La Madre Tierra, sujeto de dignidad y de derechos

29/10/2012
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Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 479: El horizonte de los derechos de la naturaleza 06/02/2014
El día 22 de abril de 2009 la Asamblea General de las Naciones Unidas en su 63ª sesión aprobó por unanimidad el proyecto presentado por el Presidente de Bolivia, Evo Morales Ayma, de que todo 22 de abril sea celebrado como el Día Internacional de la Madre Tierra. Ya no se trata del Día de la Tierra, sino del Día de la Madre Tierra.
 
Este cambio significa una revolución en nuestra forma de mirar el Planeta Tierra y de relacionarnos con él. Una cosa es decir Tierra, sin más, que se puede comprar, vender, investigar científicamente y explotar económicamente. Otra cosa es decir Madre Tierra, porque a una madre no se la puede explotar económicamente, ni mucho menos comprar o vender. A una madre hay que amarla, cuidarla, respetarla y reverenciarla.
 
Atribuir tales valores a la Tierra, porque es Madre, conlleva a afirmar que es sujeto de dignidad y portadora de derechos.
 
1. Argumentos en pro de los derechos de la Tierra
 
¿Cuál es la base científica y filosófica que nos permite considerar a la Tierra como Madre y con derechos? Veo cinco razones principales.
 
La primera es la más alta ancestralidad de la tradición transcultural que siempre consideró la Tierra como Madre. En su visión cósmica, los pueblos originarios sentían que la Tierra era y es parte del Universo a quien rendían culto con un respeto reverencial ante a su majestad. Tenían clara conciencia de que recibían de ella todo lo que necesitaban para vivir. Era la Magna Mater y Nana.
 
Esta visión ancestral continúa viva en los pueblos originarios, como los andinos, y otros, que contemplan la Tierra como Pacha Mama y sostienen con ella una relación de profundo respeto y cuidado.
 
La segunda razón es la constatación científica realizada por parte de sectores importantes de las ciencias de la Tierra (nueva biología, astrofísica, física cuántica). Según ellos, la Tierra es un superorganismo vivo, que articula lo físico, lo químico, lo biológico y lo ecológico, de forma tan interdependiente y sutil que se hace siempre propicia a producir y reproducir la vida.
 
Fue mérito de los científicos James Lovelock, Lynn Margulis, Elisabet Sahtouris, José Lutzenberg y otros, a partir de los años 70 del siglo pasado, después de investigaciones minuciosas, el haber propuesto esta visión que más y más se está imponiendo a la comunidad científica internacional, y que está siendo asumida por amplios sectores de la cultura. Inicialmente era una hipótesis, que a partir de 2001 pasó a una teoría científica, el grado más alto del reconocimiento en el campo de las ciencias. A la Tierra viva la llamaron Gaia, uno de los nombres de la mitología griega para designar la vitalidad de la Tierra.
 
La atmósfera actual no resulta solamente de mecanismos físicos, químicos y de fuerzas directivas del universo, sino principalmente de la interacción de la vida misma con todo el entorno ecológico. De esta interacción resulta que la atmósfera como la tenemos hoy es un producto biológico. La sinergia de los organismos vivos con los elementos de la Tierra va creando y manteniendo el hábitat adecuado que denominamos biósfera.
 
Si así es, podemos entonces decir: no solamente hay vida sobre la Tierra. La Tierra misma es viva, un superorganismo extremamente complejo, hecho de inter-retro-relaciones con el ambiente conjuntamente con las energías cósmicas siempre actuantes.
 
La vida debe ser amada, cuidada y fortalecida. No puede ser amenazada y eliminada. No puede ser transformada en mercancía y puesta en el mercado. La vida es sagrada. Por lo tanto, la Tierra viva, la Madre Tierra es sujeto de dignidad, y portadora de derechos, porque todo lo que vive, tiene un valor intrínseco, independientemente del uso humano, y merece existir y tiene derecho a vivir.
 
La tercera razón es la unidad Tierra y Humanidad como legado de los astronautas desde sus viajes espaciales. Desde la Luna, o de sus naves, han podido contemplar, llenos de admiración y de sacralidad, la Tierra. Han testimoniado esta experiencia (overview effect): entre Tierra y Humanidad no hay diferenciación. Ambos constituyen una entidad única, resplandeciente, azul-blanca, compleja y bien ordenada. Una capa tenue, de unos pocos kilómetros, forma la biósfera, que garantiza la existencia de una multitud incalculable de formas de vida. Tierra y Humanidad componen un todo orgánico compuesto de ecosistemas, con sus diferentes formas de vida, especialmente la humana. Esta entidad, única, compuesta de Tierra y Humanidad nos permite decir que la Tierra está viva y es Madre.
 
La cuarta razón es cosmológica: la Tierra y la vida constituyen momentos del vasto proceso de la evolución del universo. Es generalmente aceptado que todo el Universo, todos los seres, el Sol, la Tierra y cada uno de nosotros, estábamos juntos en aquel punto pequeñísimo, pero cargado de energía y de información, que en un momento intemporal explotó. Ocurrió el big bang, hace como 13,7 mil millones de años.
 
Las energías y las partículas elementales se difundieron creando el espacio y el tiempo y dando origen al proceso de la evolución. Esas energías y los elementos primordiales se han condensado en estrellas rojas, dentro de las cuales, en mil millones de años, se han forjado todos los elementos físicos y químicos que componen el Universo.
 
Al explotar, las estrellas rojas lanzaron estos elementos hacia afuera y dieron origen a las galaxias, a las estrellas y al Sol con sus planetas en un proceso de expansión, de auto-creación, de auto-organización y de complejificación que todavía continúa. El cosmos no acabó de nacer, se encuentra en cosmogénesis. Todos somos hijos e hijas del polvo cósmico.
 
Hace 4,5 mil millones de años irrumpió la Tierra como el tercer planeta del sistema solar. Con el aumento de la complejidad y de órdenes cada vez más altas dentro de la misma Tierra, emergió, hace 3,8 mil millones de años, la vida, posiblemente en el seno de un océano primitivo.
 
En un momento avanzado de la expansión de la vida y con el aumento de su complejidad interna, apareció, hace unos 5 millones de años, la vida consciente e inteligente. Es la entrada del ser humano en el escenario de la evolución.
 
Entonces podemos decir: la Tierra es un momento de la evolución del universo. La vida es un momento de la evolución de la Tierra. Y la vida humana es un momento de la evolución de la vida. Pero para que la vida pueda existir y reproducirse necesita de todas las precondiciones energéticas, físicas y químicas sin las cuales no puede irrumpir ni subsistir. Por eso hay que incluir todo el proceso de la evolución anterior para entender adecuadamente la Tierra y la vida.
 
El ser humano, por ser la parte consciente e inteligente de la misma Tierra, debe ser visto como la Tierra que siente, piensa, ama, cuida y venera.
 
Hay un consenso universal expresado por varias Declaraciones y Convenciones Internacionales de que el ser humano, hombre y mujer, tiene dignidad y derechos inalienables. Si asumimos que el ser humano es la misma Tierra consciente e inteligente, ello implica admitir que ella participa de la misma dignidad y de los mismos derechos. Por lo tanto, la Tierra es sujeto de dignidad y de derechos.
 
Hay una quinta razón que sustenta nuestra tesis, que se deriva de la naturaleza relacional e informacional de todo el universo y de cada ser. La materia no tiene solamente masa y energía. Tiene una tercera dimensión que es su capacidad de conexión y de información. Desde el primer momento en que los primeros elementos materiales se formaron –los hadrions y toquarks– establecieron relaciones entre sí e intercambiaron informaciones.
 
Este carácter de inter-retro-conexiones es transversal a todos los seres, de forma que se puede decir con los físicos cuánticos que “todo tiene que ver con todo, en todos los puntos y en todas las circunstancias”. El universo, más que la suma de todos los seres existentes y por existir, es el conjunto de todas las relaciones y redes de relaciones con sus informaciones que todos mantienen con todos. Todo es relación y nada puede existir fuera de la relación. Esto funda el principio de cooperación, como la ley más fundamental del universo que relativiza el principio de la selección natural.
 
Por el hecho de que todos están dentro de un proceso cosmogénico, todos los seres tienen historia. Cada uno posee su manera de relacionarse con los demás. Por eso, tiene su singularidad, que genera cierto nivel de subjetividad. La diferencia entre la subjetividad del universo y de cada ser y la humana no es de principio sino de grado. Todos están interconectados (principio) pero cada uno realiza la conexión a su manera (grado). En nosotros, altamente compleja y por esto autoconsciente, y en el universo y en cada ser, de su manera propia y menos compleja.
 
Este carácter informacional de la realidad, con historia y subjetividad, permite ampliar la personalidad jurídica de los seres, especialmente de la Tierra. Como muchos ya notaron, la Declaración de los Derechos del Hombre tuvo el mérito de decir “todos los hombres” tienen derechos, pero el defecto de pensar que “solo los hombres” tienen derechos. Las mujeres, los indígenas y los afrodescendientes tuvieron que luchar mucho para garantizar sus derechos y lo han conseguido.
 
Ahora tenemos que poner mucho empeño para garantizar los derechos de la Madre Tierra, de la naturaleza, de los animales, de las selvas, de las aguas, en fin, de todos los ecosistemas.
 
Si el siglo XX fue el siglo de los derechos humanos –decía el Presidente Morales en su intervención del 22 de abril de 2009 en la Asamblea de las Naciones Unidas– el siglo XXI será el siglo de los derechos de la naturaleza, de la Madre Tierra y de los seres vivos y de todos los seres.
 
A la luz de esta visión, la democracia ya no puede ser antropocéntrica y sociocéntrica, como si el ser humano y la sociedad lo fueran todo. Ellos también están dentro del proceso cosmogénico universal y de la naturaleza. Esta visión tiene que incorporar los nuevos ciudadanos, de los que el primer de todos es la Madre Tierra –presupuesto para todos los demás–; en seguida toda la naturaleza, con sus bienes y servicios, las aguas, los ríos y océanos, la fauna y la flora, los paisajes y el medioambiente como un todo. Debe ser una democracia sociocósmica, o una biocracia, o una cosmocracia.
 
2. Individuación de los derechos de la Madre Tierra
 
Realizada la tarea teórica de dar razones para afirmar que la Madre Tierra tiene dignidad y es sujeto de derechos, cabe ahora detallar cuáles son sus principales derechos.
 
Sería largo desarrollar este discurso. Una buena orientación la dio el Presidente Evo Morales Ayma en la referida intervención en las Naciones Unidas el 22 de abril de 2009. Resumidamente afirmó:
 
- el derecho de regeneración de la biocapacidad de la Madre Tierra,
 
- el derecho a la vida de todos los seres vivos,
 
- el derecho a una vida pura, porque la Madre Tierra tiene el derecho de vivir libre de contaminación y de polución,
 
- el derecho al vivir bien de todos los ciudadanos,
 
- el derecho a la armonía y al equilibrio con todas la cosas,
 
- el derecho a la conexión con el Todo del que somos parte.
 
Esta visión funda una paz perenne con la Madre Tierra, base para la paz entre los pueblos. La Tierra ya no es vista como un simple baúl de recursos infinitos que podemos extraer ilimitadamente para nuestro bienestar humano, visión ésta que está entre las causas principales que crearon los cambios climáticos y la crisis ecológica y humanitaria generalizada. La Tierra es la Madre que nos sustenta y alimenta.
 
Porque ella tiene derechos originarios, nosotros tenemos deberes fundamentales: tratarla bien, cuidar de su salud y de su vitalidad para que continúe haciendo lo que viene ya haciendo durante millones y millones de años.
 
Un tiempo nuevo empieza, el de la biocivilización, en la cual Tierra y Humanidad reconocen su recíproca pertenencia, su origen común y su común destino.
 
- Leonardo Boff es teólogo, profesor emérito de Ética por la Universidad de Rio y comisionado de la Carta de la Tierra y escritor.
 
* Este texto es parte de la revista América Latina en Movimiento No.479, en coedición con la CoordinadoraAndina de Organizaciones Indígenas, CAOI, sobre el tema "El horizonte de los derechos de la naturaleza" (http://alainet.org/publica/479.phtml)
https://www.alainet.org/es/articulo/161934?language=en

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