De reformas económicas y beneficios empresariales. Noticias para un relato de la crisis
30/05/2011
- Opinión
Empresas multinacionales que, en un contexto de crisis económica, pulverizan todos los recórds de obtención de beneficios. Ejecutivos de estas grandes compañías que, mientras apoyan reformas que abaratan el despido, se suben el sueldo. Gobernantes que viajan por todo el mundo, acompañados por los mayores empresarios, para asegurar los negocios de las compañías transnacionales que tienen su sede en este país. Exgobernantes que, para cerrar el círculo, son contratados ahora por las mismas empresas que en su día privatizaron. En los últimos meses, las multinacionales españolas se han convertido en las protagonistas de una sucesión de noticias como éstas. Si se hace el ejercicio de ponerlas todas juntas una detrás de otra, puede construirse, sin necesidad de demasiados comentarios, el relato de los ganadores y perdedores de la crisis actual. Eso es, precisamente, lo que trataremos de hacer a continuación. [1]
“¿En crisis? ¿Quién está en crisis? Desde luego, el grupo Santander no”, decía Emilio Botín, presidente de la mayor entidad financiera española, al anunciar la compra de un banco inglés en pleno boom de la crisis económica global. [2] A principios del año pasado, Botín se mostraba exultante al presentar los números del banco: “Si esperan escuchar malas noticias, se han equivocado de sitio. Sólo oirán buenas informaciones porque los resultados son magníficos”. [3] Ya en febrero de este año, el banquero volvía a sacar pecho por los resultados de la compañía: “El Banco Santander ha logrado completar un año excelente”.
De igual manera, las mayores empresas multinacionales españolas también han aumentado sus ganancias en el último año. Para comprobarlo, algunos titulares recientes: “Telefónica supera los 10 000 millones de beneficio”; “Repsol YPF triplica beneficios por la venta de activos y la subida del crudo”; “Las empresas del Ibex ganaron un 22 por ciento más en 2010”. Hace unos días, el diario El País resumía esta situación con tres palabras: “Unos beneficios extraordinarios”.
I.
“Zapatero acelera las reformas y los empresarios piden más”; “Los empresarios exigen a Zapatero que no le tiemble el pulso”, decían las portadas al día siguiente de la reunión que tuvo el presidente en Moncloa, a finales de noviembre de 2010, con los 37 mayores empresarios de este país. “Hay que hacer reformas, por impopulares que sean. Y si se sobreactúa, no pasa nada”, afirmaba Rodrigo Rato, presidente de Caja Madrid. Al término de aquel encuentro, Zapatero comparecía ante los medios y dejaba claro el mensaje: “El Gobierno se ha comprometido con seguir con las reformas estructurales y a algo más, a realizarlas con la máxima celeridad”. Efectivamente, una semana después, el Consejo de Ministros aprobaba el nuevo plan anticrisis: “Zapatero privatiza aeropuertos y elimina la ayuda de 426 euros”.
El 2 de febrero, el Gobierno, la patronal y los sindicatos mayoritarios firmaban el acuerdo de reforma del modelo de pensiones. “El pacto es un mensaje de confianza a España y la UE”, decía el líder del Ejecutivo, mientras Francisco González, presidente del BBVA, afirmaba: “El pacto social es bueno pero no suficiente. Hay que hacer más fotos y con más gente porque queda mucho trabajo por delante. (...) Hay que sacrificarse y hacer del país un país de progreso”, decía, a la vez que pedía “una reforma laboral de verdad”.
Un día más tarde, las medidas económicas del Gobierno recibían el respaldo internacional con la visita de Angela Merkel a nuestro país: “España está en muy buen camino”, decía la canciller alemana en una cena con los presidentes de compañías como Telefónica, Iberdrola y Acciona. Y, ese mismo día, Emilio Botín se mostraba “contento de cómo están yendo las cosas” y de la “rapidez de las medidas”, que “son magníficas”.
“La gran empresa se une para proponer medidas contra la crisis. 17 compañías forman el Consejo Empresarial para la Competitividad”, podíamos leer en Público a finales de febrero. “Nuestro nombre es la competitividad y nuestro apellido, la economía española”, afirmaba César Alierta, presidente de Telefónica y del recién creado think tank empresarial, cuya labor será “hacer todo lo que esté en nuestras manos para que las medidas, cambios y reformas a tomar con el objetivo de mejorar la economía se hagan de forma decidida”.
II.
“Dotar de un marco jurídico a las inversiones, que garantice la estabilidad de las mismas y que atraiga otras inversiones en el futuro”. En sus propias palabras, ese era el principal objetivo del viaje que llevó a la ministra de Asuntos Exteriores a Bolivia en octubre del año pasado. “Jiménez pide a Bolivia estabilidad para las empresas españolas”, dijo la prensa, y es que reclamó a su homólogo boliviano una mayor seguridad jurídica para los negocios que tienen en el país andino multinacionales como BBVA, Repsol, Abertis y Santillana. “El gobierno trabaja en beneficio de los pueblos”, decía entonces Trinidad Jiménez.
Es cierto que noticias de este tipo suelen darse a lo largo de todo el curso político, pero también es verdad que se han incrementado en los últimos tiempos: ante la recesión económica que se vive en el Estado español, las multinacionales han decidido volcarse en otros mercados para seguir incrementado sus resultados. [4] Y en ello ha tenido mucho que ver el apoyo del Gobierno español a través de la acción exterior y las relaciones diplomáticas: “León sale de cacería. Zapatero confía al secretario de Estado la búsqueda de contratos por el mundo” (El País, junio de 2010).
Así, se han multiplicado las visitas de miembros del ejecutivo y de la Casa Real a otros países clave para los intereses de las empresas españolas. Citando sólo los viajes más recientes, un breve recuento: en febrero, “El ministro Blanco parte a las Américas”; ese mismo mes, una delegación parlamentaria viajó a Guinea Ecuatorial: “Es muchísimo más lo que nos une que lo que nos separa”, podía leerse en los periódicos que le dijo José Bono a Teodoro Obiang; en marzo, el presidente del Gobierno visitó dos países del Golfo Pérsico: “Zapatero consigue en Qatar 3 000 millones de euros en inversiones” y “Emiratos Árabes invertirá en las cajas 150 millones”.
Con idéntico propósito se han producido viajes en sentido inverso. En enero, visita a España del viceprimer ministro chino: “Acuerdos comerciales por 5 650 millones” con los que “España cierra contratos en el sector de energía, finanzas y alimentación”; en marzo, Sebastián Piñera decía en el Foro Nueva Economía que “Chile tiene un estatus jurídico que garantiza un trato igualitario y amigable tanto a los inversionistas extranjeros como nacionales. Quisiéramos ver mucha más inversión española en nuestro país”.
III.
¿Quiénes salen beneficiados de toda esta bonanza? Poco que añadir a la simple lectura de algunos titulares de las últimas semanas: “Altos ejecutivos a millón por cabeza”; “Los altos directivos del Ibex se suben un 20 por ciento el sueldo”; “La austeridad en el Ibex empieza a hacer aguas: los presidentes de Repsol y de Iberdrola ganan siete millones”; “El presidente del BBVA ganará 4,97 millones de euros en 2011”; “Amancio Ortega se jubila con 9.100 millones más que en el peor momento de la crisis”.
También salen muy bien parados los accionistas (“Telefónica pagará un dividendo récord de 7 300 millones en plena crisis”) y los exgobernantes que han atravesado las puertas giratorias: “Gas Natural incorpora a su consejo al expresidente Felipe González”; “Aznar ficha por la eléctrica que privatizó. Endesa contrata al expresidente del Gobierno como asesor externo para Iberoamérica”.
“¿Cómo puede ser que en un año en que los beneficios empresariales se acercaron al 25 por ciento y los salarios apenas crecieron un tres por ciento no haya explotado la revolución social?”. En 2005, el Colectivo Todoazen se hacía esta pregunta en El año que tampoco hicimos la revolución, un libro escrito tomando como base una sucesión de noticias de prensa sobre “despidos, beneficios de escándalo, corrupción financiera, miedo laboral, reajustes salvajes, ganancias multimillonarias...”. Hoy, seis años después, con unos niveles de desempleo que no dejan de crecer, un Gobierno que otorga prioridad a los intereses de “nuestras empresas” a la hora de diseñar sus políticas y unos empresarios convencidos de su poder tras marcar las líneas maestras de la economía española para los próximos tiempos (dice Botín que 2011 “volverá a ser un año excelente”), una inquietud similar surge cada vez con más fuerza: ¿será que este año tampoco podremos hacer nada por cambiar esta situación?
NOTAS:
[1] Todos los titulares y citas de prensa que aparecen en este artículo, a no ser que se indique lo contrario, pertenecen a noticias publicadas durante el último semestre en los diarios Público, El País, El Mundo y Expansión.
[2] “El Santander desafía la crisis con la compra de un banco hipotecario inglés”, El País , 15 de julio de 2008.
[3] “España, Brasil y el Reino Unido mantienen el beneficio del Santander”, El País , 5 de febrero de 2010.
[4] Y a fe que lo han logrado: en la actualidad, los negocios en el extranjero le reportan al Banco Santander el 85 por ciento de sus ingresos, a Inditex el 70 por ciento y a Telefónica el 68.
- Pedro Ramiro, Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL) - Paz con Dignidad. http://www.omal.info/www/article.php3?id_article=3957
Este artículo ha sido publicado en el nº 46 de la Revista Pueblos, segundo trimestre de 2011.
https://www.alainet.org/es/articulo/150138
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