Campaña permanente por NO uso de plaguicidas

27/01/2012
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Santiago.- De a poco se avanza en Chile para limitar el uso de químicos y plaguicidas de gran toxicidad. El pasado 19 de diciembre el Ministerio de Agricultura prohibió la fabricación, importación, exportación, distribución, venta, tenencia y uso de varias sustancias activas plaguicidas, como Clordecona, Alfa-HCH, Beta-HCH, Pentaclorobenceno, Endosulfán, Alacloro y Aldicarb. Todos estos químicos son usados como insecticidas y se prohibieron por ser tóxicos para la salud y por ser posibles carcinógenos.
 
Desde el año 2008, la Alianza por una Mejor Calidad de Vida —compuesta por diversas organizaciones sociales y campesinas—venía desarrollando una ardua campaña para prohibir el Endosulfán. Esto debido a las características tóxicas del químico, sus efectos sobre la salud y su bioacumulación en la cadena alimentaria —que lleva incluso a contaminar la leche materna— vulnerando los derechos humanos fundamentales de trabajadores, comunidades, mujeres y niños. Su prohibición constituye un éxito para las organizaciones que vienen exigiendo condiciones dignas para las trabajadoras y trabajadores agrícolas.
 
A pesar de estos avances, aún queda por eliminar los plaguicidas más dañinos que son —justamente— usados en los campos para la producción agrícola y forestal.
Precisamente por eso, el 3 de diciembre, en el marco de las conmemoraciones por el Día de Acción Global Contra el Uso de Plaguicidas en el Mundo, se lanzó en Chile la Campaña Permanente por el NO Uso de Plaguicidas y por la Vida. La campaña es una iniciativa de las organizaciones integrantes de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC) en Chile, junto a la Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas de América Latina (RAP-AL), la Red por una Mejor Calidad de Vida y las Escuelas de Enfermería, Medicina y Salud Pública de la Universidad de Chile.
 
“Esta campaña nace de los intensos planteamientos que hicimos las organizaciones campesinas a nivel internacional, y en el último congreso de la Coordinadora de Organizaciones del Campo, CLOC, en donde se logró instalar el tema del daño generados por los plaguicidas, y se acordó el desarrollo de esta campaña a nivel continental, de modo que cada país lo aplicara en base a sus contextos locales, lo que para nosotras constituyó un importante éxito”, dijo Alicia Muñoz, dirigenta de la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (ANAMURI), organización integrante de la CLOC que desde sus orígenes viene denunciando el daño que los plaguicidas genera a las trabajadoras y trabajadores del campo.
 
La iniciativa busca conformar un comité permanente y transversal en donde participen diversas organizaciones sociales, comunitarias, sindicatos, organizaciones no gubernamentales, profesionales, académicos, entre otros, que sirva como espacio de acciones y discusiones sobre la problemática que generan los plaguicidas en el país.
“La idea es que en ese espacio planifiquemos en conjunto, que se generen alianzas entre otros actores sociales como los estudiantes, pobladores, campesinos, de modo que la ciudadanía se entere de lo que implica el uso de los plaguicidas”, explicó Muñoz.
 
Feminización de fruticultura
 
Las mujeres trabajadoras del campo son víctimas del uso de plaguicidas y de la implementación de éstos como parte central del modelo de agroproducción a gran escala. Según datos de la estatal Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (ODEPA), si bien hay más hombres que mujeres en el campo chileno (al 2009 un 76% eran trabajadores y un 24% trabajadoras) la variación de la feminización del trabajo campesino entre 1990 y 2009 fue de un 142%, mientras que en los hombres fue de -2%.
 
La feminización del trabajo campesino es una realidad sobre todo en la fruticultura. Así lo explica Pamela Caro, investigadora de la organización no gubernamental Centro de Estudios para el Desarrollo de la Mujer (CEDEM), quien señala que “según el censo del 2007, en el peak [cosecha] de la temporada se emplean asalariadamente en la silvoagricultura cerca de 400,000 personas, de las cuales el 66% son hombres y el 34% mujeres. Sin embargo, se feminiza la fruticultura, pues el 43% de la fuerza de trabajo es femenina. Y se feminiza el packing [empaque], pues el 76% de la fuerza laboral corresponde a mujeres”.
 
La realidad de las mujeres que trabajan en predios y en packing es bien conocida por las dirigentas de ANAMURI. María Rivera, directora del área de asalariadas de dicha organización, ha sido testigo de los efectos nefastos de los plaguicidas en el cuerpo de las mujeres. “Los plaguicidas envenenan todo. Matan a trabajadoras y trabajadores, se acumulan en el cuerpo, producen enfermedades crónicas y malformaciones congénitas”, señala la dirigenta campesina.
 
María Elena Rozas, de la Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas de América Latina (RAP-AL) Chile y miembro de la Alianza, señala que entre los efectos en la salud que generan los plaguicidas, están los envenenamientos frecuentes y muertes por el uso de plaguicidas altamente tóxicos, malformaciones congénitas, tumores y graves alteraciones en los sistemas reproductivo, nervioso, inmunológico, además de enfermedades como cáncer, Parkinson, dermatitis crónica, entre otras. Así, las mujeres campesinas son expuestas a los plaguicidas directamente en sus puestos de trabajo, mientras otras cuando fumigan, en la recolección y manipulación de productos contaminados, así como por habitar viviendas cercanas, lavar ropa contaminada o al manipular plaguicidas domésticos.
 
Son múltiples los casos de muertes por uso de químicos en las faenas agrícolas que las organizaciones campesinas registran. ANAMURI ha denunciado casos de este tipo como la muerte de la trabajadora Cecilia Ortiz, fallecida en enero del 2009 por la exposición a químicos tóxicos mientras trabajaba en un packing. Casos como éste motivó la realización de Tribunales Éticos en donde se ponía en cuestionamiento las medidas de seguridad en las empresas agrícolas. El primer Tribunal Ético “Basta de violencia a las mujeres en el trabajo”, organizado el 25 de noviembre del 2010 por ANAMURI, marcó un hito en la denuncia de los daños generados por el uso de plaguicidas en el trabajo asalariado de temporada.
 
El año 2011 dicho tribunal volvió a activarse, denunciando el caso de Flor María Contreras, trabajadora sobreviviente de otro accidente laboral que la dejó con daños irreparables en su organismo y con sólo un 30% de capacidad respiratoria.
 
En ambas instancias las trabajadoras asalariadas de temporada denunciaron la situación de precariedad bajo la cual trabajan y los peligros constantes de intoxicarse con los químicos y plaguicidas que se usan en los predios.
 
Lucha contra los plaguicidas
 
El año 1993 nació la Alianza por una Mejor Calidad de Vida —muchas de cuyas organizaciones integrantes conforman la campaña permanente—, la cual desde sus orígenes buscó denunciar y sensibilizar a la población sobre los daños que genera el uso de los plaguicidas.
 
Así lo explica María Elena Rozas, de RAP-AL Chile e integrante de la Alianza, quien comenta que en los 18 años de labor de la red se han logrado desarrollar importantes campañas para prohibir el uso de plaguicidas altamente peligrosos, como la campaña para la reglamentación de plaguicidas de uso doméstico y la prohibición del lindano, altamente usado por la población para matar los piojos.
 
“El año 2009 se logró la prohibición del lindano en uso de salud pública, y actualmente el gran desafío es lograr que se prohíban tres plaguicidas altamente peligrosos que están dentro de las categorías 1a y 1b (extremada y altamente peligrosos, según la clasificación de la Organización Mundial de la Salud), los cuales son usados en el sector agrícola y forestal”, comenta Rozas.
 
Los plaguicidas 1a y 1b desactivan una enzima denominada colinesterasa, que es esencial para la función nerviosa saludable. Esto tiene por resultado síntomas de neurotoxicidad como temblores, náusea, y debilidad en dosis bajas; sin embargo, en dosis altas puede generar parálisis y muerte. Además, la exposición a plaguicidas inhibidores de la colinesterasa se ha asociado a daños en el desarrollo neurológico del feto y de los niños, al síndrome de fatiga crónica y la enfermedad de Parkinson.
 
Efectivamente, una de las principales disputas en la actualidad se encuentra en el Parlamento chileno, donde se busca eliminar dichos químicos mortales. “La Cámara de Diputados aprobó por unanimidad el proyecto de ley que eliminaba esos plaguicidas en setiembre del 2007; no obstante, en el Senado el proyecto fue rechazado en junio del 2009 por los votos de la derecha principalmente”, explica Rozas.
 
A pesar de eso, en junio del 2010 la senadora Ximena Rincón volvió a presentar en el Parlamento el Proyecto de Ley de Plaguicidas Peligrosos, y las organizaciones campesinas y sociales seguirán por su parte trabajando para lograr la eliminación de dichos químicos mortales.
 
Fuente:  —Noticias Aliadas.
 
https://www.alainet.org/es/articulo/155492
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