Doña Europa y sus hijas
19/07/2012
- Opinión
Doña Europa se liberó hace siglos de la tutela del Señor Feudal, al cual estuvo sometida durante mil años. La tríada compuesta por Copérnico, Galileo y Descartes se casó con el Señor Moderno Liberal y puso su casa en el barrio de la Democracia.
Doña Europa puso la alfombra de los nobles, dio una cuchufleta al papa y eligió gobiernos constitucionales que cambiaron el trueque por la moneda, evitaron hacer uso de mano de obra esclava y transformaron a antiguos campesinos en obreros ganadores de un salario.
Doña Europa pasó a alimentar ambiciones desmedidas. Miró con ojo distraído el inmenso mapamundi que cubría la sala de su casa. ¡Cuántas riquezas había en aquellas tierras habitadas por nativos ignorantes! ¡Cuántas tierras cultivables cubiertas por la exuberancia paradisíaca de la naturaleza!
Doña Europa lanzó al mar su flota en busca de ricos botines situados en tierras ajenas. Los navegantes invadieron territorios, saquearon aldeas, diseminaron epidemias, extrajeron minerales preciosos, pusieron cercas donde todo era de uso común hasta entonces.
Doña Europa practicó en otros pueblos lo que se negaba a hacer en su propia casa: impuso imperios, reinos y dictadores; inhibió el acceso a la cultura ilustrada; implantó el trabajo esclavo; prohibió la industrialización; internacionalizó normas económicas que le eran favorables, en detrimento de los pueblos lejanos.
Uno de los pueblos de ultramar dominados por Doña Europa tuvo la osadía de rebelarse, en 1776, emancipándose de la tutela, y se volvió más poderoso que ella: el Tío Sam.
El profesor Maquiavelo le enseñó a Doña Europa que cuando no se puede vencer al enemigo es mejor aliarse con él. Por eso ella se asoció al Tío Sam para ejercer dominio sobre el mundo.
Doña Europa y el Tío Sam acumularon tan exagerada riqueza que cedieron a la ilusión de que serían eternos el lujo y la ostentación en que vivían. Todo en sus casas era maravilloso. Y sus monedas relucían unas sobre otras.
Pero no hay casa sin cimientos, ni árbol sin raíces o riqueza sin peso. Para mantener el estilo de vida al que se habían acostumbrado, Doña Europa y el Tío Sam gastaban más de lo que tenían; y de repente constataron que se encontraban apabullados por deudas astronómicas. ¿Qué harían?
La primera medida fue la adoptada durante una turbulencia en un viaje en avión: abrocharse los cinturones. No el de ellos, claro, sino el de sus empleados: despidieron a algunos, a otros les bajaron el sueldo, dejaron de consumir productos importados… de ese modo la crisis del dúo se extendió por todas partes.
Doña Europa y el Tío Sam no son tontos. Saben dónde está el dinero: en los bancos. El Tío Sam, viendo el rumbo de su economía, puso a funcionar la máquina de la Casa de la Moneda y socorrió a los bancos con al menos US$ 180 mil millones.
Doña Europa tiene varias hijas. Según ella, algunas no supieron administrar bien su fortuna. La hermosa Grecia parece haber perdido la sabiduría; gastó mucho más de lo que podía. Y lo mismo sucedió con la seductora Italia, la encantadora España y la tímida Irlanda.
Como el arca de la familia es de uso común, Doña Europa se vio envuelta en varias aflicciones. Entonces castigó a las hijas gastonas y acudió a la más rica de todas, la severa Alemania, lo cual en política equivale a socorrer a las endeudadas.
Pero Alemania es mañosa. Dice que sólo socorrerá a las hermanas si le permiten que controle sus gastos. Lo que significa cortar las alas a las mozas, lo que en política equivale a anular su soberanía.
Hoy día en la casa de Doña Europa sólo es soberana la pudorosa Alemania. El resto de la familia es dependiente y está castigada. La más salerosa de las hijas, Francia, se muestra rebelde. Después de haber estado como uña y carne con Alemania, ahora que se cambió el enamorado trata a la hermana con desconfianza.
Y nosotros, aquí en el sur del mundo, que aun no hemos cortado el cordón umbilical con el Tío Sam y Doña Europa, corremos el peligro de quedar resfriados si Doña Europa continúa estornudando, alérgica a un futuro tenebroso: la agonía y la muerte del dios Mercado, cuyos fieles devotos andan sumergidos en una profunda crisis de increencia.
Frei Betto es escritor, autor de “Calendario del poder”, entre otros libros. www.freibetto.org/ twitter:@freibetto
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Traducción de J.L.Burguet (17.7.12)
https://www.alainet.org/es/articulo/159675?language=es
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