La jornada político-militar del 20 de julio

23/07/2011
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“Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería”. Otto Von Bismark
 
So pretexto de celebrar un año más de la “independencia nacional”, el miércoles 20 de julio se adelantaron diversas como pintorescas jornadas que retratan la comedia de la democracia y la nación colombiana.
 
En la mañana asistimos al Te Deumen la Catedral Primada de Colombia en Bogotá. En medio de monseñores y señores, arzobispos y generales, el Presidente Juan Manuel Santos Calderón, casi sin titubear leyó apartes del libro del Profeta Isaías: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande. Habitaban tierras de sombras y una luz les brilló”. Tras la tenebrosidad del régimen uribista, la luz del nuevo salvador de la patria brilló. Alabado sea Juan Manuel, el nuevo Mesías del pueblo colombiano, el nuevo apologista del catolicismo estatal.
 
“La pobreza y la miseria golpean a la mitad de los colombianos” dijo Monseñor Rubén Salazar Gómez, enfundado en su pesado y dorado traje arzobispal y agregó que “la falta de oportunidades en salud, educación, vivienda, empleo” impiden que un “número muy grande de colombianos puedan acceder al desarrollo humano integral que les permita vivir en integridad”.
 
Las palabras de Monseñor Salazar Gómez recuerdan las palabras del sacerdote Camilo Torres Restrepo en su “Mensaje a los Cristianos” el 26 de agosto de 1965: “Lo principal en el catolicismo es el amor al prójimo (…) Este amor para que sea verdadero tiene que buscar la eficacia. Si la beneficencia, la limosna, las pocas escuelas gratuitas, los pocos planes de vivienda, lo que se ha llamado ‘la caridad’, no alcanza a dar de comer a la mayoría de los desnudos ni a enseñar a la mayoría de los que no saben, tenemos que buscar medios eficaces para el bienestar de las mayorías (…) La Revolución por lo tanto es la forma de lograr un gobierno que dé de comer al hambriento, que vista al desnudo, que enseñe al que no sabe, que cumpla con las obras de caridad, de amor al prójimo, no solamente en forma ocasional y transitoria, no solamente para unos pocos sino para la mayoría de nuestros prójimos”.
 
Como un lamento, Monseñor Salazar Gómez proclamó que “El camino de la paz se hace en la resolución de conflictos por la vía del diálogo, así podremos construir una sociedad justa y fraterna”.
 
Pero enseguida el Presidente Santos Calderón condecoró con la manoseada Cruz de Boyacá a los Comandantes del Ejército, la Armada, la Policía y del Estado Mayor Conjunto y la súplica de diálogo de la iglesia católica fue silenciada por la explosión de una granada aturdidora en la Plaza de Bolívar. En medio de miles de papeles y humo tricolor surgió “la sorpresa de la ceremonia”: el helicóptero de la auto ensalzada “Operación Jaque”, ya sin los símbolos de la cruz roja internacional, utilizados ilegal y abusivamente por Santos Calderón en su época de Ministro de Defensa y peón de Uribe Vélez.
 
Y empezó el desfile militar. Por la carrera séptima. Por donde hace 63 años los bogotanos indignados descargaron la ira y la desesperanza ante el asesinato de Gaitán a manos de la oligarquía liberal-conservadora; por el mismo tramo por el que ahora transitan jumentos con ínfulas de Pura Sangre, desfilaron los perros de la guerra, los caballos de la guerra, los tanques, los cañones y cerca de cinco mil uniformados haciendo alarde de un heroísmo pendenciero.
 
Fue un desfile militar con claros fines políticos. Militar para engatusar al pueblo colombiano con armas vistosas y alaridos de guerra. Político para pretender limpiar la imagen de unas fuerzas militares que volvieron sus armas en contra de desamparados ciudadanos y asesinaron a sangre fría a más de tres mil personas en estado de indefensión, presentadas luego como muertos en combate y mal llamadas “falsos positivos”.
 
El despliegue es insuficiente para borrar de la memoria colectiva, histórica, el crimen y la deshonra. Por siempre llevarán sus uniformes camuflados con la sangre de los inocentes y detrás de sus rostros pintados se reconocerán los rostros de los asesinos de infortunados colombianos. No olvidemos que durante esa época de ignominia el Ministro de Defensa era el mismo que ahora pretende ser la “luz que sacará de las tinieblas” al pueblo colombiano.
 
Pasado el mediodía la cita fue en el Palacio de los Deportes. Se rendía “Tributo a la Cultura afro, negra, raizal y palenquera”. Pero no se crea que fue un acto de contrición de una sociedad y de un Estado para con ese vasto sector (10.5%) de la población colombiana. Fue en cumplimiento de la declaratoria de Naciones Unidas del año 2011 como Año Internacional de los Afrodescendientes. Y por supuesto allí estuvo la nueva luz que guía al pueblo colombiano. No dijo cómo va a terminar con la marginación histórica en que el Estado colombiano ha mantenido a la población afrocolombiana, tampoco habló del etnocidio, de la desterritorialización y el creciente desplazamiento forzado en época de Uribe Vélez.
 
En horas de la tarde, la instalación de las sesiones ordinarias del Congreso nos permitió ver otra clase de desfile. La de una clase política mayoritariamente arrodillada alrededor de la autodenominada Unidad Nacional.
 
El anuncio de Santos Calderón de la llegada del Partido Verde a la Mesa de Unidad Nacional no sorprende a nadie. Tras la digna salida de Mockus y otros no menos dignos, las ruinas de esa colectividad quedaron en manos de los abyectos, los oportunistas y los fanfarrones, apenas para que completen el coro de áulicos de la nueva luz que brilla, a la espera de las migajas que caigan de la Mesa. Engrosarán las mayorías que han de seguir las directrices de un presidente del Senado, Juan Manuel Corzo Román, del partido conservador, cuestionado por tráfico de influencias y vínculos con los paramilitares en Norte de Santander, si bien la Corte Suprema no halló prueba suficiente y recientemente dictó a su favor auto inhibitorio por parapolítica. Y de un presidente de la Cámara de Representantes, Simón Gaviria Muñoz, del partido liberal, una de cuyas primeras medidas será la de rentar 200 vehículos nuevos para los “honorables” congresistas.
 
Acorde con el ingreso público y oficial del Partido Verde a la Mesa de Unidad Nacional, una senadora de esa colectividad anunció que presentará un proyecto de ley “novedoso e inteligente” de corte fascista con el cual pretende encarcelar a los “padres irresponsables” y que sea el Estado el que controle la natalidad y determine cuántos hijos pueden tener los pobres, según ella más proclives a la insensibilidad e irresponsabilidad. Esta senadora, más que legisladora se ha convertido en carcelera, digna seguidora de las huestes uribistassantistas. A punta de cárcel pretende obligar a que los padres brinden “asistencia emocional” a sus hijos. ¿Y cómo será que la senadora carcelera logrará medir el grado de asistencia emocional? ¿Acaso con un emocionómetro? ¿Y quién determinará si el candidato a cárcel pasa o no la prueba?
 
Con esa clase de proyectos, esa clase de senadores, de esa clase de partidos, honran su presencia en la Unidad Nacional. Para ellos es mejor la cárcel y la guerra que el diálogo, la educación, el empleo, la inclusión, la justicia.
 
- José Hilario López Rincón es Abogado Corporación por la Dignidad Humana
 
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 264, Semana del 22 al 28 de julio de 2011
Corporación Viva la Ciudadanía. http://www.viva.org.co/
https://www.alainet.org/es/articulo/151400
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