Brasil literario

14/07/2011
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Del 6 al 10 de julio participé en la novena edición de la Flip (Fiesta Literaria de Paraty).  Tengo que añadir que en el Brasil hay cerca de 80 eventos literarios por año. Es una buena noticia.

Quien lee aprende a pensar, a discernir, a optar y a escribir. Hace días la televisión mostró a unos jóvenes diplomados universitarios, especialistas en inglés, pero que fueron aplazados en los exámenes de selección profesional por no dominar su propio idioma portugués. En una simple carta ¡cuántos errores serios de ortografía y de sintaxis!

La Flip todavía es cara en cuanto a los precios delas entradas, del hospedaje y de la alimentación en Paraty. Aunque, en torno a ella, se multiplican los eventos alternativos, todos gratuitos. Lo que permite un contacto más directo entre lectores y autores.

En la conferencia de apertura intervino un dúo de peso: Antonio Cándido y José Miguel Wisnik, que hablaron sobre la vida y la obra de Oswald de Andrade.

Antonio Cándido, como único intelectual vivo que conoció al autor de “Serafim Ponte Grande”, lo describió al estilo minero, suavizando la virulencia con que Oswald de Andrade atacaba a los autores en sus críticas literarias, sin ahorrar alusiones al color de la piel e incluso a la deficiencia física de algunos escritores. Pero subrayó que el homenajeado nunca guardaba rencor, y  Wisnik fue capaz de tomar la iniciativa de  reconciliarse con el mismo Antonio Cándido, después de haberlo despellejado en un texto crítico.

Wisnik, intelectual de múltiples talentos, que se mueve con autoridad entre la literatura y la música,  hizo una descripción más erudita de las ideas de Oswald de Andrade.
 
Mi primer contacto con la obra de Oswald de Andrade fue en 1966, cuando José Celso Martínez Correa, director del Teatro Oficina, me invitó como asistente de dirección en el montaje de “El rey de la vela”. La obra de teatro me parece mejor que el texto. Marcó el ápice del movimiento tropicalista, una forma irreverente de reacción a la dictadura militar.

Intenté saborear los demás libros de Oswald de Andrade, pero no lo conseguí. Los considero demasiado anárquicos para mi gusto. Pienso que el autor causó más furor que sus propios libros. Tal vez sea ésta la razón por la que Cándido y Wisnik ensalzaron al hombre y sus ideas, dejando de lado su obra.

Aplaudí entusiasmado al dúo Bartolomé Campos de Queirós y Ana María Machado, en la mesa del movimiento Brasil Literario. Barto afirmó que la escuela no educa sino que adiestra. Siendo de pago, impide a los alumnos mantener la libertad que la literatura requiere. No hay lectura provechosa si el objetivo del profesor es comprobar cuánto y cómo se leyó. No es por casualidad, recordó, que los alumnos castigados, a veces, son enviados a la biblioteca.

La biblioteca debe ser el espacio de diálogo y no sólo de consulta, sugirió Barto. El libro no es sólo un texto que se lee, es también un texto que lee el lector, dialoga con él, cambia su óptica de la vida, cuestiona y hace soñar. “No hay problemas nuevos en la vida humana. Lo que hay son maneras nuevas de encarar los mismos problemas”, acentuó el autor de la novela “Rojo amargo”.

En el 2010 el Brasil tuvo 27 millones de alumnos en la enseñanza primaria. De ellos, 15 millones (39%) acudieron a escuelas desprovistas de biblioteca. Nuestras escuelas tienen, como promedio, 0.16 ordenadores por alumno (o un ordenador por cada 6.25 estudiantes). Entre 38 países analizados el Brasil es el último en inclusión digital a través de instituciones de enseñanza. Y la mitad de los estudiantes no tiene ordenador en casa.

En nuestro país hace falta una política de inclusión digital sustentable. No basta con dotar a la escuela de ordenadores y de conexión con internet. Es necesaria también una propuesta pedagógica para el buen uso de la red virtual, de modo que se pueda impedir la dispersión en la recogida de datos y la formación de síntesis cognitiva, por la cual los estudiantes consigan relacionar lo que averiguan en la red.

El papel de la literatura es ampliar nuestro campo de visión, profundizar nuestra conciencia crítica y dilatar nuestro potencial onírico. Vivir sin soñar es mero sonambulismo.

En la Flip me llamó la atención el debate entre el neurocientífico Miguel Nicolelis y el filósofo de la religión Luis Felipe Pondé. El primero, optimista; el segundo, escéptico, iconoclasta. Nicolelis investiga la capacidad del cerebro de mover aparatos,  en orden a que pueda mover los miembros mecánicos de un tetrapléjico.

Las ferias y fiestas literarias siempre son espacios democráticos , como una gran olla de ideas y opiniones. Ojalá que también se propaguen fuera del Brasil. (Traducción de J.L.Burguet)

Frei Betto es escritor, autor de “Diálogos creativos”, junto con Domenico de Mais, entre otros libros. . http://www.freibetto.org/>    twitter:@freibetto.


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