Equidad de género

29/06/2011
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El fin de semana pasado un grupo de hombres feministas, pertenecientes a una organización llamada Fundagénero, le envió el arzobispo José Domingo Ulloa, de la Iglesia católica panameña, una carta manifestando su preocupación por la falta de responsabilidad del prelado. Todo indica que la Iglesia católica – y quizás cuantas otras iglesias en Panamá y en otras partes del mundo – sigue creyendo que la relación entre hombres y mujeres es asimétrica. Es decir, el hombre por algún don sobrenatural es superior a la mujer.
 
El sentido común nos dice que hombres y mujeres son diferentes... biológicamente. La naturaleza nos brinda funciones distintas en el proceso de reproducción de la especie. Esto es lo que se llama sexo.
 
La sociedad, a lo largo de un largo proceso de desarrollo – con sus contradicciones y conflictos permanentes – asigna diferentes roles y, a la vez, define posiciones sociales diversas a sus miembros. Esto es lo que se llama género. Las mujeres panameñas y de otros países tienen varios siglos de estar luchando por la “equidad de género”.
 
Esto quiere decir que aspiran a tener los mismos derechos humanos que los hombres: vida, libertad, educación, salud y, sobre todo, trabajo. Con estos derechos los hombres y las mujeres pueden formar una familia integral, donde le pueden trasmitir sus valores a sus hijos, familia, comunidad y país.
 
La sociedad panameña aún le falta mucho para alcanzar esos objetivos. El empleo informal y el trabajo precario del 50 por ciento de los hombres y de las mujeres panameños, tiende a desintegrar la familia, a desarticular las comunidades y a corromper a las autoridades que forman alianzas con el crimen organizado. Este es el enemigo de la integridad de la familia. Poner a nuestra juventud a estudiar y a trabajar debe ser la prioridad de la Iglesia católica y todas las otras.
 
Los miembros de Fundagénero fustigan al arzobispo por hacer un llamado a los padres para que “recuperen su papel en la familia, ya que quizás por el feminismo radical, la mujer tiene una obsesión por arrinconar al hombre”. Son palabras extrañas, especialmente viniendo de una persona supuestamente educada en las mejores academias e institutos. De hecho, suena a un llamado a la “lucha de los géneros”.
 
Los representantes de Fundagénero agregan que el llamado del arzobispo “constituye, además de una injusticia inconsecuente con las enseñanzas de Jesús, un acto de irresponsabilidad, rayano en la apología de la discriminación y el abuso contra las mujeres”.
 
El grupo le recuerda al arzobispo Ulloa que “el 75 por ciento de las denuncias presentadas en los últimos años por violencia doméstica han sido perpetradas por hombres y sólo el 2 por ciento han sido perpetradas por mujeres. Cuando en 2003, se aprobó la Ley de Paternidad Responsable, más de 100,000 personas reclamaron el reconocimiento de sus padres.
 
“Durante siglos, feministas arriesgaron su libertad, su vida, honra y bienes, en la lucha por el reconocimiento y respeto de los derechos humanos de mujeres y niños: el derecho a la educación, a recibir un diploma universitario, a practicar la carrera de abogada, a poseer bienes, a un trabajo remunerado, al sufragio, a ser testigo en un juicio, a interponer una demanda penal cuando es agredida física o sicológicamente. Nos permitimos recordarle a monseñor (Ulloa), que antes de que se aprobara la Ley de Violencia Doméstica en Panamá, la violencia del marido contra su mujer no estaba tipificada como delito”.
 
La carta dirigida a la Iglesia católica concluye con la cita del arzobispo quien apuesta al triunfo del hombre en “la lucha de géneros”. Se puede comprobar mediante estudios que la razón por la cual muchos padres y madres han perdido su papel fundamental en la familia es porque los gobernantes que legislan han eliminado, mediante sus leyes absurdas, los empleos (y salarios) que necesitan los trabajadores para sostener el hogar y consolidar las relaciones entre padres e hijos.
 
En la misma alocución, el prelado de la Iglesia católica hizo una fuerte denuncia contra la corrupción que invade a todos los sectores del país y está haciendo estragos en a nivel de las instituciones sociales. Sus palabras fueron dirigidas especialmente a los políticos locales – del gobierno y de la oposición – que, según algunos, tomaron nota.
 
La posición frente a la corrupción por parte de la Iglesia es un buen indicio de que esa institución puede también acercarse a los gremios de trabajadores, profesionales y estudiantes para que juntos trabajen con una política que impulse la equidad de género. Además, la Iglesia puede impulsar cambios en el Ministerio de Educación – actualmente de espaldas a la familia panameña - para alcanzar este objetivo que contribuiría al desarrollo nacional.
 
Panamá, 30 de junio de 2011.
 
- Marco A. Gandásegui, hijo, es docente de la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) Justo Arosemena.
https://www.alainet.org/es/articulo/150879
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