11 de septiembre: trágicas fechas

11/09/2012
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Dos fechas, de recordación disímbola pero igualmente infausta estuvieron presentes el 11 de septiembre en el calendario de calamidades que lastran al mundo actual: el derrumbe de las Torres Gemelas de Nueva York, cuyas verdaderas causas políticas y materiales no han sido aclaradas, y el golpe de estado que llevó a la muerte al presidente Salvador Allende, terminó con su gobierno legítimamente constituido y dejó en el cielo de Chile una larga noche de terrorismo dictatorial.
 
Ambos acontecimientos dejaron una estela de muerte y desolación, pero sus secuelas en la historia y sus efectos en nuestros días son tan lamentables como la misma pérdida de vidas y la cancelación de las libertades.
 
La muerte de Salvador Allende trajo para Chile la cancelación, manu militari, de los programas de un gobierno democrático que rescataba para la nación no sólo recursos fundamentales para su desarrollo, sino la autodeterminación del pueblo para seguir su propio camino. Con el forzado ascenso al poder del dictador Augusto Pinochet, Chile se convirtió en el primer país latinoamericano, en abrazar sin reservas las recetas del neoliberalismo, con la puesta en práctica de las teorías de Milton Friedman. Para la tecnocracia internacional regida por Estados Unidos, Chile fue un tubo de ensayo del nuevo orden económico internacional que años más tarde se impondría a partir de la caída del Muro de Berlín, el derrumbe del bloque socialista y con él la desaparición de uno de los polos que mantenían el equilibrio mundial en los años de la guerra fría.
 
En el retorno a una forma de democracia, el intento de Salvador Allende quedó relegado en la historia para dar paso a la consolidación del neoliberalismo y la economía del mercado. Tardío regreso que sitúa a Chile, como a muchos otros países del Continente, a la zaga en las rutas de otros países que se alejan de las fórmulas del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y de la hegemonía económica de Estados Unidos y prefieren la adopción de sus propias decisiones para proveer el desarrollo y el bienestar de sus pueblos.
 
El atentado que cegó la vida de miles de personas en Nueva York, lamentable en su horror, trajo consigo otras consecuencias no menos trágicas para el mundo entero. Horas después del inexplicado colapso de las Torres Gemelas, el gobierno del presidente George Bush inauguraba en el mundo una etapa de terror desde su gobierno con el pretexto de combatir el terrorismo internacional para preservar la seguridad norteamericana. Miles de muertos en guerras preventivas contra conspiradores reales o fantasmas fabricados –Irak, Afganistan. Libia, Siria son de ello testimonio--, persecuciones y atentados sin nombre a los derechos y la dignidad humana como el espanto de la cárcel de Guantánamo en Cuba, son hechos que constituyen la política antiterrorista emprendida por Estados Unidos y a la que obliga a otros países subordinados a sus dictados. La lucha contra el terrorismo y el narcotráfico son los sucedáneos de guerras pasadas en las que el imperio norteamericano ha convertido a supuestos o reales enemigos en la representación del mal y con ello ha justificado su imperiosa necesidad de tener en el mundo objetivos bélicos a los que atacar para mantener su hegemonía política y la de su economía siempre al borde de la crisis.
 
El 11 de septiembre de 1973, con la muerte de Salvador Allende, y el 11 de septiembre de 2001, con el atentado que desató la terrorista guerra norteamericana contra el terrorismo, son fechas para no recordar, aunque la memoria lo exija y se niegue a olvidarlas.
 
- Salvador del Río es periodista y escritor mexicano 
https://www.alainet.org/es/articulo/160943
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