La batalla (por lo que queda) del petróleo

13/03/2011
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Una cosa son las aspiraciones democráticas de los pueblos árabes y otra son los intereses vitales de Estados Unidos (EU) y sus socios occidentales. En el estado actual del mundo, con una superpotencia imperial cuya existencia misma depende en primer lugar del control de recursos energéticos, solo son admisibles algunas “aspiraciones democráticas” de los pueblos árabes, es decir una democracia formal que deje intocado el sistema actual de subordinación a EU y Europa. En tal coyuntura el caso de Libia expone el límite del sorprendente despertar de los pueblos árabes, o hasta donde EU y el resto de las potencias occidentales aceptarán que se afecten sus “intereses vitales”, como el acceso y control de recursos naturales -petróleo, gas natural, fosfatos, uranio y otros más-, y el estratégico control militar de la región.
 
El comienzo del fin de la “era del petróleo”
 
En el 2007 la mayoría de los países del Oriente Medio y África del Norte (OMAN) produjeron el 36 por ciento del petróleo a nivel mundial (cifras de British Petroleum) y en 2035, según las proyecciones del Departamento de Energía de EU, producirán el 43 por ciento. En un importante análisis sobre el colapso del vigente orden petrolero, el profesor Michael T. Klare (1) explica que al requerir un creciente abastecimiento de “petróleo abordable” la economía mundial ha dependido del Oriente Medio, y que por esa razón ”los gobiernos occidentales han apoyado durante largo tiempo los “estables” regimenes autoritarios en esa región, abasteciendo y entrenando regularmente  a sus fuerzas de seguridad. Este atrofiante y petrificado orden, cuyo gran éxito fue el de producir petróleo para la economía mundial, está ahora desintegrándose. Y no contemos en cualquier nuevo orden (o desorden) que permita abastecernos con petróleo barato para preservar la Edad del Petróleo”, advierte Klare.
 
En un artículo titulado “The Collapse of the Old Oil Order” (tomdispacht.com), Klare retraza la historia de cómo los poderes occidentales intervinieron repetidamente en el Oriente Medio para asegurar la supervivencia de gobiernos autoritarios cuya principal devoción es la producción de petróleo para la exportación. Sin tales intervenciones es imposible concebir la expansión de las economías occidentales después de la segunda Guerra Mundial y la actual prosperidad de las sociedades industriales.
 
Pero desde la revolución iraní (1979-1980) estas intervenciones militares y económicas, como las sanciones comerciales, no solo impidieron aumentar la producción petrolera en esa región, sino que la redujeron o estabilizaron en niveles más bajos que los anteriores. Tal es el caso de Irán, de Irak después de las dos intervenciones estadunidenses: en 1991, antes de la primera Guerra del Golfo, Irak producía 2.8 millones de barriles diarios y luego la producción bajó a 2.1 millones; antes de la agresión militar y la ocupación estadunidense de Irak en 2003 la producción iraquí era de 2.5 millones, y luego bajó a dos millones diarios entre 2003 y 2009, alcanzando los 2.5 millones solo en 2010.
 
Klare apunta que el intervencionismo extranjero para “controlar el orden político en el Oriente Medio con el objetivo de producir más petróleo generará inevitablemente presiones contrarias que resultan en una baja de la producción. Estados Unidos y otros poderes que observan los levantamientos, rebeliones y protestas que están ardiendo por todo el Oriente Medio –y potencialmente en África del Norte- deberían en realidad estar preocupados: más allá de sus verdaderos deseos políticos o religiosos, las poblaciones locales siempre terminan por anclarse en una fiera y apasionada hostilidad hacia la dominación extranjera, y en un quiebre escogerán la independencia y la posibilidad de libertad por sobre un aumento de la producción de petróleo”.
 
 Arabia Saudita es el mayor productor de petróleo en el Oriente Medio y, como apunta Klare, hasta el momento no ha exhibido “signos obvios de vulnerabilidad”, ya que de ser así los precios del petróleo habrían aumentado mucho más. Pero aun cuando la rebelión no alcance el reino de los Saudí, el viejo orden petrolero del Oriente Medio no podrá ser reconstruido. Arabia Saudita proyecta un consumo interno de petróleo equivalente a 8.3 millones de barriles diarios hacia 2028, dejando pocos recursos para la exportación. En la región del Oriente Medio es predecible un declive a largo plazo de la disponibilidad de petróleo para la exportación, y como no hay otra región que pueda reemplazarla como “primer exportador mundial”, la economía basada en el petróleo se marchitará –porque el petróleo será escaso y caro- y con ella la economía global. Según Klare solo escaparemos de las más severas repercusiones económicas de esta escasez de petróleo si se desarrollan rápidamente fuentes alternativas de energía y se baja dramáticamente el consumo de petróleo.
 
La estrategia de Washington
 
Para Washington, sin embargo, la urgencia no es desarrollar fuentes alternativas de energía ni bajar el consumo de petróleo –el primer consumidor es el Pentágono-, como recomienda el profesor Klare, sino pasar de la política de aceptar “cambios de regimenes”, como en Túnez y Egipto, a la política de “alteración de los regimenes amigos”, o sea cambiar (o alterar en el lenguaje de Washington) algunos aspectos de la vida política, como efectuar elecciones sin cambiar la naturaleza del Estado, para dejar intocado el sistema económico y militar favorable a EU en la rica región petrolera de OMÁN. El gatopardismo en su versión literal, como queda en claro en un articulo (2) publicado el pasado 5 de marzo en el diario The Wall Street Journal (WSJ).
 
Este artículo, basado en entrevistas y declaraciones de altos funcionarios del Pentágono y el Departamento de Estado de Washington, afirma que la Administración del presidente Barack Obama se afincó en la estrategia de “ayudar a que se mantengan en el poder los viejos aliados que están dispuestos a efectuar reformas, incluso cuando eso signifique que haya que esperar para la incorporación de la totalidad de las demandas democráticas de sus nuevas y envalentonadas ciudadanías”. Esta estrategia nació de las fuertes presiones internas en EU y de los aliados de Washington en la región -desde Israel, Marruecos, Arabia Saudita, pasando por Bahrain, Kuwait, Omán, Qatar y los Estados Árabes Unidos- que se espantaron por la decisión de la Casa Blanca de dejar caer los gobiernos autocráticos de Túnez y Egipto.
 
La monarquía de Marruecos fue el primer Estado en prometer “alterarse” e inmediatamente se manifestó el apoyo estadunidense al rey Mohammed VI. El régimen de Yemen ocupó rápidamente el segundo lugar al prometer “alterarse”, o sea adoptar una forma de democracia formal, después de décadas de autocracia.
 
La sola excepción es Libia
 
“Libia, un adversario de EU por largo tiempo (hasta ser) parcialmente rehabilitado por la Administración (de Georges W.) Bush después que Trípoli renunció a su programa nuclear, es la excepción a esta política de ‘alteración de régimen’. La reacción inicial del señor Obama fue apagada, pero después criticó al coronel Gadafi por cometer actos de violencia contra su propio pueblo y exhortó a que el dictador se hiciera a un lado. Los críticos afirman que esta respuesta ha sido muy lenta y que se necesita una acción militar”, según el artículo del WSJ.
 
¿Por qué es Libia una excepción? Para algunos analistas, como Michel Chossudovsky de Global Research (3), EU y la OTAN están apoyando una insurrección armada en el Este de Libia, tratando de justificar su intervención como “intervención humanitaria”. Apoyándose en las declaraciones públicas de altos funcionarios de Washington y de la OTAN el profesor Chossudovsky afirma que esta operación fue planificada “para hacerla coincidir con el movimiento de protesta en los países árabes vecinos, haciéndosele creer a la opinión pública que el movimiento de protesta se había extendido de forma espontánea a Libia desde Túnez y Egipto. La Administración Obama, en consultas con sus aliados, está propiciando una rebelión armada, es decir un intento de golpe de Estado”, y eventualmente “una invasión militar de sus fuerzas bajo un ‘mandato humanitario’ () cuyo objetivo real no es establecer la democracia sino tomar posesión de las reservas de petróleo de Libia, desestabilizar la National Oil Corporation (la empresa estatal de Libia) y finalmente privatizar la industria petrolera del país”. Esta acción, agrega Chossudovsky, forma parte de “la más amplia ‘Batalla por el Petróleo’. Cerca del 80 por ciento de las reservas de petróleo de Libia se localizan en la meseta del Golfo de Sirte, al Este de Libia”, y apunta que “los supuestos estratégicos tras la ‘Operación Libia’ son reminiscencia de las anteriores empresas militares de EEUU y la OTAN en Yugoslavia e Irak”.
 
De nuevo la “injerencia humanitaria”
 
El jueves pasado se dio el primer paso para aplicar todo el peso de la “injerencia humanitaria” con el reconocimiento del “Consejo Provisional Nacional de Transición” de Libia (CPNT), que se presenta como el “Gobierno Provisional de Transición de Libia”, por el gobierno francés del presidente Nicolás Sarkozy.
 
Este reconocimiento permite a Francia de considerar el CPNT como el gobierno legitimo de Libia y otorgarle ayuda, reconocer su autoridad para acceder a las cuentas de Libia o de Gadafi que han sido congeladas, venderle armas como hizo hasta hace semanas con el gobierno de Gadafi o enviar “asistencia humanitaria”, y en particular cabildear para que otros países europeos reconozcan rápidamente al CPNT.
 
Este paso de Sarkozy, según el diario francés Le Figaro, va acompañado de una propuesta “a sus socios europeos” (todos miembros de la OTAN) de efectuar “ataques aéreos específicos” en Libia, e interferencias de los sistemas de transmisiones del comando de Gadafi. Tal política, empero, no es del agrado de todos los países europeos, según el diario francés.
 
En el caso de Libia se ha resucitado el ejemplo de la intervención militar de la OTAN en la ex Yugoslavia, particularmente en el caso de Kosovo, según Jean Bricmont, del Tribunal de Bruselas, (4) y Pepe Escobar (5), experto en la geopolítica del petróleo.
 
Bricmont destaca ese imperialismo basado en la “injerencia humanitaria”, inventado por Bernard Kouchner –ex ministro de Relaciones Exteriores de Francia bajo el gobierno de Sarkozy- y que ha servido de justificación para la intervención en Kosovo, en Afganistán, Irak y otros países, causando cientos de miles de muertos civiles. Bricmont recuerda que camuflar el intervencionismo militar bajo causas “humanitarias” no es nada nuevo, y que hasta el dictador nazi Adolf Hitler adujo la “protección de minorías” para agredir militarmente a Checoslovaquia y Polonia, lo que lanzó la segunda Guerra Mundial.
 
Si hay una intervención de la OTAN en Libia, anticipa Pepe Escobar, esta será “vendida” a todo el planeta como el retorno del imperialismo humanitario. Tarea fácil desde el punto de vista de las relaciones públicas de la OTAN/Pentágono/Unión Europea porque el ex terrorista Gadafi ya ha sido re-etiquetado como “el nuevo Hitler’, como primero lo fue Slobodan Milosevic en Yugoslavia y más tarde Saddam Hussein en Irak. Para este analista no hay la menor duda de que Gadafi y su banda están practicando “abusos de los derechos humanos” en Libia. ¿Pero qué decir de las decenas o cientos de miles de seres humanos matados por el Pentágono desde Bagdad hasta Fallujah y más allá? ¿Eran ellos inhumanos y sin derecho alguno?
 
Mas adelante Escobar advierte que la OTAN puede terminar imponiendo su propia versión de la “alteración del régimen”, como ser la balcanización de Libia, al ejemplo de la ex Yugoslavia, o como el Pentágono intentó vía las oligarquías locales en Bolivia, en el 2008.
 
“La democracia es desorden”
 
“La democracia es desorden” (democracy is a mess) porque causa incertidumbre, dijo francamente Laurence D. Fink ante la televisión de la agencia Bloomberg el pasado 3 de marzo al ser preguntado sobre el impacto de las movilizaciones o luchas por la democracia en los países árabes, y en Libia en particular, en el mundo bursátil y financiero. Y el señor Flink no es una persona común, sino el presidente director ejecutivo del mayor -o uno de los mayores- fondos privados de inversiones, BlackRock Inc., que maneja en el mayor secreto y con mucho afán especulativo alrededor de cuatro billones de dólares (4 seguido de doce ceros, lo que equivale aproximadamente a unos tres años del producto interior bruto de México) en inversiones bursátiles e instrumentos financieros diversos.
 
En 1979 Jeane Kirkpatrick (6)dijo algo similar, aunque de manera mucho más elaborada y con terribles y duraderas consecuencias en todo el mundo, al afirmar que las reformas necesarias para hacer funcionar el capitalismo al estilo del economista Milton Friedman, que sentó las bases del neoliberalismo, eran más fáciles de realizar dentro de un régimen autoritario, como el del general Augusto Pinochet, que en una democracia.
 
Ese es el origen de las políticas que desde hace más de cuatro décadas prosigue EU: priorizar la “estabilidad” basada en el autoritarismo de los ricos y poderosos, particularmente en el Oriente Medio, para seguir controlando lo que queda del petróleo, como advierte Michael T. Klare. Ahora esos mismos regimenes autoritarios deberán “alterarse”, o sea cambiar de fachada pero dejando intacta la estructura de poder y las alianzas con EU y la OTAN.
 
- Alberto Rabilotta, La Vèrdiere, Francia
 
Notas:
 
(1) Michael T. Klare, es profesor de Estudios sobre la Paz y la Seguridad en el Hampshire College y un destacado colaborador de tomdispacht.com y de The Nation , ha escrito varios libros, entre ellos el más reciente es Rising Powers, Shrinking Planet, y es autor del muy instructivo filme documental BloodandOil.
(2) U.S. Wavers on ‘Regime Change, WSJ del 5 de marzo, por Adam Entous y Julian E. Barnes.
(3) ¿Intento de golpe de Estado en Libia de EEUU y la OTAN?, primera parte, en: http://www.rebelion.org/portada.php
(4) Jean Bricmont es autor del libro “Imperialismo Humanitario”, publicado por Monthly Review Press, y su artículo Libya and the Return of Humanitarian Imperialism figura en el blog del 8 de marzo de http://www.counterpunch.org/
(5) The Perfect Storm, por Pepe Escobar, en Asian Times Online, http://www.atimes.com/
(6) Ver Dictatorships & Double Standards (1979) de Jeane J. Kirkpatrick, quien fue miembro del anticomunista “Comité del Peligro Actual”, precursora del Proyecto para el Nuevo Siglo Americano de los neoconservadores de George W. Bush, Embajadora ante la ONU y miembro del Consejo de Seguridad Nacional de Ronald Reagan, patrocinadora de la guerra sucia en Centroamérica y partidaria del apoyo a los combatientes musulmanes, entre ellos Osama bin Laden, para luchar contra los soviéticos en Afganistán.
https://www.alainet.org/es/articulo/148252

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