México está enfermo
12/11/2012
- Opinión
A la memoria de Lety Orellán y Alonso Lujambio.
Mafalda, en una recordada frase, afirmaba que “El mundo está enfermo”. Por supuesto que la célebre argentinita llegó a esa conclusión luego de ver las noticias del día, plagadas de información sobre conflictos armados y violaciones a derechos humanos. Sin embargo, desde el punto de vista médico, la frase de Mafalda tiene otro significado, dado que el mundo, en sentido estricto, padece diversas patologías.
A grandes rasgos, los males del planeta, en términos epidemiológicos, se pueden dividir en dos grandes categorías: las enfermedades transmisibles y las que no lo son. Las primeras son aquellas que “se originan por la entrada de un microorganismo al huésped (agente etiológico); se transmiten entre los seres vivos en forma directa (por contacto), o por vía indirecta (por vehículos químicos, físicos o biológicos), o la acción de vectores (intermediarios biológicos entre el agente y el huésped)”.1 Los avances en la ciencia y en la tecnología han permitido asestar un duro golpe a ese tipo de afecciones gracias, por ejemplo, al desarrollo de fármacos que actúan favorablemente sobre el sistema inmunológico. Es verdad que aún falta mucho por hacer para tener un planeta libre de enfermedades transmisibles, dado que todavía subsisten algunas muy letales -i. e. el VIH/SIDA y el ébola, por citar sólo las más conocidas- para las que no existe antídoto que supere definitivamente sus mortíferos efectos. Con todo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el número de defunciones provocadas por enfermedades transmisibles se reducirá en el transcurso de los siguientes 20 años.2 Esta es, por supuesto, una estupenda noticia.
Sin embargo, hay una segunda categoría de enfermedades, las no transmisibles (ENT), mismas que en 2008 fueron responsables del 63% –o 36 millones– de las defunciones totales –equivalentes a 57 millones– que se produjeron en el planeta.3 Una paradoja de las ENT es que si bien constituyen los problemas de salud más comunes y costosos en países desarrollados y crecientemente en los países pobres, son evitables. Baste mencionar que en ese mismo año, el 80% de las defunciones atribuidas a las ENT se produjeron en países de ingresos medios (como México) y bajos. Entre las ENT figuran las cardiovasculares, el cáncer, la diabetes mellitus, la artritis, el asma y las afecciones mentales, su desarrollo obedece, entre otros factores, a malos hábitos y estilos de vida que incluyen el sedentarismo, el consumo de alcohol y tabaco, una dieta a base de alimentos procesados y poco nutritivos, etcétera.4 Tanto las enfermedades transmisibles como las ENT demandan una erogación importante de parte de los Estados a fin de contribuir a reducir sus efectos adversos en la calidad de vida de la población. Lamentablemente en muchos países el gasto en salud es insuficiente, o se le emplea de manera deficiente.
El gasto en salud
En la carta constitutiva de la OMS que data de 1946, se establece que “el goce del grado máximo de salud que se pueda lograr es uno de los derechos fundamentales de todo ser humano”.5 También se explica que “la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”.6 Nadie podría estar en desacuerdo. En los hechos, sin embargo, el disfrute del grado máximo de salud, al igual que el goce de un bienestar amplio, no está al alcance de millones de seres humanos y las disparidades son enormes entre países. Considerando el desembolso per cápita incluyendo fuentes públicas, privadas e instancias externas- en Eritrea (Africa) se destinan apenas 11 dólares al gasto en salud, mientras que Luxemburgo eroga 8 mil 262 dólares.7 Por supuesto que un gasto en salud alto no significa necesariamente que los recursos sean empleados de manera eficiente, si bien lo que sí es entendible es que una baja asignación presupuestal al sector, compromete el acceso universal inclusive a un número limitado de servicios básicos/elementales en beneficio de la población.
Adicionalmente hay que repensar el concepto mismo de “gasto en salud”, toda vez que puede significar muchas cosas. El Banco Mundial, por ejemplo, explica que este es la suma del gasto público y privado en rubro, y que incluye además actividades de planificación familiar, nutrición y acciones de emergencia destinadas a la salud, pero que no contempla el suministro de agua ni de servicios sanitarios.8 Conforme a esta institución, Estados Unidos es el país que más gasta en salud en el mundo –en 2010 le destinó el 17.9% de su producto interno bruto (PIB). Países europeos como Alemania, Suiza, Francia y Dinamarca, por citar algunos casos, mantienen cifras de dos dígitos –11.6; 11.5; 11.9; y 11.4% del PIB, respectivamente–. México gastó en ese mismo año –tras el “susto” por la influenza A H1N1- el equivalente al 6.3% del PIB, una cifra que, en principio, no se ve tan mal, pero que es inferior a lo que destina Argentina -8.1%-; Chile -8%-; Brasil -9%-; Costa Rica -10.9%-; e inclusive países con niveles de desarrollo más bajos, por ejemplo, Ruanda -10.5%-; Burundi -11.6%-; Botsuana -8.3%-; Lesoto -11.1%-; y Liberia -11.8%.9 En América del Norte, México es el que menos gasta en el sector, dado que la Unión Americana, como ya se explicó, eroga alrededor del triple, en tanto Canadá, con su 11.3% del PIB, casi duplica lo asignado por los mexicanos. Si bien se espera que al finalizar esta década, México destine el 10% del PIB a la salud, existe también la imperiosa necesidad de que dichas erogaciones sean “sustentables”, dado que, hoy por hoy, el país tiene una de las tasas de “gasto de bolsillo” más altas del mundo.
En México lo que destinan las familias a su salud equivale a la mitad del presupuesto total en salud. Gastar en salud, entonces, puede tener efectos empobrecedores y de declive de la calidad de vida de las familias, dado que gran parte de sus ingresos deben canalizarse a ese terreno, debiendo sacrificar la satisfacción de otras necesidades básicas.10 Esta situación se contrapone a los postulados de la OMS, la que pugna porque el financiamiento de la salud se base en la justicia, la calidad y la protección financiera, temas, todos ellos, que aun siguen pendientes de solución en México.11 Ciertamente la creación del seguro popular a partir de 2003 apuntaba a disminuir la carga financiera que les representa a muchas familias mexicanas de escasos recursos el acceder a servicios de salud, pero las cifras actuales colocan al gasto público y al de bolsillo en proporciones equivalentes -48% para cada uno-, con lo que, de nuevo, sale a relucir que la población es la que, a través de recursos propios, paga directamente las consultas médicas, los medicamentos y tratamientos a los que no tendría acceso, por diversas razones, a través del sector público.
Asimismo, hay una distinción importante en la manera en que suele operar el gasto en salud en los países ricos frente a los que no lo son, dado que los primeros privilegian un enfoque preventivo, en tanto que en segundos, se suelen asignar partidas presupuestales para atender problemas en marcha, esto es, con un cariz profundamente reactivo, lo cual es costoso y evita generar las condiciones para contar con sociedades sanas en el mediano y largo plazos. México ejemplifica una política de salud encaminada a atender enfermedades en curso, no a prevenirlas, al revés de lo que se observa en países con alto desarrollo humano como Noruega, Suecia, Finlandia y otros más.
México y sus patologías
La demografía de México ha cambiado. La población total asciende a 112 millones de habitantes según el censo de 2010 realizado por el Instituto de Estadística y Geografía (INEGI).12 En 2030, se calcula que la tasa de crecimiento demográfico será de 0.69%, por lo que la población llegará a 120 millones de habitantes.13
La población mexicana tiende a envejecer. Esta situación obedece a factores como el incremento de la esperanza de vida;14 el declive de la tasa de fecundidad;15 y la disminución de la tasa de mortalidad.16 Aunado a ello figura la urbanización, proceso que ha llevado a que más del 70% de la población se concentre en las ciudades, con los estilos de vida poco saludables que ello conlleva. Así, el país ha vivido una transición epidemiológica de enfermedades transmisibles a ENT. Baste mencionar que a mediados del siglo XX, la mitad de los decesos obedecía a enfermedades infecciosas, problemas de desnutrición y reproductivos. En el siglo XXI, esas afecciones apenas llegan al 15%, siendo reemplazadas por el auge de las ENT, responsables del 75% de los decesos en el país.17
En consecuencia, se ha producido un giro en las principales causas de muerte en México dado que, por ejemplo, en la década de los 40 del siglo precedente, la primera de ellas eran las enfermedades gastrointestinales, mientras que hoy es la diabetes mellitus.18 Asimismo, es importante destacar que, a diferencia de los países desarrollados donde las enfermedades transmisibles prácticamente son inexistentes, en México éstas coexisten con las ENT y que, en ciertos estados y regiones, aquellas tienen una alta incidencia como resultado de la prevalencia de condiciones de pobreza, marginación y falta de acceso a servicios de salud. También se observa el resurgimiento de enfermedades infecciosas antes controladas, como la tuberculosis y el dengue.19
En cualquier caso, el escenario al que se enfrenta México en el futuro cercano, es el de una población más longeva pero con baja calidad de vida dado que, en general, está y estará gravemente enferma, con padecimientos cuya atención es y seguirá siendo muy costosa. Vale la pena analizar la problemática de la diabetes mellitus en el país.
La diabetes mellitus no figuraba entre las principales enfermedades mortales en México sino hasta 1990, cuando experimentó una espiral ascendente que supera, por ejemplo, a otras causas de muerte en el país, incluyendo los homicidios. En el cuadro anexo se observa que, inclusive, desde los 80, las víctimas fatales de la diabetes mellitus no han parado de crecer. De hecho, esta enfermedad ha sido responsable, a lo largo del gobierno de Felipe Calderón, de 482 mil 140 decesos, cifra, por mucho, superior a las 60 o incluso 70 mil víctimas fatales del crimen organizado en el mismo período. Para ponerlo más claro: en esta administración, por cada deceso provocado por la violencia del narcotráfico y el crimen organizado, hay siete provocados por la diabetes mellitus.20 Lo que es más: respecto a la administración de Vicente Fox, cuando la diabetes mellitus cobró la vida de 361 mil 514 personas, la de Calderón, con las cifras ya expuestas, tuvo un incremento del orden de las 120 mil 626 personas fallecidas, lo que sugiere que las autoridades han fracasado en las políticas de prevención y gestión de esta letal enfermedad. Así, sumando los decesos de los dos sexenios, la diabetes mellitus ha experimentado un aumento de 92% en 12 años.
Causas de muerte en México de 1938 a 2010
¿Qué hay de los costos del tratamiento para las personas afectadas por esa enfermedad? En el gobierno de Fox se destinaron 35 mil 429 millones de pesos, mientras que en el de Calderón la cifra se disparó a 80 mil millones, lo que equivale a un incremento de más del 100%.21 Con todo, es paradójico que entre más recursos se canalizan para contrarrestar los efectos de este padecimiento, más muertes se producen.
Estas cifras justificarían, considerar a la diabetes mellitus como amenaza a la seguridad nacional, a la usanza de lo que se observa con la incidencia del VIH/SIDA en Sudáfrica, donde una de cada tres personas es cero-positiva. Como es sabido, para que un flagelo sea considerado como amenaza a la seguridad nacional, debe ser lo suficientemente grave como para comprometer la supervivencia de la nación. Conforme a este criterio la diabetes mellitus está pasando rápidamente del umbral del riesgo al de genuina amenaza a la seguridad nacional de México.
Del homo sapiens sapiens al homo sapiens obesus
Si acaso pudiera ser un consuelo para el público mexicano, hay que recordar que según la OMS, la diabetes mellitus es una verdadera pandemia. En el mundo hay más de 347 millones de personas con ese problema de salud, ello como resultado del incremento en el sobrepeso, la obesidad y la falta de actividad física, aunado a una alimentación deficiente, rica en grasas, azúcares y poco nutritiva. Para 2030, la diabetes mellitus será la séptima causa de muerte a nivel mundial, en tanto que en el transcurso de la siguiente década, el número de decesos provocados por esta enfermedad crecerá 50%.
Si bien la incidencia de esta enfermedad involucra a países ricos y pobres, el 80% de las personas que mueren se localizan en naciones de ingresos bajos y medios. Casi la mitad de esas muertes ocurre en personas menores de 70 años y de ellas, el 55% son mujeres. Las muertes suelen producirse porque al paso del tiempo, la diabetes mellitus produce daños al sistema cardiovascular, los vasos sanguíneos, los ojos y los riñones. Numerosas personas que padecen diabetes mueren por cardiopatía o accidente vascular cerebral (AVC). Asimismo, la neuropatía en las extremidades inferiores sumada a la reducción del flujo sanguíneo conduce a la formación de úlceras en los pies, o a que heridas menores no sanen, lo que provoca gangrena y, eventualmente, amputaciones. Por otra parte, la diabetes es una causa muy importante de ceguera, debido a que daña los vasos sanguíneos de la retina (retinopatía diabética), por lo que tras 15 años de tener este padecimiento, el 2% de los enfermos pierde totalmente la vista, en tanto que otro 10% padece un deterioro grave de la capacidad visual. La diabetes también es responsable de muchos casos de insuficiencia renal y entre 10 y 20% de quienes padecen este problema glucémico mueren al dañarse la función de los riñones. A final de cuentas, el riesgo de muerte en personas diabéticas es mayor respecto a quienes no lo son.
La OMS señala que la diabetes es una enfermedad crónica que aparece cuando el páncreas no produce suficiente insulina o cuando el organismo no utiliza eficazmente la que sí produce. La insulina es una hormona que regula el azúcar en la sangre. El efecto de la diabetes no controlada es la hiperglucemia (aumento del azúcar en la sangre), que con el tiempo daña gravemente muchos órganos y sistemas, especialmente los nervios y los vasos sanguíneos. Existen varios tipos de diabetes, destacando la tipo 1, la tipo 2, la gestacional y la lada. La diabetes tipo 1, conocida asimismo como insulinodependiente, juvenil o de inicio en la infancia, tiene como rasgo distintivo la producción deficiente de insulina y requiere la administración diaria de esta hormona en las personas que la padecen. La diabetes de tipo 2 -no insulinodependiente o de inicio en la edad adulta- obedece a una utilización ineficaz de la insulina. Esta representa el 90% de todos los casos mundiales y se debe en gran medida a un peso corporal excesivo y al sedentarismo. La diabetes lada es una enfermedad que presenta características de tipo 1 y tipo 2, en tanto la gestacional es la que se produce en algunas mujeres durante el embarazo.22
La diabetes es una enfermedad que afecta a personas de todos los estratos sociales en países ricos y pobres, si bien en estos últimos es donde tiende a acentuarse. Entre las personalidades del mundo político, científico, del espectáculo y las artes que han padecido diabetes figuran Nick Jonas –de los Jonas Brothers-, Elvis Presley, Elizabeth Taylor, Halle Berry, Sharon Stone, el Papa Juan Pablo II, Diego Armando Maradona, Tomás Edison, José Feliciano y Woody Allen, entre otros.
A fin de contribuir a que el mundo tome conciencia sobre la problemática que entraña esta enfermedad, el 14 de noviembre ha sido proclamado como el día mundial de la diabetes. Esa fecha constituye un homenaje a Frederick Banting, uno de los descubridores de la insulina en 1922, la hormona que ha permitido salvar la vida de millones de diabéticos en todo el mundo.23
¿Por qué la diabetes mellitus es un problema tan severo en México?
No deja de llamar la atención el hecho de que México presenta una de las tasas de obesidad más altas del mundo –segundo lugar, sólo detrás de Estados Unidos- con todos los riesgos que ello supone para la salud, en particular, de contraer la diabetes mellitus. Siete de cada 10 adultos en el país son obesos, situación evidente a simple vista cuando se observa a los transeúntes por las calles, por ejemplo. La obesidad, aunada a malos hábitos alimenticios y al sedentarismo, contribuyen al desarrollo de las ENT.
En México además, hay una situación específica, estrechamente relacionada con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), en particular en la industria de las bebidas carbonatadas, en lo que se refiere al empleo de azúcar o fructuosa como endulzante.
Antes de que el TLCAN entrara en vigor, el sector de los refrescos empleaba azúcar para endulzar dichas bebidas. Al negociarse el TLCAN, Estados Unidos presionó a México a fin de que permitiera la importación de fructuosa para de endulzar con este nocivo producto, los refrescos nacionales. Desde la óptica de la obesidad y la incidencia de la diabetes mellitus, es sabido que el azúcar de caña es dañino, si bien el perjuicio que provoca a la salud palidece frente a las consecuencias del empleo de fructuosa como edulcorante sustituto.
La fructuosa es un producto que se elabora a partir de los excedentes de maíz amarillo procedentes de Estados Unidos, y que tiene un precio inferior al azúcar. Las compañías refresqueras, en los 90, presionaron a favor de una libre importación de fructuosa a fin de abaratar costos en la producción de bebidas carbonatadas. Durante el gobierno de Fox, quien, como se recordará, fue ejecutivo de Coca-Cola, se tomó la decisión de proteger los intereses de los productores de fructuosa, en detrimento de la industria azucarera nacional.24 Este hecho no sólo contribuyó al colapso de los ingenios azucareros en México, sino que tuvo un efecto devastador en la salud de la población. ¿Por qué?
México tiene un serio problema de disponibilidad de agua potable.25 Eso históricamente, ha favorecido el consumo de bebidas carbonatadas que forman parte de la dieta básicade al menos el 80% de la población. Así, el país es el primer consumidor de refrescos de cola en el mundo dado que, en promedio, cada persona ingiere 163 litros al año, frente a 113 litros que toman, en contraste, los estadounidenses.26 Por lo tanto, el mercado nacional es sumamente atractivo para las embotelladoras que, como era de esperar, buscan el máximo beneficio al menor costo.
Cuando una persona consume un refresco endulzado a base de fructuosa, está adicionando diversos factores de riesgo a su salud. Esto es porque a diferencia de la glucosa -azúcar-, que se absorbe instantáneamente produciendo un aumento y disminución veloces de energía, la fructuosa es metabolizada y guardada, en parte, por el hígado en forma de glucógeno como reserva para cuando sea necesario efectuar algún esfuerzo. Como es sabido, la fructuosa termina transformándose en glucosa produciendo una elevación glucémica en la sangre, por lo que nutriólogos y expertos en temas de metabolismo consideran que se trata de un edulcorante no recomendable para las personas con diabetes y tampoco para el público en general.
Hace no mucho se asumía que la fructuosa podía erigirse en un sustituto saludable del azúcar, al ser capaz de endulzar más que éste, pero con un menor poder calórico. Empero, investigaciones efectuadas en los 80 encontraron que la fructuosa favorece la resistencia a la insulina, contribuyendo así a la diabetes tipo 2, la obesidad, y la elevación de los niveles de triglicéridos y del colesterol “malo”. La razón fundamental es que a diferencia del azúcar, la fructuosa es metabolizada por el hígado, lo que va mermando sus funciones. El daño puede ser de tal magnitud, que según estudios hechos con ratas de la boratorio a las que se suministró fructuosa de manera periódica, el hígado de estos animales presentó un deterioro semejante al de personas alcohólicas, incluyendo cirrosis y altas concentraciones de grasa.27
El azúcar de caña, además, es menos dulce que la fructuosa. Las embotelladoras han influido en el consumo de su producto entre la población, a través de agresivas e irresponsables campañas de publicidad en los medios en horarios de alta audiencia, lo que involucra a la población infantil y adolescente. Como resultado del empleo de fructuosa en las bebidas carbonatadas, el paladar de los mexicanos ya se acostumbró a una dulzura mayor –cualquier persona que haya ingerido una Coca Cola en Estados Unidos, Canadá, Argentina u otro país notará claramente la diferencia de sabor respecto a la Coca-Cola nacional. Este es un factor fundamental para entender por qué México tiene tasas de obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares tan altas respecto al resto del mundo.28
¿Qué hacer?
Ante un problema tan complejo, se requiere la concurrencia de acciones. En este sentido, se formularán algunas recomendaciones.
Comenzando por las autoridades, es muy importante que la estrategia en materia de salud sea una política de Estado, no de gobierno, a fin de garantizar la continuidad, mejora y accesibilidad de los servicios de salud a cada vez más miembros de la sociedad. Se requieren, asimismo, políticas preventivas. Cuando se produjo la crisis por la influenza A H1N1, quedó de manifiesto la incapacidad de las autoridades para responder adecuadamente ante un escenario tan delicado, en parte porque se asumió que un problema de este tipo, no podía ocurrir en México, amén de que desde tiempo atrás el país dejó de desarrollar vacunas –o capacidades para producirlas. Tuvo que acontecer el evento descrito, para que el gobierno de Calderón entendiera que México debe ser capaz de producir vacunas y que el sistema de salud, en términos generales, tiene que mejorar de manera sustancial. Además, la prevención es más barata y salva muchas vidas.
Adicionalmente el Estado mexicano deberá influir en la configuración de la canasta básica y de los hábitos alimenticios de la población. Esto supone, por un lado, un enorme esfuerzo educativo, de manera que en las escuelas, efectivamente, se privilegie el consumo de alimentos “naturales”, menos procesados y se omita la disponibilidad de bebidas fructuosa. El consumo de agua debe ser impulsado en una proporción mayor, de tal manera que sustituya significativamente la dañina ingesta de las bebidas carbonatadas.
Al igual que ocurre con los impuestos que se aplican al tabaco, el gobierno debería contemplar un gravamen a todas las empresas refresqueras que emplean fructuosa como endulzante, esto a efecto de que recurran al azúcar que, como ya se explicó, es también nocivo para la salud, aunque en menor proporción. Es verdad que en los 90, esto provocó un litigio con Estados Unidos que derivó en un laudo de la Organización Mundial del Comercio (OMC) desfavorable a México, con argumentos que involucraban el acceso a los mercados y acciones proteccionistas de parte de las autoridades nacionales. Sin embargo, México puede armar un nuevo caso ante Estados Unidos y organismos como la OMC -e inclusive, con el apoyo de la OMS-, donde se demuestre que el daño a la salud de la población mexicana por el consumo de bebidas endulzadas con fructuosa está pasando de ser un riesgo para convertirse en una genuina amenaza a la seguridad nacional. Las cifras disponibles en la OMS y en México, son contundentes y así lo corroboran.
Este argumento, de daño grave a la población, ya fue empleado por Sudáfrica a propósito de la incidencia del VIH/SIDA en su territorio, y de cara a la necesidad de recurrir a antirretrovirales genéricos, provistos por India, lo que, si bien hizo que las grandes industrias farmacéuticas armaran un caso aparentemente sólido contra estos países, al final se reconoció que lo más importante es preservar la vida humana. México no puede ser la excepción: no sólo se busca que la población viva más, sino que goce de una calidad de vida a la que, en las condiciones actuales, simple y llanamente no puede aspirar.
Con el gravamen aplicado a las embotelladoras, los recursos recabados podrían emplearse, al menos en parte, para financiar los costosísimos tratamientos para personas obesas, en particular, de aquellas que padecen diabetes, de manera análoga al uso que se da a una parte de los impuestos recaudados a las tabacaleras para financiar tratamientos contra el cáncer. Asimismo, se podría considerar un gravamen más reducido u otros estímulos fiscales para aquellas embotelladoras que sustituyan la fructuosa por el azúcar de caña.
Por otra parte, se deberá una regular el consumo de bebidas endulzadas con fructuosa en restaurantes grandes y de comida rápida, tiendas de conveniencia y lugares públicos. Si bien para muchos estos parecería muy difícil de concretar, en Nueva York, el gobernador Michael Bloomberg propuso una legislación para prohibir la venta de refrescos mayores a 16 onzas (o 470 mililitros) en restaurantes y otros lugares de venta de alimentos, para combatir la obesidad que ha ido en aumento en esa gran urbe. La Asociación Estadounidense del Corazón (AHA por sus siglas en inglés) señala que el consumo máximo por semana debe ser de un refresco de 350 mililitros, a fin de evitar todos los efectos nocivos que tiene en la salud de quienes lo ingieren.29 Sin embargo, se sabe que buena parte de los neoyorkinos consumen diariamente más de 16 onzas de refresco. La nueva norma fue aprobada el 14 de septiembre del año en curso y es una buena muestra de liderazgo, en este caso, del gobierno de Bloomberg, para enfrentar un serio problema de salud.30 Este tipo de acciones podrían desarrollarse en México. No hace mucho la legislación para crear espacios libres de humo a propósito de los no fumadores, se pensaba irrealizable y ahora es una realidad.
México tiene el primer lugar mundial en consumo de refrescos per cápita y en 2010 la población gastó 193 mil millones de pesos en bebidas carbonatadas.31 Ello obedece, en parte, no sólo a la publicidad, el estrés urbano y el sedentarismo sino, como ya se dijo, al hecho de que el acceso a agua potable en el país, es limitado. Muchas personas para consumir agua “bebible”, deben comprarla envasada, dado que el agua de la llave no reúne condiciones de inocuidad para ser consumida directamente. Asimismo, una persona que desea comprar agua embotellada o leche, se encuentra a menudo con que el precio de las bebidas carbonatadas es igual o incluso más bajo y con mayor volumen de producto, lo que determina que se vuelque a favor del consumo de éstas y no de agua o menos aun, leche. En este sentido, las autoridades nacionales deberán mejorar la infraestructura para poner a disposición de la población más agua potable en escuelas, restaurantes, centros comerciales, parques y otros lugares públicos.
Es verdad que el gobierno federal a través de la Secretaría de Salud y del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) efectúa diversas campañas para concientizar a la población en torno a los riesgos de la obesidad. Sin embargo, la efectividad de esta publicidad disminuye frente a la de las empresas que, en medios de comunicación incitan al consumo de comida chatarra y de bebidas carbonatadas.
Por lo tanto, es necesario legislar para evitar la afluencia de comida chatarra en las escuelas e incentivar la disponibilidad de alimentos nutritivos. Asimismo será importante insistir en la enseñanza obligatoria en niños y adultos acerca de cómo y qué comer.
También será importante que la publicidad en los medios cambie –a la usanza de los mensajes que ahora portan todas las cajetillas de cigarrillos-, de manera que se advierta que el producto de que se trate –refrescos, papas fritas, etcétera- es nocivo para la salud. Hoy por hoy, a la suntuosa publicidad para ingerir alimentos chatarra se le agrega solamente una leyenda casi imperceptible para el consumidor que reza “come frutas y verduras”. y que difícilmente tiene algún impacto positivo en la elección cuidadosa de los alimentos nutritivos a los que el consumidor podría o debería acceder.
Otro tanto hay que decir respecto al fomento de actividades deportivas, lo mismo en escuelas que en espacios públicos, garantizando a la población el acceso a la infraestructura que le permita ejercitarse. La transformación de la infraestructura urbana, favoreciendo el empleo de bicicletas y la reducción de los vehículos automotores, le haría un gran favor a la salud de la población, aliviando también las presiones contaminantes y de tráfico que producen los automóviles. Si bien se han dado pasos concretos en la materia, aun falta mucho por hacer.
Reflexión final
México está gravemente enfermo y en peligro de perecer, no a causa de agresiones procedentes de otros países, ni por el intervencionismo de Estados Unidos, como tampoco por obra del crimen organizado ni del terrorismo internacional. El mayor enemigo de México es su propia población que, con estilos de vida que privilegian el sedentarismo y una mala alimentación -sumando a la falta de liderazgo de parte de las autoridades en materia sanitaria y educativa- se enfrenta a un escenario donde tanto las generaciones más longevas como las nuevas están lo suficientemente enfermas como para afectar de manera muy negativa la vida económica, política y social a nivel nacional. En otros tiempos, los más jóvenes cuidaban de los más adultos. Hoy todos deben cuidar de todos, sin que ninguno tenga un estado de salud óptimo como para coadyuvar a solucionar este desafío.
En 1938, la diabetes mellitus provocaba la muerte de 654 personas por cada 100 mil habitantes. En 2010, la cifra era de 82 mil 964 por cada 100 mil personas, con todo y las mejoras al sector salud que los diversos gobiernos han puesto en marcha desde finales de la década de los 30. De manera paralela, sin embargo, la modernidad y la urbanización han favorecido estilos de vida poco saludables, mismos que explican la transición del homo sapiens sapiens al homo sapiens obesus.32
Así, en materia de salud, México se encuentra en una encrucijada donde, además de tener que asignar recursos para enfrentar las consecuencias de los problemas que ya están en marcha, entre ellos la diabetes mellitus, tendrá que trabajar en la reconfiguración de políticas de Estado, que trasciendan a los gobiernos y sean especialmente preventivas. De no hacerlo, el país, simple y llanamente perecerá víctima de la diabetes mellitus. Por lo tanto, el día mundial de la diabetes no debe ser la única jornada dedicada a estos temas, al menos en México.
Notas:
1 Medicina y prevención (2 de octubre de 2012), “Enfermedades transmisibles”, disponible en http://www.medicinayprevencion.com/enfermedad/enfermedades transmisibles.htm
2 Organización Mundial de la Salud (2012), Estadísticas sanitarias mundiales 2012, Ginebra, OMS, p. 34.
3 Ibid.
4 Organización Mundial de la Salud, Op. cit., p. 35.
5 OMS (1946), Constitución de la Organización Mundial de la Salud, Ginebra, OMS, p. 1, disponible en http://www.who.int/governance/eb/who_constitution_sp.pdf
6 Ibid.
7 Organización Mundial de la Salud, Op. cit., p. 38.
8 Banco Mundial (2012), Gasto en salud, total (% del PIB), Washington D. C., The World Bank Group, disponible en http://datos.bancomundial.org/indicador/SH.XPD.TOTL.ZS
9 Ibid.
10 Maribel R. Coronel (24 de junio de 2012), “El gasto de bolsillo en salud sigue alto”, en El Economista, disponible en http://eleconomista.com.mx/columnas/salud-negocios/2012/06/24/gasto-bolsillo-salud-sigue-alto
11 Ana Cristina Torres y Felicia Marie Knaul (s/f), “Determinantes del gasto de bolsillo en salud e implicaciones para el aseguramiento universal en México: 1992-2000”, en Caleidoscopio de la salud, p. 209, disponible en http://www.funsalud.org.mx/casesalud/caleidoscopio/15%20DeterminantesDelGasto.pdf
12 INEGI (2011), Censo de población y vivienda 2010, México, disponible en http://www.censo2010.org.mx/
13 Octavio Gómez Dantés et al (31 de octubre de 2010), « Sistema de salud en México”, en Salud pública de México, vol. 53, suplemento 2 de 2011, p. S221.
14 En 1930, la esperanza de vida en el país era de 34 años (36. 9 años según el INEGI), mientras que hacia 2008 era de 75. 1 años. Ibid. El INEGI sostiene que en 2012 la esperanza de vida es de 75. 7 años. Véase Pablo Kuri Morales (mayo 2012), Salud de la población adulta mayor: perfil epidemiológico, México, Secretaría de Salud.
15 En la década de los 60 del siglo pasado, una mujer, en promedio, tenía siete hijos, en tanto que para 2008, la tasa promedio era de 2. 1. Ibid.
16 En 1930, el número de defunciones por cada 1 000 habitantes era de 27, mientras que para 2008 la cifra había bajado a 4. 9 por cada 1 000 habitantes. Ibid.
17 Octavio Gómez Dantés, Op. cit., p. S222.
18 Ibid.
19 Pablo Kuri Morales, Ibid.
20 Imagen Radio (s/f), “Durante este sexenio han muerto 482 mil 140 personas con diabetes”, disponible en http://www.imagen.com.mx/durante-este-sexenio-han-muerto-482-mil-140-personas-por-diabetes
21 Ibid.
22 Organización Mundial de la Salud (septiembre 2012), Diabetes. Nota descriptiva no. 312, Ginebra, OMS, disponible en http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs312/es/index.html
23 Organización Mundial de la Salud (s/f), Día mundial de la diabetes. 14 de noviembre, Ginebra, OMS, disponible en http://www.who.int/mediacentre/events/annual/world_diabetes_day/es/index.html
24 Raymundo Zúñiga Ortíz (28/10/2006), “Fox autorizó la importación masiva de alta fructuosa”, en Al Calor Político, disponible en http://www.alcalorpolitico.com/informacion/fox-autorizo-la-importacion-masiva-de-alta-fructosa-513.html
25 Se calcula que 20 millones de mexicanos enfrentan este problema.
26 Blanca Valadez (9 de mayo 2012), “Desplaza México a EU en consumo de refrescos de cola”, en Milenio, disponible en http://www.milenio.com/cdb/doc/noticias2011/4d61be05ee00877e942fca43bc3ac46e
27 Universia (15/03/2007), “Las bebidas enriquecidas con fructuosa y el metabolismo hepático”, disponible en http://noticias.universia.es/ciencia-nn-tt/noticia/2007/03/15/593188/bebidas-enriquecidas-fructosa-metabolismo-hepatico.html
28 Revista del Consumidor (abril 27, 2010), “Fructuosa vs glucosa: ¿cuál te conviene?”, disponible en http://revistadelconsumidor.gob.mx/?p=10101
29 Univisión (03/06/12), “Polémica por prohibición de sodas en Nueva York”, disponible en http://holadoctor.com/es/alimentación-saludable/polémica-por-prohibición-de-sodas-en-nueva-york
30 Univisión (14/09/12), “Las gaseosas grandes empiezan su despedida de la Gran Manzana”, disponible en http://holadoctor.com/es/alimentación-saludable/las-gaseosas-grandes-empiezan-su-despedida-de-la-gran-manzana
31 El Universal (3 de abril de 2010), “Mexicanos gastan al año 193 mil millones de pesos en refrescos”, disponible en http://www.eluniversal.com.mx/primera/34710.html
María Cristina Rosas es Profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México
etcétera, 12 de noviembre, 2012
https://www.alainet.org/es/articulo/162550
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