Y las posibilidades de paz, ¿en qué andan?

22/03/2012
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Esperando que, como lo anunciaron Colombianos y Colombianas por la Paz, la próxima semana se inicie y concluya con el proceso de liberación de los miembros de la Fuerza Pública colombiana por parte de las FARC culminando así este largo e injustificado cautiverio y cerrando el ciclo de la búsqueda del llamado ‘intercambio humanitario’ o ‘canje de prisioneros’ que marcó buena parte del último período del conflicto interno armado y cuyo resultado, hay que señalarlo, fue negativo para las FARC, aunque le permitió una exposición pública mediática. En cierta medida cierra uno de los rezagos que se asocian a la experiencia del Caguan.
 
Ahora es importante que se viabilice por parte de las autoridades la visita a los presos de las organizaciones guerrilleras –FARC y ELN- para que ellos tengan la posibilidad de exponerles a esa comisión de mujeres latinoamericanas, las quejas e inquietudes acerca de sus condiciones de captura y reclusión y del respeto a su derecho de defensa, del que deben gozar todos los colombianos que son privados de su libertad. Esto sin duda va más allá del debate acerca de si existen o no presos  políticos en Colombia y al respecto podemos decir que progresivamente y con base en sentencias de la Corte Constitucional los llamados ‘delitos políticos’ –rebelión, sedición y asonada-, se han venido marchitando, a tal punto que ya el delito político es casi inexistente y por lo tanto en el discurso del Gobierno sería válido decir que no hay presos políticos, pero cosa distinta es que efectivamente hay cientos de presos de las organizaciones guerrilleras –inculpados por múltiples delitos, entre ellos rebelión- quienes deben tener, en una perspectiva de salida negociada al conflicto interno armado, un tratamiento penal especial y con alta dosis de favorabilidad y mientras estén detenidos un tratamiento digno y respetuoso, igual al de todos los colombianos privados de la libertad por parte del Estado. Estas visitas a los presos de las organizaciones guerrilleras, sin duda, serían vistas como un gesto de parte del Gobierno y contribuiría a crear un ambiente favorable para eventuales acercamientos en la búsqueda de solución del conflicto interno armado.
 
Pero, concluidas las liberaciones anteriores, hay que preguntarse por las posibilidades existentes en el hoy y el ahora de una salida política al conflicto interno armado. Especialmente después de la seguidilla de declaraciones epistolares y en redes sociales de las dos partes que hemos conocido en los últimos meses. Declaraciones que por supuesto han estado y seguramente lo seguirán estando acompañadas de acciones militares propias del enfrentamiento armado en las cuales desafortunadamente se seguirán presentando bajas –muertos, heridos, daños que afectan a la población civil- y esto poco contribuye a crear un clima de opinión favorable a las posibilidades de una salida negociada porque para el ciudadano del común no es comprensible que se expresen en escritos la voluntad de paz y al mismo tiempo se sigan realizando hechos de violencia. Sin olvidar ese núcleo duro de opinión política, que generalmente se asocia al denominado ‘uribismo’, que definitivamente considera que con las organizaciones guerrilleras no hay nada que dialogar distinto a su rendición.
 
No hay duda que tanto las FARC –y seguramente el ELN también- tienen interés en un eventual proceso de conversaciones de paz, igual podemos decir del presidente Santos y su Gobierno, pero todo indica que no hay coincidencias acerca de qué tipo de conversaciones de paz están pensando cada parte. Pareciera que las FARC, aunque no lo expresen abiertamente, estarían pensando en un proceso con similitudes a los del pasado –agenda amplia, cese bilateral de operaciones militares, conversaciones con protagonismo mediático, eventualmente una zona de distensión, participación de la sociedad civil, etc.- Por supuesto, esto está muy distante de lo que estaría pensando el gobierno Santos que a partir de la realidad actual del conflicto interno armado, con una Fuerza Pública fortalecida, un Estado legitimado y con una opinión pública bastante reacia a que se le ceda a la guerrilla protagonismo que no merecería está probablemente pensando –con grandes temores de no repetir las experiencias frustradas del pasado-, en un proceso de conversaciones en el exterior, con un bajo perfil, con una condición inicial indiscutible –cese unilateral de hostilidades-, una agenda restringida y sobre todo con un alto nivel de certeza que dichas conversaciones deben tener como norte fundamental el cierre definitivo del conflicto interno armado. El gran interrogante acá parece ser cómo darle al Gobierno Santos, cierta certeza que no va a dar un ‘salto al vacío’ al iniciar unas nuevas conversaciones de paz.
 
No parece que el Gobierno esté muy interesado en acuerdos previos en el campo del derecho internacional humanitario que tendrían el riesgo de ser escenarios solamente de ‘regularizar’ la confrontación y no de avanzar seriamente hacia su superación. Pero, igual no se deberían descartar como paso previo al inicio de conversaciones de paz.
 
Es decir, hay voluntad, tanto del Gobierno como de la guerrilla, de aproximarse a conversaciones de paz, pero cada parte tiene una percepción distinta acerca de qué significan hoy unas conversaciones de búsqueda de solución del conflicto interno armado. Y por lo tanto no parece fácil que esa voluntad expresada se materialice en un corto plazo en unas conversaciones entre las partes que conlleven a un cierre negociado del conflicto interno armado.
 
Si bien las decisiones fundamentales de avanzar hacia la paz en el marco de un conflicto interno armado como el nuestro corresponden a los actores estratégicos del mismo y muy especialmente a sus liderazgos, es importante tomar en cuenta o contribuir a crear ciertas consideraciones del entorno que pueden influir. Probablemente, para tratar de acercar esas percepciones diferentes podría ser de utilidad lo siguiente: I. Acercamientos absolutamente reservados entre las partes en un país amigo para explorar esas posibilidades sin ningún tipo de publicidad, y donde puedan irse aproximando a un ‘formato’ de negociación que acerque las diferentes percepciones que existen sobre la misma –se especula mucho acerca que ya existen esos contactos reservados, ojalá sea verdad y si no, debe estimularse a las partes para que los construyan-;  II. Recogiendo la experiencia reciente del país Vasco en España, lograr que la izquierda política y social colombiana juegue un papel relevante en viabilizar y contribuir a auspiciar nuevos modelos de salida al conflicto interno armado –en este campo todos deberíamos ser altamente creativos si queremos contribuir con ideas a pensar nuevos escenarios de negociación que no sean simples re-ediciones del pasado-, pero esto requiere, de una parte, que el Estado entienda la importancia que tiene en una sociedad democrática unas formaciones de izquierdas vigorosas y actuantes a las cuales no se debe estigmatizar y de otra, que ojalá la izquierda se recomponga después de la crisis que ha vivido el Polo Democrático Alternativo y entienda que las expresiones de izquierda, tanto en lo político, pero sobretodo en lo social, van mucho más allá de estas estructuras que en el pasado reciente han jugado un papel importante, pero que actualmente están en un proceso de resquebrajamiento y de recomposición.
 
En ese sentido habría que señalar que se requiere más que de la llamada sociedad civil en abstracto, un papel activo y a favor de la salida política negociada, especialmente de una izquierda política y social, organizada, actuante y con protagonismo público que sea quién interpele a la insurgencia, pero al mismo tiempo que contribuya a ser un espacio en el cual las organizaciones guerrilleras encuentren cercanías proyectándose hacia su inserción en la vida política nacional.
 
Probablemente las posibilidades de una salida política negociada no están en un horizonte de corto tiempo, pero igualmente es posible y no sólo deseable que se estén construyendo las piezas de un rompecabezas que nos lleven a mediano plazo a armar la hoja de ruta que nos conduzca al cierre negociado de este largo conflicto interno armado. Y para ello una dosis de audacia y de apostar a la salida negociada aunque no haya las ‘condiciones óptimas’ para ninguna de las dos partes, pareciera ser la gran contribución de los liderazgos del Gobierno y de la guerrilla.
 
Alejo Vargas Velásquez es profesor titular de la Universidad Nacional de Colombia y
coordinador del Grupo de Investigación en Seguridad y Defensa.
 
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 296
Semana del 23 al 29 de Marzo de 2012
Corporación Viva la Ciudadanía.
https://www.alainet.org/es/articulo/156731?language=en
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