Justicia y seguridad
25/02/2011
- Opinión
El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas iba a aprobar una nueva resolución que condenaba al gobierno de Israel por la construcción de asentamientos en territorio palestino. Los votos a favor de catorce miembros chocaron con la voluntad de Estados Unidos, uno de los cinco miembros permanentes. Perjudicaría al “proceso de paz”, dijeron, aunque más de cien Estados respaldaran la resolución que los palestinos sometían al Consejo de Seguridad en virtud del Capítulo VI de la Carta de Naciones Unidas para el arreglo pacífico de controversias.
Estados Unidos contradice el discurso de Barack Obama en El Cairo en 2009, así como su condena a la construcción de nuevos asentamientos que ha reiterado en distintos encuentros con dignatarios israelíes y palestinos. Así se había ganado la antipatía del electorado sionista en Estados Unidos y de la clase política dominante en Israel.
En momentos de convulsión, Estados Unidos les da la espalda a pueblos que aspiran a las libertades y la democracia por la que tanto los animaba a luchar. La tibieza del “mundo civilizado” deja ver cierta incomodidad ante el desmoronamiento de dictaduras que mantenían “a raya” a los “fundamentalistas islámicos” mientras se garantizaba el suministro de petróleo y gas natural. Este férreo control militar aseguraba también el negocio de armas made in Spain, in France o in the United States of America.
El veto de Estados Unidos contra una nueva resolución ha pasado desapercibido en muchos medios de comunicación por la costumbre a que Israel incumpla las resoluciones del Consejo de Seguridad - diez de ellas desde 1947. Aunque estas resoluciones tienen más carácter político que jurídico, los distintos organismos internacionales les otorgan un carácter cada vez más jurisprudencial. Una nueva resolución habría confirmado la postura de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en 2004. Entonces, la Asamblea General le había pedido una opinión consultiva sobre el muro en territorio palestino y la construcción de asentamientos. La Corte concluyó que eran ilegales.
Israel se oponía a que la CIJ analizara el asunto de los territorios ocupados con el argumento de que la Asamblea General no puede hacer recomendaciones sobre una disputa de la que ya se ocupa el Consejo de Seguridad. La Corte respondió: “Si el Consejo de Seguridad, por falta de unanimidad de sus miembros permanentes, es incapaz de ejercer sus responsabilidades para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales […], la Asamblea General tomará en cuenta la cuestión inmediatamente en vistas de hacer recomendaciones apropiadas a los miembros para medidas colectivas”.
La oposición de un miembro permanente a una postura común conduce a una parálisis que pone en peligro la vida de civiles en conflictos como el de Palestina. Esa oposición suele estar más relacionada a afinidades políticas - como demuestra el apoyo incondicional de Estados Unidos a Israel- que a consideraciones relativas al mantenimiento de la paz y de la seguridad.
Algunos juristas internacionales consideran que los miembros permanentes le han dado al Consejo de Seguridad un papel de juez que le corresponde más a un órgano jurídico como la CIJ. En repetidas ocasiones “los más fuertes” han presionado para la inadmisibilidad de demandas en la Corte sobre cuestiones que afectan a sus intereses. Casos como el de los asentamientos requieren un sistema con jueces independientes que interpreten los hechos a la luz del derecho internacional. Cuando el asunto acaba en el Consejo de Seguridad, acaban por imponerse los intereses de alguno de los cinco miembros permanentes que, con su veto, impide que se tomen medidas y fuerza otro tipo de “negociaciones” más directas.
Urge una adaptación del sistema de Naciones Unidas a los tiempos actuales, distintos a los del mundo bipolar, después de la Segunda Guerra Mundial, en que fue concebido. La sociedad internacional no puede permitirse dejar en manos de un país la posibilidad de echar por tierra decisiones relacionadas con la paz. El necesario fortalecimiento del Consejo de Seguridad para mantener la paz pasa por la ampliación de asientos permanentes y por eliminar la posibilidad de veto. La revitalización de Naciones Unidas depende de que se fortalezca la CIJ y que se reconozca su papel en la búsqueda de la justicia y, por tanto, de la paz entre los pueblos.
- Carlos Miguélez Monroy es Periodista y Coordinador del CCS
https://www.alainet.org/es/articulo/147864
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