Revolución cultural de Nuestra América

24/01/2012
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Hacia la nueva Cultura (al menos) de la Unidad, del Humanismo, de la Democracia y de la Paz
 
También la fundación de la Comunidad de Estados Latino Americanos y Caribeños -CELAC[1]- renueva la esperanza de impulsar una gran Revolución Cultural que se impulse desde lo mejor que han logrado nuestros pueblos en centurias de luchas emancipadoras, en siglos de aprendizajes y como resultado de millones de experiencias teórico metodológicas. En un continente que ha sido sometido a barbaridades de todo género; en un continente que ha sido pisoteado por, casi, todos los imperios del planeta; en un continente extraordinariamente rico en materias primas, herencias culturales y diversidades identitarias… en un continente victimado, con toda impunidad, por la avaricia colonialista para esclavizar la conciencia y la mano de obra de sus pobladores, el desarrollo de una gran Revolución Cultural para la integración -desde las bases- no sólo parece una necesidad suprema, lógica y urgente… es especialmente un acto de justicia social de primer orden. Y no es que semejante Revolución no esté, a su modo y con sus limitaciones, en marcha.
 
Claro que las Revoluciones no las hacen los “representantes”, las hacen los pueblos y si la CELAC consolida, como anhela, la integración de los pueblos, inexcusablemente debe ser motor que ayude a una Revolución Cultural continental para soñar, objetivamente, con cambios históricos verdaderos. “Si no cambiamos las ideas, no cambiamos nada”. Una Revolución Cultural de Nuestra América es, por necesidad, una Revolución económica, social y política. Revolución alfabetizadora, una Revolución ecológica, una Revolución educativa, una Revolución del hábitat, una revolución del trabajo… y, también, una revolución artística, científica, comunicacional y ético-moral, en suma una Revolución también de la producción de los Símbolos emancipadores…o será nada.
 
Contamos con las raíces, intactas, más hondas de los pueblos originarios que luchan por vivir en paz, con dignidad, respetados y hermanados con todo el mundo. Contamos con los avances científicos y técnicos que han logrado los trabajadores latinoamericanos en todos nuestros rincones. Contamos con la gran experiencia de Cuba en áreas neurálgicas para el cambio de las mentalidades y de las costumbres, contamos con la energía majestuosa del pueblo revolucionario de Venezuela y la entereza moral del pueblo ecuatoriano al lado de los ejemplos orientadores del pueblo boliviano. Contamos con la pujanza del pueblo argentino, con la valentía de los uruguayos, paraguayos, peruanos… contamos con una Centroamérica dispuesta a protagonizar un papel histórico dignificante y digno… contamos con México su resistencia, su creatividad y sus ansias de libertad revolucionaria… y contamos con el sueño de San Marín, de Juárez, de Hidalgo, de Simón Bolívar y de José Martí que, entre muchos otros luchadores, supieron que nuestro mejor camino es y será Unidos en una lucha única que es la misma siempre en el espacio y en el tiempo.
 
 No hay mucho que pensar, ni mucho que esperar. Hay que reunir fondos, definir organizadores provisionales, definir espacios y poner fechas para convocar a los movimientos sociales, a los obreros organizados dispuestos a transformar el mundo, a los trabajadores del arte y la cultura, a los intelectuales revolucionarios, a los estudiantes… a todos los que desde sus ideas y sus experiencias abonan, ya desde hace mucho tiempo, la experiencia de sus derrotas y sus triunfos para amalgamar una fuerza de unidad continental por una Cultura de la Unidad emancipadora que garantice las bases del Hombre Nuevo pensando en el mundo nuevo. ¿Es, acaso, mucho pedir? ¿Es eso quizá, demasiado ambicioso? ¿Es, semejante Revolución, un imposible? Seamos realistas… “…uno de los propósitos fundamentales de la Revolución es desarrollar el arte y la cultura, precisamente para que el arte y la cultura lleguen a ser un verdadero patrimonio del pueblo.  Y al igual que nosotros hemos querido para el pueblo una vida mejor en el orden material, queremos para el pueblo una vida mejor también en el orden espiritual, queremos para el pueblo una vida mejor en el orden cultural.  Y lo mismo que la Revolución se preocupa del desarrollo de las condiciones y de las fuerzas que permitan al pueblo la satisfacción de todas sus necesidades materiales, nosotros queremos desarrollar también las condiciones que permitan al pueblo la satisfacción de todas sus necesidades culturales.”[2] Fidel Casto
 
 Si el mundo se estremece por la crisis prolongada del capitalismo, que en su agonía depreda y mata todo a su paso, si especialmente Nuestra América ha sido traspatio donde el imperialismo ha practicado todas sus monstruosidades que incluyen la lista los estragos terribles causados por la ideología de la clase dominante… no vamos silenciarnos. No permaneceremos callados, y menos hoy cuando la guerra psicológica permanente, que el capitalismo despliega con sus máquinas de guerra ideológica, (radiales, televisivas, impresas, digitales…) se ha traducido en golpes de estado, magnicidios y genocidios. No vamos a enmudecer ante la presión cotidiana del consumismo enfebrecido, no seremos indiferentes ante la intoxicación de los pueblos con la mentalidad individualista burguesa. No vamos a evadir nuestra responsabilidad crítica ante la manipulación de los gustos, de los valores bajo las manías capitalistas disfrazadas de “entretenimiento”, noticieros, diversiones, juguetes, juegos… incluso disfrazadas de escuelas, institutos y universidades, todo ello ofensiva servil a la lógica del imperio para saquear y esclavizar recursos naturales, mano de obra y conciencia de los pueblos. No podemos permitir que, en uno de los foros que de mejor manera ha mostrado el poderío de los pueblos cuando construyen su soberanía, tal soberanía no se convierta en una Gran Revolución de la Conciencia… una Revolución Cultural Continental. ¿Quién mejor si no la CELAC para ayudar?
 
Desde luego que una Revolución Cultural no puede, ni debe, fabricar “cambios exprés”, sólo de maquillaje y mucho menos reformistas. No debe sucumbir al viejo ardid de insuflar nuevos burocratismos y mucho menos privilegiar sectarismos de iluminados, coleccionistas de becas, sueldos, prebendas o canonjías. De esas “Revoluciones” ya hemos tenido ejemplos de sobra, pero las malas experiencias no son razón para abandonar la construcción de lo nuevo. Esta vez podemos garantizar una Revolución democrática en serio y una Revolución desde abajo y sin secuestros de élites.     Suponer que la CELAC deba cumplir su papel impulsor de una Revolución Cultural es obra de una deducción simple derivada de los principios declarados por el propio organismo multinacional, pero mejor que eso, es deducción obligada por las condiciones objetivas reinantes en Nuestra América y del hecho central de que tanto CELAC, como toda otra organización de su género, son herramientas que deben servir a la resolución de los problemas sociales en el corto en el mediano y en el largo plazo. Y eso no lo olvidaremos a pesar, o precisamente, por las experiencias amargas en organizaciones que se convirtieron en herramientas serviles a todo lo contrario del interés social. Es verdad que una Revolución Cultural no se garantiza con más burocracia, de lo que se trata es que, también, la Revolución Cultural combata al burocratismo.
 
Una Revolución Cultural es un programa de corto y de largo alcance. Sus acciones y sus efectos deben ser planeados y medidos con herramientas (de la calidad y de la cantidad) en hechos que se ensanchan y profundizan de manera desigual y combinada. Por ejemplo, un movimiento cultural revolucionario alfabetizador, repercutirá en las acciones revolucionarias editoriales y en los grandes cambios educativos que seamos capaces de ganar luego de derrotar las corrientes ideológicas más perniciosas que transitan, latentes y patentes, en muchas aulas, libros y cátedras. Por ejemplo desterrar para siempre el tráfico ideológico más pernicioso del empirismo del criticismo mutli-denunciados, al menos, desde Lenin y hasta el presente. Una Revolución Cultural no es un proyecto para “resultados rápidos” redituables en episodios oportunistas, debe ser una batalla de largo aliento, con objetivos minuciosos y mirada profunda, radical. Se trata de limpiar nuestras vidas en lo general y en lo particular, con esmero amoroso, de los venenos ideológicos que el capitalismo ha sembrado en cabezas y corazones. Se trata de desactivar, en su totalidad, el arsenal alienante fabricado por la burguesía para esclavizar gustos, conciencias y conductas del proletariado mundial. Eso sólo lo lograremos entre todos los que estén dispuestos a luchar denodada y creativamente. Nada mejor para la CELAC. ¿O no?
 
Es verdad que algunos no estarán de acuerdo, que la sola idea de una Revolución Cultural nuestro americana les repugne, pero la realidad es mucho más poderosa que los gustos de unos cuantos. Las necesidades y exigencias del continente no pueden detenerse a las puertas de sus antojos. Semejante Revolución no es una “novedad” ni un antojo de diletantes. Se trata de un reclamo histórico que ha pasado por la cabeza de muchos que ejercen, como pueden, su derecho a soñar con la emancipación en todas sus categorías y sin necesidad de pedir permiso a ninguna “torre de marfil” y sin pasar por “besamanos” alguno.
 
De todas las maneras imaginables la historia, que es la historia de la lucha de clases, nos contempla con su mirada crítica. Acaso lo más imperdonable ante sus ojos sea cierta manía inefable de desperdiciar las oportunidades que nos ofrece y, con esa manía, dejar que sobrevivan las calamidades más atroces. Ante eso la historia no nos absolverá, lo sabemos muy bien. Otra cosa es inventar excusas a granel, algunos cobran sueldos jugosos por eso.
 
Pero la realidad es inclemente y nos impone desafíos emancipadores ante los que más nos vale no perder la cabeza. Si ya tenemos Prensa Latina, Casa de las Américas, TELESUR, Radio del Sur, Correo de Orinoco… metodología revolucionaria para la alfabetización, programas para revolucionar los hábitos alimentarios, programas de capacitación laboral revolucionarios, conciencia sobre la importancia de reapropiarnos de bancos, tierras, industrias, escuelas... si ya tenemos conciencia sobre la etapa nueva que vive el continente, si tenemos una juventud dispuesta a impulsar los grandes cambios, si hay una clase trabajadora que avanza en la conciencia de su papel histórico como sepulturera del capitalismo… ¿Qué falta para ordenarnos y parir la Gran Revolución Cultural de Nuestra América? Una gran Revolución Cultural continental bien pudiera nacer, en lo inmediato, si uniendo fuerzas y talentos damos un paso adelante y probamos la experiencia de un frente único contra la ideología de la clase dominante, si envainamos los egos y las mezquindades y si nos damos la oportunidad de exigir, unidos como propuso Marx, lo que necesitamos para todos...para pertenecernos nosotros mismos. Con la conciencia emancipada para comenzar el futro en el presente. ¿Es mucho pedir?
 
 
 
 
Fernando Buen Abad Domínguez
Rebelión/Universidad de la Filosofía
 
https://www.alainet.org/es/articulo/155440?language=es
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