Ética y amorosidad

28/08/2011
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A lo largo de la historia las normas de conducta las señalaban las religiones.  Los dioses y sus oráculos indicaban a los humanos lo cierto y lo erróneo, el bien y el mal.  Se forjó el concepto de pecado: todo aquello que va contra la voluntad divina.  Y se inyectó en el corazón y en la conciencia de los humanos el sentimiento de culpa.
 
Cada comunidad debía consultar a los cielos qué procedimiento convenía, y acatar las normas éticas dictadas por los dioses. Sócrates (469-399 a.C.) también hizo el camino del Olimpo en espera de los dictámenes éticos de las divinidades que allí habitaban. Fue en vano.  El Olimpo griego era una jaula, en la que imperaba un completo libertinaje.
 
Luego llegó la hora de la razón. Y la mala suerte de Sócrates: por buscar fundamentos éticos en la razón fue acusado de hereje y condenado a muerte por envenenamiento.
 
A pesar de la herencia filosófica socrática contenida en las obras de Platón y Aristóteles, en el Occidente la hegemonía cristiana insertó la ética en el concepto de pecado.
 
Con el anuncio de la carencia de la modernidad y la exacerbación de la razón, el Occidente, a partir del siglo 19, relativizó la noción de pecado.  Incluso entre cristianos, inspirados por una idea menos juridicista de Dios y más amorosa y misericordiosa.
 
Hoy nos encontramos en la tercera margen del río… Dejamos la orilla en que predominaba el pecado y todavía no alcanzamos la de la ética. En ese limbo reina la más descarada corrupción. El hombre se ha convertido en lobo para el hombre.
 
Es urgente llegar cuanto antes a la otra margen del río. De ahí tanta insistencia en el tema de la ética. Las empresas crean códigos de ética. Los gobiernos instituyen comisiones de ética pública, las escuelas promueven debates sobre el asunto.
 
Basta con mirar alrededor para percibir el deterioro ético de la sociedad:  un presidente galardonado con el Nobel de la Paz promueve guerras; niños que practican bullying en las escuelas;  estudiantes que agreden y hasta asesinan a profesores; políticos que se apropian descaradamente de recursos públicos; producciones de entretenimiento para cine y televisión que banalizan el sexo y la violencia.
 
Ya que no se puede esperar ética en todos los políticos o ética en la política, es necesario instaurar la ética de la política. Introducir en la reforma política mecanismos, como la Ficha Limpia, que impida a los corruptos y bandidos presentarse como candidatos.  Establecer mecanismos de riguroso control y eventual castigo (como la revocación de sus mandatos) de todos los que ocupan el poder político, de tal modo que los corruptos en potencia se sientan inhibidos ante la ausencia de impunidad.
 
“Todo lo puedo, pero no todo me conviene”, escribió el apóstol Pablo en la primera carta a los corintios (6,12). Este parámetro indica que la ética implica tolerancia, respeto a los valores del otro, y evita causar trastornos en la convivencia social.
 
El fundamento de la ética es el amor. En él es que san Pablo “lo podía todo”. “Ama y haz lo que quieras”, dijo san Agustín tres siglos después del apóstol. (Traducción de J.L.Burguet)
 
-Frei Betto es escritor, autor de “El desafío ético”, junto con Veríssimo y Cristóbal Buarque, entre otros libros.http://www.freibetto.org/>    twitter:@freibetto.
 
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