimentación y la biogenética se encuentran al mando de un ciclo productivo global que subordina el conjunto de la producción mundial, favoreciendo cierto consumo, despoblando el campo, y condenando al hambre a millones de personas. Basta pensar en la extensión sojera en nuestro país y en los países del Mercosur para verificar la hipótesis.
 
Los movimientos sociales agrarios articulados en la red mundial “vía campesina”[13] demandan un nuevo modelo productivo agrícola sustentado en la agricultura familiar para que las comunidades aseguren su sustento y solo exporten el excedente.
 
Nuestros países están entre mantener el modelo definido por las transnacionales y las nuevas presiones del capitalismo desarrollado motorizadas desde el G20, o definir otro rumbo productivo, lo que supone otro modelo de desarrollo para otro país y para otro mundo, consigna que define sintéticamente el programa del Foro Social Mundial.
 
Siguiendo el razonamiento de “vía campesina”[14], la explicación de la contradicción entre el aumento de la producción agraria y el hambre, está en el control “oligopólico que unas pocas empresas tienen del comercio agrícola mundial, de los principales productos, como: soya, maíz, arroz, trigo, leche y carnes; pues ellas imponen un precio, independientemente del costo real de producción”. A ello adicionan el impacto de la “especulación” con la compra de títulos, por ejemplo, sobre “las próximas siete cosechas de soya del mundo” y la inversión de bancos “en mercancías agrícolas, para protegerse de la crisis general”. Agregan que “La producción agrícola de agrocombustibles”, sustentados en precios del petróleo en alza, “termina empujando la tasa medía de ganancia en la agricultura”. 
 
La combinación del monopolio de las transnacionales de la alimentación y la biogenética, con la especulación y la utilización de alimentos para la producción de energía y consumo de animales, eleva el costo de la producción remanente para consumo humano. El modelo de consumo derivado del modo de producir agricultura y ganadería en este comienzo del Siglo XXI está contribuyendo a sustentar una revolución agrícola al tiempo que incrementa la insatisfacción proteica de millones de personas en el mundo agravado el cuadro de desigualdad que hoy reconocen todos los estudios sobre el tema.
Convengamos que la institucionalidad global (OMC y otros) y las legislaciones nacionales se han ido adecuando para favorecer este modelo productivo. No puede pensarse en la extensión de la capacidad de producción y exportación de soja en Argentina[15], por ejemplo, al margen de las reformas neoliberales de los 80´ y los 90´, especialmente con la autorización para la producción transgénica en la segunda mitad de la década pasada. La pelea por las patentes en el plano internacional explica el interés de la dominación transnacional en la innovación a todo nivel. Existe una dialéctica virtuosa entre los cambios jurídicos impulsados por las políticas hegemónicas de cuño neoliberal de los 90´, aplicadas en los países del cono sur de América, con la expansión de la frontera agrícola del ciclo de la soja. Es al mismo tiempo una dialéctica viciosa que afecta otros desarrollos productivos, como los de la carne, induciendo el modelo de los feedlot (engorde intensivo), la exportación vinculada al ascenso de los precios de los mejore cortes, con los consiguientes encarecimientos de los precios y restricciones al consumo de carne de sectores de menores recursos.
La consecuencia de este proceso según Bruneto y Stedile es que “En las últimas dos décadas con el proceso de internacionalización del capital y de las empresas capitalistas, los precios de los alimentos se internacionalizaron. Esto determina que los parámetros de producción y de los precios no son más el costo real de producción de alimentos en cada país, sino que se establece un precio medio mundial, controlado por las empresas, que excluye completamente otras formas de producción, locales, campesinas, etc.” Concluyen señalando que “la lucha por la soberanía alimentaria que los movimientos de la Vía Campesina en todo el mundo adoptaron como prioridad es más que correcta, es necesaria y urgente”[16].
 
Necesidad de cambios estructurales
 
El problema es que no puede escindirse la crisis contemporánea de la integralidad de funcionamiento del sistema capitalista, y que las medidas que discute o anuncia el poder mundial, expresado por el G20 son funcionales a mantener y desarrollar el capitalismo en esta época.
El capitalismo empuja la liberalización y el crecimiento económico a costa de la sociedad, especialmente de sus trabajadores, y por eso se mantiene elevado el desempleo. No es efecto no querido, sino consecuencia directa de la forma que asume la explotación en nuestro tiempo. Ello supone la disminución absoluta y relativa del ingreso de los trabajadores promoviendo una mayor desigualdad. Algo que se pone de manifiesto con el avance del consumo suntuario favorecido por una gigantesca intervención de los Estados nacionales para promover el salvataje de empresas en crisis entre 2008 y 2010. Pero no solo a costa de la sociedad, sino también de la naturaleza, expresado entre otras cuestiones en el efecto invernadero por la emanación recurrente de gases tóxicos derivados del modo concreto de producción.
El fracaso del G20, no solo en este encuentro de París, sino en todas sus cumbres anteriores es reflejo de la imposibilidad de resolver la crisis alimentaria, energética, ambiental, financiera y económica, sin resolver integralmente la cuestión, lo que impone una crítica profunda al orden capitalista y a la necesidad de pensar en otro orden social para satisfacer las necesidades de la población mundial.
Buenos Aires, 19 de febrero de 2011
 
Julio C. Gambina
Profesor de Economía Política en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario, UNR. Profesor invitado en posgrado en diversas Universidades de Argentina y el exterior. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP. Integrante del Comité Directivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO.


 
[1] “Bienvenidos a la presidencia francesa del G20” Consultado el 19 de febrero de 2011 en: http://www.g20.org/index.aspx
 
[2] El G20 ve el precio de materias primas y la deuda como lo mayores riesgos”. Miércoles, 16 de Febrero de 2011. Consultado el 19 de febrero de 2011 en Latindadd, Red Latinoamericana sobre Deuda, Desarrollo y Derechos: http://www.latindadd.org/index.php?option=com_content&view=article&id=13...
 
[3] Héctor Huergo. “La nueva arremetida de los precios”, Clarín, suplemento rural del sábado 19 de febrero de 2011, página 3. El autor sostiene que “Hay un denominador común en la crisis política que agita a los países del norte de África y Medio Oriente. Es el alto precio de los alimentos, en especial del trigo. Ya había habido agitación social en Egipto en el 2008, cuando se dispararon los precios de los granos.”
 
[4] “Primera reunión del G20 en París bajo presidencia francesa”. En rfi, publicado el viernes 18 de febrero de 2011 y consultado el 19 de febrero de 2011, en: http://www.espanol.rfi.fr/economia/20110218-primera-reunion-del-g20-en-paris-bajo-presidencia-francesa
 
 
[5] Eric Toussaint. “Crisis Global. Del Norte al Sur del planeta: la deuda en todos sus estados”. Versión provista por el autor de la conferencia dictada en Ecuador, en la sede del Banco Central, el 27 de enero del 2011.
[7] El Banco Mundial prevé una desaceleración del PIB mundial en 2011. Alerta de la amenaza para el crecimiento de los problemas del sector financiero en algunos países de ingreso alto”. En Finanzas.com del 13 de enero del 2011, consultado el 19 de febrero del 2011 en: http://www.finanzas.com/noticias/economia/2011-01-13/411362_banco-mundia...
 
[8] Ib. La previsión para el 2011 es 3,3% del PBI mundial contra un 3,9% del 2010. “…el organismo estima un mayor crecimiento de los países en desarrollo -al 7% en 2010, 6% en 2011 y 6,1% en 2012-, superando así a los países de ingreso alto, que se proyecta llegarán a niveles del 2,8% en 2010, 2,4% en 2011 y 2,7% en 2012. Así, el Banco Mundial considera que la economía mundial se desplaza desde una fase de repunte posterior a la crisis hacia un crecimiento lento…
 
[9] Argentina se opondrá en el G-20 a regular los precios de las materias primas. Diario Clarín, Suplemento económico IEco del 17 de febrero de 2011, consultado el 19 de febrero de 2011 en: http://www.ieco.clarin.com/economia/Argentina-G-20-regular-precios-materias_0_214500016.html
 
[11] Leonardo Boff. El difícil paso del tecnozoico al ecozoico. Difundido por el Servicio Informativo "Alai-amlatina" el 18 de febrero del 2011. Tecnozoico alude a un tiempo de utilización de la ciencia y la técnica para explotar recursos naturales en beneficio de unos pocos y ecozoico, relativo a mantener la vitalidad y equilibrio de la tierra.
[12] Mempo Giardinelli. Sobre mentiras y naturaleza. Carta abierta a la presidenta. En Página 12, del 15 de febrero de 2011, consultado el 20 de febrero de 2011 en: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-162379-2011-02-15.html
 
[14]Egidio Bruneto y Joao Pedro Stedile. Militantes del MST y de la Vía Campesina. Las causas del aumento de precios y de la crisis alimentaria en el mundo (Traducción Minga Informativa de Movimientos Sociales). En: http://www.movimientos.org/show_text.php3?key=18963

[15] Para 1993 la extensión sembrada de soja para las principales provincias productoras era de 5.300.000 has, ascendiendo a 10.200.000 has en 2001. Para el conjunto del país era de 14.500.000 en 2003-04 y 16.600 en 2007-08. Fuente INDEC, consultado el 19 de febrero de 2011, en: http://www.indec.mecon.ar/ Se estima un total de 20 millones de has para la cosecha actual.
[16] Ib.
https://www.alainet.org/es/articulo/147711

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