Recuperar personas de la cárcel
19/04/2011
- Opinión
No mató ni violó a nadie, pero lleva 35 años en prisión. Si la justicia no atiende a su petición de indulto por razones humanitarias – padece hepatitis C y tuberculosis a sus casi 61 años de edad –, el español Miguel Francisco Montes Neiro podría morir en la cárcel antes de cumplir su condena, dentro de diez años.
Su abogado considera un agravio comparativo que crímenes de sangre, como el de un terrorista que asesinó a 22 personas, cumplió 24 años de condena y ya está en la calle.
El calvario de Montes Neiro comenzó antes de cumplir la mayoría de edad. Acusado de robar tabaco de un quiosco, pasó nueve años en prisión. Al poco tiempo de salir de la cárcel, se enlistó como voluntario en el ejército pero, acusado de robar un fusil, desertó y volvió a la cárcel en 1976.
Nunca ha podido recuperar su libertad a partir de ese momento. Se ha prolongado la estancia en la cárcel por acusaciones de robo durante periodos de libertad condicional, intentos de fuga, falsificaciones de documentos y huelgas de hambre. Sus familiares defienden su inocencia ante la acusación de robar una joyería durante su libertad condicional, entre 1995 y 1997. Los joyeros no lo pudieron reconocer porque el asaltante llevaba la cara tapada durante el robo, según la hermana del acusado.
El artículo 25.2 de la Constitución española vigente establece que “las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social” de la persona. Entre los derechos que este apartado de la constitución reconoce a los presos está el de su acceso a la cultura y al desarrollo integral de su personalidad.
Algo de este componente de reeducación y reinserción ha fallado en el caso de un hombre enfermo, con dos hijas, que ha intentado quitarse la vida en varias ocasiones. Treinta y cinco años de prisión, más los diez que le restan para cumplir su condena, parecen desproporcionados para los delitos que se le imputan, en el supuesto de que los hubiera cometido.
Distintos sectores de la sociedad civil piden una reforma del código penal para evitar que personas sin delitos de sangre cumplan condenas similares o superiores que personas que han matado. También preocupan las miles de personas que, por delitos menores, ingresan en prisión antes de que un juez dicte su sentencia, lo que se conoce como “prisión preventiva” y que llega a durar más de dos años.
Aunque el juez dicte una sentencia favorable al acusado, la vida de una persona no vuelve a ser la misma después de estar en prisión. En muchos casos se produce un distanciamiento de la familia, surgen problemas conyugales, económicos y emocionales; muchos amigos “desaparecen” o no contestan el teléfono; conseguir trabajo se dificulta por el estigma social que rodea a las prisiones.
Otros sectores de la sociedad piden la instauración de la cadena perpetua e incluso la pena de muerte. Se dejan llevar por el alarmismo de muchos medios de comunicación ante crímenes de sangre, con gran repercusión mediática, para “exigir” el endurecimiento de las condenas. Con el fin de aumentar las audiencias, estos medios exprimen el dolor de familias que han sufrido violaciones y asesinatos de sus seres queridos. Las “propuestas” que surgen de ahí no se apoyan en el estudio y en la reflexión, sino en el dolor fresco, el odio visceral de las familias y la percepción que tiene la sociedad sobre la criminalidad. Esta percepción viene determinada por la forma en que los medios de comunicación presentan el mundo y no por datos y estadísticas. Si un programa de noticias dedica gran parte de sus contenidos a desgracias y a delitos, las personas se convencen de que viven en un mundo en el que conviene encerrar a la gente “peligrosa”. A pesar de la creciente percepción de violencia en Madrid, la delincuencia en la ciudad disminuyó en 2010, según datos oficiales. El sensacionalismo contribuye a la toma de una parte de la realidad dramática por el todo. No podemos convertir las cárceles en simples centros de castigo para tranquilizar conciencias cuando tenemos la oportunidad de poner los medios para recuperar a personas que han perdido el rumbo.
- Carlos Miguélez Monroy es Periodista y Coordinador del CCS
https://www.alainet.org/es/articulo/149210
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