Jesús de Nazaret: El Salvador del mundo
01/08/2011
- Opinión
Estamos a punto de celebrar la fiesta popular de la Transfiguración del Señor Jesús, con la procesión de la “Bajada”, la misa principal y la alegría colectiva. Ahora bien, la gozosa fe del pueblo conlleva sus rasgos teológicos, en este caso es la figura de Jesús de Nazareth: “El Salvador del mundo”. Bueno es que recordemos entonces aquellos rasgos que llevan a la comunidad de creyentes a darle este título.
Digamos, ante todo, que Jesús como Salvador del mundo es una buena noticia. Jon Sobrino en uno de sus escritos afirma que eu-aggelion puede significar tres cosas: primero, evangelio es lo que anuncia e inicia Jesús, el Reino de Dios; segundo, evangelio es la pascua de Jesús, su muerte y resurrección (que no tiene por qué excluir la vida de Jesús); y, tercero, evangelio es el modo de ser de Jesús en su servicio al reino de Dios y en su relación con el Padre.
A juicio de Sobrino los dos primeros aspectos están suficientemente claros en el Nuevo Testamento y han estado presentes en las cristologías sistemáticas. No obstante, el tercer significado, que tiene que ver con la forma concreta de cómo Jesús fue mediador del reino, con qué espíritu llevó a cabo su misión, cómo se ganó la confianza y la credibilidad del destinatario, no ha sido explorado en todo su rigor y actualidad. Este aspecto es el que queremos asociar a la principal celebración religiosa de nuestro país dedicada a Jesús, como “Salvador del mundo”.
¿Por qué el modo de ser de Jesús impactó tanto que resultó ser para sus discípulos y para los pobres “El Salvador”? Sobrino enumera algunos rasgos esenciales que responden a esta pregunta: “De Jesús impactó, sin duda, el mensaje de esperanza, sus actividades liberadoras: milagros, expulsiones de demonios, acogida a los marginados, su praxis de denuncia y desenmascaramiento de los poderosos, es decir, llamó la atención su servicio al reino de Dios. Pero también su modo de ser y hacer el reino ejerció un gran impacto. En Jesús veían a alguien que hablaba con autoridad, convencido de lo que decía, no como los que hablan como fanáticos irracionales o como funcionarios a sueldo. En sus tribulaciones acudían a él y al pedirle solución a sus problemas, lo hacían con lo que, al parecer, era siempre el argumento decisivo: ´Señor, ten misericordia de nosotros´ (...) Sus seguidores, discípulos, hombres y mujeres cercanas, quedaron impactados por su autenticidad, su verdad, su firmeza, y, en definitiva, por su bondad”.
Este modo de ser de Jesús provoca en el pueblo una creciente atracción y admiración, mientras que en los líderes políticos y religiosos genera rechazo y condena. El evangelio de Marcos registra muy bien estas reacciones: a la gente del pueblo le atrae que Jesús enseñe con autoridad y mande incluso a los demonios; que toque a las personas impuras, como al leproso, curándolo y contraviniendo las leyes antiguas; que cure a un paralítico y perdone sus pecados; que intencionalmente ponga en entredicho y contraríe las leyes, curando en día sábado; que expulse los demonios y dé de comer al pueblo compartiendo y multiplicando la comida; que interprete con libertad y con tanta autoridad las leyes y la palabra de Dios.
La reacción de parte de los dirigentes del pueblo es, ciertamente, muy distinta y distante de la asumida por las muchedumbres. Ante el modo de ser de Jesús, los doctores de la ley decían: blasfema contra Dios; anda con pecadores y cobradores de impuestos; está poseído por el demonio; quebranta la observancia del sábado; no guarda el precepto del ayuno; no tiene autoridad. En decir, mientras el pueblo en general, admiraba mucho a Jesús, los jefes del pueblo, los sumos sacerdotes y los escribas, buscaban prenderlo y eliminarlo.
En suma, lo que hace que el modo de ser de Jesús sea una buena noticia de redención, es su talante compasivo; Jesús se conmueve hasta las entrañas al ver a las muchedumbres angustiadas y desvalidas. Se hace escandalosamente solidario con los leprosos, publicanos, prostitutas, pecadores, niños y mujeres. Su talante compasivo no disminuía su actitud crítica y profética. Su Buena Nueva para los pobres fue a la vez mala noticia para los poderosos de su tiempo. No fue neutral o imparcial. Se definió ante el conflicto social y ante la dominación religiosa. Tomó partido inequívocamente en favor de los pobres y de los excluidos.
Este modo de ser – fundamental para los Evangelios - tiene que estar presente en las celebraciones de agosto, para que nuestra tradición popular se conecte con el espíritu de Jesús, y le demos actualidad a la compasión solidaria y a la indignación ética, dos actitudes fundamentales de la vida de Jesús, que traen salvación (de la indolencia, el egocentrismo, el individualismo), hacen presente a Dios (en la misericordia, en la defensa del pobre, en la búsqueda de justicia), y actualizan ese modo de ser en el compromiso que podemos asumir hoy en la construcción de otros modos de vida más humana, más pacífica, más incluyente.
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