Los espías mimados de Israel en Estados Unidos

22/05/2011
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El viejo diferendo entre el gato y el ratón, que ha alcanzado su máxima expresión en los comics de Tom & Jerry, ha marcado históricamente los enfrentamientos entre el espionaje y el contraespionaje. Tal como expresó Tzun Tsu, en El Arte de la Guerra, “La información no puede obtenerse de fantasmas ni espíritus, ni se puede tener por analogía, ni descubrir mediante cálculos. Debe obtenerse de personas; personas que conozcan la situación del adversario.” Tal es la razón de la existencia misma del espionaje, como una actividad desarrollada por instituciones, en nombre de un país u organización, cuya finalidad es la obtención de información sensible o secreta de otra contraparte. Para lograr ese objetivo se ha hecho presuponer que no valen recetas preconcebidas, ni escrúpulos y, sobre todo, apego a la legalidad. Mediante la penetración y la infiltración de agentes, recurriendo a la siembra de topos, al chantaje y al comprometimiento, el soborno y la explotación de las debilidades de los funcionarios enemigos, la búsqueda de afinidades ideológicas en algunos potenciales objetivos a partir de sus convicciones y las apetencias materiales de otros propensos a la traición, los servicios de inteligencia acceden a la información que les interesa para conocer las debilidades y planes de sus enemigos y, sorpresivamente, de algunos que consideran sus amigos. Este proceso es simple: se basa en un estudio inicial de perfiles de los potenciales agentes, la fase ulterior de acercamiento a la fuente y su reclutamiento.
 
Obviamente, cada nación debe protegerse de estas amenazas y para ello cuenta con sus servicios de contraespionaje, cuya actividad es impedir que el enemigo obtenga información secreta, neutralizar redes de espionaje, así como crear mecanismos de desinformación para confundir a la inteligencia enemiga. Su trabajo, por supuesto, se sustenta en la infiltración y penetración de las células de espionaje en su territorio, el monitoreo de las mismas y de las sedes diplomáticas donde operan centros de espionaje, la creación de perfiles de los funcionarios de las entidades gubernamentales con acceso a información sensible y valiosa, así como el reclutamiento de agentes mediante los mismos métodos que emplea la inteligencia, tales como sobornos, chantaje, amenazas y otras variantes del rejuego operativo.
 
Un aspecto esencial del trabajo de contraespionaje es esperar el momento oportuno para operar contra una red de espionaje enemigo. Aquí no valen los apresuramientos y muchas veces es más beneficioso darle cuerda al ratón para conocer sus intenciones, caracterizarlo en sus procedimientos y alcances de su trabajo, desinformarlo, que equivale a usarlo en propio beneficio. Un arresto prematuro de agentes puede dar al traste con casos de mayor y más peligrosa envergadura y alcance. Por tanto, el trabajo del contraespionaje requiere sutilezas y paciencia. Al respecto, el propio Tzun Tsu aclaró en su Arte de la Guerra: “No se puede obtener la verdad de los espías sin sutileza”.
 
Un elemento esencial para comprender el trabajo de los servicios de espionaje y contraespionaje es el de verlos como instrumentos de la política de cada estado en su exacto tiempo y espacio. Hay ocasiones en que el gato y el ratón se convierten en enconados enemigos; otros en que cooperan entre sí por circunstancias específicas e intercambian información entre ellos ante un peligro foráneo; otras en que el gato es complaciente con el ratón en correspondencia a un contexto político internacional en que los intereses son coincidentes. Todo depende de sus patrocinadores gubernamentales y de sus objetivos en políticas e intenciones de estado. Al respecto, señaló acertadamente Honoré de Balzac: “Todo poder es una conspiración permanente”.
 
Hay ocasiones, sin embargo, en que la actividad del espionaje consentido puede crear graves problemas a un gobierno, tal como ha ocurrido a Estados Unidos con la actividad del Mossad israelí en su territorio. Las alianzas norteamericanas con Israel, la fortaleza del lobby judío y su influencia en los círculos de poder estadounidenses, así como una excesiva confianza, le han creado más de un dolor de cabeza y han puesto en ridículo la eficacia de su contraespionaje. De hecho, el espionaje consentido del Mossad en EE UU ha despertado muchos recelos es las esferas gubernamentales norteamericanas por la agresividad, impunidad y peligrosidad de los servicios de inteligencia israelíes, quienes han puesto en tela de juicio la vulnerabilidad de ese país en mas de una ocasión. Tal vez le faltó a Estados Unidos tener más en cuenta aquella vieja y sabia frase de Benjamín Franklin: “Al elegir un amigo ve despacio, y más despacio todavía al cambiar de amigos”.
 
La colaboración interagencias
 
Un hecho reciente, la captura de treinta espías norteamericanos pertenecientes a la CIA por parte del ministerio iraní de Inteligencia, todos en realidad vinculados al Mossad israelí, puso de manifiesto la colaboración interagencias de inteligencia entre ambas naciones. El empleo de los centros de la CIA en las sedes diplomáticas ubicadas en varios países árabes como los Emiratos Árabes Unidos, Malasia y Turquía, para reclutar ciudadanos iraníes y de otras naciones del Medio Oriente, tuvo como soporte al Mossad, pues el mismo se encargó de cumplir con las fases de selección, acercamiento y parte del reclutamiento de los mismos. En esta oportunidad, mediante promesas de libre emigración a EE UU y dinero, se pretendía obtener información sensible sobre las defensas, finanzas y otros secretos de la República Islámica de Irán.
 
En casos como este, los favores se pagan e Israel tiene bien claro que el objetivo de su espionaje debe ser, primero que todo, aquellos países que, como Estados Unidos, cuentan con grandes concentraciones de ciudadanos árabes. Tal fue la razón de que a partir de los años 60 el Mossad creara abundantes redes de monitoreo en varias ciudades norteamericanas con la anuencia de la Casa Blanca. Estas redes dedicadas a espiar a las comunidades árabes también tienen como misión la eliminación física o el secuestro de potenciales enemigos.
 
El reciente caso de la captura de los treinta espías de la CIA y el Mossad no es un hecho aislado. Varios documentos de Wikileaks dados a conocer el año pasado, y enviados a la CIA, y luego entregados a sus socios del Mossad, ponen sobre el tapete que las embajadas norteamericanas en países árabes y musulmanes, emplearon el sistema militar de comunicación SIPDIS como soporte informativo. En uno de ellos se recoge la propuesta de Meir Dagan a EEUU, el jefe del Mossad, de un plan para ejecutar un golpe de Estado en Irán en el año 2007. A pesar de algunas diferencias de interpretación de las políticas a seguir con respecto a Irán, entre ambos gobiernos prevaleció la intención de destruir a la Revolución Islámica recurriendo a los tradicionales mecanismos de subversión interna, apoyo a la contrarrevolución, una guerra mediática y desinformativa, así como el aislamiento internacional sobre la base de falsas acusaciones sobre el programa nuclear iraní y una fabricada violación de los derechos humanos. Para ello, desde luego, coordinaron acciones entre la CIA y el Mossad.
 
El espionaje consentido del Mossad en Estados Unidos
 
El espionaje consentido del Mossad dentro de Estados Unidos ha alcanzado ribetes inimaginables desde hace más de cincuenta años, cuando la inteligencia israelí se planteó monitorear a las comunidades árabes asentadas en ese país. En diciembre de 2008 fue la propia inteligencia rusa la que destapó la presencia de redes de Mossad, financiadas desde 1960 por parte de millonarios de origen judío, entre los que sobresalió el neoyorquino Bernard Madoff. La captura de Madoff se relacionó con un sonado caso de espionaje del Mossad que involucró a Larry Franklin, capturado en el 2005 cuando, desde su puesto como miembro del Pentágono, vendió secretos al AIPAC, el Comité Estadounidense-Israelí para Asuntos Públicos, grupo de cabildeo dentro del Congreso y de la Casa Blanca, vinculado estrechamente al Mossad. Larry Franklin, un analista del Pentágono especializado en Irán y perteneciente a la Oficina de Asuntos de Oriente Medio y el Sur de Asia (NESA), encargada de diseñar las políticas del Pentágono para esas regiones. Este golpe contra los israelíes, por supuesto, fue parte de una política coyuntural de Obama para deslindarse en apariencia de la influencia israelí tan predominante en las esferas de poder de Estados Unidos. Fue, en resumen, el sacrificio de peones en el tablero de ajedrez sin afectar a las grandes piezas.
 
Como un antecedente del espionaje israelí dentro de territorio norteamericano estuvo la captura en 1985 de Richard Smyth, quien fue encontrado culpable de vender temporizadores nucleares a Israel.
 
 Philip Giraldi, ex funcionario de la CIA, desmintió los alegatos de Tel Aviv de que actividad del Mossad en EEUU es un espionaje impune sostenido bajo presión del lobby israelí. De este modo, el Mossad está espiando en EEUU con impunidad, dijo Giraldi. La captura de Ben-Ami Cádiz en el 2008, luego de permanecer más de veinte años informando secretos militares a Israel es prueba de ello. Lo sorprendente de este caso es que Ben-Ami Kadish, ex ingeniero en Picatinny Arsenal en Nueva Jersey, salió luego de pagar una multa y aún percibe su pensión del Departamento de Defensa. Esta impunidad ha cobrado realce luego del aumento de las tensiones entre Israel e Irán en los últimos meses. El Mossad ha tratado, en más de una ocasión, espiar y coaccionar a ciudadanos árabes en EE UU bajo la fachada de pertenecer al FBI, sobre todo en grandes urbes como Nueva York y Nueva Jersey, operando incluso desde la misión de Israel ante las Naciones Unidas en Nueva York. Está claro de que el FBI tiene las manos atadas para actuar contra sus falsos agentes israelíes, en una aceptación de una rutina extendida e ilegal, aceptada incluso por el Departamento de Justicia.
 
Otro sonado caso de espionaje israelí involucró a Stewart Nozette, un científico aeroespacial del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), quien trabajó en el Laboratorio Nacional Livermore del Departamento de Energía y en el Centro Goddard de Vuelos Espaciales de la NASA, capturado por el FBI el 20 de octubre de 2009, intentado vender secretos a un agente encubierto que dijo pertenecer al Mossad. Aunque su culpabilidad quedó demostrada, Nozette confía en antecedentes anteriores en que espías al servicio del Mossad y del AIPAC, como Steve Rosen y Keith Weissman, quienes fueron absueltos bochornosamente en abril de 2009.
 
Desde 1989 hasta 2006 contaba con autorización de seguridad de alto nivel y acceso frecuente a información y documentos vinculados a la defensa nacional, señaló el FBI.
 
El espionaje del Mossad en EE UU tiene barbas largas y se ha convertido en un vicio en el stablishment norteamericano. Uno de los casos más antiguos fue el de Jonathan Jay Pollard, ex analista civil de inteligencia de la Marina de los Estados Unidos, condenado por espiar para Israel y suministrar a la LAKAM (Oficina de Operaciones Especiales de Israel) alrededor de 800.000 páginas de documentos norteamericanos clasificados. Condenado a cadena perpetua en 1987, purga su condena en la penitenciaría federal de Butner, en Carolina del Norte, identificado como el preso número 09185-016. Sin ser acusado de traición pues Israel no es enemigo de EE UU, Pollard ha sido una excepción en el trato con los espías israelíes. Todo parece haber sido cuestión de rejuegos políticos: el 12 de Mayo de 1998 Israel aceptó que Pollard era agente del Mossad y le concedió la ciudadanía israelí en 1995, tres años antes. Se sabe también que el AIPAC, y el propio gobierno de Israel, hacen gestiones para su liberación. Por último, el 4 de enero de 2011 el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, solicitó oficialmente el indulto de Jonathan Pollard.
 
También alcanzó notoriedad el caso de un militar norteamericano, David Tenenbaum, quien en 1997 suministró secretos militares al Mossad sobre misiles y vehículos acorazados.
 
Tal vez la prueba del espionaje consentido del Mossad en territorio norteamericano la ofreció Susan Lindauer, un ex contacto de la CIA en Iraq, quien ha lanzado la acusación de que la CIA tuvo conocimientos previos sobre el ataque en las Torres Gemelas y donde involucra al Mossad en estos eventos del 11 de septiembre de 2001. Para Lindauer, su jefe en la CIA, Kevin Barret, tenía conocimiento del ataque antes que el mismo tuviera lugar. Las declaraciones de Lindauer coinciden con documentos oficiales desclasificados del Archivo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, donde se muestra que el gobierno de Bush planeó la guerra contra Irak casi un año antes del ataque al World Trade Center. Para eliminar cualquier infidencia de Lindauer, la misma fue condenada como agente al servicio de Irak, aunque luego fue liberada por razones de inapropiadas condiciones mentales. Sin embargo, la expulsión masiva de espías israelíes luego de los atentados fue una respuesta por la falta de cooperación del Mossad de Israel para impedir la masacre los hechos del 11 de septiembre de 2001. Aunque el FBI consiguió pruebas al respecto, se sabe que las altas esferas de poder permitieron luz verde al ataque al WTC.
 
A principios del año 2006 se pudo evidenciar una operación dentro de Estados Unidos ejecutada por dos secciones del Mossad: la Metsada o sección de servicios especiales, encargada de proyectos de guerra paramilitares y psicológicos, así como del Lohamah Psichlogit Department (L.A.P.), que llevó al FBI a realizar amplios interrogatorios a miembros de la prensa norteamericana sobre sus conocimientos sobre la existencia de redes de inteligencia israelíes en territorio estadounidense y sus vínculos con la prensa de ese país, ya que existía una marcada tendencia a difundir información falseada a favor de Israel. Uno de los casos fue el de la periodista Judith Miller, experta en desinformar a la opinión pública por más de una década entre los años 80 y 90. Obviamente, como en todos los casos, cualquier investigación federal fue saboteada por los grupos de poder emparentados con el poderoso AIPAC y con la Conferencia de Presidentes de las Organizaciones Judías más Importantes (CPMJO). El colmo de la impunidad ha sido la penetración del FBI por agentes del Mossad, tal como ocurrió con los casos de Richard Perle y Paul Wolfowitz, quienes entregaron varios dossiers al servicio israelí en 1980. Muchos altos dirigentes del contraespionaje norteamericano, del Pentágono y figuras del gobierno como Elliot Abrams, Rubin y Libby en el Consejo Nacional de Seguridad, el Departamento de Estado y la Oficina del Vicepresidente, permitieron la impunidad del Mossad.
 
El nivel de manejo ideológico de la ultraderecha norteamericana pro israelí se puso de manifiesto cuando creó el Washington Institute for Near East Policy (WINEP), donde muchos funcionarios del departamento de Estado norteamericano y del Ministerio de Defensa realizan cursos sobre temáticas relacionadas con el Oriente Medio. Por si fuera poco, el AIPAC invita a los nuevos miembros del Congreso de EE UU a un viaje gratuito a Israel para realizar turismo político.
 
Otro apoyo de los servicios israelíes en Estados Unidos, la Zionist Power Configuration (ZPC), ha ejercido una fuerte influencia dentro del Congreso y en la Casa Blanca para condicionar la política norteamericana a favor de Israel, vinculándose a la ultraderecha estadounidense y al Complejo Militar Industrial, con vistas a bloquear cualquier acuerdo de paz en el Oriente Medio. Para muchos, hoy por hoy, el poder de ZPC sobrepasa la influencia de AIPAC.
 
Conclusiones
 
El hecho de que la política norteamericana hacia el Medio Oriente se encuentre secuestrada por Israel, quien ha logrado penetrar los altos estamentos gubernamentales de Estados Unidos, financiar campañas y sobornar a políticos, militares y jefes de los servicios de inteligencia y contrainteligencia norteamericanos, así como controlar el poderoso Complejo Militar Industrial, ha posibilitado la libre actuación de agentes y oficiales del Mossad y otros servicios israelíes con total impunidad.
 
No existe un servicio más activo que opere en la Unión que el proveniente de Israel. A pesar de los procesos investigativos llevados a cabo por el FBI y otros órganos de contraespionaje, a pesar del apresamiento de decenas de espías y redes completas, la justicia norteamericana los exonera de sus cargos o son simplemente expulsados con total impunidad. Aquí el gato juega complaciente con el ratón, ofreciéndole siempre una sonrisa irónica y bonachona.
 
Este espionaje consentido existe por obra y gracia de las confabulaciones, alianzas e identidades ideológicas entre Israel y Estados Unidos. Mientras tanto, Cinco cubanos purgan injustas condenas en cárceles norteamericanas.
https://www.alainet.org/es/articulo/149949
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