Libia no debería ser un campo de experimentación
24/03/2011
- Opinión
La última resolución del Consejo de Seguridad sobre la situación en Libia continua siendo objeto de debate y controversias. Como siempre, se trata de la interpretación de los términos de la citada resolución.
A diferencia de las precedentes resoluciones que autorizaban el uso de la fuerza, y donde el mando de la coalición era conocido y ejercía de coordinador de las operaciones y de interlocutor único, en este caso, ese instrumento brilla por su ausencia. A lo sumo, el Consejo de Seguridad pide a los Estados miembros "el establecimiento de un mecanismo apropiado". El hecho es que este mecanismo no se ha puesto en marcha pero los ataques sí que han empezado. Sólo gracias a los medios, sabemos que habría una repartición de tareas por franjas horarias o por zonas, y que el mando militar no estaría definitivamente fijado. Lo cierto es que sólo disponemos de suposiciones y de ninguna certeza, salvo la de la realidad de los bombardeos que intervienen por turno. A última hora nos llega la noticia de que a la OTAN se la podría asignar un papel de apoyo y habría un "mando político" para la operación.
Aunque nos encontramos ante una situación que podríamos calificar de insólita en sí, lo más preocupante se refiere a las divergencias en cuanto a los objetivos.
Si nos referimos a los términos aparentes de la resolución, podemos destacar que exige el alto el fuego inmediato decide el envío de un comité especial de alto nivel con el fin de facilitar el diálogo decide establecer una zona de prohibición de vuelos autoriza a los Estados miembros, a título nacional o por conducto de organizaciones o acuerdos regionales de cooperación, a adoptar todas las medidas necesarias para proteger a los civiles y las zonas habitadas por civiles, excluyendo el uso de una fuerza de ocupación extranjera, de cualquier clase y en cualquier parte del territorio libio.
Estas implican, pues, acciones diplomáticas y militares paralelas que se aplicarían a todas las partes beligerantes armadas con el fin de proteger a los civiles e implementar el diálogo y la Zona de exclusión aérea, así como la puesta en marcha de mecanismos de coordinación y de seguimiento, sin olvidar el cumplimiento del embargo de armas sobre todo el territorio libio.
Vista desde esta perspectiva, la resolución parece privilegiar la vía del diálogo y de la concordia nacional en Libia, bajo la amenaza del recurso a la fuerza con el fin de imponer las exigencias mencionadas. Mientras que sobre el terreno los aontecimientos parecen tomar otra dirección, ya no son un secreto para nadie las serias críticas de miembros de la comunidad internacional así como las reservas ante ciertos componentes de la coalición, ¿no sería urgente que el Consejo de Seguridad volviera a tomar cartas en el asunto y precisara el alcance de la acción de la coalición, en el sentido del interés del pueblo libio y del respeto a la legalidad internacional en todas sus dimensiones? Estamos hablando de vidas humanas, de la estabilidad regional y de la preservación de la unidad e integridad territorial de un Estado soberano. Está en juego la credibilidad y el prestigio de una iniciativa de ámbito humanitario internacional, tal como fue presentada y aprobada.
Lo que también es preciso temer es que la explosión de armas de ambas partes, además los bombardeos realizados bajo la cobertura de la ONU, desbaraten y ahoguen un renacimiento responsable, pacífico y cívico de los pueblos del sur del Mediterráneo, que con todo derecho pretenden su plena emancipación y la igualdad internacional.
Los que hoy se escudan en una resolución del Consejo de Seguridad, son los mismos que ignoraron durante décadas los legítimos derechos del pueblo palestino y el exilio forzado de una población martirizada. Y justamente por ello, las resoluciones de Naciones Unidas nunca serán creíbles para los demás pueblos mientras no se apliquen al Estado de Israel.
La humanidad es una e indivisible, la dignidad también. No puedo sentirme libre si mi vecino no lo es. Si admitimos que a causa de un cierto sentimiento de culpabilidad histórica en Europa hacia el pueblo judío, víctima del abyecto nazismo y el fascismo, un Estado pretenda actuar por encima de la leyes internacionales, y que se trate de justificar una ocupación territorial y el escarnio del pueblo palestino inocente, es que el “nuevo mundo” y “la primavera árabe” no se presentan con buenos auspicios.
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Abdeslam Baraka
Analista político internacional
https://www.alainet.org/es/articulo/148544
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