La Unesco, sexagenaria

24/04/2012
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Desde que el 2 de enero de 1960 se estableció la Unesco en nuestro país, no ha cesado de ofrecer conocimiento y aportes en distintas áreas, a través de la cooperación con las autoridades y organizaciones de la sociedad civil. Sus áreas prioritarias en Guatemala están íntimamente ligadas a nuestra realidad y necesidades, especialmente en el ámbito de la educación de calidad con enfoque de género; prevención de la violencia, educación para la reducción de riesgo de desastres, situaciones posconflicto y juventud.

Especial reconocimiento le debemos por sus contribuciones para la disminución del analfabetismo.

Su actual titular, Édgar Montiel, es una persona de grandes atributos, tal vez el más importante sea su humildad. Economista, filósofo, ensayista, doctor en desarrollo económico y social y diplomado de estudios avanzados en Filosofía Política por la Universidad de París. También ha sido profesor de universidades prestigiosas como la Unam, la Mayor de San Marcos y la Ricardo Palma de Lima, y otras en el cono sur.

Sus múltiples aportes son tan consistentes como su consecuencia en el abordaje de temas estratégicos, tan obviados como indispensables en el desarrollo. Una de sus preocupaciones es la cultura, especialmente en un mundo globalizado. Dice el doctor Montiel que “la cultura es un sistema de significaciones que los miembros de una colectividad comparten y emplean en sus interacciones sociales. La participación de cada individuo en la cultura significa disfrutar libremente tanto de los elementos tradicionales de su cultura como la de otras, hablar su propia lengua o aprender una foránea, escuchar la música de su región o la de otras partes del mundo, lo que genera un doble fenómeno: las diferentes manifestaciones culturales son los referentes simbólicos de una comunidad, en tanto que ellas le dan sentido y cohesión, y para los que no pertenecen a ella, son una apertura a la experiencia de lo otro”.

Montiel afirma que la cultura es un poder equivalente a otros poderes reconocidos, como el político, el económico o el militar, ya que a través de ella se puede intentar influir y modificar a distintas colectividades. Afirma que es un medio empleado para lograr un objetivo, sin desenvainar la espada, por eso es estratégica. Y aquí el intelectual introduce en sus reflexiones un aspecto central: hay en el mundo una docena de grandes consorcios de la industria cultural que concentran en sus manos periódicos, revistas, internet, producción de películas, espectáculos, salas de cine, publicidad, etcétera, lo que proporciona una capacidad excepcional de influencia en el mundo. Está hablando de los monopolios y la posibilidad de control y dominio que tienen, que transita por todas esas vías de comunicación construidas por la infinita creatividad del ser humano y cuyos avances han sido inconmensurables, tanto como la falta de accesos equitativos y democráticos a la tecnología correspondiente. El derecho a la palabra les ha sido vedado a numerosas personas.

Muchas veces no hay espacio ni condiciones para reflexionar sobre nuestros derechos, que institucionalizan los valores de las sociedades y son recogidos de costumbres y tradiciones, dan licencia para tener ciertas condiciones de vida y para poder actuar de alguna forma.

Tenemos el privilegio de contar con una persona versada y sensible ante estos temas. El agradecimiento que les dieron los ministros de Educación y de Cultura es merecido. Nuestra admiración a don Édgar y reconocimiento a la Unesco.

Guatemala,  abril de 2012

https://www.alainet.org/es/articulo/157435
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