Evocación de Josué de Castro

Por qué México votó contra Graziano da Silva

26/06/2011
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
Por inadvertencia, por olvido e ignorancia de la historia o por algún otro motivo oculto, con la noticia del nombramiento del brasileño Graziano da Silva como nuevo director de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), se dice que se trata del primer latinoamericano elegido para ese cargo.
 
No es así. En 1952 la FAO nombró su director al también brasileño Josué de Castro; médico de profesión, sociólogo activista, De Castro sería galardonado años más tarde con el Premio Nobel de la Paz. Su obra más famosa, Geopolítica del Hambre, señaló por primera vez el profundo abismo alimentario que separa el mundo industrializado, a las grandes potencias, de los países en busca del desarrollo.
 
Pero en esa omisión histórica que indebidamente sitúa a Graziano da Silva como el primer latinoamericano al frente de la FAO hay otro dato digno de consideración: México fue el único país de esta parte del Continente y El Caribe que no votó a favor de la candidatura del experto que además de haber ocupado altos cargos en la organización de la ONU fue un cercano colaborador del presidente brasileño Inazio Lula da Silva en sus programas para reducir la pobreza, es decir, la lucha en contra del hambre. La representación del gobierno de Felipe Calderón optó por apoyar al candidato español Miguel Ángel Moratinos.
 
Como se sabe, el propósito manifiesto de gobiernos latinoamericanos llegados al poder en los últimos años de tener como prioridad la lucha contra la pobreza son vistas como signo de izquierdismo preocupante para los grandes intereses trasnacionales. Reducir la pobreza con programas sociales equivale para ellos a una amenaza contra la globalización y la economía de mercado.
 
La candidatura de Graziano da Silva estuvo apoyada por la totalidad de los países Latinoamericanos, pero también por el grupo de países no alineados, el de los 77, bloque abandonado por México en 1994, cuando el presidente Carlos Salinas de Gortari decidió el ingreso a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo, la OCDE en la que se veía el acceso –quimérico a la postre-- al primer mundo neoliberal. México, pues, no podía apoyar en la FAO sino a uno de los representantes de ese primer mundo.
 
El voto de México contrario a Graziano da Silva muestra así la alineación de su gobierno a la hegemonía de la economía de mercado y a la vez su desapego a toda manifestación encaminada a la unidad latinoamericana fuera de la égida de la gran potencia norteamericana. Atrapado en la sujeción del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá y en la subordinación en una guerra contra el narcotráfico por cuenta de Washington, el gobierno de Felipe Calderón obedece en sus decisiones a esos dictados, no importa que al hacerlo se aparte de lo que debería ser su ámbito natural y su coincidencia en la similitud de problemas y sus posibles soluciones.
 
Subyace también en esa actitud del gobierno de México la irritación que le causa el sitio que en el concierto internacional ha alcanzado Brasil. Ese rencor ha llevado a Felipe Calderón a una constante, obsesiva comparación con los logros de ese país, con la que pretende recuperar un prestigio internacional perdido hace varios años. Envidia perniciosa, no de la buena. Funciona también el despecho por la negativa del gobierno de Brasil a pronunciarse por la candidatura del actual gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, para ocupar la presidencia del Fondo Monetario Internacional. Se pasa por alto el hecho de que los procesos de renovación en el FMI y la FAO son diametralmente distintos. Carstens contiende con la francesa Cristine Lagarde, pero su candidatura no representa un cambio en las políticas neoliberales del Fondo: las soluciones de choque frente a las crisis económicas, la rigidez en el gasto y las privatizaciones para limitar la participación del Estado. En la FAO, en cambio, se vislumbra un panorama en el que los países en desarrollo, fuera de la órbita neoliberal, aspiran a redimir a los millones de seres víctimas de la miseria y el hambre descritas por Josué de Castro, lo cual preocupa a los fanáticos del neoliberalismo.   
 
Salvador del Río
Periodista y escritor mexicano
https://www.alainet.org/es/articulo/150748
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS