Redes sociales, retórica revolucionaria y apuntalamiento del neoliberalismo

22/02/2011
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  • Opinión
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En las últimas semanas hemos asistido a un inusitado fragor revolucionario por parte de los medios de información capitalista. De la noche a la mañana, los regímenes dictatoriales del ámbito musulmán han sido colocados en el punto de mira de los mass media, quienes han visto en las rebeliones de Túnez, Egipto Libia, Yemen, Marruecos y Bahrein un ejemplo de lucha pacífica del pueblo contra la opresión; una lucha que, por lo demás, es presentada como horizontal, sin líderes, producto de una espontaneidad creadora de valores políticos surgida “desde abajo” gracias, especialmente, a las redes sociales.
 
 Un sistema en peligro
 
 “Estamos llegando a un punto peligroso” advertía el pasado 19 de febrero el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, a los miembros del G-20 reunidos en París. La razón que esgrimía: la descomunal subida de los precios de los alimentos que se ha producido en los últimos meses. “Podrían producirse disturbios, caer gobiernos y las sociedades inclinarse hacia el desorden”, añadía refiriéndose a los casos de Túnez y Egipto.
 
Un “peligro” que hunde sus raíces en la evidencia que ha supuesto la “solución” a la crisis económica, leída desde la población como la constatación definitiva de que el verdadero poder no está en lo político-partidista –no digamos ya en el pueblo– sino en lo económico, generalizando por tanto un descrédito también casi unánime sobre el verdadero valor democrático de nuestro regímenes.
La lectura mediática de las revueltas en el mundo musulmán ha supuesto una oportunidad única para recuperar el acento en lo político, o más bien, para reconstruir la ilusión ideológica –en sentido marxiano– de que el poder económico no está en la punta de la pirámide “democrática”. Y para ello no sólo es necesario ocultar al verdadero sujeto económico que hay detrás de nuestras “democracias”, sino también el recrear el espejismode que el sujeto político no son los gobernantes (que tan amablemente se han doblado a los intereses del capital) sino en el pueblo mismo.
 
 Desde este punto de vista, la importancia que se ha dado a las redes sociales, principalmente en las revueltas de Túnez y Egipto, lo considero un elemento esencial.
 
 Redes sociales: privatizando la horizontalidad
 
Recientemente, Vicenç Navarro alertaba en un excelente artículo sobre cómo de manera generalizada el enfoque de los medios del capital ha ocultado las verdaderas raíces de lo sucedido en Egipto: las contundentes y continuadas movilizaciones del movimiento obrero en los últimos años. Como el mismo Navarro señalaba en una entrevista, no interesa evidenciar la existencia de un movimiento obrero y campesino en estos países. Se hace necesario, en su lugar, inventar un nuevo “sujeto revolucionario” no “ideologizado”, casi apolítico.
 
 Así, el interés del binomio mass media-capital está en presentar a las redes sociales –verdaderos gérmenes de la “revolución”– como espacios políticos no ideológicos, es decir, espacios de participación y decisión ciudadana que actúan en favor de valores supuestamente universales –situados en la órbita de los Derechos Humanos– y por tanto no susceptibles de crítica ideológica. La lucha por la “democracia” se convierte en una lucha política que pretende recuperar la confianza en un sistema que se ha descubierto a sí mismo como al servicio del poder económico, pero situándola al margen de lo ideológico. Desde este punto de vista, la posición de la izquierda anticapitalista –la única capaz de presentar una alternativa verdaderamente estructural y a la que realmente temen personajes como Zoelick– es dejada al margen no sólo de lo posible, sino también de lo deseable por los sujetos de las revueltas.
 
 Un enfoque que, además, consigue algo más: la privatización de la horizontalidad e incluso de la sociedad civil. Porque, y es algo que también nos intentan hacer olvidar,  las redes sociales son empresas con evidentes intereses económicos. El presentarlas como espacios democráticos de lucha política capaces de lo impensable (derrocar a dictadores casi de un día para otro) no sólo implica someter la iniciativa de la sociedad civil a la lógica empresarial, sino que además muestra a esos espacios como verdaderas armas de lucha contra la opresión, señalando el camino a posibles futuras revueltas que, por supuesto, serían fácilmente controlables dado el carácter eminentemente vertical de las estrcuturas formales de las redes.
 
No seré yo quien, sin tener pruebas, acuse de estar detrás de las revueltas a quienes están acostumbrados a actuar más allá de sus fronteras. Sin embargo, no creo que sea una tesis que haya que descartar. Si bien es cierto que los dictadores caídos eran, sobre todo en el caso de Mubarak, fieles a las directrices de los EE UU y que, por tanto, estos no deberían haber tenido mucho interés en que aquéllos cayeran, el juego de la política internacional debe tener en cuenta el contexto de falta de credibilidad que la crisis ha provocado con respecto a nuestro orden político y económico. Se hacen necesarios, ya lo advertía Zoelick, cambios profundos y una mano de pintura “democrática” sin duda puede ser un buen sustituto que oculte que ese nuevo orden sólo puede ser posible con el fin del capitalismo. Y más si ese “retoque” se hace de la mano de una ciudadanía presentada como autónoma pero controlada a través de un sujeto económico que es ocultado.
https://www.alainet.org/es/articulo/147757
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