Yemen: en la cuerda floja
21/03/2011
- Opinión
Tras la llamada revolución de los jazmines en Túnez de diciembre de 2010 que culminó con la salida del Presidente Zine El Abidine Ben Ali el 14 de enero del año en curso, diversas protestas han proliferado a lo largo del Norte de África y de diversas naciones del Medio Oriente. Tras lo sucedido en Túnez, el siguiente evento que acaparó la atención del mundo fue la dimisión del Presiente egipcio Hosni Mubarak. En la actualidad todos los reflectores se encuentran en Libia y en la posible deposición de su líder Muammar al-Kadafi.
Sin embargo, hay otra serie de acontecimientos que no acaparan los titulares de los medios de información del planeta, pero que son importantes, no sólo ante la posibilidad de que se produzcan cambios de regímenes, sino por la maraña de desafíos que, al combinarse, plantean retos a la seguridad regional e internacional. Es el caso de la situación que enfrenta Yemen en la actualidad.
Yemen es un país ubicado en la península arábiga y que tiene una extensión de 555 mil kilómetros cuadrados, incluyendo unas 200 islas. Con 23 millones y medio de habitantes y un producto nacional bruto de apenas 58 mil 218 millones de dólares, Yemen es ciertamente el país más marginado de la península y uno de los más pobres del mundo, ubicándose en la 133ª posición en los índices de desarrollo humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de una lista de 168 naciones. Su ingreso per cápita es de apenas 2 457 dólares.
Su economía básicamente depende de las actividades primarias, destacando la explotación petrolera -aunque no posee tanto petróleo como sus vecinos-, la producción de café y de pescado. Empero, una de sus principales fuentes de ingresos son las remesas de los compatriotas yemenitas que trabajan en los Estados más ricos de la región, en el sector petrolero. En sí la economía de Yemen se encuentra fracturada dado que tras la unificación del país de 1990 no ha logrado integrarse debidamente. Los organismos financieros y crediticios internacionales han insistido en que lleve a cabo dramáticas reformas estructurales, mismas que las autoridades yemenitas han venido desarrollando con cierta lentitud desde 1995.
Cabe destacar que su principal socio comercial es la RP China, un país que poco a poco ha ganado relevancia en la región, de la que necesita sobre todo recursos energéticos para alimentar su vertiginoso crecimiento económico. Otra peculiaridad a destacar es que Yemen es el único país de la península que cuenta con un gobierno de corte republicano, encabezado por el Presidente Ali Abdullah Saleh, quien, sin embargo –contando los años que presidió al gobierno de Yemen del Norte antes de la reunificación- tiene tres décadas en el poder.
Como es sabido, en Yemen se han registrado en semanas recientes, diversas protestas que han sido reprimidas, incluyendo la que se desarrolló hace unos cuantos días en la Universidad de Sana’a. Este, sin embargo, es el menor de los problemas que enfrenta Saleh, quien ha dicho que no se postulará para un nuevo período presidencial en los comicios de 2013 -posiblemente para mitigar las protestas-, si bien muchos dudan que cumpla su promesa.
Yemen enfrenta una limitada disponibilidad de recursos naturales. Ya se señalaba que la producción de hidrocarburos que tiene, es más bien escasa. A ello hay que sumar la poca existencia de agua, otro recurso vital. Esto acontece en medio de fuertes presiones socioeconómicas para las autoridades, destacando el crecimiento demográfico, el desempleo y el analfabetismo, entre los principales desafíos.
Un problema no menos importante es la injerencia creciente de Saudi Arabia e Irán en sus asuntos internos. Con Irán, el gobierno de Saleh –quien. por cierto, es shíita- tiene vínculos cada vez más estrechos, en tanto con Saudi Arabia ha logrado negociar los conflictos limítrofes y asegurar asistencia económica. Empero, tanto Riyad como Teherán intervienen directamente en el conflicto armado que se desarrolla en el norte de Yemen, facilitando el flujo de armamento, por ejemplo. Claramente Saudi Arabia desea limitar la influencia iraní en Yemen, pero para Teherán, la situación geográfica tan privilegiada y estratégica del territorio yemenita es demasiado atractiva como para dejar escapar la oportunidad de incrementar su presencia en el área.
Además de los movimientos soberanistas en el norte del país, hay otros más que se producen en el sur. Sólo que a la problemática de las provincias sureñas hay que sumar la presencia de al-Qaeda que aparentemente desea hacer de Yemen su centro global de operaciones. Y ya existen varios antecedentes sobre el particular.
Pocos olvidan que el 12 de octubre de 2000 se produjo un ataque con explosivos contra el destructor de la marina estadunidense USS Cole, que se encontraba en las costas de Yemen, en el puerto de Adén, para abastecerse de combustible. En el incidente murieron 17 personas más dos terroristas, y otras 39 resultaron heridas. Se le considera el incidente más mortífero contra una embarcación estadunidense, desde que los iraquíes atacaron el USS Stark el 17 de mayo de 1987. El grupo terrorista al-Qaeda se adjudicó la autoría del atentado contra el USS Cole. El 14 de mayo de 2007, un juez estadounidense determinó que el gobierno de Sudán era responsable, al haber proporcionado ayuda material a al-Qaeda para llevar a cabo el atentado contra el barco.
El Golfo de Adén también es escenario, en la actualidad, de actos de piratería desarrollados sobre todo por jóvenes somalíes. Se trata de un problema cuyas raíces se encuentran en la guerra civil que se desarrolló a principios de los 90 en Somalia y que llevó a la virtual partición del territorio en tres zonas, con lo que se habla de un Estado fallido que carece de una autoridad central capaz de poner orden y sobre todo de ejercer la soberanía en las costas, lo que, aunado al saqueo pesquero del que tradicionalmente ha sido víctima Somalia, posibilita el desarrollo de actos de piratería –en muchos casos a manera de revancha por el robo, por parte de países desarrollados, de los recursos pesqueros del país- que tienen muy preocupada a la comunidad internacional, dado el intenso tráfico en la zona de buques petroleros que navegan por el Golfo de Adén para atravesar posteriormente el Canal de Suez y dirigirse a los principales mercados adquirentes –esto es, Europa y Estados Unidos.
Ante esta situación, el gobierno de Saleh se ha visto obligado a canalizar sus esfuerzos en el terreno de la seguridad interna sobre todo para enfrentar a al-Qaeda -que ha lanzado importantes ataques contra la infraestructura del país-, más que a enfrentar las rebeliones de corte soberanista del norte y del sur. En este sentido, el panorama en Yemen es muy desalentador, dado que su sociedad civil es incipiente, el autoritarismo se mantiene y una posible transición política plantea el problema de los inevitables vacíos de poder que podrían ser aprovechados por los insurrectos en el norte y el sur del país, llevando a su partición –otra vez-, amén de que la mesa estaría puesta para que al-Qaeda operara a sus anchas contra el mundo desde ese territorio.
En 2010, diversas amenazas de al-Qaeda contra misiones diplomáticas occidentales acreditadas en Yemen, llevaron al cierre de las embajadas de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Italia, República Checa, Japón, España, Alemania. Muchas de estas legaciones diplomáticas buscaron mejorar sus sistemas de acceso y seguridad. Asimismo, la seguridad en el aeropuerto internacional de Sana’a fue reforzada.
Despachos de la BBC señalaban como causa de estas acciones, el ingreso de un cargamento importante de armas de fuego a las que los cuerpos de seguridad yemenitas les perdieron el rastro. Aun cuando el cierre de las embajadas y/o la suspensión de sus servicios consulares duró, cuando mucho, un día, es evidente que no se habría tomado una decisión de ese tipo si no se hubiera tenido la certeza de que se podría producir un incidente muy serio, presumiblemente por cortesía de al-Qaeda.
Así las cosas, no parece que Occidente esté en condiciones de presionar a Saleh, a la usanza de lo que se observa en Libia con Kadafi, dado que, con todo y su autoritarismo, el Presidente de Yemen es quizá la única posibilidad, al menos por ahora, de mantener medianamente cohesionado a un país acechado por las ambiciones saudíes e iraníes, y, por supuesto, el activismo creciente de al-Qaeda.
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María Cristina Rosas es profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México
https://www.alainet.org/es/articulo/148480?language=en
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