Educar para la justicia social
26/02/2012
- Opinión
Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 472: Educación, justicia social y ambiental 06/02/2014 |
Aunque las cifras de escolarización han aumentado en todo el Planeta, todavía queda un trecho muy largo para que la universalización de la educación básica sea un hecho. Va a ser muy difícil que este objetivo se consiga en el año 2015, fecha fijada en el año 2000 por las Naciones Unidas en los denominados Objetivos de Desarrollo del Milenio. Según el informe “La Historia del Futuro” Save the Children, 77 millones de niños/as continúan sin escolarizar. Más de la mitad de los niños/as sin escolarizar viven en Estados afectados por conflictos armados y reciben tan sólo el 23% de la ayuda mundial. Mientras el gasto medio en educación primaria en Europa Occidental es de 5.320 dólares por niño/a, en países como Eritrea o Burundi es de 18 y 11 dólares respectivamente.
Por tanto y en primer lugar es esencial seguir defendiendo que la escolarización primaria se universalice. Pero esto no es suficiente, porque las cifras demuestran que este incremento de la escolarización no ha producido una reducción significativa de las desigualdades sociales. Se sabe queel alumnado procedente de niveles socioculturales muy bajos, se escolariza intermitentemente y abandona prematuramente. La cultura escolar hegemónica al servicio del mercado, dictada por los poderes económicos internacionales, con procesos de evaluación fuertemente selectivos, excluye a los niños/as de los sistemas educativos antes de comenzar la secundaria. Y por si eso fuera poco los culpabiliza individualmente de esa exclusión aludiendo a la falta de esfuerzo, a la indisciplina o a la falta de capacidades para comprender una cultura escolar fuertemente academicista, rutinaria y normativa que poco o nada tiene que ver con su realidad cotidiana. Se constata así que los sistemas educativos son instrumentos de reproducción de las desigualdades sociales que crea el capitalismo.Mediante el falso discurso de la igualdad de oportunidades, intentan legitimar las crecientes desigualdades e injusticias.
Para avanzar en justicia social y combatir las desigualdades necesitamos otra educación, al servicio de las personas y no del mercado. Una educación emancipadora que eduque a las personas para la participación responsable y la crítica activa. Educar para plantar cara a la injusticia, para rebelarse contra la opresión, para exigir derechos y asumir deberes, estableciendo como fines educativos la formación integral de la persona: la excelencia para todas las personas en función de sus propias capacidades y al servicio de su bienestar físico y mental. Y la formación ciudadana como bien común: conciencia crítica y democrática, participación e implicación política y social y convivencia en la pluralidad cultural e ideológica.
Hemos de renovar teorías y prácticas educativas. Debemos iniciar procesos de reflexión-acción que nos permitan determinar con claridad a qué nos enfrentamos, y en qué dirección queremos ir. Si tenemos claras estas premisas podremos diseñar líneas de acción que nos permitan avanzar en la consecución de los objetivos planteados.
¿A qué nos enfrentamos? ¿Qué queremos cambiar?
En lo político social queremos combatir el neoliberalismo que no es más que capitalismo extremo. Queremos combatir el poder absoluto de los mercados que devalúa y degrada la democracia y que intenta acabar (con estrategias de cooptación, compra y desprestigio) con todos los sistemas tradicionales de representación: partidos, sindicatos, movimientos sociales…, produciendo el desarme conceptual e ideológico de las personas, creando sentimientos de impotencia, sumisión y reclusión en lo privado que les impiden rebelarse y luchar por un modelo alternativo.
Queremos acabar con la fragmentación social y la desigualdad extrema, con el individualismo que lleva a la fragilidad del yo y la no socialización de los problemas, con la devaluación de los puestos de trabajo, con el consumismo salvaje y el ocio programado. Queremos acabar con el control de los medios de comunicación por los grandes capitales financieros, con la banalización de los problemas mundiales, con las miradas superficiales y acríticas sobre la realidad.
En los sistemas educativos nos encontramos con la privatización y mercantilización de la educación a escala planetaria y en todos sus ámbitos: privatización de los centros escolares, aumentando los conciertos y regalando suelo público para centros privados, recortando recursos y personal en los centros públicos, privatizando todos los ámbitos de gestión y dirección, privatizando la organización escolar, la profesión docente, la formación y el currículum.
En suma convirtiendo la educación en un negocio de inmensas proporciones, al servicio de las grandes multinacionales que venden paquetes formativos de ínfima calidad engañando a los “clientes” que compran títulos completamente devaluados que nada valen luego en un mercado laboral cada vez más desregulado y precario. Así el lenguaje de la empresa va calando en el mundo educativo en el que conceptos como competitividad, productividad y eficiencia van ganando terreno frente a la cooperación, el desarrollo armonioso de la personalidad o la consecución de una sociedad más justa.
En el aula tenemos que acabar con el determinismo de los programas oficiales, con la rigidez de espacios y tiempos, con la excesiva especialización e individualización del profesorado en la Educación Obligatoria, con el mal uso de los materiales curriculares, con la evaluación castradora que sustituye el interés por aprender por el interés por aprobar, inculca valores de obediencia ciega y sumisión, merma la autoestima y conduce al fracaso y al abandono de unos/as y a la sobre valoración de otros/as. Hay que cuestionar las malas prácticas profesionales y avanzar en el compromiso docente desde la coordinación y formación permanente vinculada a la práctica y en el centro de trabajo.
Líneas de acción
Revitalizar el concepto de Educación Pública y llenarlo de su sentido más radical
La Educación Pública es la de todos y todas, es completamente gratuita y acoge a toda la población sea cual sea su origen y condición. La Educación Pública es democrática, por tanto su titularidad, su organización y su gestión han de ser públicas con participación de toda la comunidad educativa. La enseñanza pública es plural, ideológica y culturalmente en ella caben todas las ideologías. Es por definición laica y en ella se propugnan valores universales, educa para la convivencia desde la aceptación de las diferencias y la solidaridad con los sectores más desfavorecidos. La enseñanza pública es investigadora y crítica, fomenta el espíritu crítico y el pensamiento divergente.
Superar el concepto de igualdad de oportunidades
Defender y trabajar no sólo por la igualdad de acceso, sino por la igualdad de éxito. Digamos alto y claro que la diversidad es inherente a la vida, mientras que la desigualdad es una injusticia social y como tal hay que combatirla. Digamos también que la tarea de la educación no es reflejar las diversas condiciones de los que están implicados en ella, sino ponerlas en perspectiva.El problema para las escuelas no es ser más “variadas” o producir más diversidad, sino ser capaces de responder a la diversidad y reconciliarla con lo común, como muy bien apunta el sociólogo Manuel Delgado. No dejemos que la diversidad derive en desigualdades.
Deconstruir el currículo oficial, evidenciar el currículo oculto y apostar por la reconstrucción del currículum en el aula
Educar para la justicia social implica combatir los modernos diseños curriculares orientados a la selección de los mejores y a la obtención de mano de obra flexible, barata y fácilmente manipulable, sin formación, ni criterio. El excesivo número de asignaturas, la extensión de los programas, la escasez de tiempo, la dictadura de los libros de texto, consolidan en muchas aulas y centros educativos una secuencia fatídica que impide un aprendizaje auténtico: explicado, memorizado mecánicamente, examinado, olvidado. Los programas se pierden en abstracciones que poco tienen que ver con la realidad y que en nada educan para una sociedad más justa.
Los diseños curriculares, elaborados por técnicos y expertos que jamás pisaron una escuela, son en su mayoría cerrados, rígidos, inflexibles y poco versátiles. Esto unido a la ausencia en los mismos de la cultura y problemas de grupos marginados, minorías étnicas, inmigrantes, ausencia de los problemas vitales de las clases sociales más desfavorecidas a las que pertenecen muchos alumnos y de las necesidades y problemas de aprendizaje del alumnado con necesidades educativas especiales (NEE), impide de facto que los sistemas educativos cumplan con objetivo de garantizar la igualdad de oportunidades para todos y todas, y por el contrario se conviertan en un mecanismo seleccionador que perpetua la desigualdad social.
Hay que trabajar en un currículum contra-hegemónico, que revise desde el principio todo el proceso: quién debe decidir cuáles son los conocimientos relevantes, cómo vamos a organizar los espacios y los tiempos escolares y por qué de esta manera y no otra explicitando los intereses que subyacen a esa decisión. Los grandes problemas del mundo deben ser los ejes de un currículum para la transformación social, que parta esencialmente de los derechos humanos, dice César Cascante.La escuela no puede tratar valores sin cuestionar el orden social vigente, sin denunciar los abusos de un capitalismo devastador y salvaje.
Construyamos un currículo democrático para todos y todas, sometido a control público, un currículo común, abierto y flexible, basado en el éxito y no en el fracaso, en la cooperación y no en la competitividad, coherente y útil, sistemático y reflexivo, ético e inclusivo, práctico y realizable. Un currículo al servicio de la transformación social que conecte la cultura académica con la vida real.
Seamos valientes, transformemos también los espacios y tiempos escolares para abordar el currículo de una manera más motivadora y más racional, favoreciendo metodologías activas en las que el alumnado sea el protagonista del hecho educativo y que permitan la utilización de materiales curriculares diversos con un aprovechamiento óptimo. Apostemos por una práctica evaluadora que sea formativa, orientadora, continua, global, adaptada a la diversidad del alumnado, recíproca, integral, y fruto de un proceso colegiado.
Y seamos más valientes todavía posibilitando la participación de toda la comunidad educativa, familias, alumnado y profesorado en el diseño de este nuevo currículo promoviendo actividades de investigación acción que permitan ir avanzando en su aplicación, favoreciendo al mismo tiempo el intercambio de estas investigaciones y experiencias.
Acabaré con una obviedad: Sin docentes comprometidos no habrá educación emancipadora.
Los niños y las niñas aprenden de lo que hacemos y no de lo que decimos. Así que si queremos educar para la emancipación y la libertad, habremos de ser libres, empoderarnos y como maestros y maestras que somos, recuperar la voz y la palabra, acalladas por esa multitud de expertos tecnócratas que bien pagados por gobernantes, comprados por los mercados, nos la tienen secuestrada. Decidamos con nuestro alumnado y con sus familias qué queremos enseñar, qué queremos aprender y cómo queremos hacerlo. Busquemos nuestros propios materiales y recursos en la calle, en la historia, en la vida. Cuestionemos los modelos oficiales y opongámonos a ellos. Reivindiquemos y luchemos sin tregua por una educación transformadora para todas las personas. La emancipación de la persona es el único camino hacia la transformación social.
- María Ángeles Llorente Cortés milita en la Federación de Movimientos de Renovación Pedagógica (MRPS) del País Valencia (España) y en el Sindicato de Trabajadores y Trabajadoras de la Enseñanza Pública del País Valencia.
* Este texto es parte de la revista América Latina en movimiento, No 472, correspondiente a febrero del presente año y que trata sobre "Educación, justicia social y ambiental" (http://alainet.org/publica/472.phtml)
https://www.alainet.org/es/articulo/159830
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